lunes, enero 02, 2017

Jesualdo Sosa, pedagogo comunista



Corrían los años treinta en el Uruguay, tiempos de golpe y reacción, el ciclo político del batllismo entraba en irreversible agotamiento producto de la bancarrota capitalista de 1929, y fruto también de la inconsecuencia y la incapacidad política del reformismo burgués, para llevar hasta las últimas consecuencias la tareas de la revolución democrático-burguesa en el continente; la falta de voluntad política para estatizar la banca, impulsar la reforma agraria y expropiar al imperialismo selló los destinos del proyecto reformista y cavó su propia tumba.

Delimitación del Escolanovismo.

Ante la tormenta que se aproximaba, Jesús Aldo Sosa (Jesualdo) desde la escuela número 56 de Canteras del Riachuelo en Colonia, pudo ver mejor que nadie, desde el campo de la praxis educativa, las limitaciones históricas que el período batllista señalaba para los trabajadores y el país a principios de la década de los treinta: su testimonio pedagógico pero también histórico de su experiencia en Colonia, recogido en el libro Vida de un maestro no sólo constituye una fuente de inspiración para todos los docentes que nos indigna el régimen social de explotación y de opresión de la sociedad capitalista, el mismo en que hoy vivimos y que luchamos por superar, sino que además representa la delimitación teórica más profunda en el terreno del pensamiento pedagógico nacional, con respecto a la corriente hegemónica de la Escuela Nueva.
La pedagogía de la Escuela Nueva, corriente inaugurada por el reformista norteamericano John Dewey tuvo en Uruguay a lo largo de todo el siglo XX una profunda influencia; intelectuales y pensadores de la talla de Julio Castro, Reina Reyes, Agustín Ferreiro fueron entusiastas del escolanovismo; sin embargo Jesualdo Sosa siempre se mantuvo escéptico de los alcances reales de la Escuela Nueva como herramienta de transformación social o empoderamiento de los desposeídos; sin dejar de valorar toda la progresividad alcanzada por la escuela “progresista” con respecto al asfixiante esquema opresivo y disciplinante de la escuela tradicional, Jesualdo nunca dejo de criticar y cuestionar profundamente no sólo las limitaciones de una pedagogía “democratizante” condicionada en última instancia por el modo de producción capitalista, sino que desenmascaró el centro imperialista de su producción intelectual y de su formulación teórica, el imperialismo norteamericano.

La discusión con los Estructuralistas.

Pero Jesualdo no sólo fue un crítico profundo de las tendencias pedagógicas progresistas y reformistas de su época, sino que con extraordinaria previsión logró discutir y polemizar con la corriente estructuralista europea, paradójicamente más de veinte años antes de que esta surgiera como unas de las variantes más importantes del marxismo occidental (así denominado por el marxista inglés Perry Anderson).
En su libro de la década del cuarenta 17 educadores de América Latina, Jesualdo discute fraternalmente con el marxista argentino David Ponce y su concepción de la escuela capitalista como reproductora monolítica de la sociedad de clases y de las relaciones sociales de explotación en el capitalismo, negando cualquier posibilidad de intersticios y autonomías relativas que posibiliten el desarrollo de las potencialidades humanas y la consciencia crítica aún en los marcos de la democracia burguesa y el Estado capitalista.
A diferencia de los intelectuales del estructuralismo francés, totalmente alejados de la praxis en cualquier ámbito de la vida social, completamente ajenos de la experiencia cotidiana del movimiento obrero y la lucha de clases; Jesualdo Sosa representa con respecto al desarrollo del marxismo latinoamericano en el terreno de la pedagogía crítica, aquel tiempo, como escribiera Perry Anderson en Consideraciones sobre el marxismo occidental en que la teoría del materialismo histórico reflejaba aún la indisoluble fusión y unidad entre la teoría y la práctica.

Una prosa poética

Más allá de sus libros de poemas como “Nave del alba pura” y “Siembra de pájaros”; el conjunto de la obra de Jesualdo es poseedora de una gran calidad estética y literaria; ya sea desde sus trabajos más teóricos-pedagógicos (“17 educadores de América”, “Vaz Ferreira, un pedagogo burgués”, “Formación del pensamiento racionalista de José Pedro Varela”, “Los fundamentos de la nueva pedagogía”, etc) hasta sus textos más testimoniales y autobiográficos (“Vida de un maestro”, “Fuera de la escuela”), pasando incluso por sus aproximaciones al campo de la historia nacional (“Artigas: del vasallaje a la revolución”); su obra se caracteriza por una gran creatividad literaria: los perspicaces juegos retóricos, la utilización de imágenes audaces, un sabio manejo de la ironía componen los rasgos más sobresalientes de una prosa cargada e impregnada de lirismo y literialidad.
No un lirismo florido y ornamental, a la manera de los estetas franceses o ingleses de fines del siglo XIX sino expresión de la melancolía, la indignación, la rabia pero también la alegría de un hombre sensible, comprometido con la lucha y la suerte de los desposeídos de su tiempo.

Vida de un maestro

Por otra parte Jesualdo también supo incursionar en la teoría literaria desde el punto de vista de la recepción infantil en su obra “Literatura infantil. Ensayo sobre ética, estética y psicopedagogía de la literatura infantil”; en el mismo sentido profundizó en la investigación de la creatividad artística y estética en la infancia en su trabajo “La expresión creadora del niño” y en la recopilación empírica de “500 poemas de los niños de la escuela de Jesualdo”.
Sin embargo es “Vida de un maestro” uno de los ejemplos más logrados de su prosa poética, su descripción de numerosas situaciones y sucesos en la escuela 56 de Canteras del riachuelo, el retrato a veces idealizante de sus “camaradas” (sus pequeños aprendientes) pero siempre cargado de amor y ternura; el retrato siempre ácido y mordaz de burócratas e inspectores, la descripción del entrono natural de la escuela, del amanecer y el crepúsculo; la personificación del conjunto de un salón de clases: viejas paredes, bancos y mesas desvencijados protestando contra el discurso de un inspector gris y aburrido; la rabia, la impotencia y la posterior catarsis ante la muerte de uno de sus niños, explotado como mano de obra adulta en el campo; y también la escena de superación del “camarada” Alfonso de las oscuras ciénagas de la ignorancia y el egoísmo hasta las cumbres más altas de la solidaridad y la pertenencia colectiva.
“Vida de un maestro” constituye sin lugar a dudas, además de un texto inolvidable en la memoria de todos los que hemos atravesado con dolor por él, una impostergable guía para la acción, para todxs aquellxs docentes y educadorxs que no nos resignamos a entregar nuestras vidas, en estériles aulas, educando para el capital; sino que soñamos en forma consciente y crítica no sólo con la superación del capitalismo y la lucha por el socialismo; sino también con la perspectiva real y posible de la emancipación social de la escuela de los estrechos y asfixiantes marcos del régimen del capital.

Lenin y la democracia burguesa

Partiendo de un análisis leninista, es que hay que entender la concepción de Jesualdo del régimen democrático en general y de la democracia uruguaya en particular. El dirigente revolucionario ruso Vladimir Ilich Ulianov (Lenin) en su libro “El Estado y la revolución”, escrito al calor de la revolución rusa, había caracterizado a la democracia representativa contemporánea como una democracia de los propietarios de los medios de producción; desenmascarando a los ideólogos liberales Lenin señalaba que aún en las naciones europeas más “libres” y “democráticas” las bases de sustentación social del democratismo burgués eran en última instancia muy similares a las que sostenían las libertades de los esclavistas griegos para explotar la fuerza de trabajo de sus esclavos.
Por otra parte Lenin también argumentaba que la clase obrera por estar sometida al yugo del capital en la fábrica diez, doce y catorce horas, se veía totalmente imposibilitada de cualquier intervención o participación en la vida social y política en los regímenes democráticos, lo que reforzaba la dominación política de la burguesía sobre el proletariado, aún en los Estados con formas políticas más democráticas.
Sin embargo, en el trabajo práctico de los militantes revolucionarios, Lenin también aconsejaba aprovechar todas las libertades democráticas y todas las posibilidades de intervención en la democracia burguesa (parlamentarismo, prensa legal, acción de agitación de masas), con el único fin y la sola perspectiva del triunfo de la revolución proletaria y la superación de la democracia capitalista.

Democracia y educación

En este sentido parte importante de la obra pedagógica de Jesualdo, constituye una crítica frontal al ideal democrático de la sociedad uruguaya en una época de clara y notoria hegemonía reformista, y particularmente constituye a su vez la crítica más profunda al sistema educativo uruguayo en el marco de su régimen político.
No obstante, Jesualdo al igual que Lenin, no tiene una visión escolástica y mecanicista de la democracia burguesa, sino que teniendo una comprensión dialéctica de la realidad nacional, reconoce los reales intersticios abiertos en el régimen democrático que favorecen las posibilidades potenciales del desarrollo de una praxis educativa en favor de los hijos de los trabajadores. Anclado en un profundo análisis de clase, pero partiendo de su interés intelectual por el proceso de subjetivación del niño a través de su expresión estética, Jesualdo en “La expresión creadora del niño” insiste y reconoce que en su experiencia en Canteras del Riachuelo habían “utilizado” todas las libertades que la democracia les ofrecía, más un “poquito” de la prohibida; es decir no se habían contentado con las migajas de libertades y derechos concedidos por el régimen democrático-burgués en el marco de la escuela, sino que habían ido más allá en interés del proceso de individuación de los desposeídos, transgrediendo incluso la propia legalidad burguesa.
Su desenmascaramiento por ejemplo del proteccionismo burgués como expresión de los intereses “mezquinos” de una clase social, la visita a una fábrica no para maravillarse y maravillar a los niños con los prodigiosos avances de la técnica industrial, como Dewey con su “escuela del trabajo”, sino para comprender críticamente las relaciones sociales de explotación que se dan en el proceso productivo, son todas notorias y evidentes pruebas de actos de imperdonable “ilegalidad” para la burguesía por parte de Jesualdo, pero de inapreciable valor para los explotados.

Una síntesis: pedagogía de tránsito

Habíamos dicho en nuestra primera entrega (adjuntar link) que Jesualdo había sido un fuerte crítico del escolanovismo y de Dewey, y en fin de todas las tendencias democratizantes en el terreno del pensamiento pedagógico, señalando siempre los inevitables límites de sus aspiraciones reformistas en el marco de la sociedad capitalista y el régimen democrático burgués. Pero por otra parte, Jesualdo también había discutido con los estructuralistas de su época (el marxista argentino David Ponce por ejemplo), que concebían al sistema educativo como el monolítico reproductor de las desigualdades de clase, y que negaban toda posibilidad de aprovechamiento de la escuela capitalista, y del régimen democrático en la enseñanza.
Si para los críticos-reproductivistas y estructuralistas franceses, sólo la concreción del socialismo podría transformar y emancipar socialmente la escuela, en el mientras tanto, Jesualdo entendía treinta años antes, que una “pedagogía de tránsito” tenía que aprovechar todas las posibilidades brindadas por la democracia capitalista en el espacio de la escuela, para llevar hasta las últimas consecuencias el proceso de subjetivación del niño, formando en manera crítica y reflexiva a los futuros luchadores contra el capitalismo y la sociedad burguesa.
Todos lxs docentes que aspiramos a trascender el orden social en que vivimos, pero que además luchamos por la transformación social de la escuela, hallamos en la obra de Jesualdo la impostergable arcilla con la que iremos construyendo la escuela socialista del porvenir.

Matías Matonte

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