miércoles, enero 26, 2011

¿Quien mueve el carro de la historia?


Si el resto de las especies han transformado el medio ambiente lo hicieron sin la facultad magna que durante siglos ha manifestado la especie humana de crear herramientas con las que transformarla, quizá las pesadas huellas de los saurios con su peso gigante cambiaron en algo la constitución telúrica en algunos continentes, probable que alguna especie acabara con otra al poder reproducirse más velozmente, seguramente especies débiles cayeron ante otras más poderosas. Todos los sucesos sobre este planeta una vez que dentro de él se manifestaron distintos organismos vivientes, obviamente lo comenzaron a transformar. La vida es una sucesión de cambios que más allá de las razones que las produjeron, dejaron como herencia para el futuro solamente los cambios en la misma materia y en la genética de sus propias especies. Todo es parte de la historia, de cualquier forma.
Leyendo un libro de Joaquín Trincado, titulado “Los extremos se tocan” encontré una reflexión en relación a la guerra que me parece pertinente para nuestro siglo. Para citarlo brevemente decía:
“Cuando los hombres, en su mayoría, aun no odiaban la guerra, es decir no se habían escarmentado de la guerra, por que por las tradiciones la creían una necesidad, las guerras no se meditaban; eran movimientos bruscos, ocasionados por las tradiciones patrias, por los cantos bélicos y se apoyaban en el derecho del más fuerte, sin reglas y sin prescripciones.”
“Cuando ya, los hombres, por su liberalización empezaron a conocer los peligros y los males de las guerras, empezaron a humanizar la guerra con leyes para el caído y paces y pactos mediadores”
“Cuando vio los beneficios de la paz, por tratados, se ideó la diplomacia y hasta se establecieron tribunales arbitrarios; lo que indica todo, que los hombres habrían escarmentados de la guerra y se propuso la paz armada, en cuyo tiempo, la mayoría de los hombres, aunque fuese por sociedades de resistencia y por partidos políticos, predicaban la paz desarmada. Pero en cambio, las naciones todas se armaban para la guerra hasta los dientes y se empleaba lo más refinado de la mecánica, la física y la química en las armas de guerra.”
Estas reflexiones deben ser tan reales, desde el punto de vista del pueblo que no podemos objetarlas, es el sentimiento que nace de todos los corazones en los que anida humanidad. Sin embargo, Joaquín, que le escribe y habla a su pueblo, obvió relacionar la guerra a algo que va más allá de las tradiciones por cuyo respeto sonaban los clarines de combate, más allá de los sentidos patrios y los cantos bélicos, no nos nombró el poder económico, el dinero y su galopante constitución en poder supremo que regirá el destino de la historia que vivimos.
Hoy todo el mundo está en guerra. Las hay de varias generaciones, hay países invadidos, hay diplomacias intervencionistas, hay industrias de alta tecnología para convertir todo conocimiento científico en poder de represión y dominación y hay, obviamente un gran imperio que nos sobrepasó a nosotros y nuestra cartilla de valores: un imperio signado por el poder, la dominación, la explotación y el beneficio exclusivo de una minoría que lo tiene y ejerce en sus escasas manos. La guerra en una industria indetenible que precisa de bombas y muertes para vender más armas, la guerra en un mecanismo de dominación del más fuerte contra los débiles, eternizando la vieja ley de la sobrevivencia universal.
Por ello es que la fuerza nacida del tercer mundo se hace importante en el devenir histórico de nuestros tiempos. Los pueblos más explotados y pobres de nuestra América, hemos encontrado caminos insospechados para enfrentarnos de manera pacífica ese monstruo grande que pisa fuerte, a ese granel de misiles que atacan el pueblo de Gaza, al pueblo de Afganistán, a Haití y las sutiles manipulaciones imperiales para retornar a a Baby Doc a su reino tiránico, en estos surrealistas movimientos de estos últimos días.
La Paz y la Guerra se enfrentan en la orilla misma del desquicio sobre el que se combate. La paz debe ser asumida como fuerza activa para desarmar cada intento imperial por desestabilizar a Cuba, a Venezuela, o cualquiera de las naciones emergentes..
Quizá algunos piensan que el genocidio de Hiroshima y Nagasaki fue solo una realidad irrepetible. Sin embargo hoy los arsenales nucleares están abarrotados de bombas capaces de borrarnos del mismo sistema solar en cuestión de horas. Lo peor de una conflagración nuclear será la falta de tiempo para reaccionar y dar alguna respuesta que sea capaz de salvarnos del un holocausto final.
Hoy la humillación cultural, la falta de futuro y la crisis económica están produciendo un despertar social que tiene en sus manos las cuerdas que podrán tirar del carro de la historia y avanzar por el camino del sentido común y la verdadera humanidad. La crisis del capital genera enfrentamientos, pero la paz, aquel viejo gritote los sesenta y de John Lennon, toman cada día una potencia que vislumbra prontos procesos insospechados de transformación.
Baste finalizar mi escrito con aquella reflexión de Einstein:
“No se con que armas se luchará en la tercera guerra mundial, pero si sé con cuales lo harán en la cuarta guerra mundial: palos y piedras”

¡Venceremos!

Raúl Bracho

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