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sábado, enero 29, 2011
Delincuentes en el arsenal: dinero, visas y el buen vivir
Las razones de Cuba
Resulta contradictorio que Estados Unidos, una nación “altamente preocupada” por el auge del crimen organizado internacional y sus peligrosas interconexiones con mafias terroristas, traficantes de drogas, armas, personas y cualquier tipo de mercancía ilícita, siga utilizando y manipulando a esos mismos delincuentes en planes de desestabilización y desprestigio contra enemigos políticos.
Como si no bastaran las sangrientas experiencias de Bin Laden o Posada Carriles, instrumentos de la CIA en proyectos anticomunistas bien definidos y desclasificados, devenidos luego amenazas para la seguridad interna y la credibilidad de los propios EE.UU., continúa la práctica de estimular a cualquier persona que se preste a los intereses desestabilizadores de Washington contra un adversario, sin prestarle demasiada atención a sus antecedentes penales.
El negocio de la guerra contra Cuba, alimentado desde Washington y varias capitales europeas, inserta peligrosamente en su arsenal la opción de ganarse un dinero, una visa, la condición de “refugiado”, un premio internacional o acogerse al buen vivir en la misma medida en que su reputación como mercenario se haga más llamativa, ya sea en el ciberespacio o en una provocación callejera.
No importa si el aspirante robó, amenazó, mató, extorsionó, profanó, corrompió, secuestró un avión o una embarcación fusil en mano, abusó o violó a una mujer o un menor. Todo vale para formar parte del arsenal y convertirse en un “disidente” o “refugiado” del gobierno de EEUU. Además, al parecer las leyes norteamericanas son distintas, flexibles e impunes. Hay más libertad, más opciones. Como argumentan los vividores del negocio legal en ese país: “el entramado jurídico estadounidense es muy complejo”, como amplio el paraíso del mercado, del que no escapan legisladores, fiscales, jueces y abogados.
La prensa occidental, libre de repetir lo que le ordenan desde las casas matrices imperiales, hacen en la política lo que en las finanzas materializan los bancos encargados del lavado o blanqueo de dinero: convertir a un delincuente en personalidad opositora de renombre internacional.
De la noche a la mañana, en cuestión de segundos, el o la delincuente le da la vuelta al mundo, y a partir de ahí, las cancillerías se encargan de lo demás, siguiendo los dictados del Departamento de Estado.
Cuba tiene múltiples ejemplos desde el mismísimo 1 de enero de 1959, cuando recibieron la condición de refugiados del gobierno de EE.UU. los principales torturadores y asesinos de la dictadura batistiana, ladrones de cientos de millones de dólares, cómplices y protectores de los más conocidos capos mafiosos de la época.
Desde entonces la lista es interminable, pero en los últimos tiempos llama la atención la insistencia de la Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana y otras sedes, en potenciar y proteger a determinados personajes de la peor calaña, integrantes de supuestas listas de “presos políticos”, vociferadas por fulleros, camajanes y vividores, dentro y fuera de Cuba, pero la mayoría fueron a prisión por motivos muy distintos a los que se alegan.
Conocedores de la “protección” que brinda la SINA y las bondades del “programa de refugiados” de EE.UU. respecto a los “disidentes”, muchos mercenarios trabajan con su “base social” delincuencial, sean ambiciosas “damas de apoyo”, vagos profesionales, violadores de la ley, delincuentes reincidentes o determinados reclusos comunes sancionados a altas condenas para tratar de revivir el muerto de la contrarrevolución.
Los premios internacionales son casi noticias semanales y hay mercenarios meticulosamente seleccionados y trabajados por EEUU. que solo en el 2010 fueron abastecidos con más de 100 mil euros por ese concepto, en plena faena de construcción de imagen.
Utilizar a asesinos, ladrones, violadores o terroristas en proyectos políticos desestabilizadores, formó parte del arsenal de la guerra fría, y Washington no renuncia a su empleo en sus guerras actuales. No desesperarnos, los cables de WikiLeaks deberá ampliarnos y actualizarnos.
Juan Fernández López
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