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viernes, marzo 11, 2011
Quien siembra vientos recoge tempestades: 10 de marzo de 2011
Hay fechas en la historia de nuestra patria, como es la del 10 de Marzo, que son imborrables en nuestra memoria colectiva por la importancia que han tenido en el desarrollo integral de Cuba.
“Quien siembra vientos recoge tempestades”, reza un antiguo proverbio popular. No existe uno más acertado para describir las consecuencias de aquel golpe de estado que sentó las condiciones para el posterior desarrollo revolucionario en Cuba.
Hace hoy 59 años de aquel día cuando Fulgencio Batista y sus secuaces tomaron control de las fuerzas armadas para dar fin al proceso político constitucional logrado en 1940 a través de un consenso nacional, del cual él fue parte importante, que hizo posible la Constitución de 1940.
Doce años -tres gobiernos constitucionales- fue el tiempo máximo que las ambiciones monetarias, políticas y personales de un sector mafioso de nuestra sociedad dieran al traste con aquel intento de lograr una república más democrática, más independiente y más justa, a través de medios tradicionales.
No se puede analizar un período de nuestra historia, como sería analizar, siquiera a vuelo de pájaro, ese corto período de doce años en el que estuvo vigente aquella anhelada, aunque efímera constitución política, sin tener en cuenta el contexto histórico general de la república cubana desde aquel también ansiado 20 de mayo de 1902, devenido tan deshonroso por la obra de los políticos cubanos y sus sostenes, y las ambiciones imperiales de los Estados Unidos.
Continua y heroica fue la resistencia de los sectores laborales y de los patrióticos por sus derechos y los de la nación durante los primeros 30 años republicanos la que lograra derrotar en 1933 la brutal dictadura presidida por un brigadier de la Guerra de la Independencia, aquel otro monstruo, Gerardo Machado, y alcanzara establecer el único destello de pureza política en nuestra historia antes de enero de 1959: el gobierno de los Cien Días, en el que tan destacado liderazgo tuviera el grande de Antonio Guiteras.
Aquel gobierno revolucionario presidido por Ramón Grau, quién en dramático y enaltecedor gesto, al ser jurado como presidente provisional ante el pueblo congregado, se negó hacerlo sobre el texto de la Constitución de 1901 la cual, por la fuerza y el chantaje del Imperio, contenía como apéndice, la infame Enmienda Platt.
Y fue aquel mismo Fulgencio Batista -coronel, jefe del ejército-, entonces en los comienzos de su fatídica trayectoria política, en complicidad con el gobierno de Estados Unidos y el resto de los sectores más retrógrados y entreguistas de nuestro país, quien también diera al traste con ese noble intento revolucionario en enero de 1934.
Aunque 59 años
Andrés Gómez*
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