Si hemos de creer lo que estamos leyendo y oyendo en los medios de comunicación (1), el pueblo de Venezuela –liderado por las protestas estudiantiles– se levanta contra su gobierno opresivo. Los venezolanos están hartos de la escasez de productos como la leche y el papel higiénico; no soportan el 56 por ciento de inflación, la hipertrofiada delincuencia; y todo esto aunado a un “régimen autoritario” que controla los medios de comunicación. Las cosas van a peor, y simplemente ya no pueden aguantar más. Por eso salen a las calles.
Sin embargo, la verdad es algo diferente. El primer indicio de que lo descrito anteriormente podría no ser la imagen completa de los sucesos podremos encontrarlo en el registro de las elecciones pasadas del 8 de diciembre. En aquel momento, la oposición y la prensa hegemónica (que aborrece al gobierno venezolano) concibieron aquellos comicios municipales como una suerte de referéndum hacia el gobierno. El resultado fue que el PSUV, partido que lidera Nicolás Maduro, triunfó con un amplio margen de diez puntos porcentuales.
Esto sucedió solo hace un par de meses: la inflación ya alcanzaba el 56 por ciento, y la situación económica no era mejor que ahora. Entonces, ¿por qué la mayoría de los venezolanos votaron por el partido de gobierno y sus aliados? Probablemente debido a que no estaban pensando en el debilitamiento de la economía ocurrido el pasado año. Tal vez recordaban que en los últimos 12 años –desde que el gobierno chavista tiene el control de la industria petrolera– Venezuela ha experimentado un gran desarrollo: la pobreza se redujo a la mitad, la pobreza extrema en más de un 70 por ciento, y el acceso a la asistencia sanitaria, las pensiones y la educación tuvieron un exponencial aumento.
Tal vez también apostaron por el partido oficialista porque no confían en los personajes de las clases adineradas, quienes dirigen la oposición derechista. Uno de ellos es Leopoldo López, activo participante en el golpe militar de 2002 contra Chávez. En la actualidad, la oposición está siendo apoyada principalmente por las clases altas. Estas organizaciones civiles y partidistas no ofrecen políticas públicas para la mayoría de los venezolanos de bajos ingresos, y están ahora mismo en las calles exigiendo la revocación de los resultados de las elecciones presidenciales de abril pasado, donde Nicolás Maduro fue electo. Sin lugar a dudas, una extraña demanda para un movimiento “prodemocracia”.
Asimismo, y tal como sucedió en el golpe de 2002, el gobierno de EEUU –que ha financiado a la oposición con cientos de millones de dólares, y tiene asignado para las organizaciones contrarias al régimen 5 millones de dólares en su actual presupuesto federal de 2014– ha indicado claramente que apoya esta estrategia de “cambio de régimen”. Solo hay que recordar que, desde 2002, EEUU ha estado tratando de recuperar el control sobre Venezuela, país que tiene las mayores reservas de petróleo del mundo.
Tampoco podemos olvidar que el 70% de los canales de televisión y radio están aún en manos privadas, y que las televisoras públicas tienen una audiencia de solo el 5.4% del total. De hecho, si hacemos memoria, parece ser que la oposición, glorificada en los medios de comunicación hegemónicos, está intentando implantar una estrategia que, al menos, le dio resultado por unas 48 horas en 2002 (tiempo que duró el golpe de Estado): el plan es mantener un clima de protestas exigiendo la dimisión del gobierno, hasta que se genere el caos suficiente como para establecer un golpe de Estado (el que se intentaría argumentar cosméticamente como correlato de las protestas).
Ahora bien, es cierto que quienes se movilizan presentan quejas legítimas sobre la inflación, la escasez y el crimen. Sin embargo, la tasa de homicidios ha estado bajando desde 2008, y la alta inflación solo ha sido un problema desde alrededor de un año. De hecho, como el Banco Mundial informó, en 2012 la tasa de pobreza en Venezuela se redujo en un 20 por ciento; la mayor caída en América Latina.
El gobierno tiene el deber de resolver los problemas económicos más importantes, pero el intento de generar un marco de posibilidad para derrocar al gobierno no me parece una medida positiva ni justa. Llámenme loca, pero desde que nací vengo escuchando que, en una democracia, los gobiernos se cambian a través de elecciones, y no a través de protestas de la clase dominante.
Francesca Emanuele
Nota
1.-En el Perú, el acceso a la información es marcadamente limitado. El 78% de la prensa escrita está en una sola mano, y la tenencia de los medios de masas como la televisión es igualmente oligopólica.
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