Ha transcurrido el centenario de la revolución de Octubre, y el balance visto desde sus defensores (todo lo crítico que se quiera), podemos verificar que el grado de interés y análisis (repensamiento según se dice desde Viento Sur), es muy superior al que podríamos haber previsto varias décadas antes. Se han realizado numerosas jornadas, se han publicado toda clase de artículos digitales (en Sin Permiso, Viento Sur), e incluso editoriales como es el caso notorio de El Viejo Topo que casi una publicado una colección entera, en particular la serie preparada con los colegas de EspaiMarx que han situado el listón a una altura que deja muy por debajo el paradigma neoliberal representado por François Furet o los arrepentidos que fraguaron el llamado “Libro negro”. Igualmente conviene recordar numerosas reediciones, especialmente quizás de un autor como Victor Serge, pero también los clásicos de León Trotsky y John Reed en magníficas ediciones (Txalaparta, Capitán Swing), por no hablar de las primeras traducciones al catalán de cuatro obras de Lenin, en especial la que trata de “el derecho de autodeterminación” de las nacionalidades oprimidas, uno de los extremos del pensamiento leninista más vigente.
Los habituales autores de trabajos al respecto hemos publicado abundantemente, y me permite registrar en mi caso las ediciones (junto con Pelai Pagès), de “Victor Serge, la conciencia de la revolución”, y de “La revolución rusa pasó por aquí”, amén de una aportación en la obra colectiva “La revolución rusa de 1917 y el Estado. Del Consejo de Comisarios del Pueblo a la NEP (1917-1921)”, obra dirigida por el infatigable Joan Tafalla. También los camaradas anarquistas (Julián Vadillo, Carlos Taibo, etc9 han trabajado su terreno…
Esto sin embargo raramente se ha traducido por actividades de base, solamente algunos actos como los del ESPAIMARX, han contado con una considerable presencia, y proyectos de divulgación más de tropa, con proyectos como el emitir el film “Octubre” de Serguei M. Einsenstein, se han podido verificar. Conviene anotar que la prensa antaño rabiosamente beligerante como “El País” o “La Vanguardia”, han mantenido un perfil más moderado, lejos del anticomunismo vulgar e intratable de décadas pasada.
A modo de recapitulación sumaria cabría decir que la revolución Octubre de 1917 fue el año 1 de la revolución socialista. Una revolución que “planteaba” la posibilidad de romper la cadena imperialista por su eslabón más débil. A pesar de los pesares, sus repercusiones, todavía siguen presente como primera experiencia en lo bueno y también en lo malo. El tiempo está enterrando a no poco de los enterradores del “comunismo”, y sobre las grandes ideales socialistas que en el caso concreto de Octubre quedó definido por criterios sólidos como los siguientes:
—La legitimidad democrática de la revolución de Octubre no fue el producto de un presunto complot revolucionario, sino de la voluntad mayoritaria de la población trabajadora que revalidó este apoyo en una guerra civil contra los “blancos” y contra el “imperialismo”…Esta revolución se hizo en medio de la mayor participación activa de las masas a través de los “soviets” de obreros, campesinos y soldados, soviets en los que tenían voz todas las ideas y tendencias…El primer gobierno bolchevique trató de buscar acuerdos con las demás corrientes socialistas, incluyendo las que se habían opuesto a la revolución…
—Nada de lo que vino después puede comprenderse sin el desastre sin paliativos que conllevó la guerra civil rusa (1919-1921), la derrota de las diversas revoluciones que se dieron en Europa (Alemania, Hungría, Italia, Austria), esto sin olvidar algunas cosas más como el atraso secular ruso, los desastres ocasionados por la “Gran Guerra”, el peso de las tradiciones culturales del zarismo, el carecer minoritario y culturalmente atrasado de obreros y campesinos…Es solo a partir de aquí como se pueden juzgar los errores de los bolcheviques cuya pretensión inicial fue no quedar como la Comuna de París, como algo muy hermoso pero que acabó siendo derrotado..,
—El hecho de que, después de la II Guerra Mundial, otras experiencias revolucionarias o poscapitalistas, siguieran un curso similar al de la URSS de los tiempos de Stalin, se explica por los propios desastres provocados por el estalinismo, y también por su imposición como un modelo de desarrollo nacional acelerado por arriba, y por métodos burocráticos que dieron lugar a situaciones tan complejas y contradictorias como la china…
De ahí que la tentativa neoliberal –sí acaso más refinada que la del Vaticano o la de la CIA- de descalificar de una vez por toda la experiencia revolucionaria del mapa política, es más que el fruto de las presuntas aportaciones y argumentos de Soljenitsin, Furet tantos otros, fue la consecuencia de la propia descomposición de estos regímenes “socialistas” verticalistas y policíacos…Pero esto no debe de hacernos olvidar que en su día, en el momento en que transcurrió, y en los años siguiente, la revolución de Octubre apareció como el esbozo de una alternativa a una civilización gravemente enferma como acababa de demostrar la Primera Guerra Mundial, así como el “corazón de las tinieblas” en los países colonizados y semicolonizados (de hecho, el nazismo o el franquismo, lo que hicieron fue aplicar los métodos de represión colonialista contra el “bolchevismo”)…
Las ideas, los escritos, las proclamas de los comunistas rusos que hicieron la revolución tuvieron un impacto extraordinario en todo el mundo, atrayendo amplios sectores del movimiento obrero, de los movimientos antiimperialistas, pero también de escritores y artistas de todo el mundo. Un buen ejemplo de riqueza de perspectiva nos la ofrecen algunas obras de difícil clasificación, comenzando por los poemas del poeta cristiano eserista Alexander Block, por las páginas desconcertadas del socialismo humanista de un Máximo Gorki, por el entusiasmo juvenil y místico de Nikos Kazantzakis, o por el alegato pacifista y socialista de izquierdas escrito por un joven Bertrand Russell y la lista es enorme. Quizás valga la pena hacer una nota sobre Block, y dar cuenta de una lejana reseña de César Antonio Molina para El País” (1-7-00) de la edición de las poesías de Block “Los doce y otros poemas” (Ed. Visor, Madrid, 2000). El que fue ministro de cultura con el PSOE, comenzaba diciendo: ”Aunque fue Stalin quién llevó a cabo la mayor carnicería sobre los escritores rusos, Lenin la inició”. El lector se preguntará cómo hizo Lenin tal cosa, y el dato es que Block “fue detenido por la policía” en 1920. No se dice más, tampoco de la circunstancia –Block era más bien eseristas, estos habían declarado la guerra a los bolcheviques desde el tratado de Brest-Litovsk.
Más adelante, la detención y la carnicería se unen: “Para Lenin, como luego para Stalin, ambas muertes –la de Block y la del compañero de Ana Ajmátova- debieron ser “costos de producción”. ¿Cuál es la consecuencia del enfoque?. Pues que si bien Block luchó por la revolución, ésta le pagó con la muerte. Si nos atenemos a este punto de vista, nunca podremos comprender como fue que todo ellos tuvieron su fase de efervescencia creativa en tiempos de Lenin. Este y no otro fue el caso de Esenin, Maiakovski. Fue mucho después, cuando “desaparecieron” en los campos de concentración como la mayor parte de los compañeros de Lenin, o como Isaak Babel, Mandelstam, y tantos otros. Curiosamente, por lo que se sabe, casi todos ellos siguieron creyendo en la revolución en la que habían participado, y que sus muertes marquen trágicamente justamente el fin de la revolución, y su usurpación por “otra cosa”. Tampoco se explica que precisamente fuese la izquierda revolucionaria –trotskistas y surrealistas- fueran los únicos que denunciaron este horror en su momento.
También existen importantes aportaciones escritas desde otros países con una perspectiva diferente (y crítica en buena medida) que del bolchevismo, de otros comunismos que, con una gama de matizaciones extraordinaria, participaran activa y entusiastamente en la creación de la IIIª Internacional, cuya historia y cuyos debates en sus primeros cuatro congresos ofrecen una fuente inagotable de adquisiciones y reflexiones teóricas en medio de la turbulencia de una revolución mundial que creen presente y eminente; una revolución que existirá con sus propios ritmos, aunque desde 1927, con la burocracia estalinista en su contra; el “socialismo en un solo país” significaba de hecho “el socialismo en ningún otro país”. Esta historia será también una de las principales víctimas de la historia oficial estalinista que “rusificará” la internacional, para convertirla primordialmente en un instrumento de la política exterior del Estado ruso.
Las más reconocidas de dichas aportaciones internacionales fueron las de Rosa Luxemburgo y Antonio Gramsci, comunistas con puntos de miras propios, que cuentan con un grado de perspectiva ciertamente singular para estar escritas al calor mismo de los acontecimientos. Durante años, el famoso folleto de Rosa Luxemburgo llegó a ser un referente crítico de gran valor –fue homologada con Trotsky, y sus partidarios alemanes y polacos tratados como “trotskistas”-, pero también como un escudo para desautorizar la revolución, sin embargo, sus esquemas, que pueden ser considerados de apoyo entusiasta pero crítico como corresponde a una marxista, se pueden sintetizar como sigue:
—1) aplaude a los bolcheviques por haber “osado” a hacer la revolución en el sentido de “prólogo”, y no se plantea la cuestión de las limitaciones objetivas de Rusia, sino que como Lenin y Trotsky las engarza con la situación de crisis general del imperialismo;
—2) denuncia sin paliativos la cobardía y la traición de los socialdemócratas alemanes que (como los austriacos y los italianos) se convirtieron en obstáculos deliberados contra el proceso revolucionario; es más, su mano militarista (Noske, Ebert) acabarían con su vida, así como con la de Karl Liebknecht y Leo Jogiches;
—3) advierte a los bolcheviques de los peligros de las medidas autoritarias pasajeras, y les conmina a ser más audaces en la cuestión de la libertad; también les advierte por cierto por su inclinación a conceder el derecho de autodeterminación a naciones oprimidas cuyas clases dirigentes se volverán contra la revolución;
—4) retoma sus críticas a lo que considera criterios “estrechos” en la concepción leninista del partido…
Grandes cuestiones sobre las valdrá la pena volver.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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