jueves, julio 05, 2018

El Partido Comunista Chino 1921-1925



M.N. Roy y Lenin

Primera parte: Táctica y Estrategia

Introducción

En artículos anteriores, se intentó mostrar cómo ingresó el socialismo en China, como se desarrolló el feminismo en el país y como aparecieron los primeros marxistas. En 1921, un grupo de cincuenta militantes, en general estudiantes o docentes universitarios, fundaron el Partido Comunista Chino. La mayoría había tenido como experiencia previa grupos de estudio, o en el caso de militantes que iban a jugar un rol importante como Zhou Enlai, eran estudiantes en el extranjero. Unos pocos provenían de familias campesinas, como Mao Zedong.
Un primer problema que se les planteaba a este primer grupo, es que no existía un gran consenso sobre cuáles eran exactamente los objetivos y las tareas que debían plantearse los comunistas. ¿Debían intentar tomar el poder en una sociedad campesina, en la que los obreros eran una minoría numérica absoluta? ¿Debían aliarse con alguna facción burguesa y acompañarla para que esta lleve a cabo las tareas democráticas? ¿Qué condiciones debía tener esta posible alianza con la burguesía? ¿Qué rol debía jugar Comintern y cómo debían aplicarse las políticas de sus congresos en el país?
Estas cuestiones se analizarán en la primer parte de este artículo, que tiene como objeto las cuestiones tácticas y estratégicas que se debatieron en los Congresos II (1920) y IV (1922) de la III Internacional en relación al continente asiático y China.
En la segunda parte del artículo, en cambio, se analizará la recepción de estos debates en China y su aplicación. Esto llevará a un análisis de la situación del país y de las principales fuerzas que se debatían el control del mismo. En particular, se buscará reponer los debates que se dieron en torno a la alianza con el Kuomintang, que fue la medida central que se discutió en el período.

Marx y Asia

No es posible encontrar en Marx un estudio sistemático de China, aunque hay ciertos elementos que permiten suponer sus posibles caracterizaciones sobre el tema. En general, se ha hablado de la China imperial como un caso de Despotismo Oriental, del Modo de Producción Asiático o un país Feudal (interpretación esta última utilizada en algunos momentos por el Partido Comunista Chino). Es discutible, sin embargo, si estas extrapolaciones son válidas (en tanto pueden integrarse al pensamiento general de Marx), y hasta qué punto la utilización de comentarios dispersos puede llevar a una teoría que represente verdaderamente las opiniones posibles de Marx y que, al mismo tiempo, sea útil para analizar la historia del país asiático.
Pero si no es posible encontrar un análisis profundo de China en su obra, si resultan más relevantes para el tema en cuestión los momentos en los que Marx y Engels se preguntan qué importancia estratégica podría tener una revolución nacional en China (en particular los efectos que podría tener sobre Inglaterra). Reflexionando sobre la rebelión de los Taiping (太平天国运动), por ejemplo, Marx planteaba lo siguiente: “Puede parecer extraña y paradójica la afirmación de que la próxima sublevación popular en Europa y su posterior evolución en pos de la libertad republicana y la economía de gobierno tal vez dependa más de lo que sucede en el Imperio Celeste- en las antípodas de Europa- que de cualquier otra cuestión política”.
Con las salvedades hechas anteriormente sobre tomar expresiones aisladas y sistematizarlas, es posible ver en este tipo de artículos una búsqueda o un bosquejo de una posible importancia estratégica de China. Si para Marx, como afirman Stuar R. Schram y Hélène Carrère D’Encausse en Marxism and Asia (Penguin) el “centro de gravedad” de la estrategia global se encontraba claramente en Occidente, existía sin embargo una idea de que ante la ausencia de movimientos revolucionarios en Europa y Estados Unidos era posible que la chispa de la Revolución tuviese su origen en Asia. A su vez, existen en los análisis de Marx sobre China señales de lo que va a ser su postura respecto al imperialismo, que tuvo un importante cambio entre la época del Manifiesto Comunista y los artículos en los que se analiza la suerte del país asiático, en el que la política inglesa se caracteriza como una forma de piratería (lo que sin embargo no implica que, como comenta Engels en un artículo periodístico, la política colonialista no hubiese abierto la posibilidad de transformaciones de fondo en China).
Pero todos estos elementos aislados, por más exceso interpretativo que se intente aplicar, solo pueden a lo sumo servir para justificar la importancia estratégica de buscar la revolución en China. Lo que no proporcionan, sin embargo, es una guía sobre cuál es la forma que debería tomar esa revolución, y qué rol debían jugar los comunistas en la misma (en tiempos de Marx ni siquiera existían socialistas en China, por lo que el problema mal podría haberse planteado).
En el siglo XX, en cambio, la cuestión empezaría a tomar una forma más concreta, dado que existía efectivamente un Partido Comunista Chino, y la situación de desmoronamiento del Imperio Chino había dejado abiertas varias posibilidades de desarrollo revolucionario. Los debates entre Lenin, M.N. Roy, que se dieron centralmente en dos congresos de la III Internacional, serán fundamentales para comprender cuáles eran las posibles estrategias que barajaban los socialistas en ese momento.

El II Congreso

El primer Congreso de la III Internacional Comunista no se preocupó demasiado por la cuestión asiática. La Guerra Civil en la Unión Soviética, la posibilidad de intervención de las potencias extranjeras, y la posibilidad de una revolución en Alemania fueron los grandes temas de ese momento. Esto, sumado a la ausencia de representantes de países asiáticos, debido al bloqueo que sufría el país que dificultaba el ingreso de extranjeros, hizo que no hubiese un debate extenso sobre la cuestión.
El segundo Congreso, celebrado en 1920, iba en cambio a ser el escenario de los primeros debates sobre la estrategia asiática. En general se considera que se presentaron tres posturas en la discusión. De acuerdo a la clasificación de Carrère y Schram, se tendría por un lado a la postura eurocéntrica, representada por el italiano Serrati, la asiacéntrica, del indio M.N. Roy, y una postura intermedia, que sería la de Lenin.
Roy, que había sido uno de los fundadores del Partido Comunista Mexicano y del Partido Comunista Indio, era un militante con una larga experiencia en los procesos de resistencia en India. Formado en el nacionalismo, debido a la influencia de la Revolución Rusa Roy había dado un giro a la izquierda. Este cambio de posición sería de corta duración, dado que a partir de 1924 se convirtió en uno de los defensores de las políticas de Stalin en China e India, para después rechazar el marxismo y regresar sus orígenes nacionalistas.
En 1920, sin embargo, su posición consistía en afirmar, de acuerdo a las minutas de la reunión de la comisión sobre la cuestión nacional y colonial, que “el destino del movimiento revolucionario en Europa depende enteramente en el curso de la revolución en el Este… El capitalismo mundial toma sus principales recursos e ingresos de las colonias, principalmente las de Asia. En el peor caso, los capitalistas europeos pueden darle a los trabajadores toda la plusvalía que les corresponde y de esa forma ganarlos para su lado, asesinando en el proceso sus aspiraciones revolucionarias. Y esos mismos capitalistas continuarían oprimiendo Asia, con la ayuda del proletariado”. Al mismo tiempo, consideraba que los comunistas no debían aliarse con otros partidos, dado que la burguesía en los países coloniales y semicoloniales no era revolucionaria sino cómplice en la opresión. Para Lenin, en ambas cuestiones Roy era demasiado extremo. De acuerdo a su perspectiva, era posible en ciertos casos “apoyar al movimiento democrático-burgués sin fundirse con él”. (Vestnik Vtorogo Kongressa
Kommunistcheskogo Internatsionala no1 27 July 1920, pp. 1-2)
La discusión entre ambos tenía dos aristas. Por un lado, respecto al “centro de gravedad” de la revolución, Roy afirmaba de forma tajante que no era posible la revolución en Europa, algo con lo que Lenin no estaba de acuerdo. Otro elemento del problema es si los partidos comunistas debían tener una política de alianzas con elementos burgueses, y en caso de que esta respuesta fuese afirmativa, en qué casos y de qué formas.
La discusión no fue completamente saldada en la comisión, que sin embargo formuló varias tesis sobre los puntos en los que hubo acuerdo. En su forma final, la tesis 11, que era la que se explayaba sobre el tema, afirmaba que “los partidos comunistas debían dar asistencia práctica a los movimientos revolucionarios de liberación en los países atrasados”, la lucha contra el “imperialismo japonés y el imperialismo turco”, la “necesidad particular de dar un apoyo especial a los movimientos campesinos”, la necesidad de mantener siempre la independencia de clase y no “fundirse con los movimientos burgueses”. Una importante diferencia con la posición original de Lenin fue el cambio de “democrático-burgués” a “movimientos revolucionarios de liberación”, que recogía el punto de Roy de que en varios casos, la burguesía local si bien pretendía presentarse como revolucionaria en realidad era servil a los intereses imperialistas. Esto, para Lenin, se había “probado irrefutablemente” en la discusión en la comisión, como afirmó en su informe sobre la misma.

Serrati y Maring

Serrati, por su parte, no había pronunciado palabra en los debates en la comisión, y es al momento de dar el informe que presenta su disenso. Para él, “la liberación genuina de los pueblos oprimidos sólo puede ser conseguido por una revolución proletaria y por el Régimen Soviético, y no por una alianza temporal y accidental entre los partidos comunistas y partidos burgueses que se dice son revolucionarios.
Tales alianzas, por el contrario, solo pueden llevar a la debilitación de la conciencia de clase del proletariado, más aún en países en los que no hay casi costumbre de lucha contra el capitalismo”. (The Second Congress of the Communist International. Proceedings…, Moscow, Publishing Office of the Communist International, 1920) Su disputa con las posiciones de Lenin y Roy era estratégica, en tanto que negaba toda importancia a la Revolución en Asia.
Una mención especial merece el militante holandés Maring, dada su futura importancia para la situación china. Fue su intervención en el Congreso la que le dio la oportunidad de poder ser enviado a China con el fin de desarrollar un Partido Revolucionario, de acuerdo a los comentarios que le realizó a Harold Isaacs en una entrevista (Isaacs, Documents on the Comintern and the Chinese Revolution). Su experiencia en Indonesia (en ese momento colonia holandesa) había consistido en la formación de la Asociación Socialdemócrata de las Indias, predecesora del Partido Comunista de Indonesia. Con especial fortaleza entre los marineros, la Asociación había logrado una alianza con el grupo nacionalista islámico Sarekat, algo que se había presentado como un ejemplo a seguir en el Congreso. Su posición era que no veía “diferencia alguna entre las tesis del camarada Lenin y las del camarada Roy. Su significado es el mismo. La diferencia solo se encuentra en buscar la actitud correcta respecto a las relaciones entre los movimientos nacionales revolucionarios y los movimientos socialistas en los países atrasados y en las colonias. En la práctica, esta dificultad no existe. Es innegable la necesidad de colaborar con los elementos revolucionarios nacionales, y estamos esquivando la mitad de nuestras tareas si rechazamos este accionar, si actuamos como marxistas doctrinarios”. (The Second Congress of the Communist International. Proceedings…, op. cit.)

El IV Congreso y las Tesis de Oriente

El III Congreso de la III Internacional, de 1921, no tuvo grandes discusiones sobre la cuestión de Asia. Recién en el IV, en 1922, se retomarán las discusiones que se habían dado dos años antes.
En ese pequeño período de tiempo, M.N. Roy había logrado enriquecer sus posiciones, logrando en su exposición en el Congreso una mayor claridad. Su primer comentario será contra la idea de que era posible una sola táctica para todos los países de Asia. En cambio, va a proponer una distinción entre tres categorías: “los países en los que el capitalismo ha conseguido un gran nivel de desarrollo”, algo que incluía “no solo la importación de capital de los grandes centros capitalistas… sino que (también) el capitalismo local había llegado a su madurez”. Esto había derivado en la aparición de una “burguesía con un gran desarrollo de su conciencia de clase”. En segundo lugar, países en los cuales “el desarrollo capitalista ha comenzado, pero sigue aún a un bajo nivel”. Y por último un tercer nivel, en el que todavía dominaban las “relaciones primitivas”.
De acuerdo a esta clasificación en el primer caso, no era posible una alianza con la burguesía, dado que la misma seguía a la burguesía internacional, por lo que su objetivo era la modernización pero no la revolución nacional. En el caso de un nivel intermedio, una alianza era quizás posible pero de breve duración. Y en el tercer caso, no había burguesía nacional, por lo que la táctica de alianzas no era posible de aplicar. La conclusión, entonces, era que “el movimiento nacional revolucionario… no puede alcanzar la victoria bajo el liderazgo de la burguesía”. Esto, que implicaba un cambio importante respecto de las tesis que se habían presentado en el II Congreso fue lo que terminó expresándose en las conclusiones del debate, conocidas como “Tesis de Oriente”.
En las mismas, se afirma que “las clases gobernantes de los pueblos coloniales y semicoloniales son incapaces de liderar la lucha contra el imperialismo en tanto esta lucha tome la forma de un movimiento revolucionario de masas”. Como afirma Juan Dal Maso en "La lucha antimperialista, la tradición marxista y la teoría de la revolución permanente" , “Si bien las “Tesis” planteaban la incapacidad de las burguesías nativas de llevar esa lucha hasta el final, no desarrollaban completamente las conclusiones que se desprenden de esa premisa, en el sentido de que no postulaban claramente a la clase obrera como clase dirigente de esas tareas y no señalaban la mecánica que podía establecerse, partiendo de este hecho, entre las tareas nacionales y la revolución proletaria.
Por eso, las “Tesis de Oriente”, postulaban “el frente único antiimperialista”, como bloque de todas las clases opuestas al imperialismo, incluyendo acuerdos coyunturales con las corrientes burguesas, resguardando la independencia política de los comunistas dentro de ese frente único, pero dando por un hecho la debilidad de la clase obrera para constituirse en caudillo de las tareas nacionales y por ende, cuestionar a su vez la propiedad privada, entrelazando las tareas burguesas con tareas propias de la lucha de la clase obrera contra la burguesía “nacional”. El texto de Dal Maso es muy recomendable como complemento de este, dado que en él se desarrolla la postura de Trotsky, que iba a jugar importante en las discusiones sobre la cuestión china.
En lo que respecta a la situación China en particular, A Concise History of the CPC, documento oficial del PCCh sobre su historia, afirma que el Partido envió representantes a los Congresos de la III Internacional por primera vez ese año, y la conclusión que estos se llevaron fue que las tareas de la revolución en China eran “liberar al país de la opresión extranjera y liberarse de los gobiernos militares” y en segundo lugar establecer una república democrática.
Pero quizás es más recordada la intervención de Radek respecto al PCCh, en el que criticaba al mismo por afirmar que se habían establecido en todo China, cuando en realidad en Guangzhou (Cantón) y en Shanghai no tenían grandes contactos con las masas trabajadoras. De acuerdo a su visión “Muchos se encerraban en sus habitaciones a estudiar a Marx y a Lenin como antes estudiaban a Confucio”. Cerraba esta descripción con un consejo “Camaradas, ustedes deben entender que en China ni la cuestión del triunfo del socialismo, ni la del establecimiento de una Republica Soviética se encuentran a la orden del día. Desafortunadamente, aún la cuestión de la unidad nacional, de una república única nacional no se encuentra a la orden del día”.
Si bien el comentario de Confucio fue quizás el más hiriente para los militantes chinos, el segundo era aún más duro, dado que cuestionaba la misma razón de ser de un Partido Comunista en China, acercándose así a la postura de Serrati.

Algunas conclusiones

Los debates de la III Internacional sobre la cuestión de Asia representaron un gran avance respecto a los debates sobre colonialismo en la Segunda Internacional. En los mismos habían existido defensas del imperialismo (y hasta propuestas de un socialismo colonialista). Sin embargo, las conclusiones de estos nuevos debates también mostraron ciertas limitaciones. Esto no fue solo una consecuencia de las decisiones teóricas, las consignas, las tesis, que se adoptaron (aunque estas limitaciones existieron).
El problema estuvo también en que en su aplicación estas ideas se adoptaron, al menos en el caso de China, como obligaciones y no como tácticas posibles. Esto no se verá solo en particular con el caso de la alianza con el Kuomintang, sino también en la menos conocida alianza con el Señor de la Guerra Wu Peifu, que llevó a la primera masacre de trabajadores chinos. Estas dos decisiones, que terminaron en sendas derrotas de los trabajadores, son motivo de fuerte controversia y acusaciones cruzadas. En el análisis a realizar en la próxima parte de este artículo, entonces, se intentarán presentar distintas perspectivas de varios participantes de estos eventos, para dejar una imagen más completa de las discusiones de esos años.

El Partido Comunista Chino 1921-1925 (II)

Señores de la Guerra. Los primeros pasos de la organización del partido. Las alianzas con Wu Peifu y el Kuomintang.

Los Señores de la Guerra

Poco quedaba en la segunda década del siglo XX de la vieja China. La caída de la dinastía Qing en 1911, y la derrota del intento de revivir el Imperio de Yuan Shikai (袁世凱) en 1916 habían dejado un país sin ningún tipo de poder central. El territorio chino se había dividido en pequeños feudos, controlados por Señores de la Guerra (Junfa, 军阀).
Cada uno de estos Junfa controlaba una o más provincias chinas, imponiendo un gobierno autocrático que se mantenía gracias a los ejércitos locales. En muchos casos, los distintos Junfa formaban alianzas con otros, conformado camarillas que controlaban regiones, y se enfrentaban con otras camarillas y entre sí. La guerra y la muerte eran presencias constantes en el país.
Esto no era menor. Es por ejemplo notable la cantidad de referencias al sacrificio, la muerte y la sangre en los textos de los revolucionarios de la época. Ser revolucionario y morir por la revolución parecían, en cierto sentido, la misma cosa.
La situación económica, por su parte, era de grandes desbalances económicos. En algunas regiones, no había comida para la población, mientras que en otras el tráfico de opio (que era vendido por los británicos a los Junfa) constituía la principal actividad económica. Solo en las zonas costeras, que se encontraban bajo el dominio parcial de las potencias europeas y Japón, se conservaba cierto nivel de normalidad, que permitía un incipiente desarrollo de la industria. De acuerdo a fuentes oficiales del Partido Comunista, entre 1914 y 1921 se creaban en promedio 63 fábricas por año, lo que da cuenta de un crecimiento exponencial. En 1919, los trabajadores fabriles rondaban los 2 millones (en un país de 400 millones de habitantes).

Antecedentes históricos y teóricos

Para entender el rol de los Junfa en la historia de la época es necesario conocer su origen. Este se puede encontrar en las modificaciones que había sufrido el ejército en la dinastía Qing, sobre todo en el período de la Rebelión Taiping (太平天國之亂), que tuvo lugar entre 1850 y 1864. En esa época, en la que el poder imperial enfrentaba levantamientos en muchas provincias, se le dio permiso a las mismas para crear ejércitos regionales. Un elemento distintivo de estas organizaciones es que no respondían directamente al poder central, lo que les daba gran autonomía. Una vez caído el imperio, era natural que los generales de estos ejércitos regionales tomaran el poder en sus respectivas provincias.
Pero además es necesario notar, que el fenómeno de los Señores de la Guerra en cierto sentido no era nuevo en China. Los períodos de los Reinos Combatientes (zhanguo shidai, 戰國時代), de 475 a 221 aC y de los Tres Reinos (sanguo shidai, 三国時代) de 184 a 280dC, por ejemplo, fueron también situaciones de guerras entre partes de China, con situaciones militares cambiantes, alianzas que se desarmaban rápidamente, estratagemas y engaños. No por nada, el primero de estos períodos inspiró dos de los tratados de la guerra más conocidos de China: El Arte de la Guerra de Sunzi (孫子兵法) y El Arte de la Guerra de Sunbi (孫臏兵法). El segundo de ellos dio lugar al Romance de los Tres Reinos (三國演義), una de las cuatro novelas clásicas (四大名著), que contiene largas discusiones sobre estrategia militar y política.
Estas tres obras, fundamentales para la teoría política china, muestran hasta qué punto la idea de unidad del imperio era importante dentro de la cultura. El caos (luan, 乱) que provocaba la desintegración del país, era según estos textos el máximo peligro a evitar, una situación en la que la moral y los principios deben dejarse de lado. En una típica escena del Romance, por ejemplo, un consejero le indica al Rey: “La fuerza militar solo es lo más importante en tiempos de caos. Si uno se adhiere tozudamente a los principios eternos nunca va a avanzar. Es necesario tener una visión práctica: anexar al débil y atacar al equivocado, aplastar al agresor y defender a los que obedecen las leyes”.

El Kuomintang

En la época moderna, uno de los primeros en adoptar este consejo fue Sun Yat-Sen. En 1920, con 54 años, llevaba ya varios períodos de exilio y muchas derrotas a cuestas. Su convicción revolucionaria, sin embargo, se mantenía. Y ante condiciones cada vez más adversas, se decide a fundar un nuevo Kuomintang (KMT) que, lejos del espíritu republicano, va a adoptar una forma decididamente militar para buscar la unificación de China mediante la fuerza. En la primera mitad de la década de los 20s, sin embargo, el Kuomintang sólo controlaba a duras penas el sudeste chino (en particular la provincia de Guangdong). A pesar de esto, su voluntad de unificar al país lo distinguía del resto de los Junfa, que se encontraban más preocupados por cuidar el espacio propio.
El Partido, que siempre había reclutado sus miembros de la burguesía y la pequeño burguesía (en particular funcionarios públicos), empezaba a encontrarse con que la guerra civil tenía un alto costo humano. La preparación de la Expedición al Norte (國民革命軍北伐), un plan militar que incluía la conquista de Beijing, hacía crecer la necesidad de ampliar sus filas y empezar a incorporar a las masas populares, abandonando el sistema de mercenarios que era característico del momento.

El Partido Comunista Chino

Para el Partido Comunista Chino (PCCh), en cambio, la situación que se vivía en esos años planteaba la necesidad de pensar una estrategia que permitiera el crecimiento de la organización, que al momento de la fundación del partido contaba con muy pocos militantes, todos intelectuales. Este objetivo era ya de por sí difícil, dado que los Señores de la Guerra se oponían casi de forma unánime a las actividades comunistas, por lo que las tareas organizativas se llevaban a cabo en la clandestinidad.
De acuerdo A concise history of the CPC, en 1921, al momento de su fundación, el partido contaba con 50 miembros. En 1922, eran 195, y de ellos 21 eran obreros. Desde un principio, el PCCh, que tenía a Chen Duxiu como Secretario, buscó acercarse a la clase obrera, usando como tácticas centrales los periódicos y un sistema de escuelas para trabajadores. En algunos casos, se utilizó también la proletarización. Un ejemplo de esta última es el caso de Yu Xiusong (俞秀松), militante que “cambió su nombre y sus ropas para empezar a trabajar en una acerera”, y de esa forma poder entrar en contacto con los trabajadores. Varios años después, Yu sería asesinado en la Unión Soviética bajo la acusación de ser trotskista.
Como afirma Maurice Meisner en Li Ta-Chao and the Origins of Chinese Marxism, estas tácticas partían de una orientación que tenía como horizonte la búsqueda de convertirse en la vanguardia del naciente proletariado chino. En este sentido, la construcción de sindicatos se consideraba lo más importante en esa etapa.
Respecto a la cuestión de la alianza con otros partidos, en 1921 el I Congreso Partidario había determinado que el Partido debía “mantenerse firme junto al proletariado, y no permitir relaciones con otros partidos o grupos”. De acuerdo a Carrere-Schram en Marxism and Asia, esto se debía a cierta impaciencia que caracterizaría a los comunistas asiáticos, un sentimiento que “Mao Zedong… expresó muy bien cuando escribió en 1920 que si se esperaba un siglo a que el comunismo llegara por medios pacíficos, esto significaría que por todo un siglo dos tercios de la humanidad serían cruelmente explotadas por los capitalistas”. Esta lectura, sin embargo, parece incorrecta, dado que justamente la alianza con la burguesía (por ejemplo en el caso de Indonesia) se pensaba como una forma de “entrar en contacto” con las masas, pudiendo de esa forma crecer más rápidamente.

La alianza con Wu Peifu

Wu Peifu era un Señor de la Guerra que controlaba a principios de los años veinte una parte importante del norte de China. En ocasiones su influencia se extendía hasta Beijing, en ese momento la capital reconocida por las potencias extranjeras. De acuerdo a Maurice Meisner, en el texto anteriormente citado, Li Dazhao y otros militantes habían desarrollado una fuerte militancia con los trabajadores del ferrocarril que hacía el trayecto Hankou-Beijing, un ramal muy importante dado que unía el sur con el norte, recorriendo más de mil kilómetros.
En ese contexto, se formó una alianza, más bien un pacto de no agresión, entre el PCCh y Wu Peifu. Existen al menos dos versiones sobre este suceso, una que presenta Meisner y la otra que proviene de notas de una entrevista entre Isaacs y Maring.
La primera versión indica que fue Maring, que había sido enviado por Comintern, el que hizo un pacto de no-agresión con Wu Peifu. La segunda, en cambio, que proviene de Maring mismo, afirma que si bien él estuvo en China en la época de la alianza, en ese momento había ido sin instrucciones de ningún tipo, y que el acuerdo había sido pactado por el Bureau de Comintern en Irkutsk (y por la República de Chita), algo a lo que él se había opuesto en el Congreso del PCCh de 1922. Por otro lado, no existen registros de oposición por parte del Partido a la alianza, por lo que es posible suponer que existía acuerdo en ese punto.
En 1923, los trabajadores del ferrocarril comienzan una huelga con el objetivo de que se reconozca al sindicato. Wu Peifu, que en un telegrama había prometido “proteger a los trabajadores”, ante la realidad de una huelga de 30.000 trabajadores se decidió a reprimir de forma brutal. En A Concise History of the CPC se narra como “la policía y el ejército tomaron control de la ciudad de Zhengzhou”. En Hankou “los reaccionarios ataron a Lin Xiangqian, presidente de la rama de Hankou del sindicato y miembro del partido comunista, a un poste de electricidad y trataron de obligarlo a abandonar la huelga. Lin se negó a rendirse y murió.” Otro caso sería el de Shi Yang, que fue asesinado cerca de Wuchang, de tres balazos, mientras gritaba “larga vida a los trabajadores”. En total, el régimen de Wu Peifu asesinó a 52 personas, de acuerdo al conteo oficial, algo que representó un duro golpe para el sindicato. Para los Señores de la Guerra fue también un llamado de atención, dado que demostró que la organización de los trabajadores no se iba a detener fácilmente. Como represalia, se prohibieron los sindicatos en casi todo el territorio de China excepto Guangdong, donde gobernaba el Kuomintang.

El pacto con el Kuomintang

En su entrevista con Isaacs, Maring afirma en repetidas ocasiones que las únicas instrucciones que tenía de Comintern en sus viajes eran las tesis que se habían votado en los Congresos de la Internacional, algo que implicaba una gran libertad de acción. En su primer visita a China, en 1921, conoció a Sun Yat-Sen, que según sus fuentes era el revolucionario más importante en el país. De estas reuniones sacó inicialmente la conclusión de que Sun Yat-Sen era “más militante que Gandhi, pero pensaba solo en términos de conspiración militar”. Sin embargo, presenciar la huelga de marinos en Hong Kong, de un sindicato que tenía una dirección del Kuomintang, lo convenció de que el partido podía ser caracterizado como un movimiento revolucionario nacional.
En una reunión con dirigentes del PCCh en 1922, Maring presentó estas conclusiones, afirmando que la combinación entre la falta de interés por parte de Sun Yat-Sen en las masas, la facilidad para entablar relaciones con el Kuomintang, y las conexiones que existían entre el partido y las masas que no eran explotadas presentaban la oportunidad de aliarse al partido y constituirse en su ala izquierda.
Nuevamente, es difícil saber bien cómo se decidió la alianza. En un texto de 1929, Chen Duxiu relata que la alianza con el Kuomintang fue impuesta por Maring. En esta versión, el militante holandés, ante el rechazo de la misma por parte de todos los miembros del PCCh en la reunión a la idea de que los comunistas debían unirse como miembros al Kuomintang, habría hecho referencias a que la alianza tenía que ser tomada como una cuestión de disciplina internacional. Maring niega, en su relato, no solo la mención a la disciplina internacional, sino también que Chen Duxiu se haya opuesto a la alianza. La versión oficial del PCCh se acerca a la de Chen Duxiu, aunque es más críptica, dado que afirma que al principio la propuesta de Maring fue rechazada, pero luego se aceptó, sin llegar a aclarar los motivos de ambas decisiones.
Lo que sí es claro es que la tendencia general del Partido antes de la propuesta de alianza con el Kuomintang era buscar el desarrollo de la conciencia de los trabajadores mediante la organización sindical, y al mismo tiempo oponerse al imperialismo y a los Junfa, algo que le da crédito a la versión de que la oposición fue mayor de la que deja traslucir Maring.
Otro problema es que la alianza con el Kuomintang se dio en circunstancias muy distintas a las que se habían discutido en los Congresos de la Internacional. En los mismos se había planteado que los comunistas debían mantenerse independientes de los movimientos revolucionarios nacionales, sobre todo cuando tenían elementos burgueses. En cambio, el pacto que acordaron Maring, Joffe y Borodin, implicaba que los militantes del PCCh debían unirse de forma individual al KMT.

Conclusión

El misterio de cómo se decidió exactamente la alianza con el Kuomintang quizás nunca sea resuelto. Pero es claro que existieron limitaciones tanto en los debates y conclusiones de la III Internacional, como en las acciones de sus representantes y de los miembros del PCCh.
Esto es precisamente lo que señala Trotsky en uno de sus primeros artículos sobre China, de 1927, "Las relaciones entre las clases en la revolución china". Ahí pone en cuestión la lógica detrás de la alianza con el Kuomintang. Señala que este partido, lejos de la imagen que se había querido crear, no era un partido de base obrera o campesina, sino un partido de la burguesía y pequeño burguesía, que no tenía ninguna intención de sumar a las masas al partido, más que de forma instrumental.
Entonces, la orientación que se había seguido desde 1923 consistía en buscar “saturarlo [al Kuomintang] de trabajadores y campesinos”, mientras que los trabajadores trataban por su parte “saturarse un poco a sí mismos antes de saturar al Kuomintang. Con este fin hacen paros y movilizaciones agrarias. Pero estas desagradables manifestaciones de mecánica de clase le impiden al Kuomintang adquirir una ‘firme orientación de izquierda”. En esta caracterización Trotsky seguía fielmente las Tesis de Oriente, que afirmaban que “las clases gobernantes de los pueblos coloniales y semicoloniales son incapaces de liderar la lucha contra el imperialismo en tanto esta lucha tome la forma de un movimiento revolucionario de masas”.
Tan solo nueve días después de la publicación del artículo de Trotsky, el 12 de abril de 1927, comenzaba la Masacre de Shanghai. En la misma iban a morir cientos de miles de trabajadores y militantes comunistas, bajo las armas del ala derecha del Kuomintang.
La Masacre de Shanghai fue un punto de inflexión en la discusión entre Trotsky y Stalin, algo sobre lo que se puede leer acá o acá. El siguiente texto de esta serie, en cambio, se ocupará de sus consecuencias en China. El período, en términos generales, se caracterizó por cambios turbulentos y una búsqueda de nuevas definiciones tácticas y estratégicas: La separación de Chen Duxiu de la dirección del Partido, la “aventura izquierdista” de Li Lisan y los primeros desarrollos de Mao Zedong en torno a la cuestión campesina, en particular el Informe sobre una Investigación del Movimiento Campesino en Hunan.

Nicolás Torino

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