Hace menos de dos meses, el 5 de mayo de 2018, celebraría sus 200 años de viaje intelectual. Carlos Marx es, sin ningún género de duda, uno de los personajes más influyentes de nuestra historia reciente. Para bien y para mal. Para quienes asumimos la teoría de Marx aplicando los necesarios filtros téoricos para actualizar su pensamiento, la fecha merecería mayor relieve y mayor presencia. Aun más, si cabe, si pensamos que incluso sus detractores usan su bagaje terminológico y conceptual. Mientras, los que se proclaman sus partidarios y tienen alguna responsabilidad, en no pocas ocasiones, obran como meros adeptos o como aduladores sin haber leído ninguna de sus principales obras, sin haber actuado conforme al método dialéctico. Incluso sin mantener la más mínima coherencia programática cuando les toca ejercer el cargo y, por momentos, actuando conforme a los patrones del capital más puro y duro. Y con pleno convencimiento, Carlos Marx criticaría no solo todas estas actitudes, sino que rechazaría la imposición de dogmas emocionales, irracionales y no argumentados.
Frente a quienes refutan sus tesis pensando que desacertó en sus análisis del funcionamiento del sistema capitalista, aplicamos el pensamento crítico para aprovecharnos de sus aciertos y emendar sus errores. Se trata de actualizar, no de ser revisionistas y caer en el histrionismo teórico y metodológico propio de las mentes liquidacionistas que adornan a los idólatras de derechas y de izquierdas del posmodernismo.
Marx introdujo en las páginas del discurso filosófico, económico y político un aparataje conceptual que llega hasta nosotros: acumulación, alienación, contradicciones del capital, explotación, fetiche, lucha de clases, materialismo histórico, medios de producción, plusvalía, proletariado, subsunción, valor de uso / valor de cambio, y un largo etcétera. Conceptos que poseen, en su misma enunciación, una poderosa fuerza de evocación que nos lleva de la tesis a la praxis y que obliga a quien participe del método dialéctico a no dejarse arrastrar por los dogmas de ningún tipo. En todo caso, como nos dijo un buen maestro, 'el saber está escrito, solo hay que leer y reflexionar'. Y esto, hoy, cuando se vive bajo la nube neoliberal de la digitalización, cuando todo se reduce a la inmediatez y a la explosión actitudinal, es algo que está lejos de poder ser una realidad. Por eso, uno de los aprendizajes más importantes que extraemos de la lectura de Marx es la necesidad de mantener la coherencia entre tesis y praxis, y no engañar sobre los posibles y los imposibles de cualquiera acción política.
Por mucho que se piense que Marx se equivocó, lo cierto es que las primeras conclusiones de El Capital, cuyo primer volumen se publica en 1867, o las reflexiones más contundentes de El Manifiesto comunista, elaborado conjuntamente con Federico Engels en 1848, y que cumple 170 anos, una vez confrontadas con la realidad que vive la clase trabajadora hoy, conduce a minimizar la supuesta falta de acierto que se le atribuye.
Son muchas y variadas las demostraciones: la continua formación y variabilidad del sujeto-precariado, la accelerada y constante degradación de los derechos laborales y salariales, la acumulación por desposesión que describe magistralmente David Harvey, el incremento de la jornada laboral, las estrategias de flexibilidad laboral que extienden el horario y el lugar de trabajo ahí donde toma cuerpo la subjetividad de la clase trabajadora, esto es, en los propios hogares o demás espacios que antes permanecían fuera de la producción de plusvalía.
Todo esto, en primera instancia, nos obliga a releer la obra de Marx con ojos críticos, tal y como proceden los italianos Federico Chicchi, Emanuele Lombardi y Stefani Lucarelli, que introducen la noción de imprinting para designar la generación de plusvalía con el trabajo denominado gratuito y complementar así la noción de explotación que introducía Marx a través de la subsunción.
En efecto, resulta de la máxima importancia incorporar la extracción de valor y la generación de plusvalía que el capitalismo hace en el ámbito de las subjetividades para entender por qué el capitalismo es hegemónico y domina todos los aspectos de la vida del ser humano. Los autores italianos aciertan cuando afirman que "la subjectividad es hoy influenciada a producirse y reproducirse como una empresa que debe actuar continuamente -so pena de quiebra- en la sociedad-mercado de forma competitiva y performativa" (p. 32). Así, toda la riqueza social del ámbito reproductivo se transforma en valor de cambio. Es el ámbito del trabajo vivo no remunerado, el que se manifiesta fuera del espacio productivo y asalariado, en definitiva, el trabajo gratuito. Un trabajo que asume diferentes facetas: desde el trabajo doméstico hasta el trabajo voluntario, pasando por las plataformas de economía supuestamente colaborativa. Un trabajo que vive submergido en dinámicas complejas de miedo y supuesta liberdad actuante.
El desplazamiento del tiempo-espacio de trabajo al tiempo-espacio de no-trabajo es practicado tanto por los adeptos al sistema como por aquellos que dicen ser antisistema. En este último caso, en demasiadas ocasiones, de forma ilógica. Por poner un ejemplo que consideramos paradigmático: cuando estamos delante de una pantalla de forma no creativa, sino para formalizar / entregar un trabajo o para alojar contenidos en redes sociales fuera del horario oficial reconocido estamos entregando nuestro tiempo y riqueza social al capital que lo convierte en plusvalor. Se favorece de esta manera la acumulación. No podemos olvidar que detrás de teléfónica, de internet, y de todas las redes sociales fluye de forma pura el capitalismo cognitivo, bien alimentado por la publicidad. La flexibilidad introduce al hogar dentro de la lógica del mercado capitalista. Por eso, las normas recientes del capitalismo procuran vender que el trabajo desde las casas es beneficioso para las personas cuando es todo lo contrario. Solo es beneficioso para el capitalismo. La relación social que se establece entre un sujeto y una plataforma de economía supuestamente colaborativa es una relación dominada por la filosofía competitiva del mercado capitalista. Por eso, además de no mentirnos a nosotros mismos sobre el alcance de las relaciones digitales, pensamos que una reivindicación de izquierdas real sería no renunciar a las conquistas del pasado y no perder los límites de la jornada laboral ni su espacio, tal y como fueron definidas en la relación contractual, de existir esta. En el fondo, tiene mucho que ver con la reciente demanda de Jorge Moruno, cuando afirma que toda revolución debe aspirar a una reordenación y reparto del tiempo de vida.
Estas circunstancias, que demuestran la penetración del imaginario capitalista, conducen a los autores italianos a complementar la subsunción de Marx (en donde se pacta entregar el trabajo al capital a cambio de un salario) con el imprinting, y disuelven así el límite que introduce el salario entre trabajo y no-trabajo, o productivo y reproductivo. En efecto, no es exagerado afirmar que hoy en día todo es espacio generador de plusvalor para el capital. Este aspecto es más importante de lo que parece: si leemos bien la sociedad actual y su relación con el capitalismo tecnológico y financiero, también llamado cognitivo, percibiremos que debemos superar las visiones individualizantes y sectoriales, que segregan los intereses de clase en nichos laborales, y unificar las demandas en una única gran lucha de clases para procurar la emancipación. Sin duda, es una difícil utopía a construir, pero sin utopía no es posible la transformación. Una transformación que debe entender las contradicciónes del capital y aprovechar las lineas de fuga y resistencias existentes para ir hegemonizando un nuevo modo de vida alternativo, diferente y más justo. Mas, para esto, es preciso cambiar primero las formas que permiten la expansión del modo de vida capitalista en los diferentes parámetros culturales que convierten a los hogares en nichos de trabajo gratuito.
O también, para actualizar el pensamiento de Marx, debemos introducir los aciertos de la crítica feminista, que profundiza en el concepto de lucha de clases al mismo tiempo que proporciona al pensamiento de Marx el acertado bagaje de la crítica feminista. A este respecto, resulta muy sugerente el trabajo crítico y reflexivo de Silvia Federici sobre la dependencia con respecto a la institución salario. En el fondo, cuando Federici pide un salario para el trabajo no remunerado de los hogares, nos conduce al imprinting, al espacio reproductivo en donde se produce la extracción de plusvalía para el capital procedente del trabajo gratuito originado principalmente por mujeres: reivindica que finalice el patriarcado do salario. No obstante, la contradicción que asume la autora es que, para hacerlo, hay que emplear la misma herramienta que disciplina a toda la clase trabajadora, el salario. La estudiosa italiana señala así que no existe ámbito de la vida humana que escape a las normas básicas do capitalismo. Pierde relevancia y fuerza la visión de Marx sobre los supuestos beneficios de la industrialización en el avance de la liberación del ser humano. El capitalismo ya no es tan solo una etapa en el progreso histórico, es el modo de vida en el cual nos reproducimos.
En definitiva, cando se manifiesta la clase trabajadora, debería tener muy en cuenta las enseñanzas más provechosas de Marx. Y deberían considerar que no existe discusión que sea estéril si conduce a superar departamentos estancos. Debates que deben ir más allá de los simples edulcoramientos del pensamiento correcto que solo llevan a una atrofia epistemológica y a la parálisis actitudinal. Un Marx actualizado nos proporciona el bagaje teórico y conceptual para que no seamos incongruentes e incoherentes con nuestra praxis. El debate nos debería permitir el establecimiento de los posibles mecanismos de resistencia que deben erosionar al capital, al mismo tiempo que mejoran las condiciones de vida de las personas en el camino que debería conducirnos al socialismo. Marx nos enseñó que la historia de la Humanidad es un proceso de lucha de clases para emanciparse y liberarse de la explotación. Cuando, el 5 de mayo de 2018, celebramos esos 200 años del nacimiento de Marx, nos dimos cuenta, viendo la realidad que vivimos, que aun nos queda todo por hacer.
Xabier Ron
Praza Pública
Referencias bibliográficas:
Chicchi, Federico / Leonardi, Emanuelle / Lucarelli, Stefano (2018), Más allá del salario. Lógicas de la explotación, Madrid: Enclave de libros.
Federici, Silvia (2018), El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo, Madrid: Traficantes de sueños.
Harvey, David (2014), Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, Quito / Madrid: IAEN / Traficantes de Sueños.
Moruno, Jorge (2018), No tengo tiempo. Geografías de la precariedad, Madrid: Akal.
Este artículo es una versión ampliada del texto ya publicado en el diario digital gallego: Praza pública con motivo del 1º de mayo de 2018 y del 5 de mayo, fecha que señala el 200 aniversario de Carlos Marx
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