Israel finalmente sacó a sus tropas de Gaza el lunes por la mañana, después de una larga ofensiva de cinco días en la que murieron 110 palestinos y dos soldados israelíes. El Estado Mayor de la FDI (Fuerza de Defensa Israelí) dijo oficialmente que el 90 por ciento de todas las bajas eran combatientes, pero rápidamente esta afirmación demostró ser una mentira escandalosa cuando la organización israelí de derechos civiles, B"Tselem, publicó un informe en el que demostraba que más del 50 por ciento de las víctimas palestinas eran civiles, incluidos varios niños, cuatro de ellos murieron mientras jugaban un partido de fútbol el 28 de febrero.
La demostración sangrienta e indiscriminada de fuerza por parte de Israel ha sido tan evidente, que incluso representantes norteamericanos han tenido que utilizar su capacidad de veto para impedir que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara una resolución de condena.
Aunque a una escala "limitada", la invasión de Gaza ha sido brutal y despiadada. El avance del ejército israelí ha provocado una explosión de furia en las masas palestinas. Si damos crédito a los objetivos iniciales de la misión, debemos decir que Israel ha fracasado en su intento de socavar el apoyo a Hamás o de librar a su propio territorio de la amenaza de los cohetes Qassam. Todo lo contrario, la retirada de Israel fue celebrada el lunes por manifestaciones de decenas de miles de seguidores de Hamás y Fatah, tanto en Gaza como en Cisjordania. Hamás presenta la retirada de la FDI como una victoria y siguió con el lanzamiento habitual de cohetes.
Desde el punto de vista de la gente corriente de Israel, esta aventura militar no ha solucionado nada y a pesar de la ausencia de alternativas, las encuestas demuestran que más de dos tercios de los ciudadanos israelíes están a favor de un acuerdo negociado con Hamás. La confianza en la capacidad del gobierno de ocuparse de la seguridad y en las fuerzas armadas alcanzó un nivel histórico bajo después de la última derrota en Líbano y desde entonces no se ha recuperado.
La salida de Israel de Gaza no significa que haya desaparecido la presión militar contra este superpoblado territorio palestino. Como señalamos correctamente después de la retirada unilateral de 2005 con la salida de 8.000 colonos israelíes de Gaza, de ninguna manera ese movimiento se podía considerar como el final de la interferencia israelí en Gaza. El control económico de Israel sobre la débil economía de este territorio se vio en los efectos devastadores del embargo impuesto por Israel después de que Hamás ocupara Gaza el año pasado. Pero aunque se basa en su superioridad militar y poderío económico, la estrategia de Tel Aviv para minar el apoyo de Hamás, convirtiendo Gaza en un "infierno viviente", ha fracasado miserablemente.
Gaza es un "infierno viviente", pero el sufrimiento de las masas, que no sólo se ve en las cifras económicas, no les deja otra alternativa que desafiar el dominio de Israel. No tienen nada que perder y el millón y medio de personas que vive en Gaza no puede desaparecer sólo porque convenga a Israel.
El juego de Israel
Los escalones superiores de la clase dominante en Tel Aviv están jugando con fuego, cada vez son más empíricos y terminarán quemándose los dedos. En cada punto de inflexión han aparecido divisiones profundas y esta aventura militar parece ser un intento desesperado de conseguir la unidad.
Por un lado, no pueden permitir que el malestar social que existe dentro de Israel salga a la superficie, por eso necesitan constantemente la amenaza externa y así conseguir que los trabajadores israelíes sigan apoyando al Estado sionista. En este sentido, la política de Hamás proporciona a los líderes sionistas el mejor de los enemigos posibles que podían elegir.
Todas las tácticas de ataques indiscriminados contra la población israelí, como es el lanzamiento de cohetes contra la población civil de Sderot y las ciudades vecinas, o los atentados suicidas, hacen el juego a la clase dominante israelí. Debemos preguntarnos qué daño hace al imperialismo israelí el lanzamiento de 6.000 ó 7.000 cohetes Qassam, disparados aleatoriamente durante los últimos siete años a través de la frontera de Gaza contra Israel. La respuesta es: absolutamente ninguno. Todo lo contrario, la clase dominante israelí da la bienvenida a este tipo de ataques porque los pueden utilizar para desviar la atención interna de los problemas sociales que afectan a los israelíes corrientes, y consiguen unirlos detrás del bloque sionista.
Los sionistas ganan fuerza con la idea de que Israel está rodeado de enemigos y poblaciones hostiles. Esta "mentalidad de acoso" ata a los trabajadores judíos con el Estado sionista. Desde el nacimiento del Estado de Israel hace 60 años, éste ha sido el principal arma en manos de una burguesía débil, dependiente de EEUU, que ha transformado Israel en la potencia imperialista más poderosa de Oriente Medio.
Por otro lado, en el período reciente, hemos visto intentos de utilizar la poderosa maquinaria militar del Estado sionista que han demostrado la debilidad de Israel y la incapacidad de su clase dominante para gobernar a las masas palestinas con un puño de hierro.
Al mismo tiempo que abandonaban Gaza, el gobierno israelí anunciaba que las fuerzas israelíes seguirían golpeando a Hamás, atacando a sus dirigentes, y no descartaban ninguna opción militar, incluida la ocupación total del territorio. Más que aplastar a Hamás, lo que quiere el Primer Ministro israelí, Olmert, es someter con puño de hierro al pueblo palestino en Gaza.
¿Conversaciones de "paz"?
La clase dominante israelí no está interesada en la paz y tiene todo que ganar con una situación de guerra permanente, eso le permite controlar más a la población israelí y extender el apoyo a su acción militar. Pero su incapacidad para ganar esta guerra y aplastar a las desafiantes masas palestinas, inevitablemente llevará a una nueva ronda de conversaciones de "paz" impulsadas por el imperialismo norteamericano. No se puede poner ningún tipo de ilusión en que salga una solución de estas conversaciones.
La vida de cientos de palestinos, e incluso la vida de los residentes en Sderot o cualquier otro ciudadano israelí, que el gobierno israelí pretende defender con esta operación militar (oficialmente era detener el lanzamiento de cohetes), no valen nada y sólo son moneda de cambio en el cínico juego de la clase dominante israelí.
Estos acontecimientos han puesto en peligro la estrategia norteamericana de acuerdo entre Israel y la Autoridad Palestina, basado en la colaboración del líder de Fatah, Mahmud Abbas, y el gobierno israelí, mediante las conversaciones de Annapolis. Mahmud Abbas hasta ahora ha sido un social leal del imperialismo, pero ni siquiera él puede ignorar la oleada de rabia que ha provocado este último ataque contra Gaza. Como consecuencia del mismo, ha tenido que romper las conversaciones con Israel, al menos temporalmente. Cuando tiene que elegir, el gobierno estadounidense no duda en apoyar a su principal aliado en la región, incluso aunque amenace su difícil posición. Este hecho es lo que da margen de maniobra a la clase dominante israelí, como ha ocurrido siempre.
Irónicamente, este es uno de los efectos imprevistos de la intervención imperialista en Oriente Medio. Durante los últimos sesenta años, la clase dominante israelí ha demostrado a todo el mundo que sigue su propio plan. En los últimos años, Israel ha conseguido más autonomía de EEUU, que cada vez está más empantanado en Iraq. Israel aún es el principal aliado de EEUU en Oriente Medio. Pero por esta misma razón, al mismo tiempo que la región es cada vez más inestable, debido a la ocupación imperialista de Iraq, la clase dominante israelí ha ganado más poder para poner en práctica sus propios planes.
La "paz" imperialista que prepara la guerra
La estrategia imperialista siempre ha sido: dividí y vencerás. Las presuntas "conversaciones de paz" no tienen otro significado que perseguir los mismos objetivos que no pueden lograr por métodos militares, por esa razón inevitablemente preparan la guerra. Después de las conversaciones de Oslo en 1993, el nacimiento de la Autoridad Palestina marcó un cambio. Incapaces de mantener el dominio directo de los Territorios Ocupados de Cisjordania y Gaza, la clase dominante israelí tuvo que conceder la autonomía formal a los palestinos. Pero pronto fue evidente que sólo era una trampa mortal para las masas palestinas.
La dirección de la OLP consiguió un poder limitado para garantizar el control de las masas palestinas bajo la tutela de Israel, de los reaccionarios regímenes árabes y del imperialismo norteamericano. Las masas palestinas no experimentaron ningún cambio real y presenciaron cómo sus dirigentes conseguían enormes privilegios, participaban en la corrupción a gran escala, mientras las condiciones para la aplastante mayoría iban de mal en peor.
Esta situación extendió la desilusión con la dirección histórica de los palestinos, la ausencia de otra alternativa fue el motor del surgimiento de Hamás en Gaza y Cisjordania, y que finalmente llevó a un desastre aa las masas palestinas con la guerra civil del año pasado entre Hamás y Fatah, y la partición de la Autoridad Palestina.
Después de quince años de "procesos de paz", las masas palestinas no han ganado nada excepto un inmenso sufrimiento con esta presunta "independencia" y la "solución de los dos Estados" sobre bases capitalistas. Como demostraron claramente las conversaciones de Annapolis, la clase dominante israelí no está dispuesta a dar ninguna concesión seria al pueblo palestino. Y en el improbable caso de que se alcance algún tipo de acuerdo, inevitablemente, será una nueva trampa para las masas palestinas. No hay una diferencia fundamental entre los líderes de Fatah y Hamás. Ninguno de los dos tiene una alternativa que ofrecer si no es la defensa del capitalismo. El imperialismo intentará enfrentar a unos contra otros para preservar su dominio.
Cuando nos enfrentamos a una agresión militar como la perpetrada por Israel contra Gaza, como socialistas debemos oponernos con todas nuestras fuerzas. La clase obrera internacional y sus organizaciones no pueden ser neutrales en el caso de la intervención imperialista y deben dar apoyo al derecho del pueblo palestino a controlar su propio destino sin la interferencia imperialista.
Al mismo tiempo, debemos decir que a pesar de toda la retórica, la llamada "lucha armada" contra Israel no ha conseguido nada aparte de fortalecer al Estado israelí y dividir a la clase obrera en líneas nacionales. Tanto los trabajadores palestinos como los israelíes han visto convertirse sus vidas en una pesadilla de explotación capitalista, guerras y declive de los niveles de vida.
La necesidad de recurrir a las "conversaciones de paz" ha sido evocada por el imperialismo norteamericano, y como es habitual por la mayoría de los dirigentes de la izquierda internacional. Nuestro deber como marxistas es luchar contra las ilusiones en presuntas "conversaciones de paz" sobre bases capitalistas que no pueden ofrecer una salida a esta pesadilla. No son una alternativa. No son nada excepto la continuación de la guerra por otros medios, e inevitablemente prepara nuevas guerras.
La única alternativa para el pueblo palestino vendrá de la lucha de masas, no de la política de zigzags entre la "lucha armada" y la diplomacia capitalista, no hay ninguna otra diferencia entre la política de Fatah, la dirección de la OLP o Hamás.
El balance de estos últimos veinte años, incluidos los quince de la presunta "independencia", demuestra que la mayor amenaza para el dominio capitalista fue la primera Intifada de 1987, cuando la insurrección de los trabajadores y jóvenes palestinos desarmados en los Territorios Ocupados sacudió al Estado sionista, provocó una oleada de simpatía por todo Oriente Medio. Consiguió lo que antes era impensable, la solidaridad y simpatía de sectores importantes de la clase obrera israelí, empezando por los palestinos israelíes y los judíos sefardíes, que forman la mayoría de la clase obrera israelí, esa parte de la población que sufre los efectos del incremento de la explotación capitalista, incluso durante el boom, y que se enfrentará a ataques importantes cuando la crisis económica mundial golpee a Israel.
En Oriente Medio se está desarrollando una nueva oleada de la lucha de clases. En todas partes las masas trabajadoras se enfrentan al mismo escenario de crisis capitalista, guerra, ataques a sus niveles de vida, inflación y aumento de la explotación. La explosión de la lucha de clases en uno de los países clave, sobre todo Egipto, pondrá en el orden del día la tarea de la transformación socialista de la sociedad y el derrocamiento del capitalismo en un país tras otro.
Frente a una nueva y más grande Intifada, el dominio imperialista y el capitalismo en Oriente Medio sufrirían un duro golpe y cambiaría toda la situación. Nuestro deber como marxistas es estar preparados para esta nueva situación.
Francesco Merli
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