sábado, septiembre 29, 2012

Federico Urales o la difusión cultural como militancia



Federico Urales cuyo nombre real era Joan Montseny i Carret (Reus, 1864-Salon pour Vergt, Dordome, 1942)., fue, sino el más importante, si el más reconocido de los intelectuales anarquistas hispanos. Este reconocimiento no es ajeno al hecho de que Federico fue cabeza de la familia de intelectuales más influyente de la historia del anarquismo. Su enorme laboral expresa tanto el enorme esfuerzo divulgativo llevado a cabo por lo que fue casi una “pequeña industria” cultural comprometido, como las significadas debilidad de una propuesta que no reflexionó sobre el cómo, cuando y sobre todo, con quienes, se iba a desarrollar una propuesta social que significaba –nada ás y nada menos- un mundo nuevo.
El padre de Juan había sido republicano en tanto que su madre fue carlista; su infancia distó mucho de ser feliz. Desde muy pequeño trabajó en el oficio de tonelero, siendo en este ramo donde inició su militancia dentro de la FRE. Por su natural y brillante inteligencia fue animado por uno de sus maestros a proseguir sus estudios, cursando la carrera de magisterio que orientó hacia la educación integral de su clase social, al igual que tanto y tantos maestros que identificaron sus sueños de liberación con el naciente movimiento obrero.
Después de una breve relación con el sector marxista de la Internacional y de una correspondencia con Pablo Iglesias, Urales se delimitó hacia el anarquismo en 1887, fecha en que fue detenido por primera vez. Se casó con Teresa Mañé igualmente conocida por su sobrenombre de soledad Gustavo, en 1891 y por lo civivil; en 1892, la pareja se instala en Reus. Es detenido por su protesta la represión antianarquista en Jerez y en 1896 por los acontecimientos de Cambios Nuevos, siendo encerrado durante un año en la prisión de Montjuich y desterrado, viviendo en Liverpool. Regresa clandestinamente a Madrid y lleva, junto con el republicano Lerroux, una brillante campaña contra la represión. Durante la causa y en 1898 funda la legendaria La Revista Blanca, y al año siguiente aparece un suplemento no menos famoso, Tierra y Libertad.
En la primera colabora prácticamente lo más nutrido de la «generación del 98» (Azorín, Unamuno, Baroja, Maeztu, etc.), así como las plumas más famosas del anarquismo y del librepensamiento internacional. Sus actividades a principios del siglo XX, son muy intensa; conferencias anarquistas, polémicas sobre el quijotismo y la religión (con Unamuno)…Urales fue acusado insidiosamente de enriquecerse en los medios radicales pequeño burgueses (Azorín, José Naskens, Julio Camba), y después de pasar por la prensa liberal, abandona en 1905 la actividad militante para dedicarse a la agricultura, aunque todavía se ve envuelto en una controversia con los constructores de la ciudad Lineal que le acarrea el destierro de Madrid.
En Barcelona, Urales trabajará como periodista y comediógrafo y entra en disputa con la tendencia sindicalista a la que se opone. Urales «veía la libertad, la anarquía en su conjunto y no quería empequeñecerla por especificaciones y exclusivismo» (Nettlau). Se mantiene dentro del «anarquismo sin adjetivos»; comprensivo con todas las variantes de este, y también ante la necesidad de la violencia; crítico y escéptico delante de la pacífica y gradualista versión tolstoniana mientras que oscila entre la variante espontaneísta y la sindicalista. Urales empero, advierte, al igual que su compañera, sobre las pretensiones de una alternativa de revolución social reglamentada por los sindicatos,
Desde esta desconfianza, Urales polemiza con los teóricos de la recién surgida CNT que, de hecho, boicotea La Revista Blanca. Urales sí asimilará el legado de Ferrer i Guardia con matices aunque la cuestión pedagógica es una de sus pasiones que desarrolla en una ingente labor de divulgación que comprende la traducción constante de todos los clásicos del anarquismo y del librepensamiento, la divulgación de sus vidas, ejemplos e ideas, así como el impulso de una aportación (todavía por catalogar) enorme de folletos y de novelas didácticas… Se siente incomprendido y ajeno al prestigio de los intelectuales atribuyendo a criterios sociales su marginación dentro de la Cultura, él está por la revolución, ellos por los honores. Sin embargo, entre los trabajadores conscientes, su prestigio será enorme.
Urales se aviene a una colaboración estrecha con el sindicato y también justifica la FAI como un medio de acratizar el sindicalismo. Confía abiertamente en la acción directa y en la huelga general pero rehuye la organización, enfatiza sobre todo la alternativa libertaria que viste con ropas anticlericales y de un fuerte contenido moralista. La revolución ha de permitir la recuperación del contacto pleno con la naturaleza, el desarrollo de los hermosos sentimientos, el impulso de relaciones libres… Urales raramente se compromete con la acción cotidiana y cuando lo hace surgen los problemas con otras personalidades libertarias, lo que le amargará un tanto la existencia.
Así por ejemplo, su firma se encuentra en un Manifiesto a favor de los Aliados durante la Gran Guerra, lo que no le impide seguir haciendo una denuncia general de la guerra, un texto que causó la indignación de los antimilitaristas como Malatesta. Durante la guerra civil sorprenderá dando un firme apoyo al ministerialismo: «Políticos –dirá- lo fueron los anarquistas, no al pedir participación en los destinos de España, sino antes: al coger el fusil para influir en aquellos destinos… Sacrificarnos por una causa que podría beneficiar sólo a un sector político, sería tonto. Hace tiempo dijimos: antes que la dictadura burguesa, la proletaria. Ahora exclamamos: antes que la victoria del fascismo, cualquier arreglo con los que, sí no están con nosotros, están cerca de nosotros».
La derrota le lleva a los campos de concentración de St Lauren, Montpellier y finalmente el gobierno vichysta le asignó el lugar de residencia donde iba a fallecer.
Urales no se ha reeditado mucho aparte de las antológicas que se han hecho sobre La Revista blanca. Entre sus múltiples trabajos de escritura de diverso tipo, cabe destacar: Las preocupaciones de un despreocupado; Dos cartas, ambas con Teresa Mañé (1891), Ley de vida; Sociología anarquista; Consideraciones sobre el hecho y la muerte de Pallás (1893), El proceso de un gran crimen (1895); La religión y la cuestión social (1896, Honor, alma y vida (1899), Ley de herencia (1900), La anarquía. Conferencia en el Ateneo de Madrid (1903), Sembrando flores (1906), Una pelotera (1909); Los grandes delincuentes, El sindicalismo español. Su desorientación (1923), La abolición del dinero (1924), Consideraciones sociales sobre el funcionamiento de una sociedad sin gobierno (1926), La anarquía al alcance de todos (1928), La evolución de la filosofía en España (1929, reeditado en 1977 por Laia, BCN, con un estudio preliminar de Rafael Pérez de la Dehesa); Mi vida, 2 vols (1924-1930), Los municipios libres; El ideal y la revolución (1932), La barbarie gubernamental, Pedagogía social; El anarquismo y sus virtudes (1933).
En ediciones no fechadas se encuentran: El último Quijote, Los hijos del amor, Renacer, Mi Don Juan, Los mártires, Por qué no somos comunistas, El fanatismo contra el amor, Flor deshojada, La conquista del pan, El aventurero desventurado, y un largo etcétera. Aparte de las evocaciones de su hija, cabe anotar la obra de Agustí Segarra, Federico Urales y Ricardo Mella, teóricos del anarquismo español (Anagrama, BCN, 1977), El cuento anarquista. Antología (1880-1911), a cargo de Lily Litvak (Taurus, Madrid, 1982), la obra de Marisa Siguán Boeehmer, Literatura popular libertaria. Trece años de «La Novela Ideal» (1925-1938), (Península, BCN, 1981).

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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