En las dos vueltas sacó mayor diferencia de la esperada. En la primera, el último domingo de octubre, rompió los pronósticos, las encuestas y las expectativas de su propia fuera política, y cosechó una casi milagrosa mayoría absoluta, por la que días antes nadie daba un peso. Con 50 diputados, frente a 49 de toda la oposición, el Frente Amplio revalida por tercera vez la mayoría absoluta en el parlamento, algo inédito en la historia reciente de este país. En cuanto al porcentaje de votos, Vázquez iguala la performance de José Mujica en 2009, con el 47% de los sufragios.
La segunda vuelta, celebrada el pasado domingo, era un galope en la que la única incógnita era si superaría el porcentaje que Mujica obtuvo en el balotaje cinco años atrás. La diferencia con el candidato de la oposición, Luis Lacalle Pou, se estiró hasta los 12 puntos, ya que el candidato del Partido Nacional estuvo muy lejos de recoger incluso los votos del Partido Colorado, el gran perdedor de esta elección. La votación obtenida por Vázquez en la segunda vuelta (53,6%) indica que la oposición no estará en condiciones, en mucho tiempo, de alcanzar al Frente Amplio. Lo que permite hablar de un ciclo progresista en Uruguay cuyo único riesgo es que la fuerza que lo encarna deje por el camino sus postulados para abrazar los neoliberales, como ha sucedido con Dilma Rousseff en el vecino Brasil, quien colocó a los “Chicago boys” de la banca al frente de la economía.
A la hora de analizar resultados, debe concluirse que el Frente Amplio repitió la votación de 2009. Observando los números, no perdió un solo voto, un solo diputado. Sin embargo, hubo trasiego de sufragios de los partidos tradicionales al Frente y de éste a la oposición de izquierda que, por primera vez, ingresa al parlamento con un diputado de la Unidad Popular (UP), mientras el Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI), se quedó en las puertas del parlamento.
Observados en detalle los resultados de la primera vuelta, la que en realidad define el mapa el político, las conclusiones indican que los partidos tradicionales (Nacional y Colorado) perdieron respecto a 2009 entre 3 y 4 puntos. En un país con enorme estabilidad es mucho, ya que representa una pérdida del 10%. Esos votos fueron directamente al Frente Amplio, sobre todo en el norte, en zonas donde siempre habían ganado los partidos tradicionales. Por vez primera, el Frente gana en los departamentos de Rivera (feudo colorado) y en Cerro Largo (feudo nacionalista). En cinco departamentos del norte, el Frente creció 30% desde las elecciones de 2004. Se trata de votos muy tradicionales, en regiones donde la pobreza cayó un 65% en la última década.
El Partido Colorado sacó menos del 13%, el segundo peor resultado de su historia. En el balotaje mostró importantes fisuras internas con un fuerte cuestionamiento al candidato Pedro Bordaberry, hijo del presidente que dio el golpe de Estado en 1973, al punto que varios dirigentes anunciaron su voto por Vázquez en la segunda vuelta. El partido no sólo salió mal parado en las urnas sino que su continuidad como fuerza política está en cuestión. ¿Puede el que fuera un “partido de Estado” durante un siglo, n reproducirse cuando como fuerza policía si no controla ninguna institución importante?
La segunda pregunta, es ¿quién va a ocupar el lugar que deja vacante el Partido Colorado? El mayor aspirante es el Frente Amplio, un partido eminentemente urbano (como el Colorado) que va a retener el control estatal durante décadas. Para eso habrá que observar cómo se va conformando el panorama político del país de cara al futuro. Es evidente que el Partido Nacional (30% en la primera vuelta, 40% en la segunda), con liderazgos renovados y un estilo incisivo, mantiene su fuerza en la mayor parte del país. Incluso en los departamentos donde fue desplazado por el Frente, está en condiciones de ganar a municipales. Es el partido con mayor número de intendentes (alcaldes) y su arraigo en las pequeñas ciudades del Interior no está en cuestión.
Otro dato importante es el afianzamiento del Partido Independiente, una escisión moderada del Frente Amplio, que superó el 3% (creció apenas un 0,5%) pero pudo ingresar el Senado y conseguir tres diputados. Es un partido de centro, de nuevo tipo, que juega como bisagra entre los partidos tradicionales y el Frente. Está en condiciones de ofrecerse como alternativa “moderna” a la crisis del Partido Colorado, aunque ese papel debe disputarlo con el propio Frente Amplio, devenido en partido del orden.
Hubo un fuerte crecimiento del voto de izquierda, en particular el que se registró fuera del Frente. La Unidad Popular (otra escisión del Frente, pero por la izquierda) llega por primera vez al parlamento y el PERI se posicionó para seguir creciendo ya que aún no pudo presentar listas de candidatos en la mayor parte del país, y aún así tuvo una muy buena votación.
De algún modo, ambas fuerzas son la alternativa electoral al inevitable desgaste de una fuerza que para 2019 llevará 15 años en el gobierno. Una representa el programa y el espíritu fundacionales del Frente de 1971. La otra, los daños que produce el actual modelo de desarrollo, que en una década consiguió contaminar todos los ríos del país y ofrecerle a la población agua potable de dudosa calidad. Lo más seguro es que no habrá relevo del Frente Amplio por derecha, sino por izquierda.
Las pequeñas fuerzas tienen todas las condiciones para seguir creciendo, en un país donde los movimientos sociales siguen siendo demasiado débiles como para plantear desafíos a la dominación. En todo caso, lo seguro es que el Frente Amplio llegó a la cima, al cenit de su poder político y de su apoyo popular. Desde 2009 está en la meseta. En algún momento, imposible de predecir, comenzará su declive, que ya inició en Montevideo. Lo nuevo es que ya existen las fuerzas culturales del relevo, como hace un siglo, cuando socialistas y comunistas anunciaron el nacimiento de una nueva izquierda.
Raúl Zibechi, analista y editor del semanario uruguayo 'Brecha'
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