domingo, agosto 06, 2017

Dialéctica y marxismo: Bujarin, entre Lenin y Stalin



Continuamos la serie de marxismo y dialéctica con un repaso sobre los trabajos Teoría del Materialismo histórico y Arabescos Filosóficos de Nikolai Bujarin.

Nikolai Bujarin (1888-1938) es uno de los principales dirigentes soviéticos del período posterior a la muerte de Lenin hasta fines de los años ’20. Participante activo de un sólido bloque con Stalin entre 1924 y 1928, fue el artífice de la “construcción del socialismo a paso de tortuga” y la defensa ideológica del “socialismo en un sólo país”.
Muy laborioso desde el punto de vista teórico, Lenin dijo de él en su Testamento que sus puntos de vista podían considerarse marxistas con “muchas reservas” y que nunca había estudiado ni comprendido del todo la dialéctica. Una de sus obras más conocidas es Teoría del materialismo histórico, manual de popularización del marxismo criticado con dureza por Antonio Gramsci en los Cuadernos de la cárcel. Fue criticado también por Lukács por similares motivos, pero con distintos argumentos.
Este libro de Bujarin, muy difundido en el movimiento comunista durante los años ’20 y comienzos de los ’30, contenía una concepción que trazaba una relación casi de continuidad total entre el materialismo mecanicista y el marxismo. Según Bujarin, Marx había puesto la dialéctica hegeliana sobre sus pies, reemplazando el movimiento del espíritu por el de la materia.
Pero además, Bujarin reinterpretaba la dialéctica en términos de un proceso de constitución, ruptura y reconstitución de un equilibrio (concepto tomado de la física):
… observamos igualmente aquí la “forma” de estos procesos: en primer lugar, el estado de equilibrio; en segundo lugar, la ruptura de este equilibrio; en tercer lugar, el restablecimiento del equilibrio sobre una “nueva” base. Luego la historia recomienza: el nuevo equilibrio es el punto de partida para una nueva alteración, así, ad infinitum. Considerado en conjunto, estamos frente a un proceso evolutivo, determinado por el desarrollo de las contradicciones internas. Hegel observó esta característica del movimiento y la expresó de la siguiente manera: llamó al equilibrio primitivo “tesis”, a la ruptura del equilibrio “antítesis” y al restablecimiento del equilibrio sobre una nueva base, “síntesis” (proposición unificadora que concilia las contradicciones). A este carácter dinámico de todo lo que existe, expresado por él en la forma tripartita (tríada), Hegel lo llamo “dialéctica”.
Bujarin reproducía en lenguaje mecanicista un problema clásico del marxismo: la relación entre movimiento o proceso y totalidad o estructura. Pero partía de una idea de sistema centrada en la noción de equilibrio como la resultante de una serie de interacciones entre objetos, que pasaba de la física a las ciencias naturales y luego al marxismo.
El resultado era una lectura de la dialéctica como un movimiento cuyo sentido predominante era la constitución de un cierto orden sistémico, con lo cual la idea de ruptura característica de la dialéctica marxista quedaba en segundo plano.
De este modo, Bujarin reproducía el “lado malo” de la dialéctica hegeliana, su conciliacionismo, sin incorporar su “lado bueno”. En su argumentación no aparecía el carácter activo del sujeto que Marx reformularía críticamente como praxis y que en Bujarin se diluía en el “movimiento de la materia”.
Tampoco había lugar para la inmanencia, es decir la comprensión de la dialéctica como una relación constitutiva de los términos relacionados, que cambian en el transcurso de esa interacción y a su vez no pueden comprenderse tomados aisladamente de ella. Por el contrario, para Bujarin la dialéctica era una relación externa entre términos independientes que permanecían inmodificados durante el proceso dialéctico, conforme un modelo de ciencia tomado de la física mecanicista.
En resumen, las cosas cambiaban de lugar pero no cambiaban ellas mismas.
Por este motivo, Bujarin realizaba críticas a la concepciones organicistas del positivismo social, pero postulaba la idea de que la sociedad podía entenderse como un mecanismo, en abierta contradicción con las ideas de Marx.
El curso de la política soviética a fines de los años ’20, implicaría una simultaneidad entre el desplazamiento político de Bujarin y el cuestionamiento a sus posiciones filosóficas. La polémica entre mecanicistas y dialécticos en la URSS, a la que hicimos referencia en otro artículo de esta serie, significaría para Bujarin una condena tanto de su mecanicismo como de sus posiciones políticas en tanto representante de la Oposición de Derecha cuando Stalin hizo el viraje a la colectivización forzosa y el Plan Quinquenal.
Durante los años ’30, en plena declinación de su influencia política, Bujarin intentaría realizar una lectura y apropiación más profundas de la dialéctica, publicando en 1931 La ciencia en la encrucijada y editando en 1933 otro trabajo titulado El marxismo y el pensamiento moderno, con intervención de distintos autores soviéticos. En 1937, con el régimen totalitario funcionando a pleno, fue encarcelado. Durante ese encarcelamiento escribió, entre otras, una obra titulada por él mismo como Arabescos filosóficos, cuya fecha de finalización es indicada por Bujarin como el “7/8 de noviembre de 197, vigésimo aniversario de la gran victoria”.
Luego de ser ejecutado en marzo de 1938 por su “querido Koba” (Stalin), Bujarin fue borrado de la historia soviética por largas décadas hasta que fue “rehabilitado” por la burocracia moscovita en épocas de Gorbachov, en 1988. Arabescos Filosóficos fue publicado en ruso en 1996 cuando la URSS ya no existía. En 2005 fue publicado en inglés por Monthly Review Press, con un estudio preliminar de Helena Sheenan.
Con la producción filosófica y teórica de la URSS en franca decadencia, en vías de generalización del tipo de manuales que el Che Guevara llamaría décadas después con mucha razón como “ladrillos soviéticos”, consolidándose un régimen totalitario que reescribía la historia a imagen y semejanza de Stalin (individualidad que concentraba los atributos de una casta burocrática encaramada en el Estado obrero), este trabajo de Bujarin escrito en 1937 posee un valor destacable.
Sin tener la más mínima simpatía política por el autor, debemos señalar que Arabescos Filosóficos es un libro que representa una clara superación de la lectura del marxismo propuesta en Teoría del materialismo histórico, con especial énfasis en la cuestión de la dialéctica.
Desde el título, la obra de Bujarin intenta dar una idea bastante distinta a la de un “manual”. Un arabesco, tipo de adorno de la arquitectura muy utilizado en las mezquitas y otras edificaciones, se compone cintas, formas en espiral y figuras de hojas, que dan por resultado una especie de urdimbre que el aspecto de un follaje.
Mientras un manual supone una exposición sistemática y didáctica, que hace más hincapié en el trazo grueso que en el detalle, la figura del arabesco apunta a un tipo de exposición caracterizada simultáneamente por el detallismo y la fragmentariedad, a partir de las cuales los argumentos se van entrelazando de un modo que intenta acercarse la idea de un “todo artístico”.
Desde este modo de escritura cercano al del ensayo, Bujarin intenta pensar los problemas filosóficos del marxismo rescatando la relación del pensamiento de Marx con la dialéctica de Hegel así como con la filosofía clásica, buscando establecer la diferencia específica del pensamiento marxista con respecto a las demás corrientes. El libro contiene algunas cuestiones que en nuestro contexto pueden parecer curiosas, como el recurso a un “demonio” (utilizado en la literatura y la filosofía pero llamativo en una obra marxista) que intenta llevar al narrador hacia el idealismo o una prolongada polémica con el “solipsismo”, pero de conjunto es una obra que merece ser leída y debatida.
Sería imposible abarcar en pocas líneas el conjunto de temas abordados por Bujarin en Arabescos Filosóficos. Centrándonos en su lectura de la dialéctica, destacaremos que es muy distinta de la expuesta en Teoría del Materialismo Histórico, por varios motivos. Habiendo estudiado en profundidad las obras de Hegel y los Cuadernos Filosóficos de Lenin, Bujarin destaca la importancia del automovimiento como característica del pensamiento dialéctico, critica la dialéctica de Hegel por tener un fin y un final predeterminados de antemano y por terminar siendo un movimiento concebido en términos idealistas, pero partiendo de reivindicar su potencialidad para una comprensión multilateral de la realidad. Subraya la importancia de la práctica como actividad de mediación entre el hombre y la naturaleza, central en la vida social y en la construcción de los conceptos teóricos. Utiliza incluso la idea de “práctica teórica” que sería postulada por Louis Althusser décadas más tarde sin conocer este libro de Bujarin.
Si bien mantiene la idea, característica del marxismo soviético, de la dialéctica como un conjunto de leyes universales del pensamiento, la naturaleza y la sociedad, diferencia claramente estos tres planos a partir de pensar sus características específicas y sus interrelaciones también.
Una discusión particularmente interesante sobre la dialéctica es la distinción que propone Bujarin entre la dialéctica como ciencia y la dialéctica como arte. Sostiene que la dialéctica no es solamente un conjunto de ideas o un método sino también una práctica que se concentra políticamente en los análisis de coyuntura. Trazando un paralelo con la idea de Lenin de la “insurrección como arte”, propone entender la dialéctica como un arte práctico y una práctica material, acorde con la política marxista que es inseparable de ella.
Trágicamente, el libro termina con una reivindicación de Lenin como filósofo, cuya continuidad serían los “grandes planes quinquenales stalinistas”, lo cual no impidió que Stalin lo ejecutara al igual que la mayor parte de la vieja plana mayor del Partido Bolchevique.

Juan Dal Maso
juandalmaso@gmail.com

No hay comentarios.: