viernes, septiembre 02, 2011

El Movimiento estudiantil en el Chile de la última década y las tareas de la construcción revolucionaria


En Chile, los doce primeros años condicionan la vida de un individuo, está tan segregada la educación y existe tanta naturalización de esa situación que el movimiento estudiantil, su radicalidad, en sus formas y propuestas nos toma a todos por sorpresa y nos despierta las esperanzas de la transformación profunda y necesaria. Para sus protagonistas, sin embargo –los estudiantes- este es un proceso largo que se gesta desde el 2001 y que tiene la particularidad de situar a los estudiantes secundarios como sujeto político que emerge desprendido de los efectos subjetivos de la derrota del movimiento popular por la dictadura reinstalando la legitimidad de las luchas. La potencia del movimiento es que éste emerge en un contexto de fatalismo respecto a la transformación social a través de la presión popular debido, fundamentalmente, a que el pacto transicional desmovilizó a los movimientos populares e instaló como verdad el discurso que decía que la democracia se había ganado con un lápiz (es decir a través del voto) y sin capuchas. De esta manera, se invisibilizan la lucha popular durante la dictadura, se criminalizan la protesta social y se restringe la participación democrática al ejercicio del acto eleccionario. Respecto a los jóvenes de los 90, hay una sensación desde el mundo adulto de que es una generación despolitizada, carente de conciencia social, es la generación del “no estoy ni ahí” En relación al contexto económico, el movimiento estudiantil en el 2000 se desarrolla al alero del proceso de implementación de las medidas mercantilizadoras de la educación que instaló la dictadura y que fueron ratificadas y profundizadas por los gobiernos de la concertación. De esta manera, se impone la verdad de la sociedad de mercado como fatalidad y se acusa a todo quienes la cuestionen de ideologizado, como si el discurso levantado a favor del mercado fuera neutro. Hay un contexto material y cultural de fatalidad, entonces, en el que emerge el movimiento estudiantil. EL MOCHILAZO El siglo XXI nos despertó en mayo del 2001 con una masiva protesta que fue denominada como “el mochilazo”, las demandas de esta movilización fueron principalmente las relacionadas con el transporte para los estudiantes, sin embargo, las características que instalan un sello en los movimientos estudiantiles de enseñanzas medias del 2000, fue la masividad que adquirieron las convocatorias a marcha en el centro de Santiago y la violencia con que se desarrollaron dichas manifestaciones. La imagen era de miles de adolescentes corriendo en el centro de la ciudad, sin ninguna conducción clara, rompiendo ventanales, apedreando a la policía y escapando de los carros lanza agua y lanza gases. La otra característica distintiva, eran las formas de participación que se estrenaban. La verticalidad del movimiento en otros tiempos, daba paso al funcionamiento en asamblea, a la conducción local por parte de algunos colectivos políticos pequeños pero muy radicalizados. De la misma manera, una novedad resultó en estas jornadas también la participación de estudiantes de colegios marginales donde no había una tradición de participación política, pero que representaba a los sectores más excluidos de la sociedad chilena. Los chilenos nos vemos asombrados por el surgimiento de una nueva generación que abandona la desidia política y decide salir a la calle y reinstalar las luchas. Esta generación también subvierte las instancias formales de participación política deslegitimando el “parlamento juvenil” que el gobierno había instalado para conversar, a esta instancia se responde con la creación de una nueva organización, la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios ACES.
La presencia masiva de estudiantes populares en las manifestaciones del centro de la capital, será vista por muchos con horror, les asusta observar a los jóvenes marginales apropiándose del espacio público (del cual habían sido relegados hace años ya), esto hará que la conservadora sociedad santiaguina los califique de infiltrados, violentistas, delincuentes, calificativos que se usan hasta hoy. La raíz de este rechazo es que los chilenos habíamos aprendido la importante lección de la dictadura, solo hay un tipo de actor político, solo hay una forma de hacer política, el resto es un “violentista infiltrado” o simple vandalismo. Más allá de los logros reivindicativos de la movilización, ésta termina siendo un estallido que visibiliza a los secundarios como sujetos políticos y sobre el cual el mundo político adulto comienza a mirar. La Revolución Pingüina del 2006 Para junio del 2006, las transformaciones que los estudiantes dejaban ver estaban ya instaladas y va a ser la inundación de un liceo en la ciudad de Lota (que desde ahí será bautizado como el liceo acuático) lo que catalice el descontento de los estudiantes y del proceso político que se había desarrollado al interior de los estudiantes secundarios.
Este descontento va a desembocar en la toma de un centenar de colegios por parte de los estudiantes, evitando las violentas manifestaciones y represión del 2001 y buscando la manera de visibilizar las demandas que ahora salen de lo específico y economicista y se instalan en la arena de lo “político” lo estructural, el cuestionamiento a la Ley Orgánica Constitucional de Educación (Loce) aprobada un día antes que Pinochet dejara el poder y a la Jornada Escolar Completa son los más simbólicos. La primera se veía como un resabio de la dictadura que consagraba la libertad por sobre el derecho de enseñanza, respecto a la JEC, la crítica era su implementación sin garantizar la calidad de la educación y las condiciones de infraestructura adecuada para su implementación. No obstante la radicalidad que había manifestado en un principio, en el movimiento comienza a desarrollarse en paralelo una línea más institucional. Los partidos políticos tradicionales, habían logrado realizar un trabajo y apuesta en algunos secundarios que desde las vocerías se instalan a la cabeza de las demandas, esto le otorgó al movimiento masividad y transversalidad pero impidió darle un contenido de clase. Todos los colegios se movilizaron, los de elite también, en la TV se hacían reportajes extensos a los establecimientos tomados y ahora todos estaban a favor de derogar la LOCE, en este nuevo escenario se instalan el diálogo y negociación desde las lógicas formales. Los partidos políticos retiran a sus voceros cuando el movimiento se comienza a radicalizar y como corolario se instala una mesa de negociación que tendría como tarea la elaboración de la nueva legislación, en esa mesa no tenían participación ninguno de los estamentos sociales movilizados, era una mesa de “expertos” plenamente conformes con el sistema, incapaces por lo tanto de dar solución al problema de la educación. Sin embargo hay una serie de elementos poco considerados que permiten analizar en perspectivas de transformación estas coyunturas. Muchos de los colegios que participaron en ese movimiento no se tomaron los establecimientos para evitar la violencia sino como una forma de apropiarse de sus espacios, así los colegios para pobres, particulares subvencionados donde la participación política no existía se sienten convocados. En estos colegios la fuente de conflicto se movía en una sintonía distinta a los emblemáticos . Los estudiantes de los colegios periféricos trasladaban el conflicto al ámbito interno, increpando a profesores y directivos por la gestión, la deficiente infraestructura, la calidad de la enseñanza, etc. Esta acción también les permitió ser visibles en sus comunidades y generar avances en la conciencia respecto a la necesidad de la protesta, de esta manera el conflicto estudiantil era un marco general desde el cual se podían mirar los problemas de la clase. La debilidad estaba en el poder que tenía la institucionalización V/S la debilidad de la organización popular. Hay una crítica de los actores más radicales en el conflicto, en una entrevista al vocero apodado el “Comandante Conejo” , señalaba que el movimiento estaba instrumentalizado, que todo estaba cortado, sin embargo el problema de fondo, es la imposibilidad, por parte de los sectores más avanzados del movimientos estudiantil de generar alternatividad, de instalar una lectura clasista y proponer líneas de acción que vincularan a los estudiantes populares, de esta manera, fueron incapaces de conducir. Hay convocatoria, hay aprendizaje pero no hay proyecto ni programa que capitalice la movilización. La ACEUS en el 2008.
Un antecedente del movimiento actual es el movimiento universitario del 2008. Varios de los estudiantes que vivieron el movimiento del 2006 se instalan en la coyunturas posteriores, podemos hablar aquí de un recambio generacional. En los secundarios se observa una politización y radicalización del discurso, y frente a la pronta aprobación de la Ley General de Educación (LGE), que reemplaza a la antigua LOCE se levanta un amplio movimiento que basa su crítica en que el cambio es solo cosmético y no revierte el principio de desigualdad y segregación de la educación chilena. En esta coyuntura, los universitarios van a comenzar a tener un papel importante, desligándose, algunos sectores de la postura economicista que tenía el movimiento en los últimos años, así lo que se critica es la educación de mercado politizando la demanda. Las Universidades estuvieron hasta dos meses en paro con el fin de impedir la aprobación de la LGE, que legitimaba el lucro en la educación secundaria, mantenía la deficiente estructura administrativa dejando en manos de padre y empresarios el rol de educar por lo que el estado se desligaba de tal responsabilidad. La arremetida de los profesionales de la política fue contundente, la derecha política en la oposición y la centro izquierda concertacionista en el gobierno, pactaron la aprobación de la ley celebrándolo como un “Acuerdo Nacional” dejando claro que frente a principios fundamentales no tienen desacuerdo alguno. Para el mundo popular quedará una lección y un paso más en el desarrollo de organización. La coyuntura permitió una experiencia de unidad organizativa más allá de los colegios o universidades. La ACEUS, Asamblea Coordinadora de Estudiantes Universitarios y Secundarios aglutinó de manera coyuntural a cerca de un centenar de estudiantes y grupos políticos disconformes -principalmente universitarios fuera de la dirección de sus federaciones, se trataba de la vinculación de estudiantes populares que abogaban por una organización que no solo trabajara desde los intereses gremiales sino, por sobre todo, desde los intereses de clase.

2011, Por la gratuidad en la educación

La movilización estudiantil de este año convoca a estudiantes universitarios y secundarios participando de nuevas lógicas organizativas y con demandas profundas y radicales. El marco en el que se desenvuelve es la aplicación de la última etapa de la reforma educacional que implicaba a la educación superior. En los años anteriores, la educación básica y media habían sido objeto de modificaciones que terminaban perfeccionando la lógica privatizadora, ahora era el turno de las Universidades y los Centros de formación técnica. Entre las reformas estimadas, estaba en poner en una misma institucionalidad a las universidades privadas y públicas, eliminando de esa manera el Consejo de rectores que agrupaba solo a las universidades tradicionales del país, esto implicaba también modificaciones al sistema de financiamiento. La política del gobierno consistía en asignar mediante el sistema de Baucher, becas y créditos directamente a los estudiantes y éstos elegían la universidad a la cual llevárselos. Este sistema significaba a largo plazo lo mismo que pasa con los colegios públicos, la imposibilidad de competir y finalmente tener que cerrar, la muerte de la educación pública era inminente. El descontento estudiantil se agravaba debido a la existencia de altos aranceles (de los más caros del mundo) y de créditos para financiamiento de la educación cuyo interés es de 6%, el doble de lo que cuesta un crédito hipotecario. A esto se suma la constatación que pese a que la legislación chilena prohíbe el lucro en las Universidades, este existía. Muchas de estas entidades privadas disfrazaban el lucro a través del negocio inmobiliario, es decir, no reconocían lucro en la universidad misma pero las empresas inmobiliarias que construían o arrendaban los inmuebles tenían ganancias millonarias. Alimentaban el movimiento la crítica de los rectores de las universidades públicas debido a la serie de restricciones legales a la administración y gestión, una de ellas era la imposibilidad de endeudamiento de los planteles más allá de 4 años que dura cada administración. La movilización de los estudiantes universitarios en un principio no difería mucho de las desarrolladas años anteriores, es decir, el CONFECH , liderado por el Partido Comunista, instalaba dentro de las demandas solo asuntos relacionados con el aumento de los aportes basales para los planteles públicos y la crítica al sistema del Baucher. La sorpresa dentro del movimiento es que a semanas de comenzar el conflicto, los estudiantes de enseñanzas medias de los colegios emblemáticos comenzaron a tomarse sus establecimientos con 4 demandas específicas y una estructural: La tarifa reducida para el transporte público todos los días del año, la estatización de los colegios, financiamiento para la enseñanza técnico profesional y la destinación de recursos para mejorar la infraestructuras de los colegios dañados por el terremoto. Estas demandas específicas fueron poco a poco dando paso a críticas y exigencias más de fondo La demanda fundamental era un cambio en la constitución que significara consagrar como garantía el derecho a la educación y la responsabilidad del estado en la satisfacción de este derecho. Por otro lado, las federaciones de estudiantes de provincias más la federación de la UTEM (Universidad Técnica Metropolitana) - que son las más precarizadas, con mínimos aportes estatales y que reciben a los estudiantes más pobres- lideraban posiciones más radicales al interior del movimiento, las que poco a poco se fueron imponiendo generando un aumento en las demandas. La generación de un sistema de educación público y gratuito se convirtió en la consigna base del movimiento, a eso se agregaba la prohibición del lucro en la educación , la democratización de las instituciones de educación superior , más las demandas específicas de los estudiantes medios. Las manifestaciones multitudinarias en todo el país consistentes en marchas que solo en Santiago convocan a 100 mil personas, los caceroleos, las manifestaciones de adhesión de artistas, intelectuales y personas de todo el mundo más las acciones radicales como barricadas, tomas de colegios y universidades, ocupaciones de instituciones emblemáticas como la UNICEF, y la huelga de hambre de varios estudiantes de la enseñanza media, le dan fuerza a este movimiento que no quiere reformas al sistema, sino un cambio total de éste. En las dirigencias estudiantiles se perfilan distintas posturas de acuerdo a cuál sea el proyecto que sustentan, mientras que los medios de comunicación resaltan el triunfo de las posturas “ultras” al interior de la CONFECH. La manifestaciones masivas también demuestran la heterogeneidad de la protesta, por un lado los universitarios más institucionales despliegan toda su imaginación en bailes, maquetas, letreros consignas y aquellos de posturas radicales que agregan a esta manifestación creativa las protesta efectiva, con jornadas de violencia callejera demostrando el descontento profundo a la falta de respuesta por parte del gobierno. Por otro lado, los estudiantes medios, divididos en la Coordinadora Nacional de Estudiantes y la ACES (Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios) enfrentan el movimientos con lógicas propias. Mientras los primeros representan la línea histórica de participación política de los colegios tradicionales, los segundos agrupan a estudiantes descontentos con las formas tradicionales de hacer política, responden a militancias revolucionarias y ejercen y reivindican la violencia. Fuera de estos hay una serie de estudiantes que recién se inician en la politización levantando organizaciones de base como colectivos y cordones zonales. El ejercicio de violencia por parte de los estudiantes tampoco responde a una sola lógica, A las marchas masivas concurren una gran cantidad de adolescentes pobres y marginales que convierten cada manifestación en una oportunidad para arrasar con todo, no podemos hablar aquí de violencia política, pero sí de violencia social en un contexto de coyuntura política, en definitiva, responde a la forma en que históricamente se han manifestado los excluidos sociales. A estos muchachos, la institucionalidad (estudiantil y estatal) ha definido como infiltrados, renegando de ellos como parte de los jóvenes estudiantes chilenos y reivindicando una sola forma de participación, es decir, permitiendo la “manifestación” y negando la “protesta”. Las otras manifestaciones de violencia son aquellas ejercidas por los sectores radicalizados que responden a liderazgos o lineamientos políticos, en estos casos, la violencia se expresa en enfrentamientos con la fuerza pública en barricadas fuera de colegios o universidades, la bomba Molotov y los neumáticos prendidos con gasolina son su símbolo. Si bien en un primer momento estas acciones fueron rechazadas por los estudiantes en general, los espacios políticos han logrado instalarlas y legitimarlas gracias al deficiente manejo político de conflicto por parte del gobierno y la gran represión ejercida por la policía. En el plano de la conducción del movimiento existen tensiones y contradicciones que los sectores revolucionarios debemos analizar y resolver. Los dirigentes que responden a la Concertación han radicalizado sus petitorios como una forma de acercarse a los sectores sociales para volver a ser gobierno, esta radicalización se contradice con las políticas adoptadas mientras estuvieron en la moneda las que legitimaron el lucro, generaron un crédito con aval del Estado con intereses usureros y segregaron aun más la educación. El PC, por su parte, pretende sacar dividendos políticos con miras a una inclusión en el pacto con la centro izquierda de manera de poder llegar al poder, con este objetivo, han volcado la exigencia de cambios en la educación en una consigna central, plebiscito ahora!!!, de manera de institucionalizar las demandas y utilizar los posibles resultados como respaldo a su inclusión dentro del sistema de dominación. La izquierda revolucionaria mientras, enfrenta por primera vez, después de muchos años, un escenario favorable. En el ámbito de las enseñanzas medias no existe una conducción clara de los partidos políticos tradicionales los que son fuertemente rechazados después de la experiencia del 2006. De esta manera los politizados colegios emblemáticos y sobre todo aquellos que no tienen una cultura de participación política, han desarrollado formas de expresión bastante radicales. Las tomas de colegios, las marchas sin autorización de la intendencia, los ataques a pedradas a algunos blancos específicos, las huelgas de hambre y la participación en barricadas son legitimadas por el movimiento secundario sin haber, una conducción clara de ninguna fuerza política que permita proyectar el movimiento. Esto hace presumir que los jóvenes adolescentes se levantarán una y otra vez en los años sucesivos. En el ámbito universitario, donde la institucionalización es la norma, los centros de alumnos y federaciones de estudiantes de posturas antisistémicas y radicales, lograron instalar las demandas de fondo en un conflicto que en un principio solo abogaba por un aumento del financiamiento, las instancias de reunión formal, han servido para articular a dichos estudiantes disputándole el liderazgo a los sectores reformistas. Pese a estas oportunidades los sectores revolucionarios no estamos en condiciones de conducir. Los espacios de articulación son débiles e inmediatistas y no existen proyectos estratégicos claros que guíen la acción en la coyuntura. De esta manera, el miedo a la negociación, a la cooptación del movimiento por parte de los sectores institucionales y la oposición al PC y a la Concertación es lo que articula su accionar. La oportunidad consiste entonces en generar las condiciones para la construcción con perspectiva de poder, con miras en lo estratégico pero aprendiendo a resolver en lo táctico de manera de poder conducir en las coyunturas permitiendo acumular.

CONCLUSIONES GENERALES:

El movimiento estudiantil se desarrolla en un contexto material violento (instalación bestial de las políticas neoliberales). Esto contrariando a los argumentos que sitúan a los movimientos sociales en un plano identitario, de malestar ciudadano o quienes utilizan el argumento de la sobreideologización o la manipulación política de algunos sectores. Esas condiciones son el endeudamiento, la política sistemática de abandono de la educación pública, que en el caso de la educación secundaria ha significado el cierre de un número importante de establecimientos públicos en los mismos espacios donde se abren colegios particulares con subvención estatal.
En el caso de los sectores más pobres, el proceso educativo se lleva a cabo en colegios y universidades sin infraestructura y que brindan una educación de baja calidad. En definitiva la evidencia más cruda de la existencia de una educación para ricos y otra para pobres. Es en este proceso, la instalación de los estudiantes medios como actores políticos donde se expresa mayor radicalidad en las demandas y en las formas que adquiere la protesta, se instala así, un sujeto colectivo que es masivo y popular, elementos que se pierde en la universidad debido a que en Chile la educación universitaria aun es para una élite. Los estudiantes universitarios que hoy se movilizan son aquellos que vivieron los estallidos del 2001 y el 2006 no obstante son la élite de ese masivo movimiento los que llegan a las Universidades tradicionales lo que implica que las lógicas de movilización estudiantil universitaria son difíciles de sacar de las lógicas institucionalizadas y meramente reivindicativas.
El movimiento ha sido incapaz de visualizar y dar respuesta a una problemática fundamental de clase, los estudiantes populares hoy están en las universidades privadas y son los más endeudados, con educación de menor calidad, con muchas restricciones a la participación política y con bajas posibilidades de inserción laboral. La conversión del actual movimiento estudiantil en un movimiento popular con mayores perspectivas requiere de la incorporación de estos actores. La instalación en la política de los estudiantes populares desde el mochilazo, la revolución pingüina y del movimiento universitario del 2008, no ha redundado en la creación de un movimiento estudiantil popular como tal, con proyecto y programa y más bien se sigue perfilando como la línea radicalizada de los procesos.

Considerando estos aspectos:

● Existe hoy la necesidad de generar un movimiento popular estudiantil que convoque a los estudiantes secundarios y universitarios de planteles privados y públicos.
● Si bien los estudiantes han aprendido rápido en estos procesos, es necesario perspectivar estos aprendizajes pasando de la manifestación a la protesta, de la reivindicación al proyecto.
● Reconocer que pese al discurso de que la educación no es una mercancía, en la práctica si lo es, por lo tanto, el movimiento debe salir de lo defensivo y plantear proyecto de transformación.
● Ese proyecto es necesario dotarlo de programa que vincule a través de demandas concretas, económicas a los estudiantes populares (como los estudiantes medios) y desde ahí politizar.
El llamado entonces es a avanzar en la unidad de los sectores revolucionarios para construir un movimiento estudiantil popular y con perspectiva de poder.

MOVIMIENTO POPULAR GUACHUNEIT, Santiago de Chile. Septiembre de 2011.

http://www.iniciativacomunista.org/venceremos/spip.php?article940

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