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sábado, enero 21, 2017
Georgi Dimitrov, el incendio del Reichstag y el descrédito del estalinismo
Nada queda ya del prestigio que un día gozaron los líderes del comunismo internacional que se sometieron al estalinismo, y que emplearon sus métodos del “mando único” con el que articulaba sus bases militantes en base al principio de la disciplina ciega y el “patriotismo” partidario. Después de alcanzar el punto más alto del “culto a la personalidad” al final de la II Guerra Mundial, cuando alcanza la cima de la gloria para ser “destronado” en el XX congreso del PCUS el mismo año que sus estatuas derribadas se convierten en las imágenes más emblemáticas de la revolución húngara de Octubre 1956, inicio de una espiral que concluye con la descomposición del “modelo soviético” en 1989. Después de esta caída, lo que queda son algunos reductos nostálgicos como aquellos cuadrados militantes griegos que vendían obras de Stalin en la plaza Syntagma de Atenas ante el estupor generalizado. 1/
Nadie reivindica, más bien todo lo contrario, a sus émulos en los países del “socialismo real”, en los que al decir de Rudi Dutschke habían muchas realidades pero ninguna de ellas era el socialismo. La lista de los pequeños dioses caídos. Maurice Thorez que presumió de ser “el primer estalinista de Francia” perdió todo su prestigio, una pendiente de desprestigio a la que contribuyeron testimonios como los del hijo Paul Thorez con unas memorias 2/ que rebelaban lo que ya había denunciado el fanático pero íntegro André Marty, la vida de “lujo asiático” que había gozado en la URSS; Palmiro Togliatti fue arrojado al basurero de la historia por sus propios herederos; Joe Slovo, el líder histórico del PC sudafricano (SACP), un partido combativo compuesto por blanco verdaderamente comprometidos contra el “apartheid”, ha acabado aplicando las recetas neoliberales como ministro en el gobierno del ANC en Sudáfrica. En cuanto a Mao, elevado a los altares durante la “gran revolución cultural proletaria”, está acusado de las mayores atrocidades, etc.
Entre nosotros, hace unos pocos años, el entierro de los restos de José Díaz en su Sevilla natal fue un acto casi familiar. E en cuanto a Santiago Carrillo se le que ha acabado sus días aborrecido desde las nuevas generaciones escandalizada por su extremado “entreguismo” en la Transición…Obviamente, detrás de todo esto late el viejo anticomunismo reforzado por la cruzada neoliberal. Pero tal como decía Oscar Wilde, lo peor que te puede pasar es que tus enemigos tengan razón, algo que sucedía en lo referente al horror del estalinismo. Un horror que sirvió a la “revolución neoconservadora” para ocultar sus propios océanos de sangre 3/
El último que había resistido un cierto tiempo fue Georgi Dimitrov Mijáilov (Kovachevtsi, 1882 – Moscú, 1949), cuyo centenario suscitó el último gran encuentro entre los más importantes partidos comunistas que no habían roto con Moscú e incluso dio pie a una esforzada producción búlgara con ocasión de las celebraciones del centenario de su nacimiento, La advertencia, para la que fue escogido nuestro Juan Antonio Bardem que no decepcionó a las autoridades búlgaras del momento, pero sí al público y a la crítica. De hecho la película pasó con más penas que gloria y su distribución no fue más allá de una pase televisivo nocturno por TV2. Lejos quedaban títulos como Calle Mayor su obra maestra o Siete días de enero, cuyo interés temático está fuera de toda duda. 4/
Los partidos comunistas convocantes hablaron de una nueva unidad de acción de los partidos comunistas del mundo ante el peligro de guerra, tomando como referencia algunas de las ideas básicas del que había sido líder de la Internacional Comunista en el tiempo de la línea del Frente Popular y ulteriormente, el primer jefe de gobierno de la República Popular Búlgara. Entre los asistentes se han contado el secretario general del Partido Comunista portugués, Alvaro Cunhal; y representantes de los partidos comunistas de Francia e Italia, URSS, del Tercer Mundo, el Pacto de Varsovia y Yugoslavia, entre otros. Una línea de propuestas que no tuvieron consecuencia visible, de manera que lo que concebían como una nueva tentativa de comienzo se convirtió en un epitafio con la crisis polaca, la caída del Muro de Berlín y la descomposición generalizada que le siguió.
Al hilo de este último encuentro, recordemos que Dimitrov se hizo famoso en todo el mundo en el juicio de Leipzig, en 1933, que le implicó en el incendio del Reichstag en Berlín, perpetrado en realidad por lo propios nazis que acababa de acceder al poder en medio de una auténtica “guerra fría” entre socialistas y comunistas. El III Reich trató de matar dos pájaros de un mismo tiro. De un lado demoler el mayor símbolo de la República de Weimar y de otro, librarse de sus enemigos políticos y demostrar que los incendiarios habían sido los comunistas. De carácter enérgico y de notables dotes oratorias tal como se manifiesta claramente en la película, Dimitrov transformó el papel de acusado en el de acusador con una brillante autodefensa y se convirtió en un símbolo vivo -salió absuelto del antifascismo triunfante. No hay que decir que los discursos y despachos de Prensa oficiales dedicados a Dimitrov trazaron paralelismos entre los años que precedieron a la segunda guerra mundial y la actualidad y atacan de paso a EEUU y a la OTAN. Por citar un ejemplo, el secretario del Comité Central del PCUS, Boris Ponomariov defendió en este foro la cooperación de los comunistas con otras fuerzas recordando el papel de Dimitrov en la creación del “frente popular”, y ha criticó a los partidos eurocomunistas que entonces iniciaban su crisis interna..
Por entonces nadie dudaba que el referente de Dimitrov, los unía nuevamente sobre el papel. La prensa destacó a grandes trazos su perfil biográfico: desde muy joven participó en el movimiento obrero de su país, tuvo que abandonar la escuela a los doce años debido a la pobreza de su familia. Aprendió la profesión de impresor, fue cofundador de la Federación de Sindicatos Búlgaros y miembro del Partido Socialdemócrata de Bulgaria, a cuyo Comité Central perteneció desde 1909. En 1923, Dimitrov, que había sido condenado a muerte tras el fracaso de un levantamiento revolucionario contra el régimen dictatorial búlgaro, tuvo que exiliarse. Como responsable de cuestiones balcánicas de la Internacional Comunista, Dimitrov vivió en primer lugar en Viena, donde, según los recuerdos de los que le conocieron entonces, se cambiaba constantemente de .nombre y casa. En 1929, estaba ya en Berlín dirigiendo la oficina de la Internacional Comunista para Europa occidental.
El 27 de febrero de 1933. La responsabilidad del incendio sigue siendo un tema de permanente debate e investigación, pero en su momento los nazis –luego los principales sospechosos ya que el incendió encajaba con su proyecto-, culparon a Marinus van der Lubbe, un joven comunista holandés. Este fue capturado en el lugar del incendio. Después de ser torturado, admitió haber prendido fuego al edificio, por lo que fue sentenciado a muerte y ejecutado sin que pudiera decir la suya, si bien Póstumamente, la justicia alemana revisó en tres ocasiones el proceso en contra suya hasta que en 2008 derogó en todos sus puntos la sentencia condenatoria y lo absolvió. A continuación, el incendio fue utilizado como “prueba” por los nazis para acusar a los comunistas. Detuvieron a tres comunistas búlgaros entre ellos a Dimitrov. La campaña internacional en solidaridad con su combate contra el nazismo fue gigantesca y los nazis se vieron obligados ceder. Pese a las presiones políticas, el tribunal se vio abogado a absolver a Dimitrov y demás por falta de pruebas. Y aunque la Gestapo los encarceló de nuevo, la presión internacional los obligó a soltarlo.
Una vez puesto en libertad, Dimitrov marchó a la URSS, donde fue nombrado secretario general de la Internacional Comunista. Ante el VII Congreso del Komitern, en 1935 que retoma la política del frente único obrero como inicio de una plataforma antifascista más amplia, una línea que será amoldada a las exigencia del ultimo giro de la política exterior de Stalin que utilizará las “purgas” de la vieja guardia bolchevique con la doble finalidad de cortar de raíz cualquier oposición, así como demostrar a las a las potencias democrática que la URSS es la última interesada en la extensión de la revolución. Dimitrov asumió sin rechistar el principio de todo lo que era bueno para la URSS lo era para la revolución. Sin embargo el pacto germano-soviético entre Hitler y Stalin supuso en 1939 un golpe mortal para el Frente Popular, y perdió su papel de portavoz del Komintern. Como tal líder, Dimitrov permaneció en la URSS durante la ola de purgas estalinistas de los años treinta, que afectó de pleno a grupos dirigentes de partidos exiliados en la URSS como el alemán y el polaco, cuyos miembros fueron acusados de “luxemburguistas” No obstante, Dimitrov permaneció al margen de las purgas. Muchos de sus amigos desaparecieron o murieron en aquel entonces y Dimitrov salvó a otros del peligro, entre ellos a su mismo cuñado. En marzo de 1945, regresé a Bulgaria, donde el partido comunista, eje de la resistencia contra el régimen del rey Boris, aliado del nazismo, gozaba de popularidad.
En 1946, se convirtió en jefe de Gobierno búlgaro tras haber renunciado a su ciudadanía soviética. La Federación Balcánica, un proyecto defendido por Tito y Dimitrov, que parecía contar, en un principio, con el visto bueno de Moscú, ocasionó un grave enfrentamiento entre Stalin y Dimitrov, poco antes de que este muriera. El proyecto cuestionaba, por una parte, la influencia soviética en los Balcanes y, por otra, incluía a Grecia, precisamente cuando Stalin suspendía su apoyo a los partisanos griegos. Stalin se alarmó y convocó a Moscú a sendas delegaciones de Bulgaria y Yugoslavia. El proyecto de federación fracasó y las relaciones entre la URSS y Yugoslavia se torcieron. Sobre el papel, Dimitrov permaneció fiel a la URSS y tachó públicamente a Tito de “titotrotskista”; sin embargo, fuentes yugoslavas afirman que secretamente habría alentado a los dirigentes yugoslavos a proseguir en su línea independiente de Moscú y a no ceder. Un camino que no se atrevió a emprender él mismo. Enfermo de diabetes, Dimitrov acudió en 1948 a la URSS para someterse a tratamiento y murió en el sanatorio de Borovicha, en las cercanías de la capital soviética. Su cadáver, debidamente embalsamado, regresó a Bulgaria en un tren espectacularmente engalanado.
Reivindicado sin fisuras por los maoístas y por los sectores más prosoviéticos, 5/ pero quizás especialmente por Santiago Carrillo que hasta en su última entrevista conocida –con un dócil Pablo Iglesias- se remitió a Dimitrov como alguien que resultó determinante en su camino hacia Moscú y al que seguía venerando, la prueba del tiempo ha resultado igualmente inclemente. Es ese mismo tiempo el que ha puesto en evidencia el canon opuesto, el que reconoce a los que se opusieron al estalinismo aunque, como fue el caso de Lukács, lo hicieran más bien tardíamente después del XX Congreso del PCUS, que junto con la revolución húngara de octubre del mismo año (1956), marcó un antes y un después en el declive del estalinismo.
Otra cosa es que el neoliberalismo –como no podía ser menos- ha sabido hacer leña del árbol caído y que haya tratado de tirar el niño con el agua sucia. Otra cosa es también que cualquier lectura honesta está obligada a diferenciar entre los funcionarios y una bases sociales educadas en el culto “al Partido” y en la exaltación de los líderes, un tema lo suficientemente amplio y complejo como para tratarlo en otra ocasión.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
Notas.
1/ Se puede encontrar una edición digitalizada de las “Obras escogidas” de Stalin en castellano en https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/.
2/ Paul Thorez, uno de los hijos del fundador del Partido Comunista Francés, Maurice Thorez, falleció a los 53 años. Paul Thorez había nacido en Moscú en 1940, durante el exilio soviético de su padre. En 1982 publicó un controvertido libro, Los niños modelo, traducido al castellano un año después, en el que describía su estancia en las colonias infantiles reservadas a los hijos de los dignatarios comunistas en la Unión Soviética. El libro recibió una respuesta inmediata del diario comunista L’Humanité, que, entre otras cosas, afirmó: “Sin duda, la historia ofrece bastantes ejemplos de hijos que traicionan las enseñanzas de sus padres y que incluso van a escupir a su tumba”. Paul Thorez respondió que el libro estaba lleno de admiración y ternura por sus padres, añadiendo que “el comunismo, antes de nada, es una impostura”. Paul se había afiliado al PCF en 1966 y devolvió el carné en 1968, “abrumado por la Primavera de Praga y la actitud de los comunistas franceses en Mayo del 68”. Desde hace años trabajaba en un centro para niños disminuidos.
3/ Cuando le preguntaron al viejo amigo de John Reed, escritor y confundidor del partido comunista norteamericano, Max Eastman que acabó renegando de sus ideas, de porqué culpaba al comunismo de cosas que el capitalismo hacía cada día, el autor de Love and Revolution respondió: Es que del comunismo uno espera otra cosa.
4/ Se puede encontrar una reseña (7 días de enero: ayer y siempre) sobre esta última en mi página de Facebook.
5/ En ausencia de cualquier homenaje o debate público, la divulgación de Dimitrov se redujo a la edición del primero volumen de sus Obras escogidas por parte de le editorial Akal en 1977. Se le podía encontrar en las paradas partidarias de los partidos maoístas y de la fracciones del PCE más prosoviéticas.
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