lunes, febrero 07, 2011

La solución democrática no revolucionaria en Egipto es una utopía


Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Jordania, Yemen, los países donde se están produciendo en cadena sublevaciones populares, padecían dictaduras militares ó regímenes despóticos y autoritarios. ¿Qué factor histórico social determina este mismo carácter a gobiernos que someten a sus pueblos a la pobreza y al atraso? Muchos plumíferos editorialistas asignan el papel preponderante a la condición de países árabes ó a la religión musulmana. Otros, aunque reconocen el papel jugado por el imperialismo en la región, apuestan como solución al establecimiento de regímenes democráticos estables, sin decir que para conquistar estos regímenes deben expulsar previamente al imperialismo.
Estos mismos pueblos árabes y musulmanes supieron sacudirse el yugo colonial en jornadas de lucha históricas contra el imperialismo. La revolución y la guerra civil argelina, de siete años de duración y un millón de muertos para liberarse de la dominación colonial de Francia, quedará en la historia como una de las páginas de heroísmo social más destacado. Movimientos antiimperialistas de masas, con direcciones burguesas nacionales ó pequeño burguesas nacionalistas, gobiernos revolucionarios apoyados en los explotados, dominaron la escena de los países árabes formando parte de esa revolución colonial mundial que sucedió a la segunda guerra. Pero la burguesía imperialista, la burguesía mundial, supo aprovechar la crisis de la dirección revolucionaria. Esperar el agotamiento de la lucha revolucionaria de las masas del mundo y combinando reformas y concesiones, con ataques, invasiones y dictaduras militares, hace más o menos treinta años, - ¡justo la edad de estas dictaduras árabes en crisis! – asistimos al reflujo, a la desaparición de partidos comunistas y socialistas y a la transformación de los movimientos nacionalistas como el nasserismo, el peronismo ó el movimientismo boliviano en agentes imperialistas dirigidos por Mubarak, Menem y Sánchez de Lozada.
El régimen democrático burgués, que se correspondió a la etapa del capitalismo de la libre competencia, devino en los países centrales, por el dominio actual del capital financiero y los monopolios, en democracias condicionadas. En los países coloniales y semicoloniales, donde el capital externo es dominante, la debilidad de la burguesía nacional, la ausencia de una tradición de gobierno comunal propio, la presión del capitalismo extranjero y el crecimiento relativamente rápido del proletariado, corta de raíz toda posibilidad de un régimen democrático estable. El gobierno de los países atrasados, o sea coloniales o semicoloniales, asume en general un carácter bonapartista o semibonapartista. Difieren entre sí en que algunos tratan de orientarse hacia la democracia, buscando el apoyo de obreros y campesinos, mientras que otros implantan una cerrada dictadura policíaco-militar. A estas dos alternativas formuladas por Trotsky, que explican tanto a Nasser como a Mubarak y descartan toda posibilidad de un régimen democrático estable, debiéramos agregar, para insistir en la necesidad de una apuesta revolucionaria antiimperialista en la crisis actual de Egipto, las condicionalidades que la intervención directa, militar, económica, geoestratégica del imperialismo norteamericano en la región han impuesto para apropiarse de las reservas petroleras, para sostener el dominio de las vías de comunicación hacia oriente y dividir y balcanizar a los pueblos árabes.
El enclave colonial israelí y su régimen fascista, como Estado “tapón” de la revolución nacional árabe y garantía militar de la dominación norteamericana en la región, cuenta con la complicidad de las burguesías reaccionarias árabes y los regímenes militares dictatoriales subsidiados como el de Mubarak. Un eventual nuevo gobierno egipcio deberá romper la relación de sus fuerzas armadas con los 1.300 millones de dólares anuales que recibe del imperialismo en la forma de armas y privilegios. Conquistar su independencia del imperialismo implicará para un nuevo gobierno romper la complicidad de la dictadura de Mubarak con Israel en el genocidio palestino, en la guerra civil libanesa, en la amenaza guerrera a Irán y de manera mucho más general romper con la complicidad de todos los regímenes reaccionarios de las burguesías árabes, enfrentando así un dispositivo estratégico fundamental de los EE.UU. que cuenta con la complicidad de la burguesía mundial.
En estos once días de concentraciones y luchas en la plaza y en la calle el pueblo egipcio ha mostrado una decisión y un coraje que autoriza a esperar acontecimientos muy grandes y progresivos. Autoriza a plantear la posibilidad de la epopeya de la expulsión del imperialismo de Egipto. Nuestro análisis no esta dirigido a frenar ó condicionar la lucha sino a salir al paso a la estrategia gatopardista del imperialismo que, apoyada en las hipótesis de un gobierno solamente “democrático”, trata de ofrecer la renuncia de Mubarak cambiándolo por otro de la misma cría. Las masas egipcias y árabes en general en estas sublevaciones han demostrado que están dispuestas a pagar precios muy altos para sacudirse las dictaduras que asocian claramente a la dominación imperialista. No somos impacientes. Solamente planteamos la necesidad de elevar los argumentos y la política, única arma que puede romper el régimen militar y la base militar yanqui en Israel. La neutralidad de un sector de las fuerzas armadas de Egipto, la confraternización con los manifestantes y el abandono del “uniforme” de algunos de ellos, es la brecha que deben agrandar las luchas populares con una política más elevada.
El sentimiento nacional antiimperialista de las masas árabes ha sido reafirmado por estas movilizaciones en cadena. La lucha en las calles hará surgir organismos y dirección a la altura de la decisión y la firmeza demostrada. Una nueva dirección árabe que se eleve desde la lucha contra el hambre y la represión a la lucha por la expulsión del imperialismo. Que se dirija con esta bandera a los trabajadores y explotados de la región - incluidos los de Israel - y a las masas del mundo, denunciando la utilización de las diferencias étnicas, religiosas y raciales para encubrir el verdadero conflicto de medio oriente, la ocupación colonial imperialista y la explotación burguesa.

Héctor Menéndez

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