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viernes, febrero 10, 2017
A sus 77 años murió Tzvetan Todorov, el hombre desplazado
La noticia se conoció en la tarde del martes. Fue en París luego de batallar contra una enfermedad “neurodegenerativa”. Aquí lo recordamos.
Si la crítica es la táctica y la teoría la estrategia (ambas acompañadas por el adjetivo “literaria”), a decir del crítico argentino, Miguel Vitagliano en “Variaciones sobre un punto”. Entonces es legítimo decir que Tzvetan fue un táctico y un estratega de sus diversos campos disciplinares.
Búlgaro. Psicólogo. Exiliado. Semiólogo. Humanista. Ensayista, según se lo ha catalogado. Hijo adoptivo de Francia y más tarde de diversas universidades norteamericanas; allí, docente. En definitiva, como él mismo se definió: “hombre desplazado” y por eso inclasificable. Si algo lo destacó fue su versatilidad para introducirse y salirse permanentemente de las diversas áreas que componen las Ciencias Sociales.
Nacido en Bulgaria del Este en el año 1939. Sufrió los embates del estalinismo y los campos de concentración, experiencia que junto con el exilio dieron vida a su libro “La experiencia totalitaria (2010)”. Marca que quedará a fuego en su memoria y a través de la cual, tiempo más adelante, desarrollará teorías e interpretaciones posibles de esas experiencias traumáticas; siempre desde un a priori de rechazo a los totalitarismos.
Se formó en Francia en la atmósfera de ebullición social, política e intelectual de los sesenta. Allí fue discípulo de Roland Barthes y adscribió fuertemente al estructuralismo. En ese período se encargó de traducir y popularizar para todo Occidente a los formalistas rusos (Viktor Shklovski, Iuri Tinianov y fundamentalmente a Vladimir Propp y su análisis estructuralista del cuento). Bajo esta influencia escribió el libro “Introducción a la literatura fantástica (1970)”, en el que teoriza alrededor del género.
Luego abandonó esta corriente teórica que rápidamente decayó en influencia y adherentes cuando se agotó el giro lingüístico. Sin embargo, no siguió el recorrido de muchos hacia el posestructuralismo, sino que se dedicó al estudio de la historia de las ideas, más precisamente de los intelectuales de la Ilustración y el Siglo de las luces, como Rousseau, Voltaire y Diderot, o más tardíos como el antropólogo Claude Levi-Strauss (1989). Cabe destacar que tampoco nunca encajó entre los llamados “nuevos filósofos” de los setenta (encabezados por Lévy y Glucksmann).
Otro de sus objetos de estudio fue la relación entre la pintura y el pensamiento: allí analizó a Goya y Rembrandt, entre varios.
Ya entrado el Siglo XXI, dedicó su interés al estudio de la memoria histórica y a las experiencias extremas como fueron los campos de concentración del nazismo o el Apartheid en Sudáfrica, destacando su voz de denuncia hacia el terrorismo de estado y la xenofobia. En referencia a eso en 2015 manifestó: "El enemigo se invoca en los discursos populistas demagógicos, a los que les encanta trazar ante un pueblo vengador un personaje culpable de todos los males que nos afectan. Pueden ser los inmigrantes de los países pobres o los musulmanes". Hoy, en tiempos de Trump y en el marco de la profundización de la crisis migratoria en Europa, estas ideas cobran especial vigencia.
Fue crítico del neoliberalismo y de las tendencias neoconservadoras emergentes en los principales países agentes del capitalismo. Pero todo esto matizado por su "antitotalitarismo", que lo volvió parte de una corriente de opinión a nivel mundial entre intelectuales y personalidades, de asimilar toda revolución con la dictadura estalinista, algo que los llevó a que, ante la posibilidad de un triunfo revolucionario, muchas veces se ubicaran en el bando del capitalismo como mal menor porque, según ellos, todo cuestionamiento hasta el final del orden establecido inevitablemente llevaría al totalitarismo.
Así se puede entender su apoyo a EE.UU en la guerra de Vietnam y sus dichos sobre los 70 en la Argentina. Con respecto a esto último, en una nota publicada en el diario español El País en 2010 dijo que: "como [la guerrilla y la izquierda] fue vencida y eliminada, no se pueden calibrar las consecuencias que hubiera tenido su victoria. Pero, a título de comparación, podemos recordar que, más o menos en el mismo momento (entre 1975 y 1979), una guerrilla de extrema izquierda se hizo con el poder en Camboya. El genocidio que desencadenó causó la muerte de alrededor de un millón y medio de personas, el 25% de la población del país. Las víctimas de la represión del terrorismo de Estado en Argentina, demasiado numerosas, representan el 0,01% de la población."
Estas declaraciones de hace siete años, en medio de la polémica actual por los dichos de personajes como Lopérfido y Gómez Centurión, son levantadas con entusiasmo por medios derechistas argentinos a modo de "homenaje" a Todorov.
Despedimos a Todorov, con la peculiaridad de que deja una obra póstuma que (no) casualmente se titula “El triunfo del artista” y se publicará el próximo marzo.
Lucia Battista Lo Bianco
Consejera Directiva Mayoría Estudiantil | Filosofia y Letras/UBA
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