Al hermano que escribió para vivir.
Los poetas mueren siempre al final de la primavera, cuando el campo está salpicado de nubes, luz y lluvia. Se ponen una escueta nota de despedida como tumba y usan sus libros como sepultura.
Ya se ve al camarada Pepe, enterrando tierra, albergando su pluma en los rayos de sol y escribiendo en los arcoíris, a los pescadores, a la mar humilde, a “todos los hombres”.
El poeta se extingue y se compone en Luna, juega con las estrellas hacer renglones y en el universo una “villa morena”.
José Saramago , que el tiempo ese enemigo de la historia, no borre tu carné de Partido de Álvaro Cunhal y tus ojos que gritan claveles y mes de abril.
Hasta tu próximo verso leído, hasta la próxima manifestación que soples con nosotros en viento.
Salud, Hoz y Martillo.
Eduardo Andradas
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