domingo, abril 01, 2007

La clase obrera y el gobierno de la Unidad Popular Chile (1970/73).

Cuando el 4 de septiembre de 1990, los restos de Salvador Allende fueron trasladados, en una ceremonia auspiciada por el gobierno de la "Concertación" de Patricio Aylwin, desde el Cementerio de Viña del Mar al Cementerio General de Santiago, sólo algunos militares protestaron ante lo que consideraban "un cuadro grotescamente desequilibrado".
El general Alejandro Medina calificó de "hipócritas" a Aylwin y su partido (la Democracia Cristiana), porque durante el gobierno de la Unidad Popular "encabezaron la oposición contra el ex-mandatario, y hoy respaldan desde el gobierno el homenaje" (1).
La ceremonia, obviamente, formaba parte del operativo "transición democrática", proceso que estaba en marcha desde incluso antes del plebiscito de 1988, y en el cual el partido de Allende (el Partido Socialista) co-gobernaba Chile junto a Aylwin... y Pinochet.
"Allende Aún Vive", tituló Página 12 su crónica tras la salvaje represión en Santiago, al cumplirse el 11/9 pasado otro aniversario del trágico golpe de Pinochet, resaltando el hecho que la mayoría de los manifestantes ni siquiera habían nacido cuando se dio el golpe militar. El mismo hecho inquietaba al Ministerio del Interior chileno...
Será necesario, entonces, hacer un repaso histórico de lo ocurrido durante el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, para saber si en verdad lo que aún vive es su memoria, o simplemente las ansias de los explotados chilenos por un ajuste de cuentas con sus verdugos, de ayer y de hoy... Porque no es cierto, como sostuviera el escritor Gabriel García Márquez, que Allende muriera "defendiendo toda esa parafernalia apolillada de un sistema de mierda que se había propuesto aniquilar sin disparar un tiro".
Analizar la relación entre las masas chilenas y la UP nos ayudará a comprender cómo el Frente Popular significa la enajenación a un frente de salvataje del Estado burgués, de la independencia política conquistada por los trabajadores (2).

La "Revolución en Libertad" de Frei

Cuando a mediados de 1969, el Partido Socialista acepta la proposición del PC de ampliar hacia la derecha (buscando atraer a las famosas "capas medias") el anterior frente electoral FRAP, con vistas a las elecciones presidenciales del año siguiente, el gobierno de Eduardo Frei, de la Democracia Cristiana (la llamada Revolución en Libertad), mostraba un notable grado de agotamiento.
El derrumbe de Frei significaba el fracaso estrepitoso de la "Alianza para el Progreso", es decir, el plan conjunto del imperialismo y las burguesías latinoamericanas, que buscaba a través de una "modernización" capitalista, tratar de contener la oleada de insurgencia que despertaba la Revolución Cubana.
La "Alianza" implicaba para Chile que el imperialismo yanqui aportaría 20.000 millones de dólares en un plazo de 20 años, con el objetivo de propiciar una reforma agraria, mejorar la distribución del ingreso y financiar obras públicas.
Pero la burguesía chilena terminaba en bancarrota su experiencia con la Alianza: terriblemente endeudada (el país con mayor deuda externa per cápita después de Israel, la niña mimada del imperialismo), sin ningún tipo de "diversificación" productiva (sólo las exportaciones de cobre constituían el 70%), con una fuerte recesión (una capacidad ociosa del 30%) y enfrentaba un alza de masas.
A comienzos de 1968, una gran huelga nacional fue decretada por la Central Unica de Trabajadores (CUT), en contra de un proyecto de ley anti-huelgas. El espíritu combativo de los trabajadores se evidenciará en la actividad huelguística: en el 69 se realizaron 1.939 huelgas que involucraron a un total de 230.725 trabajadores. En el 70 (último año de Frei) la situación estallaba: un total de 5.295 huelgas contaban con la adhesión de 316.280 trabajadores (3).
Las nacientes organizaciones de campesinos desbordaban al gobierno, exigiendo el cumplimiento de la "reforma agraria" sancionada en 1967, con la que Frei buscaba crear una nueva clase de pequeños propietarios rurales, y que será resistida por los terratenientes y los sectores más derechistas (los momios, según el lenguaje popular).
La radicalización estudiantil se palpaba con la hegemonía universitaria del MIR (organización pro-foquista) y con la ocupación de las universidades católicas de Santiago y Valparaíso (auténticos monasterios oscurantistas), en un intento por democratizar el ambiente universitario, movimiento que culminaría con una gigantesca marcha nacional a Santiago.
En esta coyuntura, la burguesía se divide y las FF.AA., a través del general Roberto Viaux, harán al gobierno de Frei un "planteamiento" para que éstas tuviesen de ahora en más una mayor influencia en "las grandes decisiones nacionales".
El PC mostrará cierta simpatía hacia estos grupos de la "oficialidad joven", y entreviendo quizás la posibilidad de contar para la "liberación nacional" con un Nasser o un Velasco Alvarado chileno, tomará varios "planteos" para incorporarlos al Programa de la Unidad Popular.
Los allendistas, aun después del golpe, justificarán esta política por ser la primera vez en Chile que "un programa de gobierno consideraba como instituciones nacionales, como seres humanos interesados en el proceso social, a las menospreciadas y menoscabadas fuerzas armadas" (4).

Nace el Frente Popular

En el cuadro antes descripto, es que nace la alianza electoral llamada Unidad Popular (5).
El PC retira, entonces, la precandidatura presidencial del poeta Pablo Neruda, y se barajan los nombres de los candidatos: Salvador Allende (senador del PS), Jacques Chonchol (¡¡ex-ministro de Frei!!), Rafael Tarud (del API, partido pequeñoburgués), e inclusive un tal Alberto Baltra, del Partido Radical (que será luego ministro de Justicia de la UP y terminará, en octubre del 72, pasándose a la oposición pro-golpista).
El Programa de la Unidad Popular verá la luz en diciembre del 69, y en él se mezclaban condenas al imperialismo, a la burguesía monopolista nacional, al FMI, con proposiciones de políticas de "ampliación de la democracia", de intregración de las FF.AA. a la vida social, de un nuevo orden institucional (sic) que crearía un Estado Popular.
El Programa también hablaba de "transformaciones revolucionarias" que se afianzarían gracias a la participación de los trabajadores, bajo la forma de "poder popular".
El Programa llamaba a la formación masiva de comités de base que "no sólo serán organismos electorales. Serán intérpretes y combatientes de las reivindicaciones inmediatas de las masas, y sobre todo, se prepararán para ejercer el Poder Popular" (6).
En realidad, el Frente Popular disolverá los Comités de la Unidad Popular a sólo tres semanas de realizadas las elecciones.
En plena campaña electoral se lleva a cabo el primer paro general campesino en la historia de Chile, y 55 días antes de las elecciones se realiza una huelga nacional masiva convocada por la CUT. La Democracia Cristiana, sabiendo del giro político de las masas, tratará de imprimirle a la candidatura de Radomiro Tomic fuertes rasgos "izquierdistas".
Recordemos que el FRAP fue la alianza electoral de dos partidos: PS y PC, y que en 1964 obtuvo el 38,64% de los votos. En 1970, con la Unidad Popular, con la consiguiente inserción de partidos de la pequeña-burguesía (supuestamente para sumar votos), y en el medio de un alza de masas sin precedentes, la votación caerá al 36,2%. Lo suficiente, sin embargo, para proclamar presidente a Salvador Allende.
La burguesía chilena no podía creerlo: sus partidos iban divididos, el Partido Nacional obtenía el 34,9% e igualmente perdía el gobierno.
Si bien el Congreso Pleno debía elegir como presidente al candidato más votado, el candidato Jorge Allesandri, del Partido Nacional, le ofreció una alianza a Tomic (DC) para ser él el elegido, con la promesa de renunciar inmediatamente y provocar una nueva elección nacional.
La burguesía, dividida y confundida, dudaba en apelar al recurso del Frente Popular, pese a que en las décadas del 30 y 40 tal recurso les había resultado súmamente útil.
El gobierno frentepopulista de González Videla (1948-52), por ejemplo, una vez realizado el trabajo sucio, llegará a romper con el PC y sancionará una ley de "Defensa de la Democracia", con la cual podrá perseguir "constitucionalmente" a sus ex-‘aliados’ comunistas y sindicalistas.
Pero esta vez, el desgaste de los partidos patronales era mayor y, conjuntamente, el alza de masas era más profundo.
A Nixon, presidente yanqui, el triunfo de Allende lo colocará en un estado de histeria, imaginándose una segunda Cuba en América Latina. En esos días, William Colby, director de la CIA, declarará que "se nos autorizó para todo, excepto para una intervención tipo República Dominicana".
El asesor del presidente Nixon, Henry Kissinger, viejo operador de todas las masacres habidas y por haber, explicaba que "es bastante fácil predecir que si Allende gana, hay muchas posibilidades de que se establezca durante un período de años una suerte de gobierno comunista... un gobierno comunista unido, por ejemplo, a Argentina, que ya está profundamente dividida; unido a Perú... unido a Bolivia, que también ha avanzado en una dirección más izquierdista; contra los EE.UU. Yo creo que no debemos engañarnos a nosotros mismos pensando que si Allende toma el control de Chile no va a provocarnos problemas".
Las multinacionales yanquis en Chile (la ITT, sobre todo) también querrán jugar sus cartas, y serán las más firmes impulsoras, primero de un "golpe preventivo" (para impedir la asunción de Allende), y luego, de la "desestabilización" del gobierno de la UP.
El comandante en jefe del ejército, general René Schneider, bajará línea a sus compañeros de armas unas semanas antes del Congreso Pleno que debía ratificar a Allende, sosteniendo que "las fuerzas armadas no pueden ahora detener... los cambios. Un grupo muy importante de chilenos no está dispuesto a dejarse arrebatar un triunfo electoral que creen les cambiará el curso de sus vidas... El señor Senador Allende nos ha dado seguridades de que se mantendrá dentro de la Constitución y las leyes... El señor Senador me ha dicho personalmente algo en lo que estoy de acuerdo con él: en estos momentos un gobierno como el del señor Allende es el único tipo de gobierno que puede impedir que estalle una insurrección popular violenta... Las fuerzas armadas, que somos garantía de que esta sociedad siga siendo occidental y cristiana, tenemos que esperar y ver qué sucede en el futuro. El futuro dirá si tenemos que intervenir para volver a poner las cosas en su lugar, o si el señor Allende cumple su palabra de encauzar la inquietud popular y de impedir la insurrección de los que nada tienen" (7).
El Pentágono yanqui compartirá esta caracterización y preferirá, entonces, "aceptar el experimento Allende, esperar y ver".
Las discrepancias en el seno de la reacción, sin embargo, provocarán que el 22 de octubre, un comando de ultra-derecha se encargue de "liquidar al traidor" Schneider, con la intención de provocar un golpe militar, que será abortado por decisión del mismísimo Pentágono y el alto mando del ejército.
Para finalmente acceder al gobierno, la Unidad Popular firmará con la burguesía, a través de un acuerdo con la DC, un "Estatuto de Garantías Democráticas", por el cual la UP se comprometía a no realizar ningún tipo de reformas en las FF.AA., la policía, la Iglesia y los medios de comunicación (8).
En función del acuerdo con la burguesía se desmontan los 15 mil comités de base de la UP, que con su movilización defendieron la noche del 4/9/70 la victoria electoral de Allende.
El gobierno de la UP, entonces, lejos de convertir al proletariado en clase dominante, y lejos de iniciar cualquier "tránsito pacífico al socialismo", significaba la llegada al Palacio de la Moneda de un frente (hegemonizado por partidos de izquierda) que se proponía dejar intacto el régimen político y el conjunto del Estado burgués.

¿La ‘vía chilena al socialismo’?

Según sus líderes, el triunfo de la Unidad Popular abría "una vía al socialismo en libertad, pluralismo y democracia". En palabras de Allende, era la posibilidad de marchar hacia un socialismo "con empanadas y vino tinto".
El PC, con la victoria electoral, veía cristalizar, tras largos años de espera, su política de colaboración de clases, bautizada con el nombre de Frente de Liberación Nacional, y que significaba "agrupar muchas fuerzas: al proletariado, a amplios sectores de las capas medias e incluso a la burguesía nacional, a sectores que, perteneciendo a la burguesía, estaban interesados objetivamente, aunque esto no fuera del todo conciente, en cambios sociales, en cambios estructurales, en cambios democráticos en la sociedad chilena" (9).
Para la intelectualidad izquierdista, "el proyecto político de la UP se propuso cambiar los parámetros estructurales del desarrollo capitalista iniciando un desarrollo de nuevo tipo de carácter socialista que no sacrificaba el sistema democrático sino por el contrario ampliaba aún más la democracia" (10).
Para no aburrir al lector con el abc del marxismo, simplemente señalemos la naturaleza utópica-reaccionaria de estos planteos, contrastados a la luz de la experiencia histórica: "con respecto a los países de desarrollo burgués atrasado... la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida" (11).
La defensa del nacionalismo burgués por parte de la UP se evidenciará en la visión de que las empresas transnacionales "significan un ataque frontal contra el Estado-nación, y un peligro cada vez más fuerte para los países en desarrollo" (12).
En los papeles, la ‘estrategia’ de la Unidad Popular era usar las considerables atribuciones del Poder Ejecutivo para tomar rápidamente medidas económicas que sacasen del estancamiento a la economía capitalista (nacionalizaciones con indemnizaciones, redistribución del ingreso, nacionalización del cobre, reforma agraria, etc.).
Con el gobierno de la UP "se aseguraba la persistencia de un amplio sector de capitalismo nacional —y aun del inversionista extranjero no imperialista— en las extensas áreas de la economía mixta y privada" (13).
El crecimiento económico movilizaría a las masas, y entonces el Estado expropiaría a grandes industrias y crearía las bases de una nueva economía socializada. Los logros económicos reportarían en un nuevo crecimiento electoral, y así, con una mayoría electoral, la UP haría aprobar mediante un plebiscito, una nueva Constitución que "institucionalizaría la incorporación del pueblo al poder estatal" bajo la forma de un Estado Popular (14).
El viejo Engels ya había fustigado a los socialdemócratas alemanes, en particular a Bebel, por hablar de un Estado Popular, disparate tal que hasta había sido blanco del ataque de Bakunin (15).
Allende planteará, en su primer mensaje al Congreso, que "Chile es hoy la primera nación de la Tierra llamada a conformar el segundo modelo de transición a la sociedad socialista". Cuando un periodista francés lo interrogue sobre el verdadero rigor teórico del denominado "segundo modelo", Allende contestará que "si acaso rompiéramos la virginidad de los ortodoxos pero hiciéramos las cosas, me quedo con lo segundo..." (16).
Un par de semanas antes, en el discurso del 1º de Mayo del 71, Allende se dirigirá a los trabajadores para advertirles que "si fracasamos en el campo económico, fracasaremos en el campo político... Piensen, compañeros, que en otras partes se levantaron los pueblos para hacer su revolución y que la contrarrevolución los aplastó... Aquí podemos hacer la revolución por los cauces que Chile ha buscado, con el menor costo social, sin sacrificar vidas y sin desorganizar la producción" (17).

Los mil días de la Unidad Popular

El "proceso revolucionario" de la UP puede valorarse mediante la confesión del entonces secretario general del PS: "si Allende mantuvo algunas opciones en las distintas fases de la gestión, éstas fueron sucesivamente: transar el proceso revolucionario; claudicar incondicionalmente; y por último, abdicar a su cargo" (18).
Para no alarmar a la burguesía, Allende se abstendrá de usar hasta las atribuciones ordinarias que la Constitución chilena le otorgaba al Poder Ejecutivo. Tanto es así, que Allende rara vez usará los llamados "decretos de insistencia", que lo facultaban para destrabar las situaciones en las que la oposición parlamentaria le obstaculizaba su plan de gobierno.
Mediante las medidas keynesianas, la Unidad Popular logró bajar la desocupación del 6% al 3,8%, la capacidad industrial utilizada trepó del 75% al 95%, y el crecimiento del PBI pasó del 2% al 10,9% en 1971. Los trabajadores chilenos se verán beneficiados por el sustancial aumento de los salarios reales.
Según el MAPU, integrante del ala izquierda de la UP, "los estratos medios perdieron rápidamente el miedo al gobierno comunista. Los comerciantes y empresarios aumentaron muy rápido sus ventas y se dieron cuenta de que con este gobierno no solamente se podía coexistir sino también hacer buenos negocios" (19).
En el medio de este "boom económico", se dan las elecciones municipales de abril del 71, y la Unidad Popular logrará aumentar en casi la mitad su caudal electoral, obteniendo el 50,9% de los votos.
Para aquellos desprevenidos que creían en el "programa" de la UP, éste hubiera sido el momento de convocar al famoso plebiscito por el socialismo, que "institucionalizaría la incorporación masiva del pueblo al poder estatal"; pero lo que traería el nuevo triunfo en las urnas era la suspensión del tan mentado "plan".
En cuanto a las medidas económicas del Frente Popular, la burguesía no se engañaba a sí misma, y por boca de la DC reconocerá abiertamente que "en lo fundamental sólo se había producido un cambio de patrón en las empresas del ‘área social’, donde el capitalista privado fue reemplazado por un nuevo patrón, el Estado".
Así, en las empresas nacionalizadas que formaban el Area de Propiedad Social (APS), la gestión de las mismas quedaba a cargo de Consejos Administrativos, compuestos de 5 representantes de los obreros y 5 funcionarios estatales. Los mandatos de los representantes obreros eran revocables cada año, no así el de los burócratas estatales, que manejaban las empresas con el mismo estilo que los viejos patrones "privados".
Básicamente, se trataba de comprometer a los trabajadores con el cumplimiento de metas productivas, pero los obreros no tenían poder para fijar esas metas, no sólo al nivel de la rama de actividad (a medida que el APS se ampliaba), sino al nivel de la propia empresa.
Posteriormente, el Gobierno y la UP plantearán la incorporación de los sindicatos al esquema de "participación". La subordinación de los mejores elementos de la clase, a la gestión del capitalismo de Estado, implicará una dependencia política frente a ese mismo Estado burgués. Es decir, se estaba inclusive muy lejos de una situación parecida a la que motivó el famoso debate entre Lenin y Trotsky sobre el papel de los sindicatos en el nuevo poder soviético.
En cuanto a la nacionalización del cobre (proceso iniciado con la compra del 51% de las acciones durante el gobierno de Frei), basta decir que no sólo implicaba indemnizar a las empresas yanquis, sino que... ¡¡hasta la derecha la votó!!
El secretario general del PS quiso dejar en claro, para la posteridad, que la famosa nacionalización del cobre "no fue un acto arbitrario y unilateral del gobierno ‘marxista’... se efectúa por decisión unánime del Parlamento, en el cual la coalición gobernante estaba en minoría" (20).
Entre noviembre del 70 y agosto del 71, el gobierno de Allende pagará en concepto de indemnizaciones: 400 millones de dólares a bancos comerciales; 576 millones a multinacionales del hierro y el salitre; 320 millones a terratenientes; 600 millones a monopolios expropiados; 8.830 millones a las empresas yanquis de cobre Anaconda y Kennecott (21).
Semejante hemorragia de dólares contribuirá al imperialismo yanqui a decidir el corte de todos los créditos, porque una cosa era ver qué sucedía con el ‘experimento Allende’, y otra cosa era financiarlo... con el riesgo, inclusive, de perderlo todo.
Téngase en cuenta que, antes y después de este "bloqueo invisible" (como lo denominaron los dirigentes de la UP), el gobierno chileno venía pagando puntualmente la abultada deuda externa, y que llegado el momento, no dudará tampoco en firmar un stand-by con el FMI.
La propuesta más audaz que haga el gobierno de la UP a la gran banca internacional será una moratoria de 3 años.
La caída del precio del cobre (manejado por las multinacionales a las cuales la UP indemnizaba generosamente) significaba una pérdida del 33% de los ingresos del Presupuesto Nacional.
Pese al alza de los salarios reales y al lento cumplimiento de la reforma agraria, las masas no cesaban de organizarse y movilizarse. Los explotados chilenos esperaban que ahora, con ‘Don Chicho’ en el gobierno, sus más anheladas reivindicaciones se verían al fin cumplidas... Y si acaso la derecha no le permitía al ‘compañero Presidente’ cumplir con el Programa, entonces qué mejor que organizarse y movilizarse con aún mayor intensidad.
Por eso, en marzo del 71 Allende recriminará a las organizaciones de campesinos la toma de fundos, exigiéndoles que esperen el trámite legal.
Para los obreros en huelga, también habrá reprimendas: "Que los trabajadores entiendan que éste es su Gobierno, y que siendo su Gobierno... no puede haber la pretensión de un sector de los trabajadores de imaginarse que tienen una influencia mayor. Porque la paralización de su actividad puede implicar fuertemente un impacto en la economía nacional" (22).
La misma actitud había tenido Maurice Thorez, ‘capo’ del PC francés y dirigente de otro Frente Popular, que se dirigía a las masas en alza, en junio del 36, planteando que "las ocupaciones de fábricas, de negocios y granjas, no estaban incluidas en el programa del Frente Popular... Esto no sólo es ilegal, sino que es algo peor: es una humillación al patrón. Las ocupaciones deben cesar" (23).
Pese al esfuerzo bipartito de la UP y la CUT durante el período enero-diciembre del 71, el número de huelgas ascendía a 1.758, y las tierras ocupadas se contabilizaban en 1.278.
La burguesía empezará a protestar abiertamente por la incapacidad del Frente Popular para frenar a las masas. Radomiro Tomic, de la DC, alarmado, declarará que "las ocupaciones ilegales no se deben sólo al accionar de la ultraizquierda, sino también a la acción espontánea de grupos de campesinos, trabajadores y mineros".
En diciembre del 71, la derecha retoma la iniciativa política. En ocasión de la visita de Fidel Castro a Chile, los partidos de derecha organizan la "Marcha de las Cacerolas", en la cual 80.000 personas (mayoritariamente mujeres) se dirigen a La Moneda para protestar contra el desabastecimiento.
La movilización de la burguesía y el accionar de los grupos de extrema-derecha (Patria y Libertad, Comando Rolando Matus) merecerán la advertencia de Fidel Castro acerca del peligro del fascismo en Chile.
En los tres años de la Unidad Popular, la derecha logrará movilizar, cuantas veces se lo proponga, a numerosos sectores de las "capas medias" (irónicamente, la ‘niña bonita’ de la UP), y así los médicos, abogados, profesores universitarios, odontólogos, pequeños comerciantes, se convertirán en arietes de la burguesía y (en la visión de la izquierda chilena) en "la amenaza fascista".

¿Era inevitable esta actitud de la pequeña-burguesía? ¿Eran las "capas medias" el caldo de cultivo del "fascismo chileno"?

Analizando la situación política alemana, y la relación entre fascismo y pequeña burguesía, Trotsky sostendrá que "la lucha cotidiana del proletariado agudiza la inestabilidad de la sociedad burguesa. Las huelgas y las revueltas políticas agravan la situación económica. La pequeña burguesía podría adaptarse pasajeramente a estas privaciones crecientes si llegase, por experiencia, a la conclusión de que el proletariado está en condiciones de guiarla por un nuevo camino... La pequeña burguesía no puede seguir al obrero si no ve en él al nuevo amo... La política del reformismo quita al proletariado la posibilidad de dirigir a las masas plebeyas de la pequeña burguesía, transformándola ya por eso en carne de cañón del fascismo" (24).
A inicios de junio del 72, Pedro Vuskovic, ministro de Hacienda, sostenía que "la burguesía aún no tiene la cohesión suficiente para intentar una contrarrevolución armada", y dado que el aparato jurídico-administrativo (sic) había hecho crisis, urgía "una gigantesca movilización de masas con el objeto de controlar el aparato productivo, y prepararlo para el enfrentamiento militar entre clases".
En esos mismos días, para el PC la tarea más importante era "aumentar la producción"...
El 17/6, Allende designa un nuevo gabinete en el cual, por presiones de la derecha y el PC, ya no figura Vuskovic...
Para fines de junio habrá un nuevo pacto con la DC, por el cual se acuerdan los integrantes de los directorios de los bancos estatizados, y se excluye del Area de Propiedad Social a la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (el mayor monopolio del ramo), cuyo principal propietario es... Jorge Allesandri, del Partido Nacional.
El incipiente desgaste de los trabajadores chilenos con el gobierno y la izquierda explicará que en las elecciones de junio en la CUT, la lista respaldada por la DC se lleve el 32% de los votos.

Estado capitalista y "Poder Popular"

En junio del 72, el gobierno todavía no podía hacer cumplir la ley de reforma agraria sancionada por Frei... y tampoco lograba contener a las masas.
En la población de Melipilla, cerca de Santiago, los campesinos organizarán una enorme movilización reclamando la entrega inmediata de las tierras y la renuncia del juez Olate, que demoraba alevosamente el trámite judicial. La policía reprimirá la manifestación y unas 20 personas serán detenidas.
Sin embargo la lucha no cesa. Una semana más tarde, los campesinos de Melipilla saldrán a cortar las rutas, y se encontrarán con la solidaridad activa de los obreros en conflicto de las fábricas textiles Perlak y Polycrom, y de la fábrica de aluminio Las Américas, que venían desde la vecina localidad de Cerrillos para apoyar a sus aliados de clase.
Mientras vitorean el nombre de Allende y culpan al Congreso por no defenderlos, darán nacimiento a la primera organización de tipo "soviético": el Cordón Industrial de Cerrillos, que rápidamente saca una declaración a favor del "control obrero de la producción" y por una "Asamblea de Trabajadores" que reemplace al Congreso.
La idea pega con fuerza entre los explotados chilenos, y en un par de días nacerá otro Cordón, el de Vicuña McKenna. El PC y el sector allendista del PS ordenarán a sus militantes boicotear los Cordones, con el argumento de que todas las acciones debían ser coordinadas a través de la CUT.
"Globalmente la UP no comprendió ni captó la poderosa fuerza inmersa en el Poder Popular. Lo percibió como una expresión ‘izquierdista’ y anarquizante de cuyo control desconfiaba", será el balance, mistificador, de la dirección del PS años después del golpe (25).
A fines de julio del 72, cerca de 3.000 delegados, representando a partidos de izquierda, sindicatos, organizaciones populares y estudiantiles, se reúnen en una Asamblea Popular en la ciudad de Concepción, para discutir la situación política.
Ausente con aviso: el PC, para quien la Asamblea era "una maniobra de la reacción y el imperialismo, usando de pantalla a elementos de la ultraizquierda".
Atacando la Asamblea de Concepción, Allende manifestará su adhesión a la democracia, al señalar que "ningún revolucionario sensato puede ignorar el sistema institucional que gobierna nuestra sociedad, del cual el gobierno de la Unidad Popular forma parte".
Asimismo, Allende expresará su oposición al "doble poder", porque éste habría surgido en "otras circunstancias históricas, en oposición a estructuras de poder reaccionarias, que no tenían ni base social ni apoyo popular".
Para Allende, la creación de órganos de "doble poder" bajo su gobierno era sin dudas un acto de "crasa irresponsabilidad", ya que el gobierno de la UP representaba los intereses de la clase obrera como un todo (26).
Allende se oponía no sólo a la dictadura del proletariado, sino también al primer paso que conduce a ella: el desarme de la burguesía y el armamento del proletariado.
Por eso sostendrá que bajo el gobierno de la Unidad Popular "no habrá aquí más grupos armados que aquellos estipulados por la Constitución, es decir, el ejército, la marina y la fuerza aérea. Eliminaré cualquier otro que apareciera".
Los continuos cambios de gabinete evidenciaban la falta de cohesión al interior del Frente Popular. La impasse intentará ser superada en julio del 72 con el primer Congreso de los partidos integrantes de la Unidad Popular, donde se distinguen dos políticas.
La primera será la del PC y la mayoría del PS, que consistía en buscar a cualquier costo un nuevo acuerdo con la burguesía vía la Democracia Cristiana, tratando de evitar una crisis para la cual "ni la Unidad Popular ni las fuerzas sociales en que se apoya están preparadas".
La segunda era la del sector de izquierda del PS, el MAPU y la Izquierda Cristiana, que abogaban por cumplir aceleradamente con las nacionalizaciones previstas en el Programa en base a una ofensiva ideológica.
El debate en el seno de la UP mostraba que la totalidad de la izquierda, por diversos motivos, era incapaz de ver que "cuando el movimiento obrero y de los explotados ha roto los diques de control de la burguesía, cuando su desarrollo se desenvuelve masivamente en el cuadro de los partidos obreros, cuando su movilización apunta al doble poder; en una palabra, cuando no... se trata de una ampliación del desenvolvimiento capitalista, sino del gobierno obrero y el anti-capitalismo... las nacionalizaciones burguesas se encuadran dentro de los recursos políticos para frenar a las masas, para desviarlas y, por lo tanto, aplastarlas. El capitalismo de estado que había en los proyectos allendistas estaba vinculado a todo el objetivo de arrebatar las libertades de movilización de las masas y marchar, contra ellas, hacia un bonapartismo cívico-militar" (27).
Como desenlace del Congreso de la UP, Allende designará en agosto del 72 al nuevo ministro de Hacienda, Orlando Millas (miembro del Comité Central del PC), que implementará una política económica de "disciplina laboral" (represión de huelgas), con énfasis en las "tareas de producción" (mayor explotación), y con medidas "anti-inflacionarias" (tarifazos).

Octubre del 72

El 9 de octubre de 1972 se inicia el paro de los propietarios camioneros, cuyo líder, León Vilarín, es dirigente del grupo paramilitar Patria y Libertad. La paralización del transporte terrestre, a través del bloqueo armado, en sentido literal, de la única ruta que comunica Chile de norte a sur (la Panamericana), provocará la rápida escasez de alimentos, de combustible, de materias primas y repuestos.
Animados por el paro de los camioneros, las patronales de las industrias y el campo sentirán la necesidad de darle una lección a tanto obrero y campesino revoltoso, y producirán un lock-out.
Cerrarán sus persianas los comercios, y se sumarán al caos provocado por la burguesía los médicos, los farmacéuticos, los dentistas, los abogados.
Se trataba, entonces, de una ‘insurrección de la burguesía’, que usaba su enorme e intacto poder económico para presionar y poner de rodillas al Frente Popular.
Conviene no perder de vista que el conflicto directo entre el Frente Popular y la burguesía está subordinado a la contradicción básica, a la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. Por lo tanto, será el fracaso del Frente Popular en disciplinar a las masas, y no el Frente Popular en sí mismo, lo que llevará a la burguesía a la ‘sublevación’.
Pero con el lock-out patronal de octubre se producirá un nuevo e impresionante salto en la conciencia y organización de las masas populares, pasando por encima de sus direcciones, y llevando a la práctica el frente único de los trabajadores: los obreros democristianos lucharán codo a codo con los obreros socialistas y comunistas.
Ante el sabotaje económico de la patronal, la clase obrera toma en sus manos la tarea de mantener en pie la producción. Así, se ocupan las industrias y tierras ‘abandonadas’ por sus dueños, y se multiplican los Cordones Industriales.
Para defender el consumo popular, amenazado por la especulación, el acaparamiento y el cierre de los negocios, las masas dan vida a las JAP (Juntas de Abastecimiento y Precios), que actúan como un sistema de control popular sobre la distribución y comercialización de productos de primera necesidad.
Para coordinar a nivel municipal las tareas de mantenimiento de los servicios públicos, es que surgen los Comandos Comunales.
Cada una de estas organizaciones no dudará, no sólo en tomar el control de la situación, sino también en recuperar los camiones, despejar las rutas, abrir los supermercados, etc., por medio de la violencia física; que también usará para auto-defenderse de los atentados de Patria y Libertad.
El gobierno declara el estado de sitio, y en las "zonas de emergencia" el poder político de las provincias pasa a manos de las FF.AA. Los interventores militares enviados por el gobierno mostrarán, como no podía ser de otra forma, más premura por entorpecer las actividades de las masas y reprimirlas, que por imponer a la patronal ‘la ley y el orden’.
La clase obrera chilena será, en el transcurso de 26 días, el caudillo nacional que guiaba la vida social de la nación. La burguesía había sido derrotada, humillada.
Pero el 3 de noviembre, Allende llama a las fuerzas armadas a ingresar al gobierno, en un nuevo gabinete de "paz social". Hay que resaltar que el gobierno acudió a las FF.AA. no para derrotar el lock-out patronal, sino una vez derrotado éste, para imponer una tregua a los explotados victoriosos.
El general Prats, jefe del Ejército, es designado ministro del Interior, y su tarea consistirá en asegurar la devolución de las empresas ‘ocupadas’ a sus dueños privados.
El general Bachelet, jefe de la Fuerza Aérea, se encargará del área de la distribución, con la misión de desbaratar la actividad de las JAP.
La dirección del PC chileno elogiará la implantación del bonapartismo cívico-militar, porque significaba "un avance y un signo de fuerza, más que de la Unidad Popular, del Gobierno constitucional, de la democracia chilena" (28).
El Pentágono yanqui, sin embargo, no se conmoverá por este "triunfo de la democracia", y sacará sus propias conclusiones en un informe llamado "Octubre en Chile", en el cual se señala que, ante el peligro inminente que Allende sea desbordado por la insurrección popular en desarrollo, sólo un régimen duro podía desarticular la organización de los trabajadores (29). El régimen político de dominación democrática tenía los días contados...
Terminado el paro patronal, se viven momentos de euforia en el gobierno y en los partidos de la Unidad Popular. Un militar retirado, sin embargo, hará una advertencia a un funcionario allendista: "Ustedes están equivocados, es el pueblo el que ganó, no ustedes... Habrá un nuevo paro como éste, pero el pueblo no lo ganará. Habrá sido atemorizado y desarticulado antes. Y ese paro será el último que se verá...".

El "Pliego del Pueblo"

La derrota del paro patronal de octubre y el giro político que había provocado la respuesta obrera, impulsará a los explotados chilenos a discutir su programa, uniendo a sus organizaciones de base (Cordones Industriales, Comandos Comunales, JAP) y dando a conocer, de cara a sus hermanos de clase, el "Pliego del Pueblo".
Este manifiesto nacía en abierta oposición al programa de los capitalistas y sus partidos políticos, que habían elaborado el "Pliego de Chile" durante la huelga de los camioneros.
Los explotados chilenos no dudan en sacar las conclusiones: "la experiencia de estos días ha demostrado que los trabajadores no necesitan de los patrones para hacer funcionar la economía. En sus desesperados intentos por paralizar al país, sólo han conseguido mostrar su carácter parasitario... La conclusión es clara: sobran los patrones" (30). En cuanto a la relación con la burocracia del Frente Popular, "es necesario... que creemos otras formas de relacionarnos con el Gobierno y sus instituciones. Nadie tiene derecho, y menos aún en nuestro nombre, a actuar sin consultarnos... Ningún funcionario puede olvidar que su primera responsabilidad es con el pueblo y que está, por lo tanto, obligado a someterse a su control organizado" (31).
En el plano político, el Pliego constata "las debilidades de sectores de la izquierda", y manifestando su repudio a la decisión de la UP, plantea que "la crisis no puede ser resuelta mediante concesiones y alianzas con algunos militares de alta graduación... Se trata de salir hacia adelante apoyándose en la fuerza de la clase obrera y las masas populares, a través de una ofensiva permanente expresada en la lucha por el Pliego del Pueblo" (32).
Se plantearán como tareas inmediatas: "derrotar el gabinete militar y cualquier otro tipo de concesiones", "no devolver las industrias intervenidas, requisadas y ocupadas durante la huelga capitalista e incorporarlas al Area Social" y también "establecer definitivamente el control obrero en todas aquellas empresas que permanecen en el área privada... donde se han generado las condiciones de fuerza necesaria" (33).
El documento exige la nacionalización rápida y sin indemnización de las inversiones norteamericanas, el no pago de la deuda externa, la abolición del secreto comercial y bancario.
Ante la táctica de la burguesía de parar todo tipo de inversión, reclamándole (y recibiendo) subsidios al gobierno de la UP, el documento plantea poner un límite a las ganancias capitalistas, y obligar a los patrones a invertir, bajo control de los trabajadores.
El Pliego del Pueblo planteaba que "el capitalismo... exige la existencia de 1 millón 600 mil mujeres esclavizadas en el trabajo doméstico, atadas a la casa, obligadas a soportar malas condiciones de vivienda, falta de agua... salarios miserables. La mujer que trabaja es doblemente explotada, en las fábricas y en su casa". Por lo tanto, se plantea la creación por doquier de guarderías y jardines infantiles, lavanderías populares, comedores populares; impulsar la producción masiva de electrodomésticos que alivien el trabajo de la mujer en la casa; establecer la igualdad de salarios entre hombres y mujeres, y luchar por un salario para las amas de casa.
Habrá finalmente un llamado a "reforzar la organización de los comités de autodefensa y vigilancia" y "fortalecer las JAP".

La vía chilena al desastre...

Años después del golpe, el PC seguía sosteniendo que tras el paro patronal de octubre "era preciso frenar la ocupación de empresas, dar garantías al empresario privado y contener toda movilización popular dentro de los estrictos marcos legales" (34).
El acentuamiento de la política de compromiso con la burguesía, después de octubre, abrirá algunas fisuras en la UP. En la izquierda, por ejemplo, el MAPU sufrirá una escisión de derecha (allendista), que añadirá a la sigla partidaria las palabras "Obrero y Campesino".
A fines de noviembre, el presidente de la CUT (y flamante ministro de Trabajo) deberá ‘bajar’ dos veces para tratar de convencer a los obreros de Arica de permitir la vuelta al trabajo de la gerencia ‘borrada’ durante el paro de octubre. Aun así, hará falta la ‘fuerza argumentativa’ de los Carabineros para desalojar a los trabajadores que habían tomado la fábrica.
En enero del 73, el gabinete Millas-Prats da a conocer su intención de restituir a sus dueños las fábricas ocupadas durante el paro patronal, y la reducción a un mínimo del número de empresas que pasarían a ser propiedad estatal.
La reacción obrera no tardará en manifestarse. En el Cordón Cerrillos-Maipú se producen manifestaciones y se levantan barricadas. Se organiza una marcha unitaria de los Cordones a Santiago. En la fábrica Textil Bromack, trece militantes comunistas romperán con el PC como gesto de protesta...
Como instancia de esta lucha, y ante la indiferencia (hostilidad disimulada, en realidad) de los ‘periódicos de izquierda’, el Cordón de Vicuña McKenna empezará a editar su propio periódico, llamado "Tarea Urgente", cuyo primer ejemplar informa que "en su asamblea del 28/1 los miembros de este Cordón aprobaron la siguiente resolución:
1) Ninguna fábrica tomada durante la huelga patronal debe ser devuelta a sus dueños;
2) Unánimemente rechazamos el llamado ‘Plan Millas’, que no representa las verdaderas aspiraciones de la clase obrera" (35).
El 5 de febrero se realiza, en el Estadio Nacional de Santiago, una nueva y enorme movilización de repudio al ‘Plan Millas’. Un grupo de manifestantes portará una bandera con la consigna "Un pueblo desarmado es un pueblo conquistado".
Las protestas irán sin embargo a un punto muerto, fundamentalmente porque los ojos de la izquierda chilena estaban puestos en las nuevas elecciones. Para el domingo 4 de marzo estaban fijadas elecciones legislativas, y la UP se vería enfrentada a la derecha unida en la Confederación Democrática.
El PC levantará, antes y después de las elecciones, la consigna "No a la guerra civil", colosal consigna desmovilizadora que, junto a su política abiertamente derechista, le hará tan sólo mantener su electorado, mientras el PS lograba duplicar el suyo...
En las elecciones de marzo del 73, la UP consigue, en medio de una hiperinflación, el 44% de los votos. Se ve frustrada así la táctica de la Confederación Democrática de lograr los dos tercios del Congreso para deshacerse "constitucionalmente" del gobierno de Allende. Será en este momento cuando se abra un definitivo conflicto entre el golpismo y la UP.
El resultado de las elecciones no detenía la lucha de clases, y la combatividad obrera y campesina se mantendrá. El 10 de abril, la población de Constitución realizará una Asamblea del Pueblo, ante los problemas creados por la exigencia gubernamental de "devolver" las fábricas ocupadas, y los reclamos populares por la tierra y contra el mercado negro.
En esa Asamblea, los 25.000 pobladores votan simplemente tomar el control del municipio, y serán ellos mismos quienes durante el transcurso de 2 días (tiempo que demoró el Estado en maniobrar su derrota) asuman todas las funciones estatales, garantizando la salud, la educación, los transportes, la comercialización de bienes, etc.
El 19 de abril, cerca de 13.000 obreros de El Teniente, mina de cobre nacionalizada por la UP, iniciaban una huelga que duraría más de 2 meses, y que estallaba por la negativa del gobierno en reconocer aumentos salariales estipulados en convenio.
El paro será abandonado primero, y combatido después, por la totalidad de la izquierda chilena (MIR incluido), para quienes la lucha por defender el salario en medio de una hiperinflación era "desestabilizadora".
Políticamente huérfanos por decisión de la propia izquierda, los confundidos obreros recibirán el ‘apoyo’ de la DC y de Patria y Libertad.
Tampoco la ‘amenaza golpista’ (siempre invocada por el gobierno, pero ante la cual capitulaba invariablemente) impedirá la lucha de los trabajadores.
Así, un par de días después del primer ensayo de golpe de estado (29 de junio), un lock-out patronal en la fábrica textil El As provocará que las trabajadoras, hasta ese día sin ninguna tradición de lucha, decidan tomar el control de la fábrica... En medio del conflicto, una obrera declarará que "la solución de la CUT es hablar con la patronal y llegar a un acuerdo para devolverles la fábrica... Yo nunca me metí en política, pero en ésta estamos todas involucradas... Quizás sea una fábrica chica, pero acá importa lo político, no lo económico... Si nosotros los trabajadores queremos el poder, nunca lo obtendremos devolviendo las fábricas, sean del tamaño que fueren..." (36).
En este cuadro, en julio toma estado público, para la izquierda, claro, que en medio del paro camionero de octubre del 72, por iniciativa del senador democristiano Juan de Dios Carmona, se había votado una Ley de Control de Armas, que suspendía la inviolabilidad del domicilio, daba una total libertad a las FF.AA. para realizar allanamientos, en los que se actuaba en base a delaciones secretas de las cuales no quedaba constancia ni en el mismísimo sumario. Todo esto, para entregar las armas en manos de los trabajadores al Estado burgués.
Pasado el proyecto de ley al Poder Ejecutivo para su conformidad, y ante la ausencia de veto presidencial, quedó promulgada con el número 17.998. En la izquierda, nadie podía (o quería) explicar por qué Allende no había vetado la ley.
El semanario Chile Hoy, editado por el PS, lo atribuirá a "una imperdonable omisión de algún funcionario" (37). El olvido es siempre la memoria de lo que uno no quiere hacer...
En realidad, un funcionario estatal reconoció que "tanto el Presidente Salvador Allende como la mayoría de los parlamentarios de la UP consideraron positivo el proyecto, pues pensaron en unas FF.AA. imparciales, neutras y leales al gobierno" (38).
Lo cierto es que desapercibida en un primer momento, la sanción de la ley de Control de Armas se tornará en una pesadilla en julio del 73...
Una semana antes del golpe, en una manifestación de masas en celebración del tercer aniversario de la victoria de la UP, los órganos de poder dual (Cordones Industriales, Comandos Comunales, JAP, etc.) de la provincia de Santiago, enviarán a Allende una carta expresando que "antes teníamos el temor de que el proceso al socialismo se estaba transando, para llegar a un gobierno de centro, reformista, democrático-burgués, que tendía a desmovilizar a las masas o a llevarlas a acciones insurreccionales de tipo anárquico, por instinto de conservación. Pero ahora nuestro temor ya no es ése, ahora tenemos la certeza de que no sólo se nos está llevando por el camino que nos conducirá al fascismo en un plazo vertiginoso, sino que se nos ha estado privando de los medios para defendernos".
Los órganos del poder dual "le exigimos a usted, compañero Presidente, que se ponga a la cabeza de este verdadero ejército sin armas". La carta terminará advirtiendo que si su requerimiento no es escuchado, "en este país habrá no una guerra civil, que ya está en pleno desarrollo, sino una masacre fría, planificada" (39).

El MIR y la Unidad Popular

A mediados de 1973, algunos círculos intelectuales gustaban comparar la situación chilena con la de Rusia en julio-agosto del 17 (40).
Así, Allende y la UP serían algo así como Kerensky y su Gobierno Provisional. El PC podía compararse a los mencheviques. Los Cordones serían la versión chilena de los soviets. Candidatos a Kornilov seguramente no faltaban. El problema era encontrar un equivalente a los bolcheviques. Algunos creyeron verlo en el MIR.
El MIR nació en 1965 al influjo de la Revolución Cubana. Inicialmente, tendrá una influencia localizada únicamente en la ciudad de Concepción, una composición abrumadoramente estudiantil y adoptará el foquismo como línea política.
El MIR desarrollaba sus ‘campañas financieras’ mediante espectaculares asaltos a bancos, ampliamente publicitados y demonizados por la prensa derechista, con El Mercurio a la cabeza. La tendencia morenista en el MIR, que propiciaba un "giro hacia la clase obrera", será expulsada hacia 1968.
El MIR irá dejando de lado su foquismo, e irá creciendo mediante su inserción en frentes de masas, organizando a sectores atomizados, como ser campesinos, indios mapuches, pobladores de las ‘callampas’ (villas miserias), etc.
El foquismo, sin embargo, estará de alguna manera implícito en la resistencia del MIR a insertarse en el proletariado. En principio, porque en la concepción foquista el proletariado no es el sujeto central en la lucha por el socialismo. Luego, por la incapacidad política de luchar en la práctica contra el reformismo del PC y PS, con fuertes raíces en la clase obrera. En resumen, el MIR encaró con gran retardo su inserción en el proletariado; síntoma de esto es que en junio del 72 (elecciones de la CUT), a pesar de levantar la candidatura del venerado Clotario Blest, sólo obtendrá el 2% de los votos.
En los primeros documentos del MIR se dice que la revolución chilena "tendrá el carácter de antiimperialista y anticapitalista a la vez, esto es, será fundamentalmente socialista".
El objetivo será destruir la superestructura legal burguesa, e "instaurar un gobierno revolucionario de obreros y campesinos, que siente de inmediato las bases para la construcción del socialismo" (41).
En las elecciones de 1970, el MIR llamará a la abstención, y pese a lo anunciado, el triunfo de la UP "no estaba en los cálculos de ninguno de nosotros" (42).
Tras la ‘sorpresa’ de las elecciones, el MIR tardará en acomodarse a la nueva situación política, y algunos de sus miembros se sumarán al grupo para-estatal de seguridad personal de Allende, el GAP.
Miguel Enríquez (secretario general del MIR) y Salvador Allende acostumbraban tener frecuentes reuniones, y se dice que en una de esas innumerables discusiones, "Miguel de algún modo lo acusó de socialdemócrata... y Allende le dijo: ‘A mucha honra’..." (43).
A pesar de las reiteradas críticas al reformismo de la UP, el MIR se abstendrá de criticar al gobierno de Allende por lo que en realidad representaba: un Frente Popular.
Es por esto que el MIR sólo verá preocupaciones de ‘tecnócratas’ y ‘reformistas’ cuando el gobierno de Allende hable de darles importancia vital a "las tareas de ordenar la economía, elevar la producción, imprimir eficiencia y disciplina en el trabajo".
Para el MIR, el gobierno frentepopulista podía corregir sus taras de nacimiento, gracias a la tarea de crítica marxista que ellos encaraban.
Pese a sus tremendas limitaciones políticas, el MIR sabrá ganarse el odio del PC, que no dudará en llamarlo "caballo de Troya de la reacción".
Para Luis Corvalán, del PC, "la actividad política del MIR y de los demás agrupamientos ultraizquierdistas... es de las más perjudiciales al gobierno de la UP" y denunciaba particularmente del MIR "su política de ataque frontal contra la burguesía y contra la oposición en bloque, la ocupación de empresas y de fundos agrarios pequeños y medios, el poner el acento sobre la tesis de la inevitabilidad de un enfrentamiento armado" (44).
Faltaba sólo un paso más del PC hacia su integración en el Estado burgués para que se hubiese repetido la ‘política’ del PC español para con la izquierda (POUM y anarquistas), en el transcurso de la Guerra Civil. De alguna forma, la ley de "Control de Armas" puede interpretarse como un avance en ese sentido...
El CC del PS condenará también al MIR porque "la esencia de la política del MIR es levantar una alternativa distinta de la que ofrece la UP. A juicio del MIR, el programa de la UP no es revolucionario y la alianza que lo sustenta no es revolucionaria; luego, el Gobierno Popular tiene un carácter de conciliación de clases y reformista; en definitiva, Chile no está viviendo un proceso revolucionario" (45).
El MIR tenía, en cambio, muy buenas relaciones con la izquierda del PS. Recordemos que, hoy como ayer, el PS chileno funcionaba como una cooperativa electoral, donde el sector de izquierda (Aniceto Rodríguez, Clodomiro Almeyda, etc.) hacía auténticos malabarismos con su verbalismo centrista, con el fin de evitar el éxodo por izquierda de los militantes (y particularmente de su juventud).
El MIR no sólo se abstendrá de desenmascarar (en la discusión, en el planteamiento de tareas políticas concretas) a esta izquierda trucha, sino que inclusive la apoyará electoralmente en marzo del 73.
Después del golpe, la implacable opinión de la ‘izquierda’ del PS sobre el MIR nos servirá para caracterizar tanto a unos como a otros: "incapaz de entender el verdadero papel del ‘poder popular’, trató de arrastrarlo hacia una posición alternativista: transformarlo en un doble poder, opuesto al conjunto de la institucionalidad burguesa, olvidando que en órganos importantes de ésta estaban instaladas las fuerzas populares. En esa perspectiva confluía a deteriorar la autoridad del gobierno, estimulaba la indisciplina, introducía brechas en la unidad de la izquierda, y contribuía a confundir a la clase obrera y al campesinado" (46).
El MIR tampoco verá a los trabajadores de los Cordones como gérmenes de poder soviético, quizás por temor a su debilidad numérica en comparación con el PS.
Aprovechando la intensa relación política entre el MIR y el castrismo, la dirección mirista pedirá armas personalmente a Castro. Según el recuerdo de un ex-dirigente, "Fidel nos dijo que llegado el momento habría armas para todos los revolucionarios".
Lo cierto es que el famoso momento tardaba en llegar, e inclusive "el día del golpe fuimos a la embajada... y el funcionario responsable se negó" (47).
Con la derrota de los trabajadores consumada, finalmente "después del golpe nos llegaron más de las que necesitábamos... más de las que podíamos guardar" (48).
Resultará particularmente irónico que Fidel Castro, en el acto de masas con que recibió a la viuda de Allende, a los pocos días del golpe, sostuviera que "... una lección que hay que sacar de este ejemplo chileno es que con el pueblo sólo no se hace la revolución: ¡hacen falta también las armas!" (49).
Las limitaciones políticas del MIR serán determinantes, en última instancia, de la debacle de los trabajadores chilenos. Porque "sin una organización dirigente, la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la caldera ni el pistón, sino el vapor" (50).
La experiencia del MIR sirve para confirmar, por la vía negativa, que para ganar a las masas a una política revolucionaria organizada, centralizada; para arrancarlas de la influencia de los dirigentes de la UP; para darles a los Cordones la forma superior de organización clasista; para preparar a tiempo la insurrección victoriosa; hacían falta, como decía Trotsky a propósito de la España revolucionaria, sólo tres condiciones: "un partido, otra vez un partido, y siempre un partido".

El golpe militar

Según Joan Garcés, asesor personal de Allende, los servicios secretos soviéticos habían detectado, a mediados del 73, que en la base militar de Panamá, y con la coartada de participar en el operativo Unitas, se aprestaba una Escuadra de guerra yanqui que, cuando llegara a Valparaíso, actuaría como apoyo al golpe militar en Chile.
Los servicios soviéticos jamás informaron, según Garcés, al Frente Popular (51), hecho que sirve de base para que después de veinte años, el propio Garcés caracterice todo el proceso chileno como un mero round latinoamericano de la "Guerra Fría" (52).
Sin embargo, el gobierno de Allende no necesitaba de los servicios secretos de Brezhnev, puesto que a inicios de junio, un grupo de suboficiales y marineros (fruto del trabajo político del MIR en el seno del ejército) se entrevista con los senadores Altamirano (PS), Garretón (MAPU) y con Miguel Enríquez del MIR, para informar con lujo de detalles los nombres y los planes golpistas.
La reunión será detectada, y en las semanas siguientes son encarcelados secretamente por la Marina unos 400 suboficiales bajo el cargo de "tentativa de golpe contra la armada".
Si bien el gobierno de la UP sabía esto, "ninguna voz se alzó ni ninguna acción se tomó en favor de ellos" (53).
El ensayo del golpe fue el ‘Tancazo’, cuando el 29 de junio el general Souper, a cargo del Regimiento Blindado Nº 2 de Santiago, pruebe la reacción de los Cordones Industriales. Pinochet mismo reconocerá que el "Tancazo" fue como una "mano de Dios" que le hizo ver que "esta guerra se decidía aquí en Santiago", ahogada en sangre la resistencia obrera en los Cordones Industriales (54).
De allí en más, en virtud de la ya citada Ley de Control de Armas, las FF.AA. allanarán fábricas, empresas estatales, locales partidarios, casas particulares y hasta cementerios, en busca de armas en poder de los trabajadores. Se preparaba el camino hacia la masacre...
Así, el 27/7 se inicia el segundo paro nacional de los camioneros, que según su líder León Vilarín, "terminará cuando se acabe el gobierno de Allende".
Sólo cuatro días después, unos 250 oficiales de la guarnición militar de Santiago solicitan al general Prats una "reunión deliberativa" (¿a ésto llamaba la UP la "democratización del concepto de seguridad nacional"?), en la cual se exige:
1) Un acuerdo gobierno-DC.
2) Entrega total de las empresas del Area Social a las FF.AA.
3) Declarar fuera de la ley a los Cordones Industriales.
Tras innumerables negociaciones y concesiones para lograr el levantamiento de la huelga de los camioneros, será llamado nuevamente Prats a intervenir, quien sorpresivamente en ese momento renuncia a su cargo de Comandante en Jefe del Ejército porque "ya no puedo detener las fuerzas golpistas".
El 23 de agosto, Allende designa al general Pinochet como reemplazo de Prats.
A principios de setiembre, se adhieren al paro de los camioneros numerosos sectores de la clase media: médicos, farmacéuticos, abogados, comercios mayoristas y minoristas, etc.
El individuo Salvador Allende sufrirá en carne propia su política de "ampliación de las libertades" cuando, a partir de fines de agosto, la prensa burguesa (El Mercurio) llegue a extremos inauditos, invitándolo a renunciar, a suicidarse, o ambas cosas a la vez.
Allende, impotente, les contestará: "Yo no puedo, no estoy en condiciones de hacer nada en contra de El Mercurio, pero háganlo ustedes" a los dirigentes del MIR que criticaban su "blandura" ante la contrarrevolución (55).
La contrarrevolución tenía una radiografía de las fuerzas motrices de la revolución chilena, distinguiendo tres "grupos":
1) "Los motores del marxismo", es decir, el activismo comunal, regional, de los Cordones, partidista o no, quienes realmente "movían al pueblo".
2) "Los dirigentes del marxismo", o sea, cuadros políticos de la UP, intelectuales, dirigentes estudiantiles.
3) "Los dirigentes y funcionarios de gobierno y jerarcas de la UP".
La contrarrevolución, consecuentemente, procederá a "detener y fusilar inmediatamente" a aquellos pertenecientes al primer "grupo"; a "detener, torturar y condenar a largas penas" al segundo grupo, y a "detener largo tiempo y expulsarlos del país" a los funcionarios del Frente Popular.
El viernes 7 de setiembre se allanan los bastiones obreros del APS, como las fábricas textiles Sumar y Lanera Austral. En esta última, un trabajador es fusilado por los militares (56).
El sábado 8 de setiembre, Allende se reúne con los generales Pinochet, Leigh y Montero, y les pide que den órdenes a sus subordinados para que "moderen sus ímpetus" en los allanamientos por la ley de control de armas...
El 10 de septiembre, sólo cuatro horas antes de que el golpe se iniciara en Valparaíso, el ministro de Defensa, Orlando Letelier (asesinado por la DINA años después), da una conferencia de prensa anunciando que "la situación del país tiene una solución política que en breves horas dará a conocer el Presidente".
Letelier se refería a la decisión de Allende de llamar, el martes 11, a un plebiscito sobre la continuidad del gobierno de la UP. Los primeros enterados del plebiscito eran los golpistas Pinochet y Urbina, quienes se habían reunido con Allende el domingo 9 de setiembre ante los rumores sobre la inminencia del golpe.
Sabiendo Pinochet esto, el previsto "llamado a plebiscito" no hizo más que adelantar en 3 días la fecha del golpe... Desde aquel día pasaron 24 años, pero aún hoy, Gladys Marín (actual jefa del PC) sostiene que no había razones para dar el golpe, porque el plebiscito daba una salida a la impasse (57).
En realidad, las urnas podrían haber acabado, o no, con el gobierno de la UP, pero jamás podían acabar con los Cordones, con los Comandos Comunales, con las JAP... Para eso hacía falta, una vez que el Frente Popular había logrado (en gran parte) contener y confundir a las masas, desatar la masacre de los trabajadores y explotados.
El 11 de setiembre del 73 será solamente el último acto de un golpe que había comenzado desde hacía ya un par de meses.
El ejército aplasta los focos de resistencia en las fábricas (en Lucchetti Pastas, los obreros derribaron un helicóptero) y en las "callampas" (en Nueva La Habana será la Fuerza Aérea quien bombardee a la población).
A media mañana, Allende recibirá de los golpistas la oferta de un salvoconducto para él, su familia y sus colaboradores... lo que rechazará indignado y, fusil FAL y bazooka en mano, resistirá el bombardeo al Palacio de la Moneda (58).
Por radio, Allende enviará su último mensaje: "Tengo la certeza que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición".
Pobre consuelo para una clase obrera que supo tener en sus manos, mediante sus propias organizaciones, el curso de su propio destino y el de la nación oprimida, y que terminará siendo sometida por la burguesía chilena y el imperialismo, a manos de una Junta Militar Gubernamental de Liberación Nacional dirigida por el ‘constitucionalista’ Pinochet.
Quedaban sepultadas bajo la forma de una monumental estafa política las proclamaciones de la Unidad Popular acerca del "poder popular" y de los "canales de participación de los trabajadores", que ocultaban el hecho fundamental, decisivo, de que "el pueblo no tenía ningún derecho a armarse, un privilegio que la Constitución reservaba sólo a la camarilla militar. El gobierno de Allende era, en este aspecto, absolutamente constitucional, y no permitía otros ‘canales’ armados que los establecidos".
Para los trabajadores chilenos "el resultado fue una feroz masacre y una feroz dictadura de más de 15 años. Allende se valió de las fuerzas armadas para desarmar al pueblo, y aunque ello le costó la vida, sirvió para salvar al único Estado que Allende reconocía como propio: el burgués" (59).

Marcelo Novello

1. Diario Sur, Bs.As., 4/9/1990.

2. La cuestión del Frente Popular es, sin lugar a dudas, la cuestión principal de la estrategia obrera. En anteriores números de En Defensa del Marxismo, varios artículos trataron extensamente el tema.

3. Cifras recogidas por Mike González, en Revolutionary Rehearsals, Londres, pág. 44.

4. Luis Vega, La caída de Allende, La Semana Publicaciones, Israel, pág. 105.

5. Alianza compuesta por seis organizaciones: el PC, el PS, el Partido Radical, el MAPU, el API y el Partido Socialdemócrata.

6. El Programa puede leerse completo en Nuestro camino al socialismo - La vía chilena, de Salvador Allende, págs. 151-174, Ediciones Papiro, Bs.As.

7. Citado por L.Vega, op. cit, págs. 147-148.

8. La firma del "Estatuto" fue, por razones obvias, un hecho sistemáticamente minimizado por las direcciones del PS y el PC, y su texto celosamente ocultado a las bases partidarias.

9. Definición del secretario general del PC, Luis Corvalán, en el libro de Eduardo Labarca titulado El Chile de Luis Corvalán, pág. 215, Editorial Fontamara.

10. Citado en Luis Vega, op. cit., págs. 110-111.

11. León Trotsky, La Revolución Permanente, pág. 167, El Yunque Editora.

12. Salvador Allende, citado por Carlos Altamirano en Dialéctica de una derrota, pág. 230, Siglo XXI Editores (1977).

13. Luis Vega, op. cit., pág. 105. Quedará como un misterio insoluble saber a qué hacía referencia la UP cuando hablaba de "inversionista extranjero no imperialista"...

14. La ‘estrategia’ de la UP es expuesta por Kyle Steenland, en Two Years of ‘Popular Unity’, New Left Review, marzo-abril 1973.

15. Ver al respecto El Estado y la revolución de V.I. Lenin, págs. 74-76, en Obras Completas, Tomo XXVII, Akal Editor.

16. Salvador Allende, en Nuestro camino..., op.cit., pág. 56.

17. Idem, págs. 111-112.

18. C. Altamirano, op.cit., págs. 99-100.

19. Extracto del cuarto Congreso del MAPU (diciembre de 1971), citado en el libro Revolución y contrarrevolución en Chile, pág. 57, Ediciones del Sol, Bs.As.

20. Carlos Altamirano, op.cit., pág.126.

21. Citado por L. Vega, op.cit., pág. 132.

22. Salvador Allende, op.cit., pág. 109.

23. Citado por J. Jackson en The Popular Front in France. Defending Democracy (1936-38), pag. 231, Londres.

24. L. Trotsky, Alemania, la revolución y el fascismo, pág. 188, Juan Pablos Editor, México.

25. Carlos Altamirano, op.cit., pág. 115.

26. Citado por Mike González, op.cit., pág. 53.27. "Respuesta de Política Obrera al PST", citado por Osvaldo Coggiola en El trotskismo en la Argentina (1960-1985)/2, CEAL, Bs.As.

28. L. Corvalán, op.cit., pág. 36.

29. Citado por L. Vega, op.cit., pág. 182.

30. El documento entero puede leerse en Revolución y contrarrevolución en Chile, pág. 94, Ediciones del Sol, Bs.As.

31. Idem, pág. 96.

32. Ibídem, pág. 115.

33. Ibídem, pág. 116.

34. Introducción de Ignacio Gayango a El Chile de Luis Corvalán, op.cit., pág. 19.

35. Citado por M. Gonzales, op. cit., pág. 66

36. Idem, pág. 76

37. Citado en Revolución y..., op.cit., pág.58.

38. Luis Vega, op.cit., pág. 177.

39. Citado en Dialéctica..., op.cit., págs. 113-114.

40. Ver, por ejemplo, Kyle Steenland, op.cit., págs. 13-14.

41. Citado por Alain Labrousse, en El experimento chileno, Editorial Grijalbo, España.

42. Declaraciones del ex-dirigente del MIR, Roberto Moreno, en un documental de Televisión Nacional de Chile.

43. Roberto Moreno, en el documental ya citado.

44. Citado por Ernest Mandel, en Crítica del Eurocomunismo, pág. 241, Editorial Fontamara.

45. C. Altamirano, op.cit., pág. 120.

46. C. Altamirano, op.cit., pág. 121.

47. Nuevamente Roberto Moreno, en el documental ya citado.

48. Idem.

49. Discurso de Castro del 28/9/73, en el aniversario de la creación de los CDR, transcripto íntegro en el libro El más alto ejemplo de heroísmo, págs. 95-96, Editorial de Ciencias Sociales, Cuba.

50. León Trotsky, en Historia de la Revolución Rusa, Tomo I, pág.11, Editorial Galerna.

51. Ver el testimonio en Orlando Letelier: Testimonio y vindicación, de J. Garcés y Saul Landau pág. 3, Siglo XXI Editores.

52. Ver el capítulo dedicado al gobierno de la UP de su libro Estrategias globales, americanos y españoles, Siglo XXI Editores (1995).

53. L. Vega, op.cit., pág. 216.

54. Citado por C. Altamirano, op. cit., págs. 187-188.

55. Testimonio de Luis Corvalán, citado en L. Vega, op.cit., págs. 118-119.

56. Orlando Letelier..., op.cit., pág. 21.

57. Reportaje concedido a la Televisión Nacional de Chile.

58. Ver el testimonio de su viuda, en el acto del 28/9/73, reproducido en El más alto ejemplo de heroísmo, op. cit., págs 11-21.

59. Jorge Altamira, La estrategia de la izquierda en la Argentina, págs. 251/2, Editorial Rumbos.

2 comentarios:

Ras dijo...

Aquí hay una carta de los obreros chilenos a Allende, urgiendolo para que deje de desmovilizarlos y apresar dirigentes de izquierda, mientras era laxo con la derecha:

http://bit.ly/roGGeW

Es un documento más que contundente.

Ras dijo...

Aquí está el link clickeable:

Carta de los obreros chilenos a Allende