sábado, noviembre 24, 2018

Las elecciones que se vienen y la crisis política que no se va



Quien haya supuesto que las primeras luces de la campaña electoral alumbrarían un período de contención de la crisis política se ha llevado un chasco. El proceso electoral debuta en medio de la mayor crisis industrial en mucho tiempo y de una martingala financiera que está a la espera de un nuevo episodio internacional para hundirse sin remedio. A esto se agregan ahora las notas negativas de las calificadoras de deuda, que suman el pretexto “del riesgo político” al riesgo persistente de default, la forma elegante de decir que Macri lleva las de perder en octubre que viene, o que empieza con una desventaja que insinúa una paliza. La Nación, más que sus competidores, viene cediendo espacios crecientes a los ‘inversionistas’ que han decidido poner a Argentina en ‘stand by’ hasta 2020. La corrida electoral se presenta como una etapa agravante de la crisis política. Esto le ocurrió, a su manera, a todos los procesos electorales desde 1983.

Contragolpe, golpe, pre-golpe

El inicio de esta etapa se ha puesto en evidencia, en algunos golpes, semi-golpes y pre-golpes. La ‘mayoría’ que pareció instalarse con el desplazamiento de Lorenzetti por Rosenkrantz parece desvanecerse – así es como los diarios explican la ausencia de Rosatti de un almuerzo organizado por Macri. Este contragolpe pondría en riesgo el fallo que debe determinar el índice de ajuste de las jubilaciones, e incluso la intención de los operadores de Macri de controlar el fuero federal, que es donde se juzgan los delitos de corrupción, en especial la ‘asociación ilícita’ atribuida a CFK. En este terreno, el juez Sebastián Casanello asestó un golpe a la ‘doctrina Sergio Moro´, el brasileño, para quien alcanza con la ‘convicción’ de que se perpetró un delito, para prescindir de las pruebas materiales. La apelación de la sentencia iniciará una disputa judicial de claro alcance político, en referencia al desafuero o inhabilitación de CFK. A este enredo se suma el golpe del massa-kirchnerismo, en Diputados, que le sustrajo la representación y la mayoría que pretendía el macrismo en el Consejo de la Magistratura. Todo esto es, por supuesto, pura política – dos retrocesos para el macrismo. En la maniobra jugó un papel importante la renuncia del kirchnerismo a la pelea en Córdoba contra Schiaretti. Finalmente, la renuncia de Emilio Monzó, el presidente de Diputados, a Cambiemos, ha puesto en la línea sucesoria presidencial a un peronista re-convertido. Si Macri hubiera intentado sustituirlo por uno de su tropa, la mayoría peronista hubiera elegido uno propio para este puesto de sucesión. Una réplica de octubre de 2001. No es poco.
Lo que se encuentra en juego, además del proceso electoral, son los negocios, por supuesto. Ocurre que el asunto de los ‘cuadernos’ se ha desmadrado – y en más de un sentido. Por una parte, las empresas denunciadas en el Gloria, ven bloqueadas su participación en la obra pública. Las más golpeadas por las denuncias no aceptan ser desplazadas por sus competidores, beneficiados por una amnistía del macrismo y algunos bancos internacionales. El diario La Nación ha reclamado, en un editorial, que la documentación en poder de Bonadío se habilite para causas más o menos conexas, lo que podría acabar con la existencia de varios grupos económicos. Sergio Massa ha salido a defender a los proscriptos. Estamos ante un choque despiadado de intereses económicos. En el entrevero se encuentra Techint, con procesos internacionales abiertos, que puede verse aún más comprometida si se suman las denuncias del Lava Jato a los ‘cuadernos’; la tanda Bolsonaro-Moro no se abstendrá de interferir en el proceso político-judicial. En resumen, el tema ‘corrupción’ está profundizando una brecha política asociada a grupos económicos. Los intereses en disputa explican el acercamiento de Clarín al peronismo multicolor. La crisis política tiene un peso sobre la crisis financiera e industrial que puede superar las dos mil toneladas que se atribuye al sacrificado Ara San Juan.

Fragmentación, polarización

En el terreno propiamente electoral, asistimos a una fragmentación, que no es sólo enorme sino también maquiavélica. Habrá, por ahora, diecisiete convocatorias distritales separadas. La elección presidencial, las Paso incluidas, queda sujeta, de este modo, a un abanico de negociaciones, lo que en principio plantea un debilitamiento del Ejecutivo que resulte electo y una mayor dispersión parlamentaria. De mayor importancia aún, para el desarrollo del proceso político, será la incidencia de cada resultado provincial sobre el siguiente, conectado a su vez con la crisis económica. La provincialización de las elecciones nacionales favorecen, en principio, al status quo, o sea al inmovilismo político, en el marco movedizo de una crisis de conjunto.
De acuerdo a las encuestas, la competencia electoral aparece liderada por CFK. El kirchnerismo levanta, sin embargo, la bandera de la ‘unidad nacional’, lo que deja entrever la posibilidad de sustituir a CFK por otro candidato o concurrir a las Paso. En el discurso del lunes pasado, en Ferro, CFK prefirió no eludir la confrontación planteada por el clero, y apoyar la línea del Vaticano. Ejercitó una demagogia anti-neoliberal con un contenido reaccionario. Quedó al desnudo, de este modo, el papel que está dispuesto a asumir el Papa en las elecciones. El kirchnerismo ha salido en forma abierta a plantear la polarización electoral en nombre de la salvación de la patria. Que Durán Barba bendiga este desafío, como aseguran algunos, es un verso: necesita que no se forme un frente único del peronismo. Lo de Massa y Schiaretti con los K, en el asunto de la Magistratura, no es un pacto de sangre: hay una fuerte presión, en especial internacional, para atomizar la oposición electoral al macrismo.

Qué política

La acentuación de la crisis industrial, no digamos un nuevo estallido financiero, seguramente reconfigurará las opciones en juego. Por otro lado, la tentativa de polarización, que se irá manifestando en el curso de la campaña, choca con una fuerte tendencia a la fragmentación, y se renueva precisamente por esto. La tendencia a la polarización abrió una brecha en el peronismo federal y entre los renovadores; se cobró una víctima en Libres del Sur; y abrió una polémica en el movimiento de mujeres, que va a conocer sucesivos episodios, incluso porque el bloque macrista buscará sacar tajada de los roces que provoca la injerencia clerical. Las perspectivas confinadas a la identidad y al género sucumben ante la presión de la crisis política y la lucha de clases.
La izquierda que pelea por la independencia política de la clase obrera tiene frente a sí el desafío, en primer lugar, de caracterizar en forma adecuada la etapa electoral. Es necesario diseñar un método de lucha para enfrentar el corset de la polarización política. Es una lucha por la defensa del protagonismo político conquistado. La lucha por un ascenso de la izquierda, que es la condición para que se convierta en dirección política, se conecta con una campaña que explote las contradicciones de los partidos patronales con pretensión de polarizar que crecen con la misma crisis, o sea oponer un programa integral a los programas de las fracciones patronales en disputa. Al recambio de personal político que plantea el proceso electoral formal o burgués, es necesario oponer la Asamblea Constituyente Soberana, como planteo de movilización política frente al conjunto de la crisis política y la crisis histórica presente. El planteo de la Constituyente se traduce en el programa que ella debe resolver en función de los intereses históricos de los trabajadores. A la oposición entre candidaturas que plantean los partidos oficiales, la izquierda coloca una salida de contenido estratégico, ligada al gobierno de trabajadores. Este es el punto de partida.
El otro aspecto es la necesidad de explotar en forma consecuente todas las contradicciones de los partidos patronales. No solamente las del kirchnerismo sino decididamente las del oficialismo – que ratificará, una vez y otra, su incapacidad para superar la crisis en curso. En relación al kirchnerismo se plantean dos ángulos: el primero es el carácter reaccionario de la coalición política que propicia, con los colaboradores del macrismo durante tres años, con la burocracia de los sindicatos y con el clero. El segundo es desnudar, a través de las disputas y divisiones que no dejarán de aparecer, la inviabilidad de un liderazgo de la burguesía nacional y de los partidos patronales. El kirchnerismo ya ha salido a ejercer una presión a fondo contra la izquierda, para separarla de la vanguardia obrera y para neutralizar y derrotar su ascendiente político. Sin la menor vergüenza, luego de tres años de colaboración con el macrismo, vuelven a reivindicar la opción de Scioli en 2015, sin advertir que es el mejor ejemplo de la incapacidad del nacionalismo criollo para liderar una lucha nacional de contenido anti-imperialista.

Jorge Altamira

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