lunes, febrero 14, 2011

La Revolución Cubana: Confirmaciones y Renuncias


El 18 de diciembre del 2010, en el sexto periodo ordinario de sesiones de la séptima legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Raúl Castro Ruz, Presidente de Cuba, pronuncio un importante discurso que recoge el decisivo proceso revolucionario por el que atraviesa la revolución. Ahí están situados, tanto los contenidos en los que hay renuncias a métodos, procedimientos, estilos de trabajo, y también renuncias de concepciones económicas y políticas, como las confirmaciones estratégicas.
Se trata de confirmar el rumbo socialista de la revolución para que dentro de la misma se introduzcan, al más corto plazo, renovaciones ineludibles en el modelo económico, en el papel del Partido Comunista, en el fortalecimiento de la democracia participativa y en la conducta de los dirigentes.
Sin duda que la necesidad de las transformaciones había sido ya establecida en varios discursos de Fidel porque se trata de problemas conocidos que, al no ser abordados ni resueltos, han llevado a la revolución a una cruz de caminos en donde consabidos problemas deben, pueden y tienen que ser resueltos sin pérdida de tiempo.
No mentir, no robar, no ser holgazán, dice Raúl. Son principios éticos de la civilización inca y estos son los principios que en este proceso se han de tener siempre presentes. Raúl llama a no temerle a las discrepancias de criterios, y por el contrario, a promover el debate crítico que “elimine una falsa unanimidad que nace de la simulación y el oportunismo”. Estos criterios resultan clave para la revolución porque aunque los enemigos del socialismo esperan que en este proceso de corrección se bote, junto con el agua sucia de los trapos del niño, al niño mismo. Se trata de una corrección dentro del socialismo y hacia el socialismo.
La crítica aparece bastante concentrada en la responsabilidad gubernamental de los funcionarios y sobre todo de la forma como se toman las decisiones. Raúl llama a eliminar el secretismo en el desempeño gubernamental porque esto impide la comprensión, el convencimiento y el apoyo del pueblo sobre la justeza y la urgencia de las medidas que se tomen.
Este es un estilo ausente totalmente en nuestro país porque la practica enseña que entre más decisiva sea un política más secreta debe ser para el pueblo. Recordemos la aprobación de la Ley de Integración Monetaria, que entre gallos y medias noches, impuso el dólar como moneda del país.
El papel de Partido Comunista debe ser el de dirigir y controlar y no el de gobernar porque es el gobierno quien debe hacerlo, y por eso el Partido no debe interferir. Este es el antiguo problema de la relación entre el partido y el aparato de gobierno porque siendo sabido que el Partido debe estar situado en el pueblo, el aparato de gobierno siempre tienta a dirigentes y miembros para fundirse con él. Al grado tal que llega un momento en que no se sabe si se es miembro del Partido por estar en el gobierno o si se es miembro del gobierno por estar en el partido.
La revolución pone este problema como los problemas a resolver urgentemente; y aquí está planteada la necesidad de corregir los conceptos sobre la construcción del socialismo, en un país determinado. Esto es válido, sin embargo, para todo proceso revolucionario que avanza hacia el socialismo. Sabido es que no existe ninguna receta sobre el tema y se requerirá mucha sensibilidad y sabiduría. Y este es el proceso correcto y justo de la Revolución Cubana. Raúl critica una noción del socialismo con un “excesivo enfoque paternalista, idealista e igualitarista que instituyo la revolución en aras de la justicia social”.
Observemos que se traga del igualitarismo y no de la igualdad porque en nuestra sociedad capitalista, la igualdad está asegurada pero sola en el terreno legal, en tanto que la desigualdad se consagra en la economía, en la propiedad de los medios de comunicación, en la salud y la educación.
Ahora bien, no conviene olvidar que la igualdad no supone excluir las diferencias y que las personas iguales son también diferentes y requerirán, en consecuencia, diferente trato. Por eso es que aparece la crítica al igualitarismo pero también al paternalismo estatal. Y aquí aparece una referencia especial a la “libreta de abastecimientos” que por décadas aseguro a personas diferentes un listado de alimentos, aunque no todos tenían la misma necesidad.
Por supuesto que no se trata que el Estado socialista deje desamparados a los ciudadanos ni asegure la protección mínima requerida, pero, afirma Raúl, que “en el futuro existirán subsidios, pero no a los productos sino a las cubanas y cubanos que por una u otra razón realmente lo necesiten”. Por supuesto que se elimina un subsidio que distribuía cigarros pero también el subsidio a la importación de café, por lo que el Estado cubano gastaba casi 50 millones de dólares al año. En este punto Raúl pone el ejemplo de que siendo los cubanos los que enseñaron a los vietnamitas como se cultivaba el café, resulto que éstos son hoy el segundo exportador mundial de café y Cuba les compra café.
El discurso llama a los cubanos y cubanas a que además de ser políticos sean también economistas, se trata de un planteamiento clave, no solo por los problemas económicos actuales sino porque siendo la economía, la política concentrada, como lo explica Lenin, no se puede separar una de la otra. A continuación, Raúl precisa que en el proceso revolucionario ha estado presente la unidad pero ha hecho falta la cohesión, y esta es una diferenciación fundamental para todo proceso. Raúl puntualiza que ha hecho falta la cohesión entre el Partido y el gobierno.
El final del discurso está dedicado a la juventud, a sus figuras históricas invencibles como Frank Pais, Echeverría, los expedicionarios del Granma, los internacionalistas, los 5 héroes encarcelados en Estados Unidos y los jóvenes cubanos, en general, dueños de sueños y esperanzas.
Los enemigos de la revolución cubana pierden su tiempo al soñar que el proceso no es capaz de corregir y afinar el rumbo socialista, tal como se está haciendo.

Dagoberto Gutiérrez

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