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martes, septiembre 04, 2012
Clint Eastwood, Hoover (y Emma Goldman)
El azar –siempre tan objetivo- ha querido que en la última película de Eastwwod, J. Edgar (2011), aparezca en escena Emma Goldman. En la película, Hoover aprovecha la expulsión de Emma para remachar su “peligrosidad”, y de esta manera conseguir mayor notoriedad para hacer carrera
Esta conexión viene a cuento por toda la polémica suscita por el número mentado por el cineasta en el epicentro de la extrema derecha mundial. Su trascendencia mediática venía asegurada por el propio circo electoral norteamericano como por el prestigio del actor-director-músico…en un artículo anterior trataba de echar un poco de luz sobre le ambivalencia del personajes, ¿fascista?, ¿anarquista?, con unas notas que trataba de establecer ciertos criterios abiertos (¿puede ser el anarquismo integrista y cerrado?)…
Una partía del supuesto que los artistas y los escritores están sujetos ante todo a las reglas de la creatividad y, nos guste o no, la cuestión moral, o sea sí están con los de arriba o con los de abajo, puede ser secundaria. Dicho esto creo que una obra notable lo puede ser a pesar de que pueda tener un contenido repulsivo (en definitiva, también humano), y viceversa, el que una obra sea noble y bienintencionada en su contenido, eso no garantiza que resulte artísticamente válida. Los ejemplos en este sentido en el cine, sobre todo en el de Hollywood, son muchísimos, valga como ejemplo Coppola: ¿qué tiene que ver el Coppola de Jardines de piedra con el de El padrino III?. Esto se explica en parte por un asunto de profesionalidad, trabajas en una industria y tienes que apechugar con lo que a veces te cae, y en parte por la propia ambigüedad de la izquierda “liberal” norteamericana, ambigüedad que se percibe hasta en personajes como Dalton Trumbo Estamos hablando de arte y cultura, no de patronos y obreros, que es otra historia.
También trataba de enfocar la trayectoria de Clint Eastwood en dos fases diferenciadas, una primera en la que gracias a Sergio Leone y a Almería (Alvaro de la Iglesia casi acierta en su homenaje en 800 balas), pasa a ser un actor desconocido a convertirse en una estrella; época que concluye con la serie que parte de La jungla humana y sigue con Harry el sucio, con Clint Eastwood haciendo de Harry Callahan cuyas connotaciones de tipo fascista están ligada a los años del neoliberalismo triunfal, ya lo he dicho en la misma línea de las hicieron Charles Bronson, y otro incluyendo el agonizante John Wayne. Por cierto, me parece erróneo comparar la ley del más fuerte de Harry con el terrorismo anarquista, cuyas motivaciones y finalidades son diferentes, por no decir opuestas. No es lo mismo atentar contra Carrero Blanco o Ronald Reagan que matar o maltratar a pequeños delincuentes, o incluso a grandes asesinos cuando en los Estados Unidos reina, concentra el mayor número de grandes ladrones (no hay cárceles suficientes en el mundo para albergar los delitos de Godman Sachs o de los Rockefellers), donde el gobierno es una mera proyección de las grandes empresas, y donde reina un Poder absoluto (USA, 1997), y algo así se insinúa claramente en esta película, por cierto dirigida por este otro Clint Eastwood.
No obstante, conviene ajustar que en esta misma época, Eastwood trabajó con Donald Siegel en dos grandes títulos. El seductor, y Fuga en Alcatraz, situadas casi en otro planeta. Cierto es que, entre las primeras con Clint Eastwood detrás y delante de la cámara hay títulos tan fascistas y despreciables como Firefox (y si alguien lo duda que la vea y me explique que no es así), pero, con todo, esta es una fase que comienza a dar sus frutos en el “western”, sobre todo en El jinete pálido, y cuya culminación será Sin perdón, en el que las verdes praderas son sustituidas por el fango, y en la que los personajes más íntegros son las prostitutas que no consiente que una de ellas sea maltratada por un cowboy. Este es sin duda otro Clint Eastwood, mucho más dúctil incluso como actor. Este es un trayecto que va desde la extrema derecha hacia una cierta izquierda lúcida y sin contemplaciones. Es el trayecto que hace de El gran Torino, una obra maestra. Este período está sujeto a discusión y análisis, pero es grande en su conjunto. Algunas son mejores que otras, pero discrepo completamente con la idea tan repetida de que Clint realiza una mala y una buena, ni hablar. Posiblemente la más floja sea El sargento de hierro (1986), que conviene recordar fue repudiada por el ejército norteamericano porque Eatswood dejaba en evidencia las miserias de la invasión de una pequeña isla que se quiso apartar la tutela del Imperio.
En este cuadro se inscriben algunas de las mejores películas del cine de la época, obras maestras como Bird, Un mundo perfecto, Los puentes de Madison….
Creo que tampoco se puede contar entre las mejores el oscuro “biopic” sobre J. Hoover, aunque se trata de una obra poderosa y apasionante. Aunque Eastwood no se olvida de sacar a la luz las extorsiones y los chantajes de Hoover, ni sus turbias relaciones con la Mafia desde nuestro punto de vista, se queda muy corto. En la película se da un cierto protagonismo al “caso Emma goldman”, pero pienso que la idea es presentarla como una puritana de izquierdas que hace proclamas en no importa qué lugar. Desde luego, esta imagen no se corresponde a la verdad. De haber sido así, Emma no habría causado mucho problema al las autoridades. Eastwood describe el "pánico social” de las clases dirigentes por la revolución de Octubre, y el provecho que saben extraer de ello el siniestro Hoover, pero en ningún momento acerca la cámara hacia una instantánea que ayuda a explica lo que significaba “la mujer más peligrosa del mundo” que ya no lo era tanto…
Anotemos que Emma Goldman fue una de las mujeres más famosa de su tiempo. Está situada en el Partenón anarquista al mismo nivel que Proudhon, Bakunin y Kropotkin, aunque en su caso, esta admiración es extensible a buena parte de la izquierda norteamericana, quizás porque encarnó momentos de gran fuerza y unos tiempos en los la palabra “libertades” tenían todavía un cierto significado. La película de Eastwood nos acerca al episodio de su expulsión, cuando un fiscal de Washington cuando se enteró de la noticia de que seis días antes de la Navidad de 1919 salía hacia la Rusia soviética en el “Buford", un desvencijado navío militar, pudo comentar con ironía: “Con la prohibición que se avecina y Emma Goldman que se va, este país será muy monótono". Una historia que ha dado pie a diversos documentales, Santiago Jun-Navarro menciona un título de 1934, Emma Goldman Newsreel, pero existes otros más recientes como Emma Goldman: The Anarchist West, (USA, 2001), de Coleman Romalis, duramente criticado por las plumas que admiran la trayectoria de Emma.
Por supuesto, no parece que haya en Cint Eastwood como persona la menor veta libertaria, pero otra cosa muy distinta son sus mejores películas. Sí hay una palabra para empezar a hablar de ellas, esa palabras no es otra que “Libertad”.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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