Al tiempo que desarrolla unas jornadas sobre Orwell y prepara otras sobre Benjamín Péret-Remedios Varo, la FAN ha organizado un doble debate sobre Nin, el marxismo y las naciones
Este debate fue escenificado el pasado sábado (15-02-14) en el Palau de la Virreina de Barcelona…Anteriormente, la misma FAN consiguió que toda la izquierda catalana (incluyendo sindicatos como CGT y representantes de la izquierda radical) reconociera en la sala de actos Parlament de Cataluña el legado revolucionario de Andreu Nin en todas sus facetas, al tiempo que se establecía un consenso inequívoco en la trama verdaderamente anticomunista que rodeó su secuestro y asesinato. En aquellos días, únicamente del artículo firmado por el inexistente José Guillén que apareció en algunas páginas que todavía no quieren reconocer que, al final de cuentas, el estalinismo ha sido la forma más perversa (y más ruinosa) de anticomunismo.
La obra que servía de referente era Los movimientos de emancipación nacional, escrita en 1935 y de la que existe una reciente reedición catalana en Base con prólogo de Pelai Pagès. Cabe considerar ediciones más modestas pero no por ello menos singulares, sobre todo las que han hecho los compañeros de la FAN asturiana en astur, e igualmente, la realizada por la Fundació La Mirada del texto Sobre las nacionalitats con un cuidado prólogo de Artur Domingo.
Ahora se trataba de dejar constancia de las aportaciones marxistas sobre la cuestión nacional en un momento en el que millón y medio de catalanes se movilizaron por el “derecho a decidir” que una manera de decir, por el derecho a la autodeterminación. En su primer parte, hablaron dos especialistas como Pelai Pagès y Andy Durgan (el primero biógrafo de Nin, el segundo, reconocido estudioso de Maurín y el BOC), más Lluís Rabell, presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona. El recorrido fue desde el pasado al presente (y viceversa). Entre otras cosas, se polemizó con las diversas adaptaciones de la izquierda oficial española a un nacionalismo hegemónico que al dominar, no necesitaba explicitarse, aunque también cabría hablar de la otra adaptación, la de la izquierda institucional al nacionalismo convergente que ha dominado el escenario político nacional desde principios de los ochenta, prácticamente sin una oposición digna de tal nombre.
Pelai señaló las coincidencias argumentales entre la derecha y la izquierda centralista y como ya, al principio de los años treinta, se utilizaban los mismos argumentos actualmente el ABC, La Razón El Mundo. Por su parte, Rabell llamó la atención aciertos argumentos empleados desde un cierto obrerismo, según el cual la ola independentista sería “un arma de distracción masiva”. Sin negar los intereses espúreos de la derecha catalanista (ya se sabe que el patrioterismo conservador suele esconder otros intereses aquí y en Estados Unidos), lo primordial es que se trata de una exigencia popular incuestionable que plantea unas exigencias democráticas elementales que, por lo demás, significaba la mayor brecha que se ha creado hasta ahora en el régimen del 78.
En una intervención personal, recordé la anécdota que contaba Wilebaldo Solano que le prestó el libro de éste sobre las nacionalidades a Manuel Azcárate y al que devolvérselo, este le dijo: ¡Lo que nos hemos perdido¡”. Mi explicación al papel secundario del movimiento obrero en la movilización catalana era que mientras la sociedad civil catalana había conseguido mantener una vertebración, el movimiento obrero había quedado neutralizado por bacilos que habían hecho desaparecer a la izquierda como tal en los años ochenta…
En una segunda sesión se trató de estructurar una mesa abierta a toda la izquierda catalana que reconocía el “fet nacional”, aunque, lamentablemente, ni las CUP ni el Procés Constituent pudieron tomar parte, dos formaciones bastante familiarizadas por cierto con el legado de Andreu Nin. El ponente de las CUP envió un saludo y se disculpó por un gripo, en tanto el Procés no pudo enviar a nadie porque estaban inmerso a una reunión de mucha trascendencia. Estas dificultades limitó el espacio de la izquierda rupturista, de forma que la mesa quedó francamente coja.
El debate se llevó a cabo con las intervenciones de Ermengol Gassiol de la CGT que opuso el derecho de autodeterminación al más “light” del “dret a decidir” e incidió en la necesidad de la clase trabajadora de liderar el proyecto en unas líneas que rememoraban las famosas palabras de Salvador Seguí, el “Noi de Sucre” sobre la cuestión. Por ERC lo hizo Oriol Amorós que presentó el perfil más de izquierdas –el de Joan Tardá para entendernos- de un partido que no es tanto, al menos por arriba. Dos “disidentes” socialistas, Toni Comín (Col-lectiu Socialisme, Catalunya, Llibertat) y Santiago Lapeira del Col-lectiu Avancem, volaron muy por debajo del nivel general, demostrando muy poca experiencia en los debates abiertos, su distancia con el dilema básico del presente –ricos cada vez más ricos, pobres cada vez más pobres-, en tanto que David Coparon, insistió en la necesidad de imprimir mayor presencia obrera y de izquierdas al proceso, a entidades como la ANC en la que, como pudo escuchar en el curso, habitan sectores muy diferentes. Desde los que hablan de una tregua social –que CIU, inmerso en la política neoliberal no puede respetar-, y los que conectan independencia y lucha social como dos caras de una misma moneda.
La jornada fue seguida por una sala llena y con intervenciones muy diversas, comenzando por la que no se olvidó de remarcar la escasa presencia femenina en la mesa. Todo el mundo citaba a Nin como un referente lo cual resulta halagador, si bien no estará mal recordar que éste nunca cobró más que un obrero especializado, que sus horizontes eran el marxismo revolucionario y la democracia obrera…
Este Nin en particular debería ser de lectura obligada para todos los hombres y mujeres que se reclaman del socialismo y que pretenden enfrentar lo que llamamos la cuestión social a la cuestión nacional, como si el ansia de libertad de los pueblos, en este caso el derecho de Cataluña a decidir, pudiera ser contrario al proceso de emancipación social de las clases trabajadoras. Para Nin es todo lo contrario, los fines de la emancipación nacional y social “se confunden y se complementan recíprocamente… uno y otro amenazan los cimientos mismos de la sociedad actual. Ninguna doctrina tan revolucionaria como ellas.”
Este debate debería llevarse donde sea posible para dejar constancia didáctica de que la lucha por la liberación nacional no significa que las clases trabajadoras deban supeditarse a los intereses de la burguesía nacional. Una cosa es un acuerdo puntual contra la nación opresora y otra muy diferente es confundir los objetivos. Por eso Nin se ocupa también de definir la posición del movimiento obrero: “Para el nacionalismo burgués la nación lo es todo, y a la nación - burguesa, naturalmente -han de subordinarse los intereses de las clases sociales, sin tener en cuenta para nada los antagonismos profundos que las dividen.
Para el marxismo revolucionario, al contrario, los intereses de la revolución proletaria y la solidaridad obrera internacional están por encima de todo. Al principio de la unidad nacional de las clases opone el de la lucha de clases, y en el fondo considera el problema de las naciones oprimidas como un aspecto de esta lucha. El obrero revolucionario se siente infinitamente más ligado a los obreros de otros países y, por tanto, a los de la propia nación dominadora, que a las clases explotadoras del propio país a las que tiene declarada una guerra a muerte. No olvidemos, por otra parte, que la primacía de la nación por encima de los intereses de clase en realidad no es, para la burguesía, sino una bandera que muestra a los ojos del proletariado para oscurecer su conciencia de clase. Por encima de todo pone sus intereses de casta explotadora. Cuando estos están en peligro no vacila en aliarse con los enemigos "nacionales".
Seguramente, jornadas como estas sean más necesarias en otros países y regiones del Estado Español, de un país que pretendió ser una potencia imperialista y que no tan siquiera ha sido capaz de crear un Estado-nación más que a sangre y fuego
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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