jueves, diciembre 30, 2010

Wole Soyinka y el alma negra de las petroleras


Es cierto que los grandes premios no merecen más credibilidad que cuando son premiados por los que los reciben, aunque también es cierto que en este mundo donde la información es una mercancía en manos de unos cuantos, ha habido veces que dichos premios, el Nobel en este caso, han contribuido a dar a conocer a personajes y escritores que de otra maneras seguirían sometidos al silencio. Uno de estos casos es el de Wole Soyinka, el primer Nobel africano, lo cual de por sí dice bastante del citado premio.
También es cierto que en pleno apogeo de la lucha contra el “apartheid” en Sudáfrica, cuando buena parte de la opinión pública internacional ya estaba motivada contra el infame régimen de Pretoria al que todavía sostenían como “la única democracia” en la zona grandes señores y señoras del mundo como lo fueron Ronald Reagan, Margaret Thatcher o Helmuth Kohl, la Academia sueca se distinguió otorgando su devaluado Nobel de la Paz al obispo Desmond Tute, y a la escritora Nadime Gordimer, seriamente comprometida contra aquel sistema tan infame, tan infame que cualquier cosa menos ya sonaba a victoria. Por cierto, en aquellos días, Vargas Llosa en una de sus actuaciones para el Departamento de Estado (USA), advirtió a los líderes del African National Congreso sobre un posible…”Gulag” en Sudáfrica. Como si lo que habían tenido hubiera sido una sauna.
Pero a Wole Soyinka, seudónimo de Akinwande Oluwole Soyinka, actualmente conocido mundialmente como dramaturgo, poeta, novelista, conferencista, crítico, catedrático, actor, traductor, político y editor nigeriano, nacido en Abeokuta, Nigeria, el 13 de julio de 1934. Asistió a la Universidad de Ibadan (1952-54), y luego tomó su doctorado en la Universidad de Leeds, en el Reino Unido. Durante su estadía en Inglaterra, fue libretista, actor y director en el Teatro de la Corte Real en Londres. En 1960, Soyinka regresó a Nigeria y fundó la compañía de teatro Masks, con la cual presentaría su primera obra dramática mayor “A Dance of the Forests”. En 1964 fundó la “Compañía de Teatro Orisun”.
Durante la guerra civil en Nigeria, Soyinka abogó en sus escritos por el alto al fuego pero fue arrestado en 1967, acusado de conspiración con los rebeldes de Biafra, y fue encarcelado en régimen de aislamiento como preso político hasta 1969. Como escritor, Soyinka es un “frontera” que supo combinarlo africano con tradiciones culturales europeas, la seriedad de la literatura vanguardista, y el realismo mordiente del teatro popular africano. En sus obras se inspira en los mitos y en las tradiciones tribales, si bien emplea formas occidentales. Soyinka está comprometido vivamente con la justicia social, convirtiéndose en un simbolismo de realce a los valores humanos en el continente, algo que pudo hacer con mucho más contundencia y prestigio gracias al Nobel, aunque lo dicho: el Nobel puede contar con su presencia como ejemplo de que no solamente premia a los servidores del poder.
Soyinka nunca ha dejado de publicar sus denuncias, y ayer mismo (miércoles, 22-12-2010), el rotativo barcelonés La Vanguardia que estos día esta de fiesta con la mayoría electoral de sus más afines, publicaba uno de sus artículos en una serie titulada “El mundo que viene”. El artículo, titulado “De regreso con los habitantes del pantano” ofrece una “Lectura sobre el derrame del petróleo en el golfo de México y recuerdos de las vidas perdidas en el delta del Niger”, temas sobre los que el diario pasó siempre con la elegancia habitual, o sea de puntillas, aunque también es cierto que a nuestra derecha se le pueden amputar muchas miserias, pero no la falta de inteligencia, y La Vanguardia tiene bien aprendido a distinguir entre la artillería pesada de sus editoriales y de sus plumas domesticas, y las exigencias de un cierto prestigio cultural e “independiente” publicando a autores como Gregorio Morán, y otros más internacionales como Naomi Klein, Noam Chomsky o el propio Soyinka por más que sus escritos poco o nada tienen que ver con la línea general de neoliberalismo, prisma que hoy se ofrece más discretamente pero de tanto en tanto no se olvida de lanzarse a la yugular del “comunismo”, y de todo cuando amenace su universo panglosiano…
En medio de tanta nadería, de las bromas sobre la “traición” de Ferran Mascarell (estos del PSC tienen tanto sentido de la traición como del humor), el artículo de Soyinka es como agua clara en medo del pantano. Sin ir más lejos, en su parte final clama:
“….Desalojos, confiscación de tierras, demolición de casas, deterioro ambiental, pérdida de medios de subsistencia: las llamaradas de petróleo ya no eran sólo una inocua escritura en los cielos, sino el fuego de la imprevisión y la indiferencia.
En 1975, mucho antes del desastre del Exxon Valdez en 1989, otro buque cisterna, el Colocotronis, se quebró por el casco frente a las costas holandesas. Ahora bien, el derrame resultante pudo haber sido considerado una advertencia. Para mí, el nombre Colocotronis tenía ecos, de una manera siniestra, con el de Oloibiri.
Cuando empezó a conocerse la devastación ambiental del delta, yo obtuve copias de las actas judiciales del caso del Colocotronis: el veredicto había sido en contra de la compañía naviera. La atención a los detalles era impresionante; fue la primera vez que vi el valor de un ave, un insecto o un metro de tierra de labranza evaluado en dólares y en centavos. Me di cuenta de que el desglose de la flora y la fauna destruidas es contabilidad de rutina en caso de derrames petroleros, excepto, al parecer, cuando el incidente afectaba a África u otros países del tercer mundo.
Cuando un batallador amigo y también escritor tocó a mi puerta, recién llegado de la región de los habitantes del pantano, yo estaba más que preparado. Su nombre era Ken Saro-wiwa, y llegó armado con una agenda de reformas dirigida al gobierno y a las compañías petroleras. La cruzada que emprendió en nombre de su pueblo, los ogoni, lo llevaría al martirio. Sin embargo, antes de ese final devastador, logró despertar la conciencia del mundo.
A cambio de ser la olla de la riqueza en la que cada parte del mundo metía su cuchara, se habían destruido los modos tradicionales de los habitantes del delta para generar su subsistencia. Gracias a Ken, la causa del medio ambiente se volvió la causa de los pueblos indígenas y de las minorías de todo el mundo; estos querían que se les devolviera su modo de vida y que se escuchara su voz.
Le aseguré a Ken que podía dar por descontado mi apoyo.
Avanzo rápido hasta el 20 de abril del 2010 y hasta la noticia del enorme derrame de crudo en el golfo de México. Este suscitó la furia de los legisladores estadounidenses y catapultó a su presidente en mangas de camisa al lugar de los hechos. Una audiencia del Congreso congregó a ejecutivos del petróleo, que mascullaron excusas. Las noticias de todo esto dominaron los medios informativos de todo el mundo.
Cuando leí la confirmación de lo obvio –que el petróleo perdido en el golfo de México era apenas una fracción de las cantidades que se habían filtrado en las tierras de los habitantes del pantano desde hacía más de medio siglo–, cuando escuché las manifestaciones de remordimiento del director ejecutivo de British Petroleum, mi mente regresó con Saro-wiwa, ese hombre rechoncho que llevaba una pipa sin encender entre los dientes.
Su mente siempre había estado fija en las tierras de los habitantes del pantano, ese frágil ecosistema. Él tuvo una dilatada experiencia con la colaboración de las compañías petroleras y gobiernos nigerianos anteriores, que, con el tiempo, despertó la resistencia del pueblo, que tuvo sus primeros chivos expiatorios en nueve seres humanos, los Nueve de Ogoni. Me pregunté si él habría experimentado, como yo me atreví a hacerlo en su nombre, una sensación de autoafirmación o, quizá, algo parecido a un punto final”.
En su obra sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, Engels contaba que le estaba ofreciendo toda una serie de datos de dolor y miseria a un señor que pensaba que le estaba haciendo caso, pero este, después de escuchar educadamente su discurso, le respondió: “Sí, sí. Pero no me negará usted que con todo esto se puede ganar mucho dinero”.Pues eso.

Pd. Me gustaría informar a algunos amigos y amigas que insertan comentarios en mis artículos que, no tengo manera de insertar el mío a pesar de contar con dos entradas a Internet. Espero que me disculpen.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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