Entrevista a Chelsea Manning, encarcelada desde hace seis años en una cárcel militar de EE.UU.
Desde la cárcel, donde cumple una condena de 35 años por divulgar secretos de Estado en Wikileaks, la columnista de The Guardian habló con Amnistía Internacional sobre aislamiento y optimismo
En una entrevista con Amnistía Internacional, facilitada a The Guardian antes de su publicación en el libro Here I Stand, Chelsea Manning describe su situación en aislamiento durante su encarcelamiento por el Gobierno más poderoso del mundo. La entrevista se celebró a finales de 2015.
Manning, que es también columnista de The Guardian, cumple una condena de 35 años de cárcel en una prisión militar en Fort Leavenworth (Kansas) por filtrar información confidencial. El jueves de la semana pasada, la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) anunció que Manning podría enfrentarse además a una pena de aislamiento debido a un intento de suicidio el pasado 5 de julio. En los tres años que lleva presa, la opinión pública rara vez ha tenido una idea clara de la realidad que vive Manning. En esta entrevista, habla de sus actividades cotidianas y reflexiona sobre el papel del Gobierno en la vida de los ciudadanos.
Una sola persona frente al poder de los militares y del Gobierno. Durante todo este proceso, ¿ha sentido miedo alguna vez?
Siempre tengo miedo. Todavía me da miedo el poder del Gobierno. Un Gobierno puede arrestarte. Puede ponerte en prisión. Puede publicar información acerca de ti, que el público aceptará sin reparo: todo el mundo asumirá que lo que se dice es cierto. A veces, un Gobierno puede hasta matarte, con el beneficio de un juicio o sin él. Los gobiernos tienen mucho poder. Por lo general, una sola persona no lo tiene. Es aterrador enfrentarse al Gobierno en soledad.
¿Puede hablarnos de algún momento concreto en el que se haya sentido de esa manera?
Es una sensación muy difícil de explicar. Poco tiempo después de ser detenida por el Ejército, me llevaron a un campo de prisioneros en Kuwait donde viví encerrada en una jaula dentro de una carpa. No tenía ningún tipo de contacto con el mundo exterior. No podía hacer ninguna llamada telefónica. No recibí correspondencia. El contacto con mis abogados era muy limitado. No había televisión ni radio ni diarios. Perdí la noción de dónde estaba. El Ejército tenía todo el control de cada uno de los aspectos de mi vida. Controlaban el tipo de información a la que yo tenía acceso. Controlaban cuándo dormía y cuándo comía. Incluso, controlaban cuándo iba al baño. Después de varias semanas, ya no tenía idea de cuánto tiempo había pasado o cuánto tiempo más tendría que quedarme en ese lugar. Es una sensación abrumadora y terrorífica. Me puse triste, muy triste. En un momento, hasta me di por vencida y no quise vivir más.
¿Cree que algo bueno saldrá de lo que hizo? ¿Qué podría ser?
Esa es una pregunta muy difícil. No lo sé. Ni siquiera tengo ganas de planteármelo. Tengo la esperanza de que la gente pueda entender mejor cómo funciona el mundo. Los gobiernos de todo el mundo centran su atención en ellos mismos y en sus intereses a costa de su propia gente.
También tengo la esperanza de que, tal vez, la próxima vez que un Gobierno democrático tenga la idea de enviar fuerzas militares a ocupar un país, algo que muy probablemente provocará la aparición de un movimiento insurgente, podamos mirar hacia atrás y aprender de lo que sucedió la última vez. La guerra es algo terrible y este tipo de conflicto armado está entre los peores. Espero que en el futuro nos entusiasmen cada vez menos este tipo de cosas.
Ha pasado tiempos difíciles durante su detención. Especialmente antes de que su caso llegara a los tribunales. ¿Cómo es estar en prisión ahora?
Trato de estar lo más activa y productiva posible. No tengo acceso a Internet pero leo muchos libros y periódicos. Trabajo duro en el puesto que me asignaron en la cárcel: trabajo con madera. Además, siempre intento aprender más y seguir educándome. También hago mucho ejercicio. ¡Corro todo el tiempo! Hago ejercicios aeróbicos para mantenerme en forma. Escribo bastante, también.
¿Qué le ayuda a mantener el optimismo dentro de la cárcel?
Me encanta leer el correo que me llega desde todas partes del mundo. Amo hablar por teléfono con la gente a la que quiero. Siempre me siento mucho mejor cuando la gente me envía su amor y sus palabras de respaldo. Me encanta estar activa e involucrada con el mundo. ¡Es una sensación maravillosa!
Amanda Holpuch
The Guardian / El Diario
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