Como si fuese una máquina descontrolada fabricante de burlas, la burguesía encontró maneras muy diversas para ofender, ridiculizar y marginar todo lo que se le antoje al calor de sus manías, sus negocios y sus intereses.
Lo mismo le da producir chistes, mofas, calumnias o apodos… el objetivo es hundir en la humillación a sus víctimas además de explotaras y despojarlas. Y se escudan tras la trampa ideológica de que sus burlas pertenecen al reino de lo que es “chistoso”, “cariñoso” y “amigable”.
Pocos entretenimientos disfruta más la estética burguesa que el someter a burlas, por cualquier razón, a una víctima de su deprecio. Por gordos, por altos, por flacos, por su preferencia sexual o por su profesión de fe… da lo mismo, siempre estará dispuesta la burguesía a soltar carcajadas soeces a cambio de regocijarse con el mal de otros. Es manía detestable ha sido llevada, incluso, a los cenáculos de las artes como distintivo de clase y como amansadora ideológica capaz de forjar la sumisión de los pueblos que son los destinatarios de burlas más codiciados por el señor burgués. La Historia no es nueva.
No se priva la burguesía de ser blanco de sus propias canalladas y no faltan en la Historia, episodios de burlas auto-referentes en las que “reírse de sí mismo” es una especie de purgante de clase para descongestionar al alma y para hacerse los democráticos. Recordemos siempre que las guerras inter-burguesas esculpen la fase imperial que hace metástasis en el capitalismo y que las burlas inter-burguesas juegan un papel emblemático. Pero en el fondo esa moraleja de la burla burguesa sobre sí, es efímera y jamás trasciende lo anecdótico ni lo coyuntural. Contra los “otros”, contra los pueblos y contra los trabajadores, lo contrario, se ensayan burlas a mansalva y de toda laya. Burlas hondas, duraderas y aniquilantes. Burlas en privado, a las espaldas y en público. Hoy cuentan incluso con cadenas de televisión, impresos y radio trasnacionales, donde las nacionalidades, los hábitos culinarios, las preferencias musicales o el color de la piel son materia de burlas a destajo. No repetiremos aquí sus ejemplos basura.
En todo caso, es parte de la ideología burguesa ser hipócrita y ser baluarte de la doble moral expresados en la plusvalía (de suyo una burla nada chistosa a los trabajadores) y en la profusión de mercancías que, unas más y otras menos, involucran un modo de discriminación revestido de “chistoso”. Eso incluye mercancías fílmicas, televisivas, gráficas… que se deslizan como si fuesen parte de un “sentido del humor” inocuo pero que, en el fondo, tienen por meta terminar usando a personas, hábitos o cualidades como pretexto de risotadas.
Estamos infestados a los cuatro vientos con la chabacanada de la risa burguesa. A todas horas y por todos lados nos inundan con sus “chascarrillos” insolentes disfrazados de ingenio y comicidad. Incluso los más avezados se tragan un sapo “de cuando en cuando”. Este no es un problema de moralinas ni un debate del “buen” o del “mal” gusto. Esto es un territorio de lucha ideológica en el que hay que enfrentar, con toda crudeza, la mentalidad perversa de una clase decadente, asesina y depredadora que, también, entre “chiste y chiste” hace hasta lo imposible por esconder la miseria y los muertos que fabrica.
A todo eso quieren que nos acostumbremos, que les financiemos su pachanga de burlas y que estemos agradecidos por su modo de producción de entretenimiento basado en despreciarnos. He aquí la fuente inagotable de “dichos”, “chistes” y apodos contra los “feos”; he ahí la retahíla descomunal de agresiones “chistosas” contar las mujeres y contra las suegras; he ahí el repertorio sardónico de estulticias proferidas impunemente contra los “discapacitados”, los “negros”, los “indios”, los “gay” y en general contra los indefensos y los pobres. Y encima nos hemos acostumbrado a repetir las burlas burguesas como si fuesen “gracias” nuestras, repetir el odio burgués, creativamente, desde nosotros y contra nosotros. Círculo virtuoso de la alienación.
Todos sabemos que por el humor burgués, con él y en él, se deslizan las peores matrices ideológicas y en las tipologías más simplonas de sus chistes no faltan los episodios racistas más terribles ni las vociferaciones esclavistas más inhumanas acompañadas por risas o carcajadas de tenor diverso. Todos sabemos que la pedagogía del chiste ha sido usada y manipulada por la burguesía para acomplejar a los pueblos y para imponerle anti-valores degradantes y todos sabemos que eso no tiene ninguna gracia.
No faltan los adictos a la ambigüedad que pretenden al “sentido del humor” como una zona “neutra” donde todo vale a cambio de risitas o risotadas. Creen que es el ámbito perfecto para sacar a pasear a sus demonios y darles de comer impunidad a manos llenas. “Es un chiste” dicen con socarronería, “es un chiste” dicen y no importa cuántas susceptibilidades hieran ni cuántos prestigios pisoteen… todo sea por el “chiste” burgués infestado con odio de clase. Aunque no se note a simple vista.
La alegría de los seres humanos, despojada del fardo ideológico burgués (que es “falsa conciencia” propagada entre engaños, mentiras, miedos y humillaciones) debe ser una fuente de fortaleza moral de intenciones fraternas y de solidaridad irrenunciable, inyectada en el humor más emancipador. Nada de eso es sinónimo de “aburrido” y no nos convencerán, por más guiños o extorsiones que nos hagan, de que es muy divertido mofarse de los demás y humillar a otros por más que esos otros no se enteren o ya estén “acostumbrados”.
Está por venir un humor transformador en el que no tenga lugar la burla y sus dosis de odio. Está por venir un estado de la alegría, personal y colectiva, en el que el chiste provenga de las expansiones joviales de la inteligencia y no de las depresiones humillantes de la esclavitud ni de ingenios patológicos. Está por venir la risa expansiva que aniquile a las risotadas depresivas. Está por venir la superación del capitalismo que no sólo produce mercancías o acumulación de capitales sino que también produce burlas contra los trabajadores. La lucha de clases no se detiene en las puertas de lo “chistoso”.
Fernando Buen Abad Domínguez
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