jueves, septiembre 27, 2012

El pensamiento crítico en la Revolución Cubana



En Diciembre del 2011 se presentó en Santiago de Cuba una antología de artículos de la revista Pensamiento Crítico. La revista fue una pieza clave de los debates que caracterizaron el primer período de la revolución cubana. Reproducimos aquí la presentación que del libro hizo Frank Josué Solar Cabrales. El valor que para nosotros tiene la revista es que representa una lucha por conquistar el marxismo revolucionario contra la burda versión estalinista del "marxismo-leninismo" que además se dió justo en un período en que la revolución cubana estaba sometida a la más feroz agresión imperialista.

Sobre el compilador…

Hay lecturas que marcan para toda la vida. Algunas de ellas incluso son decisivas en la modelación del carácter y el pensamiento. Mucho más las que se hacen en la adolescencia, esa etapa tan temprana, cuando todo el universo está tomando formas definidas y poniéndose en su lugar. Las lecturas que se realizan a esa edad te acompañan para siempre.
Mi adolescencia coincidió con una coyuntura especial, la caída del Muro de Berlín, el final bochornoso del campo mal llamado socialista y la Unión Soviética. La explicación que me daba de las causas de aquellos acontecimientos era más o menos la misma que se transmitía por medios oficiales y que hemos mantenido, con algunas variaciones, hasta hoy: la traición de los dirigentes soviéticos, la labor de zapa del imperialismo, y algunos errores internos. Pero no me parecían suficientes para haber provocado un descalabro de tamañas proporciones. Justo en esos momentos, cuando la vida cotidiana del cubano comenzaba a sufrir cambios muy profundos y yo empezaba a dejar atrás a Salgari y Verne, por obra del azar llegaron a mis manos algunos libros de pensadores marxistas que habían sido anatemizados y excomulgados por el catecismo “marxista-leninista” que tenía su Vaticano en la antigua URSS.
En ellos encontré una explicación más coherente, marxista y revolucionaria. La traición del proyecto revolucionario soviético, y su final, se habían producido mucho antes, en los años 20, cuando un grupo burocrático dominante le quitó todo el poder a los soviets y empezó a ejercerlo para sí, en función de sus propios intereses y a actuar internacionalmente alegando la representación oficial del socialismo y del leninismo. Lo que se edificó a partir de ahí muy poco tuvo que ver con el socialismo y los ideales originales de Marx, Engels y Lenin. La mejor prueba es que la generación de bolcheviques que hizo la revolución en octubre de 1917 tuvo que ser exterminada físicamente para consumar la traición.
Con esa explicación a cuestas emprendí un camino de búsqueda, de formación teórica y política que me permitiera entender el mundo y la época que me había tocado vivir. A partir de aquí comenzó una historia de descubrimientos.
En ese proceso de búsqueda encontré las primeras referencias sobre Fernando Martínez Heredia, y un libro que me resultó revelador: El corrimiento hacia el rojo, una selección de sus artículos y ensayos. En él encontré las mismas ideas que consideraba mías, pero expresadas con más belleza e ingenio. El entusiasmo que experimenté ante la comunión de pensamientos fue casi infantil. Les leía fragmentos enteros a mis padres, novia y amigos, y a uno de estos le recomendé que comprara el libro, que serían los 18 pesos mejor empleados de su vida.
En sus páginas descubrí un marxismo desencartonado, alejado de dogmatismos, reduccionismos y determinismos, fantasmas que tanto abundaban, y abundan, en las interpretaciones teóricas del marxismo. Allí estaban las claves para una comprensión revolucionaria de la historia del pensamiento marxista, la evolución de la nación cubana entendida desde la lucha de clases, los procesos de transformación en América Latina, y las complejidades del mundo actual.
Para los jóvenes que nos acercábamos a estos temas a finales de los 90 e inicios del 2000 Martínez Heredia no era un intelectual conocido. Los 20 años de silencio obligado en su producción intelectual habían dejado sus consecuencias y no eran muchos los libros y textos que se podían encontrar de él.
Un grupo de estudiantes cubanos, latinoamericanos y africanos habíamos creado en la Universidad de Oriente el Grupo Amauta, un intento por reconectar con las tradiciones más revolucionarias del marxismo latinoamericano, un empeño de estudio y formación teórica y de un activismo político novedoso entre los estudiantes para combatir una creciente despolitización que nos preocupaba. También queríamos conectar de manera espontánea y natural a la juventud cubana con los profundos movimientos de protesta que se empezaban a articular en el mundo contra la globalización neoliberal y se expresaban en los boicots a las cumbres de los poderosos y los Foros Sociales Mundiales. Fuimos al encuentro de Fernando para llevarle nuestro Manifiesto fundacional, donde explicábamos lo que éramos y lo que queríamos y la acogida que nos dio nos llenó de entusiasmo. Desde entonces tuvimos en él nuestro más ferviente colaborador e impulsor, y así ha sido en cada uno de los empeños que hemos tenido después.
Quizás por esa rebeldía inherente a la juventud, quizás porque nos hastiaba cierta enseñanza mecanicista y dogmática del marxismo, quizás por la propia esencia de lo que pretendíamos lograr con el grupo, nos atraían mucho los herejes. Y Fernando tenía toda la pinta de un hereje. Y además, de un hereje verdadero. Los que, como el Che, practican su herejía desde dentro, con todos los riesgos que entraña defender ideas distintas desde el compromiso y la fidelidad.
Ante el doloroso final que tuvo la revista Pensamiento Crítico, otros podrían haber reaccionado con desaliento, arrepentimiento, resentimiento. Pero él respondió con más compromiso, sin renunciar a las ideas en las que creía y sin renunciar a pensar con cabeza propia por ser militante y no a pesar de serlo. Siguió dando a la vida sueños, y un poco más. He aquí una lección ética y de militancia revolucionaria de incalculable valor. Junto a su valiosa y significativa obra intelectual, Fernando es admirable por una conducta personal de coherencia con lo que piensa, entre sus ideas y su actuación, de un compromiso crítico puesto a toda prueba.
La coherencia de Fernando afortunadamente ha tenido su recompensa. No me refiero sólo a los varios premios y homenajes que ha recibido o a constituir hoy uno de los intelectuales cubanos más prestigiosos y de mayor influencia en la izquierda latinoamericana, sino sobre todo a ser una de las principales referencias éticas y teóricas para una nueva generación de jóvenes revolucionarios que pretenden la profundización del socialismo en Cuba. Y lo que es más importante, todo ello no ha sido a cambio del adocenamiento. Más bien ha sido por no ceder un ápice en la reivindicación de su derecho a pensar y debatir. Los que quisieron domesticarlo, salieron trasquilados. Sigue tan rebelde y hereje como siempre. Los que cambiaron fueron otros y las circunstancias, él no.

Sobre el libro…

Pensamiento Crítico fue una hija intelectual de su tiempo y de la Revolución, nacida de la necesidad de formación teórica que era sentida entonces como una urgencia. Alrededor de ella se teje una historia de creación heroica, compromiso crítico y final abrupto. Sus 53 números abarcaron desde 1966 hasta 1971, con tiradas mensuales de 15 mil ejemplares, lo que le permitió tener un impacto enorme y llegar a un amplio espectro de lectores. El objetivo de la revista quedaba declarado en el editorial de su primer número: “contribuir a la incorporación plena de la investigación científica de los problemas sociales a la Revolución”.[1]
Se dirigía al “lector interesado, que se inquieta ante los problemas que trascienden su experiencia personal, que busca análisis más que descripciones”.[2] Se definía por sus propios hacedores como “una revista definitivamente comprometida políticamente, en tanto se elabora por un grupo definidamente marxista, definidamente vinculado con la problemática cubana, de su nacionalidad y de su proyecto revolucionario.”[3]
En contraste con el empobrecimiento del pensamiento social que vino después, Pensamiento Crítico exhibía una amplia diversidad y pluralidad en la publicación del pensamiento de izquierda mundial. Su único criterio de selección era la calidad y el rigor intelectual. En sus páginas encontraron espacio lo más graneado y selecto del pensamiento revolucionario universal, incluso escuelas, tesis y teorías opuestas a las posiciones que mantenía el equipo de redacción de la revista. “Porque”, según Fernando, “si nada más existe lo que pensamos nosotros, estamos perdidos. Entre otras cosas, porque es mentira que siempre se tenga toda la razón.”[4] Era parte de la libertad de pensar que la Revolución inauguraba, de ese lee y no cree expresado como principio, de esa democratización del conocimiento y del acceso a la cultura que inauguró la Revolución Cubana.
La antología que publica la Editorial Oriente, bajo el título La crítica en tiempo de Revolución, recoge una selección de textos que, en opinión del propio compilador, no pretende ser representativa de todo lo publicado en la revista, pues sólo constituye un 4 % del total. La muestra, aunque diversa, como correspondía al espíritu de Pensamiento Crítico, presenta cierta organicidad que no responde a la casualidad ni a la intención del compilador, sino a los grandes temas que eran ejes transversales a todas las investigaciones sociales de la época: la Revolución, las luchas de liberación nacional y las resistencias populares, las estructuras económicas y de dominación, la teoría del socialismo. Está organizada en 4 secciones, atendiendo a lo que eran las líneas de prioridad de la revista: América Latina, Cuba, La Revolución en el mundo, y Pensamiento.
La extensión de la revolución latinoamericana era considerada como una necesidad vital para el proceso socialista cubano en los 60. Esa es también una verdad contemporánea: el destino de la revolución cubana se decide, en última instancia, en el desenlace de la revolución latinoamericana. Mientras la política exterior soviética se basaba en la razón de Estado y la coexistencia pacífica, la Revolución Cubana practicaba un activo y militante internacionalismo hacia América Latina. Cada uno de los hechos revolucionarios del continente eran vividos con gran intensidad en Cuba. Por eso la enorme presencia de los acontecimientos y las luchas latinoamericanas en Pensamiento Crítico.
Nos dice Fernando: “El continente se estaba pensando a sí mismo, y la revista participó de lleno en esa aventura intelectual”[5]. Por eso junto a textos de luchadores sociales como Camilo Torres, Fabricio Ojeda, Turcios Lima o Carlos Marighella, aparecen en la sección estudiosos como André Gunder Frank, Ruy Mauro Maurini, Armand Mattelart, o escritores de la talla de Mario Benedetti y Eduardo Galeano.
Quisiera llamar la atención sobre algo en el caso de los combatientes: ellos formaban parte de una nueva generación revolucionaria que, bajo la influencia de Fidel y el Che, se enfrentaban a las direcciones reformistas de la izquierda tradicional en sus países. Como Danton, pedían audacia y más audacia. Consideraban la acción armada como el medio revolucionario por excelencia.
Pensamiento Crítico fue una ventana a través de la cual América y Cuba se miraron y reconocieron mutuamente. Ella fue parte del impacto que tuvo la Revolución Cubana en América Latina en el campo de la cultura, el pensamiento y la acción.
Otra de las preocupaciones constantes de la revista fue la historia de Cuba. Entre los numerosos aportes que realizó en este campo suelen destacarse dos: su número 39, que fue dedicado monográficamente a la revolución del 30, con resultados historiográficos y analíticos relevantes; y el ensayo de Ramón de Armas, pionero en los estudios martianos, La revolución pospuesta. Como muestra de esta dedicación, en la segunda parte de la antología, que tiene como tema central a Cuba, aparecen varios de los documentos históricos publicados en Pensamiento Crítico. De Martí al Che, pasando por Barceló y Mella, entre otros.
Encuentran espacio aquí también, artículos de autores cubanos que abordaban diversos aspectos de la realidad nacional, tanto culturales como económicos. Del cine cubano hablan Julio García Espinosa, Sara Gómez Yera y Leo Brouwer, mientras que al tema de la relación entre teoría económica y propiedad estatal con el período de transición le dedican sendos trabajos teóricos Ángel Hernández y Jorge Gómez, y Homero Fuentes.
Hoy casi nadie habla de la transición socialista, a algunos le parece un concepto viejo y anticuado, pero es indispensable para nuestro proyecto que se rescate del olvido y sean retomados los debates sobre ella. La transición socialista sólo puede avanzar como resultado de una planificación, una voluntad política y una movilización enorme de los sentimientos y aspiraciones trascendentes de la gente. Al capitalismo se va solo, a través del plano inclinado de las relaciones mercantiles, diría Fernando, pero el socialismo hay que construirlo conscientemente.
La revista participaba en el medio nacional a través de la formación política de cuadros y la difusión de tesis revolucionarias que favorecían un determinado tipo de alternativa socialista en el debate cubano.
Pensamiento Crítico en su época formaba parte de un grupo bien definido que luchaba a favor de una edificación socialista para Cuba. No era neutral, era una revista comprometida con el avance de un socialismo independiente y liberador en Cuba. Frente al grupo que representaba el Departamento de Filosofía en los años 60 había otro, que pretendía ponerle límites, riendas, coyundas, enmarcar el naciente socialismo cubano, ajustarlo a esquemas y moldes, cercenándole su independencia de proyecto, política y económica.
La 3ra sección, La Revolución en el mundo, realiza un recorrido por diversas personalidades y áreas temáticas y geográficas. Comienza por el epicentro de la resistencia antimperialista mundial en esos años, el VietNam de Ho Chi Min, pasa por África con Amilcar Cabral y un análisis de la estructura social de la Guinea “portuguesa”, y concluye con Stokely Carmichael y el poder negro en Estados Unidos. Comparten también el espacio Bertrand Russell, con un Mensaje a los pueblos del Tercer Mundo, André Malraux y el historiador marxista inglés Perry Anderson. Cierra esta parte con dos evocaciones históricas: de la Comuna de París y de la Revolución de Octubre.
La antología en su cuarto tema, Pensamiento, nos asoma a un universo que por desgracia, es mayormente desconocido por los jóvenes de hoy: todo el mundo de ideas y producción de conocimiento de las ciencias sociales en la década del 60. Aunque aquí también la muestra es reducida, resulta significativa, sobre todo en cuanto a temas económicos y sociológicos. Están presentes Ernest Mandel, dirigente de la IV Internacional que ya había participado en Cuba en la gran polémica económica del año 1964, compartiendo las mismas posiciones del Che Guevara, Paul Baran, Paul Sweezy, Oscar Lewis, el estudio sobre Max Weber de Herbert Marcuse, y Paul Ricoeur.
Al concluir el libro nos enteramos que hubo un número 54 de Pensamiento Crítico que ya se encontraba preparado cuando llegó la decisión de cerrar la revista. Como ya no pudo salir con su nombre, fue publicado como la revista Referencias número 3 del año 1971. De aquí el compilador selecciona un último texto, una ponencia sobre la formación estética del educador que fue presentada en el I Congreso Nacional de Educación y Cultura, y que hace recordar los debates de los bolcheviques de la primera hora acerca de cómo debía organizarse la educación. Para las revoluciones que pretenden subvertirlo todo, incluyendo valores y cultura, la educación es asunto de importancia estratégica.
El grupo del Departamento de Filosofía y su revista, Pensamiento Crítico, eran la concreción práctica de la fórmula expresada por Fidel en Palabras a los intelectuales, cuando en Cuba “dentro de la Revolución todo” significaba que todos los grupos y sectores revolucionarios cabían dentro de la Revolución, y todos tenían derecho a expresar sus opiniones y defenderlas en el seno de la Revolución, que daba abrigo y acogía a todos. La revista operó con total independencia y libertad de criterio, no rendía cuentas a nadie, pero era considerada con razón por todos, dentro y fuera de Cuba, como una hija legítima de la Revolución Cubana. Ella era la expresión en el campo del pensamiento, de la herejía que en la práctica significaba la Revolución Cubana. Luego, su desacertado cierre coincidió con el momento del giro hacia un mayor acercamiento orgánico, en todos los sentidos, a la Unión Soviética, cuando a partir de entonces alguien decidió que “dentro de la Revolución todo” significaba que sólo cabía lo que estuviera sujeto a un estricto control burocrático.
Una Revolución sólo puede existir si es capaz de pensarse constantemente, de revisarse, de renovarse, es decir, de revolucionarse permanentemente. Debe subvertirse una y otra vez para conseguir el avance de todas las liberaciones y el retroceso de todas las dominaciones. Profundizándose, decía Pensamiento Crítico en su editorial del número 6, “es la única forma de vida posible a las revoluciones.”[6] En palabras de Fernando, el poder deberá estar siempre al servicio del proyecto. Si el poder deja de ser un instrumento para la liberación y pasa a ser un fin en sí mismo, habremos errado el rumbo al socialismo.
Quien quiera entender a profundidad la Cuba de los años 60 debe leerse esta antología, porque la lectura de Pensamiento Crítico es imprescindible para conocer aquel mundo de luchas guerrilleras en América Latina, movimientos de liberación nacional en el Tercer Mundo, de las protestas por los derechos civiles y contra la guerra de Viet Nam en Estados Unidos, el mundo de la contracultura, de la nueva izquierda, de la Primavera de Praga, de la masacre de Tlatelolco, del mayo francés de 1968. Si se quiere tener una mejor comprensión de ese mundo tan complejo, diverso y convulso, y en él, la circunstancia de Cuba, hay que leer a Pensamiento Crítico.
Esta antología pudiera resultar útil para estudiar el pasado, los años 60, el espíritu de la época, el pensamiento político y social de esa década, pero pudiera convertirse en sumamente útil si el arsenal teórico y de análisis de Pensamiento Crítico nos sirve para los combates del presente. Si nos sirve para la inaplazable tarea de recuperar el marxismo revolucionario y apropiarnos de toda la historia del pensamiento marxista. Existen hoy para Cuba varias alternativas, y este libro es una herramienta de combate por una de esas alternativas, es decir, la profundización del socialismo en Cuba. En la lucha sorda que se libra hoy en Cuba entre capitalismo y socialismo necesitamos una revista como Pensamiento Crítico, que se ajuste a los desafíos y necesidades del presente, y del futuro que se nos abre.
No es suficiente con regresar a ese acervo intelectual tan provechoso de los 60. Es necesario que con el mismo espíritu plural y diverso que lo hizo Pensamiento Crítico en su momento, accedamos a lo mejor del pensamiento social contemporáneo, para estar en mejores condiciones a la hora de interrogar y transformar nuestras realidades, para construir un socialismo donde el poder real radique en manos de los trabajadores y ellos controlen toda la vida económica y política del país, donde “la gente deje de regirse por el dinero, el egoísmo y el individualismo”, donde el debate libre, franco y abierto entre revolucionarios sea nuestro estado natural. Realicemos las preguntas correctas a nuestros dilemas de hoy y hallemos nuestras propias respuestas, para que, en palabras de Fernando, “triunfe el socialismo sobre el capitalismo, y también que triunfe el socialismo dentro de la transición socialista”.

[1] Martínez Heredia, Fernando: La crítica en tiempo de Revolución. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2010, p. 19
[2] Ibid, p. 501
[3] Idem.
[4] Ibid, p.14
[5] Idem.
[6] Ibid, p.245

Frank Josué Solar Cabrales

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