Putin interviene en la crisis abierta en EE. UU. sobre la relación de Trump con el Kremlin, tras el despido del director del FBI y la divulgación de información confidencial. Los pedidos de impeachment y las grietas entre los republicanos.
En un nuevo capitulo del "rusiagate" el presidente Vladímir Putin, dijo este miércoles que está dispuesto a entregar la transcripción del encuentro que mantuvieron la semana pasada Donald Trump y el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov.
Se trata de una verdadera provocación en medio de los escándalos que acumula el presidente estadounidense por la investigación de sus relaciones con Rusia. Desde hace una semana Trump atraviesa turbulencias, tras la decisión de despedir al director del FBI, James Comey, que investigaba la relación de la campaña del presidente con el Kremlin antes y después de asumir. Las sospechas de que tras el despido se encontraba la necesidad de entorpecer esta investigación se amplificaron el martes cuando la prensa divulgó que Trump le había pedido a Comey en febrero que no investigara a su exasesor de seguridad nacional, Michael Flynn, que renunció a pocos días su asunción por haber mentido sobre el contenido de las conversaciones que mantuvo con el embajador ruso en Washington. A esto se sumó el escándalo provocado por los datos confidenciales que Trump le habría suministrado al canciller ruso Serguei Lavrov durante una reunión en la Casa Blanca la semana pasada.
Es sobre esta última acusación que Putin salió a "defender" a Trump, con un estilo muy particular: "Si la Administración de EEUU lo considera oportuno, estamos dispuestos a ofrecer al Senado y a la Cámara de Estados Unidos la grabación de la conversación" (entre Trump y Lavrov).
Para bajar el nivel de tensión que había generado la idea de que las conversaciones habían sido grabadas por Rusia, el asesor de Putin, Yuri Ushakov, precisó más tarde que el Kremlin no dispone de una grabación de audio de la conversación, sino la transcripción de la misma.
Los medios estadounidenses habían denunciado esta semana que en esa reunión, celebrada en el Despacho Oval de la Casa Blanca, Trump compartió con Lavrov información clasificada sobre los planes del Estado Islámico (EI) para usar ordenadores portátiles con el fin de atentar contra aviones en vuelo.
Putin respondió con un humor ácido a la guerra de baja intensidad que se vive en Washington, y que ya alentó algunos llamados tímidos de impeachment contra Trump: "Vemos que en Estados Unidos se está desarrollando una esquizofrenia política. De otra manera no puedo explicar las acusaciones contra el presidente (Trump) de haber compartido secretos con Lavrov". Y agregó bromeando: "Por cierto, hoy yo ya hablé con él (Lavrov) y tendré que regañarle, porque no compartió con nosotros esos secretos, ni conmigo ni con los servicios de inteligencia. Muy mal por su parte".
Rusia también dejó entrever que la información que les facilitó Trump no provenía de los servicios secretos estadounidenses sino de Israel. Esta información no solo no fue confirmada por Israel sino que deja mal parado al propio Trump que el martes salió a defender publicamente desde su cuenta de Twitter "su derecho absoluto" a compartir con Rusia información relativa al terrorismo.
La Casa Blanca ha insistido en que Trump no hizo nada "inapropiado" ni puso en riesgo la seguridad nacional, aunque a esta altura las explicaciones de la Casa Blanca parecen embarrar cada vez más el terreno en el que se mueve el presidente.
Impeachment y grietas entre los republicanos
La prensa liberal está a la cabeza de la campaña por el juicio político a Trump. El New York Times ha dedicado un editorial llamando directamente al fiscal general adjunto para que vaya hasta el final en la investigación sobre lo que hay detrás del despido de James Comey como director del FBI. Esta idea, que también venía siendo agitada por militantes y activistas desde el día cero de la asunción de Trump, ahora parece empezar a ser convalidada por la calle tras la publicación de encuestas que muestran que la mitad de la población apoyaría un impeachment al presidente. Por ahora son solo datos (y campañas), pero dan una idea del daño que Trump se autoinflingió con sus últimos movimientos políticos.
Las comparaciones con el "caso Watergate" en 1973, del entonces presidente Richard Nixon, que despidió al fiscal que lo estaba investigando, también aparecen como argumento para fortalecer la hipótesis e un juicio político contra Trump. Aunque el despido del fiscal general que le valió el puesto a Nixon no sea directamente comparable con el actual despido del director del FBI, el escándalo es aprovechado por los demócratas que tímidamente empiezan a hablar del tema, aunque no lo hacen desde sus principales figuras para no quedar como una "minoría destituyente" (e impotente). Es que en el caso de Trump, al tener los republicanos mayoría en ambas cámaras del Congreso, parece difícil que un proceso de juicio político sea puesto en marcha por ahora, aunque no se puede descartar por la velocidad en que viene creciendo la crisis.
Aunque sin llegar todavía al extremo del impeachment, la situación política se ha vuelto lo suficientemente virulenta como para provocar algunas fisuras entre Trump y la bancada republicana del Congreso. El blindaje del que gozó hasta ahora comienza a dañarse, y no son pocos los republicanos que están pensando en el costo que deberán pagar en sus propios Estados en vista a las elecciones de medio término de 2018.
En un intento por no mostrarse postrados ante la crisis abierta, la bancada republicana que forma parte de la comisión de justicia del Senado le dio plazo al FBI hasta el 24 de mayo para que entregue los "memos" relacionados con las reuniones entre Trump y Comey, donde supuestamente Trump pide al exdirector del FBI no investigar a Flynn. Por su parte la comisión de inteligencia del Senado hizo un llamado a Comey para que comparezca en sesiones públicas como a puertas cerradas, en un intento por ampliar la investigación sobre la supuesta intervención de Rusia en las elecciones de 2016.
El propio jefe de la bancada republicana Paul Ryan, que viene siendo un aliado de hierro para el presidente en el Capitolio dijo que este pedido era necesario para "contar con todos los hechos".
Por su parte el senador republicano John McCain fue el primero en comparar la situación de Trump con el escándalo de Watergate: "Creo que está alcanzando el punto en que tiene el alcance y la magnitud de Watergate, y de otros escándalos que hemos visto".
Según la publicación Político, se registró un cambio en la posición de varios legisladores republicanos tras conocerse que Trump habría presionado a Comey sobre las investigaciones de la relación con Rusia: "Más republicanos están discutiendo abiertamente la posibilidad de nombrar un comité o un fiscal especial para investigar la conexión entre Trump y Rusia". Se trata de un giro impensable hace tan solo una semana y que deja al desnudo las grietas que se empiezan a abrir al interior del partido en el Congreso.
Es posible que el despido de Comey, que Trump quiso hacer pasar como un trámite más de su pragmática gestión, sea el error más grande que haya cometido en cuatro meses de gobierno que estuvieron signados por una crisis permanente mostrando la debilidad de origen de su presidencia.
Juan Andrés Gallardo
@juanagallardo1
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