martes, agosto 02, 2016

“12 horas para sobrevivir: el año de la elección”, al calor de una crisis de Estado



En el film norteamericano, se palpita la crisis social de Estados Unidos, llamando a una ilusoria solución moderada en tiempos convulsivos.

En los últimos días se estrenó el tercer film de la serie 12 horas para sobrevivir, del realizador James DeMonaco. Como en sus antecesoras, en 12 horas para sobrevivir: El año de la elección encuentran expresión las tensiones sociales que han brotado nuevamente en la sociedad norteamericana.

Un reflejo crudo

Cada uno de los films de la serie representa desde distintos ángulos un régimen futurista, en el cual los “Nuevos Padres Fundadores” han instaurado 12 horas al año en las cuales se encuentran permitidos todos los ilícitos, incluyendo el asesinato. Se trata de una purga que permitiría liberar las tensiones del cuerpo social.
Mientras el gobierno presenta los bajos índices de criminalidad y la prosperidad económica alcanzada como un resultado de las purgas anuales, una organización de activistas denuncia las mismas como un recurso para ejecutar de forma planificada los “excedentes marginales”: la población negra y los inmigrantes de las clases medias y bajas son los principales objetivos. La propia actividad de purgar termina por convertirse en un negocio lucrativo para satisfacer el apetito criminal de las clases pudientes, así como otros tipos de negocios.
Bajo estas premisas, la serie fílmica refleja de un modo crudo la crisis social abierta por la escalada de asesinatos racistas, pergeñados por las fuerzas policiales en los Estados Unidos. Se trata de llevar al límite, en la pantalla grande, las consecuencias de una política de Estado, que agrava su carácter represivo como única salida ante la bancarrota económica y la descomposición social.

Un llamado a la paz entre David y Goliat

La última entrega, “El año de la elección”, alude directamente a la carrera presidencial norteamericana. En ella se busca eludir la polarización social creciente entre un régimen fascista y las organizaciones negras radicalizadas, por la vía de una salida institucional (como han destacado algunos críticos, la heroína de esta tentativa, que vendría a salvar a negros y latinos, es una figura de notorias similitudes con Hillary Clinton).
No se cuestiona el problema de fondo, la segregación racial y de clase que divide a la sociedad, sino el exceso de los métodos de la clase dirigente. Es una invitación a la moderación en tiempos convulsivos.
Fuera de la ficción, Donald Trump y Hillary Clinton deberán enfrentar la agudización de una crisis social que ha fisurado a la sociedad norteamericana, amenazando con desbordar la contención del Estado. La única salida a la barbarie es la que impongan, sobre nuevas bases sociales, los explotados y las minorías oprimidas.

Marcelo Mache

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