lunes, enero 03, 2011

Crisis irlandesa, el fracaso absoluto del neoliberalismo


Desde hace diez años los más fervientes promotores del capitalismo han presentado a Irlanda como el modelo a seguir. El «Tigre Celta» ostentaba una tasa de crecimiento más alta que la media europea. El impuesto de sociedades se redujo al 12,5%[1] y el impuesto que realmente pagaban las numerosas multinacionales domiciliadas en el país oscilaba entre el 3 y el 4%, ¡un sueño! Déficit presupuestario igual a cero en 2007. Tasa de desempleo del 0% en 2008. Una auténtica maravilla: a todo el mundo le salían las cuentas. Los trabajadores tenían empleo (muy a menudo precario, por cierto), sus familias consumían alegremente, disfrutaban del efecto riqueza y los capitalistas, tanto nacionales como extranjeros, conseguían resultados fabulosos.
En octubre de 2008, dos o tres días antes de que el gobierno salvase de la quiebra a los grandes bancos «belgas» (Fortis y Dexia), a expensas de los ciudadanos, Bruno Colmant, director de la Bolsa de Bruselas y profesor de Economía se explayó en una carta abierta en Le Soir, el diario belga francófono de referencia, afirmando que Bélgica debería seguir totalmente el ejemplo irlandés y desregular todavía un poco más su sistema financiero. Según Bruno Colmant, Bélgica debía modificar el marco institucional y legal con el fin de convertirse en una plataforma del capital internacional como era Irlanda. Unas semanas después el Tigre Celta estaba derribado.
En Irlanda la desregulación financiera impulsó una explosión de préstamos a los hogares (el endeudamiento familiar llegaba al 190% del PIB en vísperas de la crisis), especialmente en el sector inmobiliario, el motor de la economía (industria de la construcción, actividades financieras, etc.). El sector bancario se infló de forma exponencial con la instalación de numerosas empresas extranjeras[2] y el crecimiento de los activos de los bancos irlandeses. Se formaron las burbujas bursátil e inmobiliaria. El total de las capitalizaciones bursátiles, las emisiones de obligaciones y de los activos de los bancos suponían catorce veces el PIB del país.
Entonces, aquello que no podía llegar a ese mundo maravilloso, llegó: en septiembre-octubre de 2008 el castillo de naipes se hundió, las burbujas financieras e inmobiliarias explotaron. Las empresas cerraron o abandonaron el país, el desempleo se disparó (del 0% en 2008 saltó al 14% a principios de 2010). El número de familias incapaces de pagar las deudas creció rápidamente. Todo el sistema bancario irlandés estaba al borde de la quiebra, y el gobierno completamente enloquecido y ciego garantizó el conjunto de los depósitos bancarios, que llegaba a 480.000 millones de euros (más del triple del PIB irlandés, que se elevaba a 168.000 millones de euros). El gobierno nacionalizó el Allied Irish Banck, principal financiador de la inmobiliaria, inyectándole 48.500 millones de euros (alrededor del 30% del PIB).
Las exportaciones se ralentizaron. Los ingresos del Estado bajaban. El déficit presupuestario saltó del 14% del PIB en 2009 al 32% en 2010 (del cual más de la mitad es atribuible al apoyo masivo a los bancos: 46.000 millones de aportación a fondos propios y 31.000 de compra de activos de riesgo).
El plan europeo de ayuda con la participación del FMI de finales de 2010 se eleva a 85.000 millones de euros en préstamos (de los cuales el FMI aporta 22.500) y ya está demostrado que no será suficiente. A cambio, el remedio de caballo impuesto al Tigre Celta en realidad es un plan de austeridad drástico que cae pesadamente sobre el poder adquisitivo de las familias, con la consecuencia de una reducción del consumo, de los gastos públicos en el ámbito social, de los sueldos de los trabajadores públicos y en las infraestructuras (en beneficio del reembolso de la deuda) y de los ingresos fiscales. Las principales medidas del plan de austeridad son terribles en el ámbito social:
- Supresión de 24.750 puestos de funcionarios (8% del total, equivalente a 350.000 puestos suprimidos en Francia).
- Las nuevas contrataciones se harán con un 10% menos de sueldo.
- Reducción de las transferencias sociales con disminución de las prestaciones por desempleo y familiares, bajada importante del presupuesto sanitario, congelación de las pensiones.
- Aumento de los impuestos, a cargo principalmente de la mayoría de la población víctima de la crisis, especialmente la subida del IVA del 21 al 23% en 2014; creación de un impuesto inmobiliario (que afecta a la mitad de los hogares que anteriormente no cotizaban).
- Bajada de 1 euro del salario mínimo por hora (de 8,65 a 7,65, es decir, el 11%).
Irlanda debe pagar tipos de interés elevados por los préstamos contraídos: 5,7% para los préstamos del FMI y 6,05% para los préstamos europeos. Sin embargo, ese dinero le servirá al gobierno irlandés para pagar a los tenedores de títulos de la deuda irlandesa, esencialmente bancos y otras sociedades financieras que adquieren esos títulos con préstamos del Banco Central Europeo, al 1% de interés. O sea, otra auténtica ganga para los financieros privados. Según la AFP, «el Director General del FMI, Dominique Strauss-Kahn, declaró: ‘Esto funcionará, pero por supuesto es difícil […] porque es duro para la gente ‘que tiene que hacer sacrificios en nombre de la austeridad presupuestaria’».
La oposición en la calle y en el Parlamento ha sido muy fuerte. El Dail, la Cámara Baja, aprobó el plan de ayuda de 85.000 millones de euros por sólo 81 votos contra 75. Lejos de abandonar su orientación neoliberal, el FMI ha señalado que entre las prioridades de Irlanda está la adopción de reformas para suprimir «los obstáculos estructurales para los negocios», con el fin de «mantener la competitividad en los próximos años». El socialista Dominique Strauss-Kahn se declara convencido de que la llegada de un nuevo gobierno tras las elecciones previstas a principios de 2011 no cambiará la situación: “Estoy convencido de que da igual que los partidos de la oposición, el Fine Gael o el partido laborista, critiquen al gobierno y el programa […] ellos comprenden la necesidad de llevarlo a cabo.”
En resumen, la liberalización económica y financiera que pretendía atraer a cualquier precio las inversiones extranjeras y las empresas financieras internacionales, ha desembocado en un fracaso total. Para añadir el insulto a los daños sufridos por la población víctima de esta política, el gobierno y el FMI no han encontrado nada mejor que profundizar la orientación neoliberal practicada desde hace 20 años e infligir a la población, bajo la presión de las finanzas internacionales, un programa de ajuste estructural calcado de los que se imponen desde hace tres decenios a los países del Tercer Mundo. Por el contrario, esos tres decenios deben servir de ejemplo de lo que no se debe hacer. Por eso es urgente imponer una lógica radicalmente diferente, en beneficio de los pueblos y no de las finanzas privadas.

Eric Toussaint

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