Cualquier cosa puede tener “rating”
Basta y sobra con monopolizar los medios para imponer ciertas convicciones y gustos. Mecanicismos al margen. Esa es la herencia ideológica que han amasado los (sedicentes) “genios” del mercado mediático-informativo-publicitario y sus satélites encuestadores obsecuentes. Alguna vez el concepto dominante del “éxito” tuvo fundamentos en la búsqueda (frecuentemente falaz y fallida) de la “excelencia”. Así fuese sólo como entelequia estimulante de fantasías hegemónicas. Alguna vez el “éxito” de la clase dominante, en cantidad y en calidad, forjó requisitos conceptuales, científicos y tecnológicos que validaban cierta competencia y fundamentaban, con alguna seriedad, la vocación burguesa de premiarse entre ellos mismos.
Pero la debacle “moral” de la clase dominante se aceleró con su crisis de sobre-producción y todos sus estándares de “éxito” se desplomaron desde dentro sin tocar las fachadas. Por eso, por ejemplo, siguen otorgándose “Premios Nobel” que se han reducido a estimulantes de mercado para vender libros o resucitar famas de talentos consuetudinariamente ignorados. Por eso no hay mérito científico, artístico o moral que importe cuando se trata de vaciar las bodegas cargadas con bagatelas ideológicas o tecnológicas de temporada. A ese fin se subordinan todas las fuerzas de propaganda mercantil, fabrican “fama”, “prestigio”, “virtudes”… lo que sea necesario para vender y vender lo que le urge a las empresas saturadas de sí, entre sí y contra ellas mismas. Crisis de sobre-producción.
Era de esperarse que los publicistas se convirtieran, también, en mercancía de ellos mismos y se vendieran como “solución” mágica para descongestionar las venas saturadas del mercado. Era de esperarse que inventaran las maneras de convencerse y de convencer a sus jefes, con dispositivos de “medición” para hacer pasar por inobjetables sus “éxitos” de ventas y, de paso, también convertirlos en mercancía. Inventaron que el “rating” es una forma confiable de medir la audiencia y, por lo tanto, el “éxito” de sus municiones ideológicas mediatizadas. Lo exhiben con orgullo, les sirve para discriminar, humillar o denostar todo aquello que a su parecer, o al parecer de sus jefes, no genere “rating”. Y pretenden, así, dar por terminada toda discusión. La dictadura del “rating”.
Por cierto, “rating”, “…anglicismo rating, según el Diccionario panhispánico de dudas (DPD…es innecesario, pues existen las formas hispánicas índice de audiencia o audiencia para referirse ‘al número o porcentaje de personas que siguen un medio de comunicación o un programa en un periodo determinado’. Se recomienda utilizar las voces hispánicas en lugar del anglicismo”. http://www.academia.org.mx/espin/Detalle?id=333
Pero el asunto del “rating” como caballo de Troya del “éxito” (y viceversa) no es un asunto menor en el campo de batalla ideológica que es extensión de la Guerra Económica declarada contra los trabajadores. Con todo lo manipulado, a-científico, antojadizo y mentiroso que son los resultados cotidianos del “rating”. Con todo lo que tiene de “cuentas de vidrio” para hipnotizar empresarios incautos o anunciantes veleidosos, en el corazón del dispositivo ideológico del “rating” está la moraleja de que el “éxito” puede modelarse, y debe modelarse, al antojo de las urgencias mercantiles de un sistema económico que se ahoga en su propio modo de producción y en su modo de imponer relaciones de producción.
Ser “exitoso” se convirtió en un problema aritmético y en un paraíso para el oportunismo de mercado. Es decir para el mercenarismo. Basta y sobra con estudiar en qué actividad es más urgente fabricar “éxito” para aliviar la hipertrofia mercantil del capitalismo y listo. Eso sueñan ellos. “Éxito” asegurado. Si hay mucho malestar social por la inflación, la especulación, la humillación y la represión, por ejemplo, hay que fabricar “exitosos” anestésicos deportivos, faranduleros y noticiosos. Si están quedándose en bodega demasiadas mercancías como electrodomésticos, ropa, automóviles o emprendimientos inmobiliarios…hay que fabricar “exitosos” productos crediticios, exitosos anuncios seductores, exitosas vulgaridades disfrazadas de “chiste”. Y listo, repítase hasta la náusea y será un “éxito” de mercado que mantendrá sedadas las angustias de los empresarios dueños del circo. Y probarán su éxito con muestras de “rating”.
Inyectar confusión, relativizar y mercantilizar el “éxito”, es una forma de violencia psicológica contra los pueblos. Es someter a las personas a valores y parámetros de poder, que jamás podrán ser alcanzados por personas comunes, a menos que acepte convertirse en cómplice de las “reglas”… y de las ventas. Se trata de la imposición cultural de normas que se infiltran en la conducta diaria y que determinan actitudes fundamentales a la hora de tomar decisiones cruciales. No pocos estudiantes eligen, por ejemplo, carreras universitarias, científicas, técnicas o artísticas, basados en un a idea del “éxito” modelada no por las necesidades colectivas, incluso ni por las necesidades individuales sino por las necesidades del mercado. No pocas decisiones diarias se derivan del “éxito” publicitado de ciertas marcas, de ciertas personas o de ciertos conceptos.
Eso implica convertir nuestras vidas en cajas de resonancia consumidoras compulsivas del oropel mediático que nos ha infiltrado su ideología del “éxito” y eso suele ocurrir sin consultarnos, sin considerarnos, sin enterarnos y sin respetarnos. Y con el pretexto de que hay otras cosas más “urgentes”, la mayoría de las fuerzas políticas otorgan ninguna importancia a estos temas y ningunean el calibre de estas ofensivas porque ningunean, o gustan de ignorar, las municiones mediáticas de la Guerra Económica. Y ese ninguneo lo venden con mucho “éxito”… y siguen cobrando sus salarios.
Es necesario estudiar científicamente cada una de las líneas de fuego ideológico que las oligarquías inventan para colonizar y recolonizar permanentemente a los pueblos. Es necesarios que el pueblo trabajador desarrolle anticuerpos para defenderse de las maquinas de guerra ideológica que han inventado, entre otros, los que practican “periodismo de guerra” y con eso violan los derechos sociales fundamentales a la Cultura y a la Comunicación, liberadas de los yugos del mercado neoliberal. Es un delito de lesa humanidad subordinar a los pueblos a los caprichos comerciales de un sector que superpone sus intereses a los intereses de la comunidad. Que ponen el dinero por encima de los seres humanos, que imponen sus mercancías por encima de los valores, que imponen sus mercadotecnia por encima de los solidaridad colectiva y que imponen su idea mercantil del “éxito” como premisa normativa de la vida. Y eso es un verdadero fracaso para la humanidad.
Fernando Buen Abad Domínguez
Instituto de Cultura y Comunicación UNLa
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