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martes, noviembre 10, 2009
¿Resultado de un proceso político o de una traición?
Una de las pocas personas que en aquella época pertenecían a la élite política de la República Demócrata Alemana (RDA) es Margot Honecker, de 82 años de edad. Su difunto marido, Erich Honecker, había sido secretario general del Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA) y jefe de Estado hasta el 18 de octubre de 1989 cuando el propio Politburó le obligó a dimitir. Dos décadas después, su viuda se resiste a dar entrevistas a los medios germanooccidentales «porque desprecian a los ciudadanos de la RDA». Ella no habla ni de «vuelta» ni de «cambio», sino de «traición». La prensa alemana le tacha por eso de «intransigente». Sin embargo, han sido los propios medios burgueses los que han sembrado dudas respecto a la versión oficial sobre el final de la Alemania socialista, que el 3 de octubre de 1990 se adhirió al territorio de su hermana capitalista, la República Federal de Alemania (RFA).
Los hechos que marcan el paso hacia la «reunificación» o la «anexión», según el punto de vista de cada cual, giran en torno al 9 de noviembre de 1989. En una rueda de prensa, que hoy es calificada de «histórica», el líder del PSUA berlínes y miembro del Politburó, Günter Schabwoski, informó de la inmediata apertura de la frontera interalemana. Miles y miles de ciudadanos de la RDA le hicieron caso y se acercaron a ella, fuertemente custodiada por las Fuerzas de Seguridad. Estas últimas se vieron sorprendidas por la avalancha humana que se acercaba a los puestos fronterizos.
Para evitar una catástrofe abrieron el Muro que tres décadas antes había sido construido para frenar la fuerte emigración del este al oeste alemán por motivos económicos y políticos. Según la historia oficial, la caída del Muro se debió a una interpretación equivocada que Schabowski hizo de las instrucciones recibidas. Éstas sí preveían que se iba a abrir la frontera y permitirles a los ciudadanos de la RDA la libre salida y entrada a su país, pero de forma controlada. Las palabras de Schabowski acabaron con ese plan.
En aquella época los alemanes del Este tenían derecho a viajar a otros países socialistas, pero no a la Europa capitalista. En verano de 1989 se creó una muy difícil situación humanitaria y política cuando un millar de ciudadanos germanoorientales entraron en las embajadas de la RFA en Praga y Budapest para solicitar asilo político y permiso de entrar en la Alemania capitalista. Su acción era una expresión del descontento que reinaba en el «primer Estado antifascista en territorio alemán» cuatro décadas después de su fundación. Obviamente, en lo que tenía que ver con el consumo propagado por Occidente, la RDA no podía competir con la RFA. A ello se añadía una difícil situación económica y política. Los problemas se debían, en buena medida, a la dependencia económica que ataba a Berlín oriental a Moscú. A ello habría que sumar cierta inmovilidad e incluso cierta arrogancia e ignorancia de las jerarquías burocráticas del PSUA y del Estado frente a los problemas y las demandas que venían desde la base. Ante los oídos sordos -y la mano dura de la represión- se formó una resistencia cívica que reclamaba «reformas».
Hasta aquel 9 de noviembre, estas demandas se referían exclusivamente a cambiar lo que estaba considerado malo en la RDA. Se querían reformar los límites que el PSUA y el Estado habían erigidos en cuarenta años, demandando más espacio para la libertad de expresión, por ejemplo. En aquel momento la cuestión no era ni la unificación de los dos estados ni la entrega incondicional de la RDA tal y como se la produciría en 1990.
«Revolución pacífica»
En cambio, el Estado alemán vencedor, que es lo que es la RFA capitalista, ha pintado una imagen unicolor de aquella época, centrada en la denominada «revolución pacífica» que acabó con el «régimen totalitario». Esta interpretación se ve plasmada en la famosa fotografía del 9-N cuando miles de personas se congregan en el Muro de Berlín, intentando romperlo con cinceles y martillos. Esta imagen que no sólo refleja un acontecimiento histórico sino que se ha convertido en la expresión del «cambio de regimen» que Alemania, la UE y EEUU quieren aplicar a los gobiernos que ellos consideran «totalitarios». Este objetivo no permite que se tengan en cuenta otros factores a la hora de analizar el derrumbe del Estado socialista al margen de los problemas internos de la RDA. Al mismo tiempo, obliga a «olvidar» que la RFA atacó primero con atentados, sabotajes y espionaje a su hermana socialista y que se dotó de un Ministerio de Cuestiones de Toda Alemania, cuya misión consistía en preparar la integración de la RDA después de su anexión por medios pacíficos o militares.
Hasta este verano habían sido exclusivamente personas como Margot Honecker las que han hablado de una «traición» por parte de Moscú, achacando toda la culpa sólo a Mijail Gorbachov. Pero, en agosto, varios medios burgueses publicaron que Moscú planeó en 1987 un «golpe» contra Honecker recurriendo a destacados dirigentes de la RDA.
El «Berliner Morgenpost» relató una conferencia secreta que en primavera de ese año celebró el hombre de confianza de Gorbachov y vicedirector del servicio secreto soviético KGB, Vladimir Kriuchkov, con el antiguo jefe de espionaje de la RDA, Markus Wolf, en Dresde. Sólo un mes antes, el enigmático agente alemán había dejado el Ministerio de Seguridad del Estado (MfS) de manera fulminante tras tres décadas de servicio. El 5 de noviembre de 1989, Wolf apareció junto con Schabowski en una multitudinaria manifestación en Berlín oriental donde los congregados exigían al nuevo Gobierno de Egon Krenz profundas y amplías reformas. El rotativo berlinés señala ahora que el cambio del 89 se pudo haber iniciado dos años antes.
La existencia del encuentro entre los dos agentes secretos la confirman el propio Schabowski y Hans Modrow, que participó en él. Este último es hoy presidente de honor del partido Die Linke, surgido del PSUA. En aquella época Modrow era su máximo dirigente en Dresde, y amigo de Wolf. Preguntado por los detalles de la reunión, el político se limitó a confirmar el hecho afirmando no recordar de qué se habló. Schabowski sí se acuerda de que el hombre del KGB ocultó ante Honecker el verdadero objetivo de su viaje a la RDA, diciendo que venía de vacaciones y que quería ser acompañado por Wolf. Según esta fuente, Kriuchkov quería saber de éste cómo se podía aplicar la política de «perestroika» (reestructuración) y «glasnost» (apertura) de Gorbachov en la RDA y qué papel podía jugar Modrow. El teniente coronel del MfS y hombre de confianza de Wolf, Günter Bohnsack, confirmó que su jefe ya tenía una lista de personas que deberían formar el nuevo Gobierno. Su proyecto no avanzó porque «no logró convencer a los militares para un golpe», asegura el «Berliner Morgenpost».
Las informaciones de este y otros medios de comunición complementan lo que algunos autores, cercanos a las posiciones ideológicas y políticas de Margot Honecker, vienen manteniendo desde hace dos décadas: en la caída de los gobiernos socialistas de la Europa oriental intervino un grupo ultrasecreto del KGB, llamado «Luch» (rayo, en ruso). Estos hombres al servicio de Gorbachov actuaban en todo el bloque socialista, apoyando a los «reformistas» y neutralizando a los «intransigentes». Cuba fue el único país en el que «Luch» fracasó.
¿Fue Honecker víctima de una conspiración orquestrada por Gorbachov? Desde las páginas del diario sensacionalista «Bild», el ex líder soviético lo niega. Dice estar seguro de que a pesar de las reformas «se habría dado la unificación alemana», quizás de otra forma, «posiblemente primero en una unión monetaria y después en una confederación de los estados». Su asesor y ex embajador en Alemania Valentin Falin se limitó a confirmar que en Moscú sólo se pensaba en cómo se podría cambiar a algunas personas en la cúpula de la RDA, sin decir nombres.
Es un hecho sobradamente conocido que en octubre de 1989 Modrow buscó el diálogo con la oposición y que cuatro días después de la caída del Muro, el 13-N, se le eligió ministropresidente de la RDA y vicepresidente del PSUA. Paralelamente, formó un «Gobierno de responsabilidad nacional», en el que incluyó a miembros de la oposición como ministros sin cartera. A principios de 1990, Modrow reconoció, por un lado, la «comunidad de la nación alemana» y, por otro, pidió a Gorbachov que representara a la RDA en las negociaciones con las demás potencias en este sentido. Quizás deba transcurrir otra década, o a lo mejor otras tres, hasta que los historiadores tengan el derecho a acudir a los archivos aún secretos de los dos estados alemanas para saber si la RDA de Margot Honecker fue víctima de sus propios errores, de una conspiración con traición incluida, o de todo un poco.
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Alemania continúa siendo un país dividido
La canciller alemana Angela Merkel dijo, en una rueda de prensa ofrecida con motivo del 20 aniversario de la Caída del Muro de Berlín, ocurrida el 9 de noviembre de 1989, que "la reunificación ya es una realidad" porque "el Muro empieza a ser historia y no un recuerdo vivo en la mente de los alemanes".
Ingo NIEBEL
Según una reciente encuesta hecha por la primera cadena estatal de televisión, la ARD, casi dos tercios de los alemanes orientales, que viven en el territorio de la desaparecida socialista República Democrática Alemana (RDA), opinan que la sociedad alemana se ha hecho más injusta después de la adhesión de su Estado a la capitalista República Federal de Alemania (RFA). Frente a este 64% se sitúa el 43% de sus compatriotas occidentales que también piensa así. Por lo que respecta a quienes se sienten beneficiados por la "reunificación": el 56% de los ex ciudadanos de la RDA opina que, a nivel personal, la unión de los dos estados les ha favorecido, mientras que en el oeste alemán sólo el 42% comparte esa opinión. Sólo el grupo de los que se declaran "perdedores" de la unificación es igual de fuerte en las dos partes: en el Este se sitúa en torno al 24% de los encuestados y en el Oeste, al 22%.
Tras su encuentro con los medios, un rotativo madrileño citaba a la canciller y presidenta de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), Angela Merkel, diciendo que "hay que tener en cuenta que, desde la llegada de los nazis al poder en 1933, el Este alemán vivió primero la dictadura nazi y después la dictadura comunista". La encuesta de la ARD respalda a la canciller porque cifra en el 51% el número de germanoorientales que ratificaría lo dicho por Merkel, ciudadana de la RDA hasta 1990. Pero el 40% se opone decididamente a que su República sea considerada un "Estado de injusticia".
Es más, según otro sondeo realizado en verano por el semanario liberal "Die Zeit", el 49% de los alemanes de la RDA aseguran que su Estado tenía más cosas positivas que negativas e, incluso, un 8% afirma que poseía casi exclusivamente cosas positivas. Estos dos puntos de vista no son compartidos en el oeste de la RFA, dónde el 78% tacha a la RDA de "dictadura".
Estas diferentes interpretaciones explican la peculiar división política del paisaje político alemán. Su oriente aparece "rojo" donde el partido Die Linke (La Izquierda) aparece por lo general como segunda fuerza política, con cerca del 25% de respaldo, mientras que en su occidente acumula, en el ámbito regional, el 7% de los votos, salvo en el País de Sarre, donde supera el 20%.
Migración interna
El desequilibrio entre las dos partes se deja notar también en la evolución demográfica del país. Alemania cuenta actualmente con 82 millones de habitantes, 65 de los cuales viven en el Oeste, y 17, en el Este. Después de la caída del Muro los territorios de la RDA han perdido cerca de tres millones de habitantes entre 1990 y 2007, según la Oficina Federal de Estadística. Dado que en el mismo periodo dos millones de personas emigraron desde la RFA especialmente hacia Berlín y su zona limítrofe, la pérdida demográfica se ha quedado en un millón de personas. Este fenómeno, que antes de 1989 se habría llamado "fuga" y que hoy se denomina "emigración interna" está causando graves problemas económicos, sociales y estructurales a los estados federales del Este. El länd más afectado es el de Sajonia-Anhalt, que perdido al 15% de su población entre 1990 y 2003. Este hecho ha ido acompañado de un cambio demográfico a nivel nacional.
Según la Oficina de Estadística, Alemania perderá hasta 2050 unos 8 millones de habitantes si se mantienen el nacimiento de 1,4 niños por mujer y una inmigración neta anual de 250.000 personas. Si estas cifras cayeran a 1,2 niños y a 100.000 inmigrantes, la población podría reducirse en 12 millones de habitantes. El panorama podría cambiar hacia el lado positivo si aumentara, entre otros factores, natalidad. Sin embargo, el número de nacimientos en Alemania Oriental ha descendido un 25% desde 1990. A ello ha contribuido la destrucción de la mayor parte de la infraestructura industrial y del tejido social de la RDA que permitía a la mujer trabajar y ser madre sin temer por su empleo.
La privatización de la industria nacionalizada de la RDA ha sido la principal causa del aumento de su pobreza. Si la media nacional ronda el 14%, en el Este se sitúa ente el 18% y el 24%. Los länder más ricos son Baden Württemberg y Baviera, donde el índice de pobreza es de 10% y 11%, respectivamente. No obstante, el panorama puede empeorar. El gran consorcio de almacenes Arcandor ha quebrado y en tan sólo una de sus ramas ha despedido, en Baviera, a 7.000 personas.
La situación tampoco es ideal para la población activa. A nivel nacional, entre 2002 y 2005, el sueldo se redujo casi un 5%, de 24.900 euros a 23.700 euros anuales. Además, subió el número de personas que, por su trabajo, reciben menos de dos tercios del sueldo bruto medio. A principios de la década de los 90 sólo el 25% de los empleados pertenecían a este grupo que aunque trabaja no sale de la pobreza. En 2005, ya era el 30%.
En Alemania, son las ciudades las que más aportan económicamente, encabezadas por la capital bávara, Munich, que genera un PIB local de 78.000 euros por persona. A la cola vuelve a estar, de nuevo, la antigua RDA y, más en concreto, el länd agrario de Mecklenburgo-Antepomeranía. En la tierra de Merkel, el PIB medio de una ciudad no alcanzó los 12.000 euros por persona en 2006.
A la vista de esta situación y ante la falta de perspectivas miles y miles de personas buscan cada año su futuro en el oeste alemán. Y esta emigración crea nuevos problemas tanto sociales como demográficos. Son las mujeres jóvenes las que marchan al oeste. En algunos distritos del Este alemán hay, por lo tanto, una falta extrema de féminas mientras que en ciudades universitarias del oeste, como Colonia, Frankfurt o Munich, viven más mujeres que hombres.
"Espacios perdidos"
Esta evolución conlleva el envejecimiento de la ex RDA, que en las próximas décadas tendrá cada vez más "espacios perdidos". Así llama el Ministerio Federal de Tráfico a aquellas zonas en las que no se puede mantener la infraestructura básica porque el número de habitantes ha caído por debajo de un mínimo, por lo que en adelante son consideradas económicamente no viable conservar carreteras, electricidad, teléfono, asistencia médica o policial. "Si faltan las personas que se ocupan del destino de su tierra entonces no se podrá cambiar nada", ni siquiera invirtiendo más dinero desde arriba si no hay reacción desde abajo, concluye un estudio del Ministerio sobre la situación en junio de 2009. Ese trabajo levantó ampollas porque ante estos hechos recomendó decir a los habitantes de dichas regiones que, en adelante, el Estado no podría garantizar la "igualdad de las condiciones de vida", como decreta la Ley Fundamental. Una salida podría ser invitar a la gente afectada a trasladarse a otros lugares más habitados de su región.
Por otra parte, el Gobierno Federal ha realizado varios estudios para averiguar cómo frenar la migración interna. La enseñanza y atención sanitaria son dos ejes relevantes.
Una de las razones que motiva el traslado de padres jóvenes es el cierre, por parte del länd, de escuelas con pocos alumnos ya que su mantenimiento no se considera económicamente rentable. En países menos poblados que Alemania, como es Finlandia, el Estado conserva estas "escuelas de pueblo" para mantener la población y porque el rendimiento educativo es mayor en una clase más pequeña. Los finlandeses, líderes del estudio PISA, adaptaron en su día el sistema de educación de la RDA, mientras que allí se han cerrado 2.000 escuelas sólo en el modelo que prepara a los alumnos para que con 16 años puedan hacer un aprendizaje. Además, en Finlandia se ha llegado a la conclusión de que resulta más barato, efectivo y mejor para el medio ambiente mandar a los profesores a esas escuelas y no a miles de alumnos en autobuses a lejanos centros de educación que muchas veces no cuentan ni con comedor.
En cuanto a la atención médica, después de 1990 en la RDA se liquidaron las Poliklinken. Estos ambulatorios contaban con médicos especialistas y podían realizar pequeñas operaciones. La implantación del sistema occidental, en el que cada médico puede asentarse donde quiera, ha llegado al extremo de que incluso en el "rico" occidente hay zonas rurales en las que los enfermos se ven obligados a viajar 80 kilómetros para ser atendidos por un especialista.
Quizá Merkel encontraría la solución a estos problemas si recordara no sólo que se doctoró en la RDA sino también lo positivo que allí había para la mayoría social.
Ingo Niebel
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