domingo, junio 13, 2010

Un libro interesante: Beltrand Rusell. Retrato intelectual


Llamados por algunos “el Voltaire del siglo XX”, Bertrand Russell (País de Gales, 1872-Londres, 1970), fue al decir de Castillo Vicci una persona fiel a sus creencias: practicaba lo que predicaba. Algo que, en los tiempos que corren, empieza a parecer excepcional. Su influencia en las sociedades contemporáneas es muy importante. Sus hallazgos en Lógica y Matemáticas sentaron las bases para gran parte de la investigación en estas materias durante todo el siglo XX; propuestas suyas como las de desvincular la procreación de la relación sexual, la defensa de los derechos de la mujer o la facilitación del control de la natalidad han sido asumidas hoy en gran medida; su apuesta por el pacifismo y sus actuaciones en el Tribunal Russell causaron en sus tiempos un gran impacto; y aunque su visión de un gobierno mundial que asegure la paz está lejos de verse realizada, lo cierto es que la globalización y una participación cada vez más activa de las Naciones Unidas parecen apuntar tímidamente en ese sentido.
Aberto Castillo Vicci consiguió con esta obra el I Premio “Retratos”, convocado por la editorial El Viejo Topo, de Barcelona (España), y cuyo jurado estuvo compuesto por Jordi Dauder, Gemma Galdón, Francisco Fernández Buey y Miguel Riera Montesinos.
Evidentemente, como todo personaje histórico, el caso de Russell no es muy diferente: la controversia es parte de la cuestión.
Sus atributos son considerables: filósofo, matemático, escritor y militante pacifista y socialista británico, paladín de muchas causas, siendo la última y quizás las más importante la que le convirtió en la “conciencia del mundo” acusando a la administración norteamericana con un Tribunal que lleva su nombre, y que todavía tiene muchas cosas que decir, pro ejemplo sobre Gaza.
Al igual que su admirado Tolstoy, Russell formaba parte de la nobleza, era tercer conde de Russell y vizconde de Amberley, su abuelo fue dos veces ministro con la reina Victoria), y al igual que Tolstoy acabó siendo especialmente odiado por los de su clases.
Singularmente inquieto, Bertrand estudió en el Trinity Colegue de Cambridge y viajó desde muy joven por todo el mundo. En 1894 contrajo su primer matrimonio al que le seguirían tres más, el último a los ochenta años, mostrándose como un defensor de los derechos de las mujeres y de las libertades sexual hasta el final.
Militante laborista (siempre situado a la izquierda) desde los inicios de este partido, romperá su antiguo carnet cuando su dirección apoyó al Pentágono en la guerra contra el pueblo del Vietnam. Al margen de las influencias que sobre su pensamiento ha podido ejercer la filosofía oficial de Occidente, BR nunca fue nada parecido a un académico y no temió perder el respeto al "stablisement" cuando se trataba de defender una causa. Cuando no había cumplido todavía los treinta años, Ruseell dejó toda su fortuna familiar a la causa que apoyaba.
Antes de la Primera Guerra Mundial, cuando había complementado su colaboración al con Alfred Nor Whitehead su obra principal Principia Mathemática, estuvo comprometido con las luchas de las "sufragistas".
Durante el curso de esta guerra fue expulsado de su puesto en el Trinity College de Cambridge por haber escrito folletos contra la conscripción y fue encarcelado durante seis meses por sus opiniones pacifistas. Se convirtió en el principal portavoz del movimiento pacifista internacional, viajando por donde le dejaban y criticando la guerra. Mantendrá integra sus posiciones hasta la víspera de la IIª Guerra Mundial, justificando entonces la lucha armada contra el nazi-fascismo. En 1917 saludará la revolución bolchevique y visita después de la guerra Rusia, entrevistándose con Lenin, Trotsky y Gorky. Al regresar, al tiempo que reafirma su apoyo a los fines de la revolución, crítica acerbamente los métodos bolcheviques y las ideas marxistas desde un ángulo radical-democrático que, empero, no parecía tener muy en cuenta en que contexto se desarrollaba esta. Es por eso que Trotsky lo criticó agudamente en su libro ¿Dónde va Inglaterra?
En 1920, Bertrand dirigirá junto con su segunda mujer, una escuela experimental que causó una gran escándalo en la opinión pública conservadora. La situación de la educación de los adultos en los Estados Unidos puede ser medida por el hecho de que en 1940, un hombre de su talla fue hallado como incapacitado para enseñar en el City Colegue de Nueva York por causa de su "actitud inmoral y lúbrica en relación con el sexo". Un magistrado de la Corte suprema del estado de Nueva York anulará su nominación, calificándola de tentativa de instalación de una "cátedra de indecencia". El poco respeto que lord Russell mantenía las autoridades establecidas fue eliminado por esta experiencia.
Después del holocausto de Hiroshima, Russell se preocupó por el problema de la bomba atómica, aunque en un momento --efímero-- de irracionalidad anticomunista, obviamente alimentada por la suma de barbaridades estalinianas, lo que le llevará a colaborar inicialmente con los montajes culturales de la CIA, sin embargo rompió inmediatamente cuando tomó partido a favor del matrimonio Rosenberg y acusó públicamente al FBI de haberlos torturado ante la desesperación del Estado Mayor del Servicio de Inteligencia.
Rectificará sus posiciones reconociendo que el principal peligro para la paz mundial y para la supervivencia de la humanidad provenía de los "halcones " imperialista de Washington. De nuevo volverá a animar el movimiento pacifista en todos los terrenos, comprendidas las manifestaciones callejeras, las sentadas y las cárceles, evolucionando gradualmente hacia un izquierdismo que se cuestiona que haya democracia en Norteamérica. Nobel de literatura en 1950, justamente cuando estaba en greñas con la CIA, con un prestigio internacional indiscutible, Bertrand Russell pasará a ser en los años siguientes en uno de los modelos más clamorosos de intelectual comprometido, esto cuando ya sobrepasa los ochenta años.
En 1962 intervino en la crisis de Cuba, defendiendo la revolución cubana contra el intervencionismo yankee. Luego será uno de los principales animadores de la lucha contra la agresión norteamericana al Vietnam, lanzando en 1967 la propuesta de un Tribunal Internacional contra los crímenes de guerra presidido por él mismo, y que cuenta con el apoyo de la crema intelectual de la época de la mano de Jean Paul Sartre, Isaac Deutscher, el luxemburguista italiano Lelio Basso, el dramaurgo judío sueco-húngaro Peter Weiss, el expresidente mexicano Lázaro Cárdenas que tanto había ayudado a la República y un largo etcétera que llega hasta Tariq ali quien en sus memorias Años de lucha en calle, cuenta sus propias vicisitudes como activista del Tribunal de la plataforma tiránica contra la guerra del Vietnam.
El Tribunal Russell dictó igualmente sentencias de culpabilidad contra la URSS por la invasión de Checoslovaquia, y por los crímenes del imperialismo francés en Argelia…Científico de primera fila, socialista y humanista, Russell ha sido el gran amigo de los oprimidos: "El eco de los gritos de dolor, escribió, retumban en mi corazón. Los niños hambrientos, las víctimas torturadas por los opresores, los viejos imponentes, cargas odiadas por sus hijos, y todo un mundo de soledad, de pobreza y de dolor hacen la irrisión de lo que debe ser la vida humana. Quiero señalar que este mal no lo puedo soportar, y que en buena medida también lo sufro"
La obra detalla su evolución política con detalle, trazando las líneas maestras de un retrato que abarca tanto al experimentador e investigador, al crítico social y pacifista y al satírico volteriano. Se trata de un trabajo que complementa y amplia otros ya realizados entre nosotros como el de A.J. Ayer, que cuenta con un epílogo privilegiado de Manuel. Sacristán en una época en el que filósofo británico se había convertido en un símbolo de la resistencia a la guerra norteamericana contra el Vietnam (Grijalbo, Barcelona, 1969). En la misma línea se sitúa, Russell: Filósofo y Humanista (Ayuso, Madrid 1972), Homenaje a Bertrand Russell, compendio de R. Schoenman (Oikos-Tau, BCN, 1968), otro ho­menaje se encuentra en el nº de agosto-septiembre de 1971 de la Revista de 0ccidente. Igualmente cabría cabe distinguir el libro de A. Wood, Russell. El escéptico apasionado (Aguilar, Madrid 1961) y el de José Francisco Ivars, Conocer Bertrand Russell y su obra (Dopesa, Barcelona, 1977), y finalmente la selección Lo mejor de Bertrand Russell (Edhasa, selección e introducción de Robert E. Egner, Barcelona, 1889).

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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