martes, febrero 07, 2017

Violeta Parra, a 50 años de su muerte



El 5 de febrero se conmemoraron 50 años de la muerte de Violeta Parra, principal figura del folclore de Chile y América latina. Publicamos una nota de Adolfo Castro de La Izquierda Diario de Chile.

“Los hambrientos piden pan, plomo les da la justicia”
Extracto “La carta”

Violeta del Carmen Parra Sandoval nació en el mes y año de la Revolución de Octubre rojo en Rusia. Tomó la decisión de suicidarse en el año en que los estudiantes plantearon la reforma universitaria (NdE, 1967 en Chile). Vivió, como muchos, grandes procesos de levantamientos y revoluciones obreras y populares triunfantes a lo largo del siglo XX.
Campesina y mujer. Tomó el mejor del legado artístico de los Parra y lo combinó –como ninguna- con la política. Recordar un perfil completo de Violeta Parra es retomar lo mejor de las luchas de hoy. Un ícono entre los estudiantes, una artista latinoamericana y un personaje en Europa.
Odiada e idolatrada, más por su posición política que por su folclore, no podemos permitir separar su arte de los procesos políticos en los cuales vivió.

La Violeta artista

A ella se le debe el haber instaurado en Chile lo denominado como “música popular”. Propagandista del folclore chileno, pudo recopilar en su canto a la música campesina que se encontraba perdida entre los pastizales y las pequeñas casas de madera repartidas por el sur chileno. Así también hizo un rescate de música nortina. En total, un trabajo que trajo como producto final más de tres mil canciones reinterpretadas.
Con ella nació la “Nueva canción chilena”, un homólogo de lo que fue la “Nueva Trova” en Cuba luego de la revolución de 1959. En pocas palabras, todos los grandes conjuntos y cantautores de las últimas décadas en Chile, como Inti Illimani, Quilapayún, Víctor Jara, Rolando Alarcón y Mauricio Redolés tienen algo de Violeta.
Música en español y francés. Su vida giró en torno a diferentes manifestaciones artísticas: pintora, escultora, bordadora y ceramista, compuso alrededor de 128 canciones, además de trece arpilleras, veinticuatro pinturas al óleo y diez en papel maché. Como poeta y escritora alcanzó a publicar veintitrés libros.
En 1953 compone parte de sus temas más conocidos y es galardonada con el premio Caupolicán como folclorista del año, lo cual le permitió viajar al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Varsovia, Polonia, ocasión que ocupó en recorrer lo que fue la Unión Soviética y partes de Europa, donde pudo grabar su primer LP.

La Violeta política

En la década de los 30 conoció a un dirigente sindical ferroviario que luego se convertiría en el padre de dos de sus hijos, Ángel e Isabel. Este fue el primero que la acercó a la vida política. Militante comunista, antes de divorciarse en la década de los 40 la invitaba a Violeta a organizar la campaña por Gabriel González Videla (NdE, candidato de la Alianza Democrática, frente de colaboración de clases formado por radicales, el PC estalinista y demócratas).
“Mientras ella estaba allá -en París-, en Chile la cosa se movía bastante, así como el agua en una batea. Estaba bien movida. Y teníamos un gobierno en el año 63, de derecha, por supuesto. Y el presidente de turno se llamaba don Jorge Alessandri, hijo de don Arturo Alessandri, un hombre que está en la historia de nuestro país por ser un tipo con un fuego interior tremendo, potente. Rugía hacia las masas. Le decían el ‘León de Tarapacá’. ‘León’ porque se las traía como orador. De Tarapacá, bueno, yo creo que sería porque la provincia de Tarapacá le pertenecía casi entera a él".
"El hijo, don Jorge, quiso rugir fuerte, pero no tenía el fuego del padre y sacó las garras, creando un cuerpo represivo policial como nunca antes el pueblo y los estudiantes lo habían conocido en Chile. En este ambiente, Violeta escribe esta canción que se llama ¡La carta’”.
Así, Víctor Jara presentó la canción “La carta” de Violeta. Mostrando la marcada orientación de Parra frente a la miseria, los conflictos sociales, la pobreza y los trabajadores.
“Violenta” Parra, como le llamaba su hermano, el poeta Nicanor, compuso para distintas causas: por políticos de izquierda asesinados, a favor de la causa de los pobres, contra el maltrato infantil, por el obrero minero y en más de una vez recordó a García Lorca y Recabarren (NdE, político chileno, socialista y revolucionario, considerado el padre del movimiento obrero en Chile).
“Yo no sé enojarme, sé gritar lo que otros callan” era su lema.
Si bien nunca fue una militante de reuniones y desvelos, desde el Partido Comunista – al igual que Lemebel- tuvo que sufrir el silenciamiento. Mientras Allende buscaba el sillón presidencial, ella envió desde París canciones al comité político del PC como “Arauco tiene una pena”, “Arriba quemando el sol” y “Que vivan los estudiantes” para su campaña. La respuesta: un rotundo no, argumentando que eran “excesivas”. Ella les responde a través de su icónica canción “Mazúrquica Modérnica”.
Esto demuestra su compromiso desde su frente.
"En Chile algunos periódicos no son buenos conmigo, sobre todo los de derecha, de la burguesía. Para ellos la palabra folklore es algo racista. Yo soy una mujer de pueblo. (…) No veo diferencia alguna entre el artista y el pueblo”, declaró en una entrevista para el periodista Hubert Joanneton en un artículo publicado el año 1970 llamado “Une grande artiste chilienne: Violeta Parra”.

La Violeta feminista

Sin duda uno de los aspectos más importantes es su violencia. Su femenina violencia en un mundo de hombres. En un país y una década en donde las discográficas cerraban las puertas a todo canto “popular”, el ser mujer tenía una doble carga para la “incómoda representante” de este estilo.
Tal como indicaba Patricio Manns (NdE, cantautor y escritor chileno): “La historia de la cultura nos enseña que lo verdaderamente genial no puede permanecer eternamente inadvertido, y la historia de Violeta Parra nos repite lo mismo. Muchos de los que hoy desgarran sus malas conciencias, en su tiempo le dieron con la puerta en la guitarra”.
Sin embargo, la obstinación de Violeta es una ventaja. Música, trabajadora y jefa de hogar, ella habla por las mujeres que no pueden. En 1959 confiesa que toma la guitarra “solo para reponer los nervios”. Simultáneamente indica que “tengo cuatro chiquillos a quienes dar el sustento”.
Comentar dónde se desarrolló es comentar tres “leyes” sobre una “sana femineidad”: la belleza, el matrimonio y la familia. Frente a esto, respondió: “Gracias a Dios soy fea”. Mujer de viajes y romances fortuitos, sostuvo bajo sus hombros el peso de un negocio “de hombres”. Tanto en la vida rural como urbana.
La poesía fue su vía de escape. Ante la presión que ejercía la sociedad ella respondía con escritos. La irreverencia se convirtió en depresión para una mujer que luchaba contra un terreno y un mundo de hombres para hombres y por hombres que exigían belleza para su deleite.
“No se escapó ni el vacuno /de la terrible lanceta, /que la pequeña Violeta /clavó sin querer ninguno. /Tres meses pasó en ayuno /con ese terrible grano, /que le arrancó de las manos /y pies de raíz las uñas. /Su cuerpo es una pezuña, /Sólo un costrón inhumano” […]
[…] “Aquí principian mis penas, /lo digo con gran tristeza, /me sobre nombran “maleza” / porque parezco un espanto. /Si me acercaba yo un tanto, /miraban como centellas, / diciendo que no soy bella /ni pa’ remedio un poquito. /La peste es un gran delito / para quien lleva su huella”.
Sobre el matrimonio, ella nunca pudo adaptarse. “Atá’ con una libreta”, así se refería al matrimonio recelosamente reservado para las mujeres de su tiempo. Ante su primer matrimonio, al que clasificó como “diez años de infierno”, escribió:
“A los diez años cumplíos / por fin se corta la güincha, /tres vueltas daba la cincha /al pobre esqueleto mío, /y pa’ salvar el sentí’o /volví a tomar la guitarra; /con fuerza Violeta Parra /y al hombro con dos chiquillos /se fue para Maitencillo /a cortarse las amarras”
Y en “La Petaquita” retrata con ironía las pautas de género de su tiempo:
“Todos los hombres tienen en el sombrero, /un letrero que dice ‘casarme quiero’. Todas las niñas llevan en el vestido, /un letrero que dice ‘busco marido’”.
Es por esto que su figura condensa un muro frente a la moral y las clásicas buenas costumbres de la mujer. Personifica de manera completa la incompatibilidad de la mujer con la jornada laboral y el rol de género asociado a la maternidad.
Aún así no hay que quitarle crédito. Esto se puede expresar luego de la invitación que le hizo el Partido Comunista a Polonia donde dejó escrito “Dejo botá mi nación, /mis crías y mi consorte, /ya tengo mi pasaporte /me está esperando el avión: / penetrando en l’estación /un seremil de personas /me ruedan como corona /al verme sumida en llanto / porqu’era mucho el quebranto /al partir para Polonia”. “De nueve meses yo dejo /mi Rosa Clara en la cuna; /com’esta maire ninguna, /dice el marí’o perplejo; /voy repartiendo consejo /llorando cual Maudalena, /y al son que corto cadena /le solicito a Jesús /que me oscurezca la luz /si esto no vale la pena”
Finalmente sostuvo una larga pena tras la muerte de su hija, que la conllevó a una depresión que con el paso del tiempo decantó en un suicidio por disparo en la cabeza a las 17:40 horas de un 5 de febrero de 1967.

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