Luego de un bloqueo de varios meses parece que, como por encantamiento, la situación se encamina hacia el comienzo de un desenlace de la crisis revolucionaria, favorable a las fuerzas conservadoras.
La aprobación de la nueva Constitución el 27 de enero, el voto de confianza, de dos días después, a un nuevo gobierno por una parte y por otra su favorable acogida en las esferas imperialistas, han contribuido ampliamente a neutralizar la crisis y a alimentar las ilusiones con relación al nuevo gobierno de Mehdi Jomaa.
Pero ha sido sobre todo la decisión del FMI, de la Unión europea y del Banco Mundial de poner fin al embargo financiero que ha influido más en favor de la “tregua” al otorgarle un préstamo de 3.600 millones, equivalente a un quinto del presupuesto estatal.
El motivo de la alegría manifestada por las fuerzas imperialistas se basa, por una parte, en el agotamiento del movimiento popular bajo los efectos convergentes del agravamiento de la crisis social y económica y el crecimiento del extremismo islámico, que ha contribuido en gran medida al deterioro de la seguridad y por otra parte a la ausencia de una alternativa progresista confiable.
También cuenta el retroceso de las dos fuerzas políticas que apoyaron la insurrección revolucionaria, sobre todo Ennahda, pero también en cierta medida el de la coalición de fuerzas progresistas y de izquierda, el Frente Popular.
Cuenta también el retorno de varias figuras políticas del antiguo régimen, algunas de ellas presentes en la principal formación política, Nidaa Tounes.
Por otra parte a pesar del movimiento popular de oposición a los nuevos impuestos que han sacudido a Túnez, desde comienzos de enero, la calma actualmente reinante traduce significativamente el profundo deseo, largamente compartido, de una vuelta a cierta tranquilidad.
El Gobierno de Jomaa se beneficia, contrariamente al del que lo precedió, de distintas ventajas: en primer término por la promisoria neutralidad de las principales fuerzas políticas; luego, por el apoyo de la organización patronal (Utica) y de la, muy importante, directiva de de la poderosa central sindical UGTT (Unión General Tunecina del Trabajo).
Además el Gobierno podrá disponer del inesperado maná de 3.600 millones de dólares para intentar comprar una “tregua social” hasta por lo menos las previstas elecciones de 2014.
Finalmente parece que el FMI, va a considerar la reducción de sus exigencias respecto a las medidas de austeridad, aceptando instalarlas a lo largo de períodos más extensos, entre junio de 2015 y marzo de 2016. El FMI no quiere correr el riesgo de atizar nuevamente la cólera social antes de las elecciones. Si esto llega a confirmarse, Jomaa podrá mantener intacto el amplio apoyo político del que goza actualmente. Podrá contar asimismo con el apoyo de la burguesía de clase media, bastante influyente en Túnez y que ha sido muy afectada por las recaídas económicas y de seguridad provocadas por la crisis revolucionaria.
La principal tarea de Jomaa será en primer lugar la finalización de las grandes obras de reformas estructurales pretendidas por el FMI y el Banco Mundial. Se refieren a las inversiones extranjeras, la fiscalidad, el sector financiero, especialmente la fusión de los tres bancos públicos, la liberalización del sector agrícola y el de servicios y especialmente la liberalización del transporte aéreo y el de los mercados públicos… en suma el verdadero desafío del Gobierno Jomaa, será el de lograr cerrar el paréntesis histórico abierto por la insurrección revolucionaria y volver a imponer la paz neocolonial en Túnez.
¿Logrará Jomaa dar el golpe de gracia al movimiento revolucionario? La respuesta no es sencilla. Depende sobre todo de la capacidad de la dirigencia del Frente Popular para corregir su línea política y reconsiderar su táctica y sus alianzas, especialmente con Nidaa Tounes. Debe también desembarazarse de la desastrosa idea de creer que es posible alcanzar la transición democrática sin que el combate por las libertades se halle asociado al de los derechos económicos y sociales. La respuesta depende sobre todo de la actitud de la dirección sindical y de sus bases frente a la política de Jomaa y de las reivindicaciones sostenidas por la revolución. En todo caso, solo dos opciones son posibles en Túnez, la de la libertad y el progreso social que se ha vuelto posible gracias a la caída del dictador y la contraria, el regreso de un poder político represivo como complemento indispensable del dominante régimen neocolonial.
Fathi Chamkhi
Alencontre
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