jueves, noviembre 02, 2017

Los “decembristas” rusos, ¿antecedente de la Revolución de Octubre?



La iglesia de Chitá hoy convertida en museo

Los “decembristas” fueron los primeros en levantarse contra el zarismo en 1825. ¿Eran revolucionarios? ¿Se puede considerar a este levantamiento de aristócratas como un antecedente a Octubre? Intento de revuelta, exilio, y el sueño de una vida “igualitaria” en Siberia.

El recorrido transiberiano me trajo hasta la ciudad de Chitá, ya adentrada en la Siberia profunda, el lejano oriente ruso. Como tantos otros conglomerados urbanos de esta región del país, fue fundado como lugar de exilio para prisioneros políticos y criminales. Los guerreros cosacos (oriundos del sur ruso, encargados de proteger las fronteras del imperio) fueron los primeros en desembarcar en estos suelos en 1653, que antes habitaban tribus nómadas de origen turco y mongol.
La historia de la ciudad esta marcada por un grupo de exiliados que fueron forzados a una vida en el exilio por sus ideas políticas, incompatibles con el régimen opresivo zarista, que no toleraba ningún tipo de dimisión.
Los “decembristas” eran intelectuales de la aristocracia de San Petersburgo y Moscú y algunos oficiales del ejército, que intentaron forzar cambios en el imperio zarista, para lograr mayores libertades individuales, instaurar una especie de monarquía parlamentaria al estilo europeo y abolir la servidumbre.
En plena etapa de transición entre las dos grandes dinastías zaristas, el 14 de diciembre de 1825 (por eso el mote de “decembristas”), los más radicales se decidieron a dar el zarpazo. Cuando muere el zar Alejandro I sin dejar descendencia, hubo un vacío de poder antes de la asunción de Nicolás I, momento en el que se intentó un levantamiento armado que fue aplastado en pocas horas por las fuerzas imperiales que no dudaron en abrir fuego contra los poco más de 3 mil revoltosos que se agruparon en la Plaza del Senado en San Petersburgo (luego llamada “Plaza decembrista”). No tenían suficiente armamento ni estrategias claras para enfrentarse al zarismo, fue como tirarse a una pileta vacía. Hubo 70 muertos y 500 arrestados; 121 de esos presos políticos fueron sentenciados al exilio en el primer juicio propagandístico de la historia de Rusia.
Tras una larga marcha (en muchos casos a pie y encadenados), con sus esposas –que dejaron su confortable sitio en las altas esferas sociales para acompañar a sus maridos-, llegaron a Chitá en 1828.
Tras pasar los primeros años en prisión, luego vivieron una vida “normal” en sus propias casas. Los que se quedaron en Chitá (otros se dispersaron por otras localidades siberianas) formaron un “Artel”, un grupo de trabajo de tipo cooperativista, al que se sumaron muchos pobladores locales. Más allá de la marcha forzada al exilio, fueron los primeros “nobles” que estuvieron dispuestos a dejar atrás la sociedad clasista y vivir en condiciones igualitarias con los campesinos, a quienes veían como los más fieles representantes del “alma rusa”.
Al líder de un grupo de decembristas que fueron enviados a trabajar en las minas cerca de Irkutsk, Sergei Volkonsky, lo llamaban “el príncipe campesino” ya que pretendía vivir como un trabajador más, pero los habitantes de estas zonas rurales lo seguían viendo como alguien que pertenecía a otra clase, sin desmerecer -o más bien enalteciendo- sus esfuerzos para el desarrollo de la economía y la cultura local.
En estos remotos suelos, los decembristas, que perdieron todos sus títulos, tierras y siervos, pudieron poner en práctica sus sueños y esperanzas de una sociedad democrática junto a los campesinos, aquellos a quienes veían como los verdaderos héroes de la guerra de 1812 contra las tropas de Napoleón. Hasta comenzaron a hablar en ruso, dejando atrás el francés, idioma con el que se formaba a los nobles petersburgueses.
La iglesia de madera “Arcángel Mijaíl (o Miguel)”, construida en 1776 (es el único edificio del siglo XVIII que aún queda en pie en Chitá), fue el lugar de reunión de los decembristas, y donde varios de ellos se casaron. Hoy es un museo donde se exponen sus pertenencias, entre las que se destacan sus libros sobre filosofía griega y sobre historia política de los imperios de Asia.
Los decembristas eran cristianos ortodoxos como la mayoría de los rusos. Aspiraban a una iglesia que lo abarcase todo en la tierra, que sea universal, la base del “socialismo ruso”. “No es la Iglesia la que se convierte en Estado, fíjese bien. Esto es el sueño romano, la tercera tentación del demonio. Por el contrario, es el Estado el que se convierte en Iglesia, el que se eleva hasta ella y llega a ser una Iglesia sobre todo el mundo. Esto es diametralmente opuesto a Roma, al ultramontanismo (…); esto es la misión sublime reservada a la ortodoxia en el mundo entero. Esta estrella empezará a resplandecer en Oriente”, decía uno de los personajes de Dostoievski en su obra “Los Hermanos Karamazov”, expresando la idea central, entre mística y mesiánica, que atrajo a muchos intelectuales que buscaron la fe hasta sus últimos días.
No creían en las autoridades eclesiásticas, eran “anarquistas” de la religión, pero creyentes convencidos. Muchos escritores del siglo XIX adhirieron a estos grupos de “Viejos creyentes” (Tolstoi, Gogol, el mencionado Dostoievski), que se alejaban de la Iglesia emparentada con el zarismo y sus representantes, los sacerdotes, que eran vistos como comerciantes religiosos al servicio del Estado. Fue cuando apareció la figura de los “Starets”, patriarcas de monasterios que practicaban el culto a la pobreza y al sufrimiento pasivo, y recibían a miles de peregrinos a quienes aconsejaban para encontrar su camino en el mundo de la espiritualidad.
Entre estas creencias extra terrenales, una vida rural e “igualitaria”, sus conocimientos artísticos que diseminaron por un mundo totalmente ajeno a estos encantos reservados a la aristocracia, los decembristas y sus esposas terminaron sus vidas en Siberia, y fueron la inspiración del movimiento populista (en ruso: “Naródniki”) surgido entre 1860 y 1870 (la denominación populista viene de la expresión en ruso: “yendo hacia el pueblo”).
Uno de los libros insignia de estos grupos de intelectuales que también buscaron acercarse al campesinado (figura idealizada en la que veían “libertad” y “socialismo natural”, como dice el historiador Orlando Figes), fue ¿Qué hacer?, publicado en 1863 por Nikolai Chernyshevski, que el propio Lenin leyó. Los “populistas” iban a sufrir un duro revés de la realidad cuando se acercaron al campesinado, allí no encontraron a los personajes con los que habían soñado, pero esa es otra historia.
Es apresurado aseverar que porque Lenin haya leído este libro, la ideología “decembrista”-populista rusa influyó en la construcción de su ideología de base marxista. Sin embargo, es indudable que las ideas igualitarias, democráticas, de una sociedad sin clases, ya estaban presentes en Rusia varias décadas antes del triunfo de la Revolución proletaria más extraordinaria de la historia que tuvo su en Octubre de 1917.

Ignacio Incardona
@PanoramaNegro

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