viernes, agosto 12, 2016

Aleksandra Kollontái: una vida revolucionaria por la emancipación de las mujeres



Kollontái fue una de las primeras revolucionarias que lucharon por la emancipación de la mujer en Rusia y por su organización en el movimiento obrero y el socialismo internacional.

Sus aportes a los debates en torno a la emancipación femenina son un importante legado para el movimiento revolucionario. Teorizó sobre las nuevas relaciones sexuales y afectivas que debían comenzar a definirse en el seno de la revolución, dedicando al amor y la moral muchos de sus escritos. Sin embargo, su actividad política no se limitó a este ámbito. Desde que abraza el marxismo revolucionario hasta su muerte su trayectoria en el movimiento socialista fue larga e intensa.
Aleksandra Miáilovna Domontóvich nació en 1872 nació en la ciudad de San Petersburgo. Nacida en el seno de una familia de la nobleza terrateniente, su padre era un general ruso de origen ucraniano y su madre una finlandesa de origen campesino. Los acontecimientos que se estaban produciendo en la Rusia de aquel momento condicionaron notablemente el futuro de Aleksandra. Los primeros años de su vida transcurrieron en San Petersburgo, ciudad que, durante las últimas décadas del siglo XIX se convirtió en uno de los centros industriales más importantes de toda Rusia con una gran concentración obrera. Además, San Petersburgo, era la ciudad con mayor relación política y cultural con Europa, por lo que era el primer lugar donde llegaba la propaganda política revolucionaria convirtiéndose por todo ello en el lugar de referencia de propaganda socialdemócrata en Rusia.
Aleksandra creció en un ambiente progresista pero muy limitado. Su familia expresaba los intereses de la débil burguesía nacional que luchaba por derechos políticos. El origen finlandés de su madre hizo que creciera en un entorno crítico con el zarismo. No obstante, en Rusia la familia seguía siendo el núcleo donde se mantenían más intensamente las tradiciones. El papel de la mujer en la Rusia de finales del Siglo XIX estaba casi exclusivamente relegado al ámbito doméstico. La incorporación de las mujeres obreras a los movimientos sociales emancipatorios fue más tardía que en otros centros europeos. Las mujeres burguesas también tenían un papel secundario: criar a los hijos y "representar" la posición social de su familia eran sus únicas ocupaciones. Para ello debían recibir una determinada educación que les aportará unos conocimientos que en algunos casos rompían con los esquemas del pensamiento y la moral tradicional. Es en este contexto en el que surgieron las primeras mujeres de la Rusia zarista que, como Aleksandra, o bien desarrollaron los primeros movimientos sufragistas, o bien fueron profundizando en las causas de la opresión y explotación femenina, así como la de los obreros y campesinos rusos, sumándose al movimiento revolucionario.
Kollontái estaba destinada a convertirse en una de esas mujeres dedicadas a representar la posición de su familia, esperándose de ella que tuviese un comportamiento social adecuado a ello. Sin embargo, desde muy temprano no podrá evitar rebelarse frente esa situación.

Liberación y acercamiento al marxismo revolucionario

El primer paso decisivo de su vida personal supone un primer enfrentamiento con las estrictas normas sociales de la época. Decide casarse por amor, contradiciendo a su padre, rompiendo así con la conveniencia económica, que, a pesar de estar enmascarada por el falso concepto de amor, es la base real del matrimonio burgués. Sin embargo, al poco tiempo de iniciar su matrimonio se siente encarcelada en su vida de esposa y madre y comienza a tener una relación cada vez más intensa con los círculos revolucionarios que por aquel momento se desarrollaban en San Petersburgo. Su acercamiento en estos grupos le ayuda a unir su lucha personal como mujer con la lucha por la defensa de los intereses de los obreros y obreras explotados por la misma sociedad que le oprimía. Finalmente, en 1891 decide separarse de su marido e hijo y dedicase a su actividad dentro del movimiento revolucionario, que por aquellos años se desarrollaba y crecía clandestinamente. En esos mismos años (1894) Lenin acababa de fundar la Liga para la lucha por la Emancipación de los Trabajadores, y dos años más tarde, en 1896, el movimiento obrero de Petersburgo irrumpió con una oleada de huelgas ante la que Kollontái quedó profundamente impresionada. La incesante participación de las organizaciones marxistas revolucionarias, y aún clandestinas, ayudó a que finalmente Kollontái abrazase al marxismo definitivamente.
En 1899, el mismo año del Congreso fundacional del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, Aleksandra decide viajar a Europa con el objetivo de profundizar sus estudios sobre marxismo. Un años más tarde vuelve a Rusia e ingresa definitivamente en el partido. A partir de este momento Aleksandra participa en los principales debates que se establecen en su seno y comienza a destacar como revolucionaria. En aquellos años su actividad política ya centraba su vida. Hasta finales de 1908 participó activamente en el movimiento revolucionario en Rusia, y entre otras tareas se dedicó a la organización de las trabajadoras, insistiendo en que las obreras diferenciasen sus objetivos de los de las sufragistas burguesas, al mismo tiempo que las alertaba del conservadurismo sexual de los varones de las organizaciones socialistas.
Tras la celebración del II Congreso del partido en 1903 y el surgimiento de las dos fracciones: bolcheviques y mencheviques Aleksandrá se posicionó en estos primeros años al lado de los mencheviques.

La lucha contra la guerra y la organización del movimiento femenino obrero (1905-1917)

Durante estos años, aunque participó en otras polémicas centrales, Aleksandra se centró en el trabajo de organizar a las trabajadoras dentro del partido. El inicio de este trabajo debió de ser difícil. En el intento de desarrollar una organización autónoma de las mujeres dentro del partido encontró algunas resistencias por parte de sus camaradas masculinos. Del mismo modo que se necesitó una larga experiencia dentro de movimiento obrero que confirmase que las mujeres no eran unas ‘rompehuelgas’ ni unas competidoras, en el seno del Partido se necesitaron grandes esfuerzos para convencer de la importancia que tenía el aporte revolucionario de las mujeres y el valor de sus reivindicaciones.
En 1907 Aleksandra participó como delegada rusa en la I Conferencia de las Mujeres Socialistas, organizada por Clara Zetkin y celebrada en Stuttgart. En estos años Aleksandra redactó sus primeros trabajos sobre las condiciones de vida de las trabajadoras y sobre las relaciones entre la emancipación de la mujer y la causa socialista, contribuyendo así a los debates de esta cuestión dentro del marxismo. De aquellos años son sus trabajos: Las bases sociales de la cuestión femenina (1908); Sociedad y maternidad (1915).
Al año siguiente, tras la publicación del panfleto Finlandia y el socialismo, las autoridades rusas ordenaron su detención por lo que Aleksandra decidió abandonar Rusia adonde no regresará hasta 1917.
Kollontái formó parte de la delegación rusa en la II y III Conferencias de Mujeres Socialistas celebradas en 1910 y 1915, respectivamente. Estas conferencias dedicaron gran parte de sus agendas a discutir sobre los debates que se daban en el seno del socialismo internacional discutiendo y aprobando resoluciones que ayudaron al movimiento socialista a sumar a miles de obreras, así como a que avanzasen dentro del movimiento revolucionario.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial Kollontái se encontraba en Alemania, y pudo presenciar cómo el Partido Socialdemócrata Alemán votaba los créditos de guerra, una profunda traición de los socialdemócratas alemanes a la causa socialista e internacionalista. Los años posteriores los dedicó a una dura batalla contra la guerra, escribiendo panfletos y artículos y centrando toda su actividad en ello. Su análisis sobre el carácter de la guerra imperialista coincidía con el de los bolcheviques, por lo que el acercamiento a ellos fue cada vez mayor. En ese mismo año los socialdemócratas europeos internacionalistas que ya se habían manifestado por una lucha internacional en contra de la guerra se reunieron en la localidad de Zimmerwald en la que participaron los bolcheviques constituyendo una oposición a la tendencia mayoritaria dentro de la II Internacional. El acercamiento de Aleksandra a los bolcheviques fue ahora definitivo, adhiriéndose a ellos.
Ese mismo año Aleksandra participó como delegada bolchevique en la III Conferencia de Mujeres Socialistas. Aunque las delegadas bolcheviques se encontraban en notable minoría respecto a la delegación rusa y a la totalidad de la conferencia, consiguieron que se aprobase la resolución que condenaba la guerra y que pedía una paz sin anexiones ni conquistas. Con la guerra el movimiento socialista femenino ganó muchas mujeres en sus filas lo que le aportó una dinámica mucho más revolucionaria.

La Revolución de Octubre

En 1917 regresa a Rusia como parte del Comité Central del Partido, en cuyo seno se debatió en el mes de abril sobre el papel que jugaban los soviets en la revolución, siendo apoyada de manera mayoritaria la tesis conciliadora que defendía el apoyo al gobierno de Kerenski. Sin embargo, Kollontái apoyaba las tesis formuladas por Lenin en las que defendía que los soviets eran ya el embrión del gobierno revolucionario, apoyando la lucha contra el gobierno provisional y la consigna de ‘todo el poder para los soviets’.
En ese año la actividad revolucionaria fue desbordante. Su incansable actividad le hizo ser la primera mujer elegida para el Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado. Con la llegada del gobierno revolucionario llegó a ser la primera mujer en ocupar un ministerio, siendo nombrada Comisaria del Pueblo para la Seguridad Social entre 1917 y 1918. Con todo ello su actividad en la organización del sector femenino dentro del Partido no solo no cesó, sino que se hizo más intensa. En 1918 organizó el I Congreso de Mujeres Trabajadoras y Campesinas Rusas, donde presentó su intervención titulada La familia y el socialismo (1918).

Primeras polémicas en el partido

Desde 1917 a marzo de 1918 el Gobierno soviético se enfrentó al duro problema de terminar con la guerra contra Alemania. El fin de la guerra había sido una de las consignas del proletariado y campesinado rusos que el partido bolchevique había recogido en su programa, pero esta cuestión dividió al Comité Central en dos posiciones enfrentadas. Por un lado, estaban los que opinaban que se debía de llevar a cabo una guerra revolucionaria ofensiva contando con que ello desencadenaría la revolución en los estados implicados, y la otra postura que planteaba que la única opción posible en ese momento era la de firmar una paz, una vez que el proletariado ruso ya había mostrado su decisión de no pactar con el imperialismo Alemán. Aleksandra se sumó a la primera postura, mientras que Lenin defendía la segunda, considerando que era necesaria una posición defensiva momentánea para poder mantener lo conquistado. La tendencia apoyada por Kollontái fue denominada como "comunistas de izquierda". La posición frente a la guerra con Alemania y otras diferencias comenzaron a separar a este grupo del partido. Esta situación hizo que durante el VII Congreso dedicado a la paz de Brest-Litovsk Kollontái renunciara a su puesto en el Comité Central del partido y así como a su cargo de Comisaria del Pueblo.
Con el transcurso de los meses las diferencias que mantenían los comunistas de izquierda se profundizaron y al finalizar la guerra civil se consolidó como corriente de oposición, la Oposición Obrera. Desde su formación Aleksandra fue una de las principales figuras de esta corriente.
La Oposición Obrera centró su oposición a la política del partido en dos cuestiones fundamentales a las que en aquellos años tuvo que enfrentarse el nuevo Estado Soviético, aunque no fueron las únicas. Por un lado la Nueva Política Económica (NEP) y por otro la relación de los sindicatos con el Estado.
En marzo de 1922 se celebró el XI Congreso del partido, tras el que todos los que habían formado parte de la Oposición Obrera se dispersaron. Kollontái se desligó de esta, a diferencia de otros de sus camaradas que se mantuvieron en ella de un modo u otro.

Sus últimos años de actividad

Desde 1922 hasta su muerte, Kollontái no volvió a participar en ninguno de los debates que se dieron en el interior del Partido Comunista Ruso. Ese año fue nombrada para un cargo diplomático y desde ese momento se alejó totalmente del terreno de los acontecimientos de la política rusa. Vivió en México, Finlandia y Suecia, hasta que en 1945 regresó muy enferma a Moscú donde permanecería recluida en su casa hasta su muerte en 1953.
Es difícil conocer en profundidad la posición de Aleksandra Kollontái sobre la situación vivida en la Rusia soviética en esos años, ya que desde 1922 dejó de posicionarse públicamente sobre las cuestiones partidarias, dedicándose exclusivamente a su actividad diplomática y guardando silencio frente a la burocratización. Es tremendamente complicado entender esta actitud de silencio e impasividad respecto al estalinismo, teniendo en cuenta sus posiciones políticas anteriores a 1922. Resulta especialmente difícil de justificar su silencio ante la Constitución de 1936 que en lo referente a las mujeres supuso un retroceso enorme respecto a los avances obtenidos en 1917, sin olvidar que Kollontái fue una de las mayores voces críticas de la constitución de 1918 que en su momento consideró atrasada en lo relativo a los derechos de la mujer. Más aún si conocemos sus textos referentes a la cuestión femenina diametralmente opuestos a la situación que viviría la mujer rusa en los años posteriores.
En una reseña de "La bolchevique enamorada", Andrea D’Atri señala:
"¿Cuánto hubo de desconocimiento acerca de lo que acaecía en el Estado obrero aprisionado por la bota de Stalin? ¿Cuánto de desazón, de escepticismo, de desmoralización y cansancio como para emprender una nueva batalla por sus convicciones? Lo cierto es que, Alexandra Kollontai, quien en numerosas ocasiones mantuvo divergencias con las líneas directrices de Lenin y que, sin embargo, siempre acató la decisión mayoritaria y las resoluciones del partido, esta vez guardó silencio. ¿Una vez más trató de acatar la disciplina sin miramientos? ¿O más bien fue un intento de escapar a las garras de la reacción que aplastaba cualquier discrepancia con los campos de trabajo forzoso, los juicios sumarios y los fusilamientos?".
Lo cierto es que, aún a pesar de este devenir de adaptación al estalinismo en los últimos años, sus aportes previos al socialismo internacional y en particular a la causa de la emancipación de las mujeres son innegables. En un próximo artículo abordaremos sus elaboraciones teóricas sobre la cuestión de la “mujer nueva”, el “amor libre”, la “crisis sexual” y la revolución.

Clara Mallo
Madrid | @ClaraMallo

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