La Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), concluida en Cuba, trazó el sendero a recorrer para hacer realidad la integración de la Patria Grande, y demostró que esa joven organización regional es ya un bloque a respetar.
La amplia asistencia de mandatarios y presidentes electos de sus 33 países miembros, además de representantes de instituciones internacionales como el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, entre otros, dieron un realce trascendental a la cita de La Habana, que respetando en todo momento la diversidad de criterios y opiniones, envió al mundo una señal de unidad sin precedentes en nuestra América.
Los máximos dirigentes de Latinoamérica y del Caribe, cercanos geográficamente pero lejanos hasta hace poco tiempo, juntaron sus voces para declarar a la región Zona de Paz, y apostaron por la solidaridad, la cooperación y la hermandad entre sus respectivos pueblos y gobiernos.
Para analistas políticos, en el cónclave de la CELAC no hubo una sola nota discordante, hecho positivo que quedó registrado para la historia de la Patria Grande en la Declaración de La Habana, refrendada por todos los dignatarios.
La Cumbre evidenció además que las naciones ubicadas entre el Rio Bravo y la Patagonia pueden andar a cuadro apretado, sin la tutela de metrópolis o imperios, y menos el de Estados Unidos, cuyos regímenes históricamente sembraron la división y la confrontación para ejercer su dominio sobre ellas y saquearlas.
Washington ha sido como la patata podrida en un saco que contamina a las restantes, y ciertamente es lo que ha venido ocurriendo en la Organización de Estados Americanos (OEA), con sede en la capital norteamericana, hoy en fase de putrefacción, y sin remedio alguno, aunque pocos piensen en salvarla.
Un mensaje directo y certero a Estados Unidos transmitido por la cita de la CELAC de La Habana, y admitido hasta por enemigos de la Revolución cubana, es que la denominada Isla Bonita no está para nada aislada, sino todo lo contrario, cuenta con el respaldo del mundo, en general, y Latinoamérica y el Caribe, en particular, además de con un gran reconocimiento internacional por su espíritu solidario e integrador.
Al unísono, el encuentro hizo saber a la actual administración norteamericana, y a las precedentes, que la única arrinconada es la Casa Blanca por su política agresiva y de bloqueo contra Cuba, y por sus posiciones imperiales y de confrontación hacia la Patria Grande.
Un analista dijo hace pocas horas una frase excepcional: Después de la Cumbre de la CELAC de La Habana, Estados Unidos se convirtió en el traspatio de América Latina y el Caribe.
Cuanto le hubiera gustado a Simón Bolívar, José Martí, y muchos otros próceres de la independencia de nuestra América, al igual que a los incansables luchadores y entrañables amigos Hugo Chávez y Néstor Kirchner escuchar esa expresión.
Patricio Montesinos
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