martes, febrero 15, 2011

Sentados al cordón de la vereda


Ante la exhortación por parte del gobierno nacional de que “cuando protestemos lo hagamos un poco en la vereda y en el cordón”, el historiador Leónidas Ceruti demuestra por qué la tradición de la clase obrera argentina se enlaza con la acción directa, al tiempo que afirma: “El espacio público es un lugar en disputa. Lucha de calles, lucha de clases”.

Por ANRed - L (redaccion@anred.org)

Por Leónidas Ceruti

“Marchemos, gritemos, protestemos... Que cuando se escriba la historia de este tiempo que nos tocó vivir, se sepa que no estuvimos de acuerdo...” (Raúl González Tuñón)

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, como siempre desde el atril y en su rol de hacer docencia, ahora pide, recomienda, “Les pido que cuando protestemos lo hagamos un poco en la vereda y en el cordón para que la gente pueda circular y llegue a la escuela, al trabajo, para que pueda llegar”. Su exhortación estuvo dirigida a los grupos sindicales y sociales, para que revisen los métodos de protesta. Pidió “no complicar la vida a la gente”, ni violar la ley ni utilizar métodos violentos.
Ante esos conceptos, vale la pena recordar que los trabajadores, desde que comenzaron sus luchas, centraron sus métodos de lucha en la llamada acción directa. Entendiéndose por ello las huelgas, los piquetes, los cortes de calles, levantando barricadas, movilizaciones, tomas de fábricas, boicot, sabotajes, etc.
No son un invento de estas épocas. Tienen a nivel mundial y en nuestro país una tradición ya centenaria. Cuando se declaraba una huelga, se montaban piquetes en las inmediaciones de las fábricas para impedir que algunos trabajadores acudieran a trabajar desoyendo la resolución del paro. Trataban de persuadir a los rompehuelgas que se sumaran al paro o, en caso contrario, empleaban medios más contundentes. A la vez, cortaban las calles que llevaban a las fábricas, que hacían las veces de barricadas, para impedir la entrada de materiales para el funcionamiento de las empresas y la salida de la producción.
Por su parte la policía que siempre estuvo al servicio de las patronales, atacaba a los piquetes, bajo el lema “El plomo es la mejor alimentación de los huelguistas”.
La tradición de la clase obrera argentina entronca con la ocupación del espacio público, con las marchas, los cortes de calle, las movilizaciones, desde fines del Siglo XIX y principios del XX.
Así lo registran las crónicas del 1° de Mayo de 1890, la Semana Roja de 1909, la Semana Trágica de 1919, de la Patagonia Rebelde, las huelga de la Década Infame, la jornada del 17 de octubre del 45, la época de la “Resistencia” a los golpistas del 55, durante el desalojo de la toma del Frigorífico “Lisandro de la Torre”, cuando Mataderos se convirtió en el barrio de las barricadas. Volvieron a aparecer, en el Cordobazo, los Rosariazos, y las grandes puebladas de los‘60 y los ’70, se reiteraron en las luchas contra las políticas del menemismo en los 90, y durante el alzamiento popular del 2001.
El ejemplo más antiguo de los cortes de calles en Rosario data de 1907, cuando se llevó a cabo una huelga general en solidaridad con los carreros y cocheros con la participación de 25 sindicatos. En esa ocasión la falta de transporte fue total, la represión fue en aumento, y se militarizó la ciudad. Los sectores empresariales se movilizaron, y de un informe de la delegación de la Bolsa de Comercio que entrevistó al gobernador Echagüe, se puede verificar el clima social reinante: “Otra originalidad de esta huelga es la de que ante la insuficiencia de fuerzas, el público y las empresas se ven obligados a reconocer la autoridad del comité de aquella. Tan es así, que los que tienen que conducir los restos de algún deudo al cementerio, para no ser atajado en el camino solicitan autorización previa al Comité de Huelga o a la Federación Obrera. Para que los tranvías de tracción a sangre que van a Alberdi circulen sin novedad fue necesario también el consentimiento de los huelguistas. Algunos particulares para poder transitar con sus vehículos pidieron la venía a los huelguistas, siendo unos atendidos y recibiendo otros un “No ha lugar”. De hecho están los huelguistas erigidos en poder público”.
La memoria de los trabajadores hizo que durante los años 90, surgiera lo que se llamó el movimiento piquetero. Eran los tiempos de Menem, cuando se cerraban o privatizaban empresas estatales, que expulsaban trabajadores. Florecieron por todo el país los piquetes y los piqueteros, con sus cortes de rutas y calles, que comenzaron a hacerse habituales en los paisajes provinciales.
Todo se inició en 1991. El primer piquete fue organizado por las esposas e hijas de los mineros del yacimiento de hierro de Hypasam, en la localidad patagónica de Sierra Grande, el 21 de septiembre de ese año. Ellas fueron las que cortaron la Ruta Nacional 3. Los trabajadores llevaban ya tres meses sin cobrar y con la amenaza del gobierno nacional de cerrar la mina. Fue en esa instancia, que las esposas de los mineros decidieron cortar la ruta, iniciar una huelga de hambre, mientras las hijas movilizaban a los 12.000 habitantes de la localidad. “Frente a la impotencia que ganó a los hombres”, dijo Susana, 36 años, tres hijos, las mujeres se autoconvocaron para encabezar un reclamo que “va más allá de defender la fuente de trabajo”. Las Madres de Sierra Grande instalaron el cuartel general de la pueblada en plena ruta. Y lo hicieron bajo el único liderazgo del conjunto. Partieron el país al Norte y al Sur de Sierra Grande. Las Madres de la Ruta sólo dejaron pasar el camión con los sueldos atrasados. Carlos Menem cerró la mina y pasó a ser un museo, que visitan los turistas.
Además, tengamos en cuenta que el país, nació y creció en las plazas, en las calles, y con las movilizaciones populares. Desde aquellos días de Mayo de 1810, en que el pueblo se reunió para reclamar frente al Cabildo hasta hoy, nuestra historia vio pasar por las calles al pueblo protagonizando jornadas de lucha y protesta.
El espacio público es un lugar en disputa. Lucha de calles, lucha de clases. Y hoy, los cortes de calles son parte de las formas de lucha de la clase obrera y del pueblo, mal que le pese a muchos. Por eso, ante las injusticias,

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