El anuncio del vicepresidente Jorge Arreaza de que los ministros y altos funcionarios del gobierno de Maduro han puesto todos sus cargos a disposición del presidente, ha dado mucho que hablar. Es la segunda vez que los ministros toman esta medida en lo que va del año a la espera de lo que el propio Maduro ha dado en llamar “el sacudón”, que implicaría tanto cambios en el gobierno como el anuncio de nuevas medidas económicas y políticas. Son diversas las lecturas que se hacen, desde que podría tratarse de una política “distraccionista” y modificaciones cosméticas en el aparato burocrático, hasta la de cambios en la arquitectura de poder del chavismo.
El gobierno “superó”, a su manera, los remezones de febrero y marzo impulsados centralmente por el sector “duro” de la derecha, cerrando filas en lo más encumbrado del poder del chavismo –pactos de intereses de por medio-, pero no ha superado su debilidad política. En el plano económico viene arrastrando una crisis que hasta el momento no le ha encontrado otra salida que hacer cada vez más concesiones a los grandes empresarios, ajustando al pueblo trabajador. Este fue el principal resultado de las acciones de la derecha vía la instalación de las “mesas económicas”, aunque en las de diálogo político no se avanzara mucho. La crisis imperante, donde prima la caída del salario real, los despidos, baja producción, alta inflación combinada con una fuerte escases y desabastecimiento, la siente el grueso de los asalariados y pobres urbanos, mientras se esperan más ajustes.
El significado de los futuros cambios en el gobierno
Habida cuenta de la existencia de las fuertes facciones de poder en el chavismo donde se disputan la porción de la renta y espacios de poder, el llamado sacudón de Maduro se orienta en dos planos que se combinan. Por un lado expresa un reacomodamiento de las fuerzas hacia el interior del gobierno y su real correlación interna, incluyendo aquí a las Fuerzas Armadas que vienen cada vez más ocupando espacios políticos y gubernamentales, no tratándose entonces de simples enroques o salidas ministeriales al viejo estilo de Chávez. Incluso si se tratase de esto último, hay que tener en cuenta que hasta para reacomodar o recortar el aparato burocrático, esto también significa la poda de cuotas de poder para algunas de las distintas facciones que conforman el chavismo, que tienen peso propio y son poderosas. En cualquiera de las variantes, todo está atado entonces a las facciones de poder que dan cuenta del control real que cada una ejerce, luego de la muerte de Chávez.
Por otro lado implica el anuncio de inminentes medidas económicas tanto en el plano fiscal, monetario y cambiario, incluyendo el aumento de los combustibles, la electricidad, nuevas devaluaciones, la reducción en el área de los gastos sociales bajo la cobertura de una “reorganización eficiente del gasto”, entre otras. Los viajes a Londres, y los anunciados a Washington, por parte del ministro de Petróleo y presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, para explicarle a los sectores financieros y los grupos de inversión internacionales las medidas a aplicar por el gobierno, nos dicen mucho de hacia dónde se orientan las mismas, es decir, un claro contenido antipopular. Temiendo el impacto de las medidas de ajuste, se esperó la finalización del congreso del PSUV para respaldar los futuros anuncios, los acuerdos con los sectores externos, como los acuerdos con China, la captación de inversiones externas y la eventual venta de Citgo, el principal activo que tiene PDVSA en EEUU, compuesto por tres refinerías, 8 mil estaciones de servicio, sistemas de transporte, oleoductos y otros. En este marco no es casualidad la cizaña del gobierno por desmontar la lucha de los trabajadores de Sidor, sabiendo que si los doblega puede tener el terreno más libre en el campo de la lucha de clases frente a alguna ola de protestas obreras –desgraciadamente por la complicidad de la burocracia sindical Maduro está logrando desmantelar esta importante lucha.
Atacando su base social
Maduro, con la presentación de la renuncia de los ministros, está envuelto en la tarea de reacomodar los grupos de poder y sus áreas de influencia, buscando fortalecerse dentro del chavismo, y poder aplicar sin resistencia, tanto en lo interno como entre las masas, las medidas de ajuste para enfrentar la crisis económica haciéndosela pagar al pueblo trabajador. Si antes el papel de árbitro poderoso, era desempeñado por una sola persona, como lo hacía Chávez, nada dice que este papel lo pueda jugar una camarilla que dependerá de los pactos de intereses que se cocinan en palacio, pero ahora en el marco de la decadencia del chavismo.
Pero no está dicho que no habrá resistencia frente al ajuste que se viene, sobre todo ahora que el gobierno tiene que atacar a su propia base social, como ya lo viene haciendo. La clase obrera, si no quiere que la crisis sea descargada sobre sus hombros, debe avanzar en alcanzar la mayor independencia de clase forjando su propio destino, tanto para hacerle frente a las medidas del gobierno como para evitar que la propia crisis del chavismo sea capitalizada por la derecha.
Milton D’León
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