Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
martes, abril 15, 2014
Ernesto “Che” Guevara enfermero de YPF, en la marina mercante argentina.
Ernesto quería conocer en profundidad toda América latina, esto lo lleva a trabajar como enfermero de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) recorriendo parte de la costa marítima de aquel continente.
Transcurría octubre de 1950 Ernesto había sido invitado al casamiento de su amiga Carmen González Aguilar, que se realizaba en Córdoba. En aquella fiesta nace su noviazgo con María del Carmen Ferreyra, hija de una familia rica cordobesa. Entre “Chichina” como le decían y Ernesto comienza un noviazgo casi epistolar. A pesar de la pasión que la relación sentimental suscito entre ellos, la distancia entre Córdoba y Buenos Aires y los sucesivos viajes de Ernesto fueron convirtiendo a este romance en un amor, que solo lo alimentaba la fantasía y la distancia. A Ernesto le gustaba mucho Chichina, aunque tenía miedo que ese amor lo atara y no le permitiera cumplir sus sueños de conocer el mundo. Es por ello que su nueva meta era embarcarse en la flota mercante argentina, con el fin de conocer una parte de América latina. Sí sacaba el carnet de enfermero y conseguía que lo contrataran, podría viajar, ahorrar algún dinero para futuros viajes y en el barco seguir estudiando las materias que le faltaban de sus estudios de medicina, esa era su meta. Ernesto gracias a las gestiones de su padre -que recurrió a varios amigos influyentes- logro conseguir el certificado de enfermero. Su carrera avanzada en medicina lo acreditaba para ejercer la enfermería. Para Ernesto era una buena oportunidad para hacer algunas prácticas, aunque su interés más importante era conocer otros lugares de América latina. Después de una espera de varias semanas logro conseguir la anhelada matricula profesional, con fecha del 22 de diciembre de 1950. Con el carnet en la mano, dejo pasar las fiestas de fin de año y se presento ante la empresa estatal Flota Argentina de Navegación de Ultramar (FANU) que posteriormente se denomino (ELMA), con el objetivo de cubrir algún puesto vacante en esa categoría. Por aquellos años del gobierno peronista, la flota mercante argentina estaba en su mayor apogeo. Sus barcos surcaban los mares del mundo trasportando carmes, cueros, cereales o trayendo productos del exterior. También estaba en su mayor desarrollo la explotación petrolera de Comodoro Rivadavia. Ernesto no tardo mucho en conseguir la primera suplencia en el buque carguero Anna G. embarcándose el 9 de febrero de 1951. Confirmado para hacer su primer viaje, Ernesto recordó las novelas de Emilio Salgari en el Caribe, que tanto les gustaba. Desde niño Ernesto se convirtió en un gran lector de novelas de aventuras. Entre sus autores predilectos estaban Julio Verne y Alejandro Dumas. Aunque sentía una admiración especial por el escritor italiano Emilio Salgari. Este autor había escrito cerca de 200 novelas, muchas de ellas ambientadas en el Caribe. Algunos de los más populares personajes fueron El Corsario Negro y El Capitán Morgan, que luchaban contra la injusticia. La imaginación del joven Ernesto lo llevo en un sinfín de veces a soñar con conocer estas lejanas tierras. Por ello cuando se entero que los buques tanques hacían escala en aquellos puertos que Salgari narraba con tanta descripción, se sintió trasladado en el tiempo, ahondando aun más sus deseos de descubrir esos lugares tan lejanos y exóticos. El Anna G era un carguero relativamente nuevo, había sido construido en el astillero de Levingston Shipbuilding (EEUU) en 1942. Estaba preparado para transportar cereales o carga general, como así también combustibles líquidos o aceites vegetales. El buque tanque tenía 101, 25 metros de eslora y 15,25 de manga, contaba con una tripulación de 37 hombres.
Según la escritora Julia Constenla, Guevara en este viaje: “Conocerá allí las costas sureñas de Comodoro Rivadavia y puertos del Brasil, Venezuela y Trinidad Tobago”. El carguero fue haciendo escalas en los puertos brasileros, navegando lentamente a 11 nudos de velocidad media. Ernesto se aburría esperando atender a algún tripulante que podía padecer algún trastorno leve. En la mayoría de los casos se acercaban a la enfermería para solicitar algún analgésico para los dolores de cabeza, también eran comunes alguna que otra descomposturas o mareos sin mayor trascendencia. Aunque según se cuenta en alta mar realizó una apendicetomía con un cuchillo de cocina, porque el único bisturí de abordo había sido utilizado en una pelea a cuchillo y embargado luego como prueba judicial. En las largas horas de espera, mirando siempre a un mar infinito Ernesto aprovechaba para leer sus libros de cabecera. También aprovecho aquel viaje para escribir y filosofar sobre la vida. En las pocas oportunidades que tuvo de bajar en algún puerto de la costa del Brasil pudo comprobar la belleza de su paisaje, al mismo tiempo quedo sorprendido por la belleza de la mujer brasileira. Desde Puerto Alegre le escribe a su tía: “Querida Beatriz: Desde esta tierra de bellas y ardientes mujeres te mando un compasivo abrazo hacia Buenos Aires que cada vez me parece más aburrido…” De Trinidad Tobago le envía otra postal: “Después de sortear mil dificultades, luchando contra los tifones, los incendios, las sirenas con sus cantos melodiosos (aquí son sirenas color café) llevo como maravilloso recuerdo de esta isla maravillosa 1500000 (un millón quinientos mil) v.i de Penicilina y el corazón saturado de “bellezas”. Para tu pobre alma burguesa te envió un abraso.” Años después estando en Praga, preparando su entrada secreta a Cuba para luego marcharse a Bolivia, en una charla informal con sus compañeros que compartían aquella misión, recordó su paso por el Brasil, así lo cuenta José Gómez Abad en su libro “Como el Che burlo a la CIA”: “En las sobremesas como en las conversaciones que frecuentemente sosteníamos en el resto del día, tanto el Pacho (Alberto Fernández Montes de Oca), que lo conocía de años, como principalmente yo, que tenía el privilegio de escucharlo en un círculo pequeño e íntimo, disfrutábamos al charlar con él. Al escuchar sus anécdotas era como si nos adentráramos en sus secretos, expuestos con toda naturalidad, en una atmósfera distendida y amena. A veces las conversaciones eran en nuestra habitación y él se recostaba sobre una de las camas. Generalmente no hablaba de sí mismo ni acostumbraba a hacerlo en primera persona y menos aún de realzar su protagonismo. A solicitud de Pacho nos hizo diversos relatos sobre sus andanzas de joven, recorriendo primero en una bicicleta con motor media Argentina y después en una motocicleta con su amigo Alberto Granado, diversos países de América del Sur. Personalmente me agradó mucho su relato sobre el cruce del río Amazonas en la balsa a la que llamaron Mambo-Tango. Cuando años después he leído los libros donde aparecen reseñadas sus aventuras juveniles, me parece estarlo escuchando, ver sus expresiones, gestos y sonrisas. No era un moralista intransigente, pues en ningún momento mostró disgusto de que en su presencia Pachungo y yo habláramos sobre mujeres, aunque dentro de un plano no obsceno. En ocasiones hacía sus comentarios, pero era muy reservado en este aspecto, excepto la tarde en que Pachungo le insistió para que nos comentara en dónde había conocido mujeres más hermosas durante sus periplos juveniles. Fue cuando nos habló de la etapa en que se enroló como enfermero de un barco argentino y llegó hasta Brasil, donde conoció a las negras y mulatas, “las que me deslumbraron”, según su expresión. Es entonces cuando Pachungo le dice: Oiga, Ramón, usted cuando joven era tremendo jodedor, así que le gustaba quemar petróleo.” Me quedé pasmado, pues no sabía como él reaccionaría. Inesperadamente, al escuchar este ocurrente comentario, el Che comenzó a reírse y le dijo: “Pacho, estamos hablando en serio, y tú todo lo tiras a relajo, no te burles de mis experiencias juveniles.” Pachungo le siguió insistiendo para que nos diera detalles de esas aventuras, a lo que le respondió algo más serio pero sin estar disgustado: “A ti lo que te interesa es el chisme y a mí no me agrada hablar de mis intimidades.” Ahí cortó el tema y pasamos a hablar de asuntos políticos…” Al retornar a Buenos Aires y luego de pasar algunos días con su familia logra una nueva suplencia esta vez en el buque Tanque Argentino General San Martin. Esta vez el barco era mucho más grande tenía 172,44 metros de eslora y de manga 21, 64 metros. El General San Martin estaba recién incorporado a la flota argentina. Había sido construido en Inglaterra en los astilleros Cammell Laird y tenía 61 tripulantes. Su misión era el traslado de crudo y derivados desde el exterior. El enfermero Guevara, se embarcó en Buenos Aires el 9 de mayo de 1951, la empresa YPF yacimiento Petrolíferos Fiscales estaban en un auge gigantesco, y el combustible que se cargaba en Venezuela y Trinidad, era utilizado para la industria que se encontraba también en un destacado crecimiento. El barco estaba bajo el mando del Capitán Mario Aguiar. En las fojas 36 del libro de rol (documento que registra la tripulación en la tarea para la que se la embarca), aparece, en el renglón correspondiente al tripulante n° 51, que bajo el rol de ENFERMERO, indica en el cuadro correspondiente al nombre: Ernesto Guevara. En el mismo se señala como “argentino de 22 años”, domiciliado en “Araoz 2180 Capital Federal”. El buque cubría el derrotero entre Buenos Aires, San Lorenzo (Santa Fe), Trinidad y Venezuela (Puerto de Caripito). Llevaban petróleo. En el mismo libro, aparece casi en todos los viajes, el enfermero efectivo de la nave: Ismael Zabaleta, domiciliado en Villa Domínico (Partido de Avellaneda). La gran cantidad de viajes realizados por el enfermero Zabaleta, y el único donde aparece Guevara, indica claramente que “EL Che”, realizó ese viaje en carácter de “relevo”.
El enfermero relevante, aparece bajo el número de prontuario de Prefectura Nacional Marítima (Hoy Prefectura Naval Argentina) PP51-521. El 12 de mayo, tres días después de su embarco en el Petrolero General San Martín, el buque entra (a las 14,35hs) en el puerto petrolero santafesino de San Lorenzo. Zarpa de allí al día posterior (lo que indica que la carga no debía ser mucha), luego de descargar, con rumbo a Trinidad, arribando al puerto petrolero de Pointe-a-Pierre. Esta ciudad caribeña se encuentra en el Golfo de Paria y es un importante puerto para la exportación e importación de productos derivados del petróleo. El 13 de junio a las 13,25hs, vuelve a entrar en Buenos Aires procedente de Trinidad y con carga completa. El buque, realizaba un “Triángulo” entre Buenos Aires, San Lorenzo (Santa Fé) y el puerto petrolero de Point-a-Pierre, en la Isla de Trinidad. También era normal, cargar hidrocarburo en el puerto fluvial venezolano de Caripito, en el Estado Monagas. Estos puertos abastecedores de petróleo (Point-a-Pierre y Caripito), al igual que los actuales (monoboyas) eran inhóspitos parajes, donde se instalaba un oleoducto que se internaba varios cientos de metros en el mar (o río), sitio donde existía una boya o pequeño muelle de amarre. Allí (normalmente pudiendo bajar a tierra, solo por medio de botes) permanecían los buques petroleros, unidos a la destilería o tanque por medio de una gigantesca manguera a través de la cual se bombea el hidrocarburo en caliente. Esta característica de los buques petroleros era (y es) de gran importancia. El hidrocarburo pesado (petróleo) es de hecho una viscosa y pesada pasta más parecida a la brea que al líquido fluido que se muestra en las películas. Por esto, debe calentarse para que fluya, y debe permanecer caliente mientras se lo transporta, ya que si se enfriase, se solidificaría y sería imposible su descarga, salvo que fuese “a pala”. El puerto de Caripito en Venezuela, es un puerto de gran singularidad se ingresa por el delta del Río Orinoco, y, subiendo el serpenteante curso fluvial, se debe navegar introduciéndose en lo más profundo de la selva amazónica.
El historiador Horacio Vázquez, profesor de la Escuela de la Marina Mercante Argentina, en relación a estos viajes marítimos de Guevara señala: “Este singular y espectacular viaje a las profundidades de la América salvaje e indómita, tuvo –necesariamente- que reflejarse en el ánimo del joven enfermero Guevara. La vida en el mar; la disciplina y monotonía de las tareas a bordo, sincronizadas casi mágicamente dentro de la estructura vertical (aunque flexible) de un buque mercante. La naturalidad con que se acepta algo tan anti-natural como el asilamiento y la confinación en que viven los marinos mercantes. La convivencia con alimañas salvajes de las profundidades amazónicas y el salvajismo con que se extraían los incalculables frutos de la tierra, tuvo que marcar a fuego las ideas del “Che”. Centenares de kilómetros río adentro, navegando muy lentamente por el curso casi inexplorado en medio del siglo XX, en condiciones casi idénticas que en tiempos de la conquista. Llegar al medio de “la nada”. Solo un gran “tubo” que asoma de la espesura selvática. El buque, moderno y tripulado por argentinos acostumbrados a la vida de un país en claro avance y desarrollo, se topa de repente con una realidad que parece salir de una novela colonial: Barcas y canoas cargadas de indígenas nativos, desnudos como Dios los trajo al mundo, intentando subir al buque para intercambiar “chucherías” artesanales. Los tripulantes efectivos, toman el hecho como natural y cambian camisas y zapatos (de fino cuero argentino), relojes y cámaras fotográficas por conchas marinas, perlas, piedras preciosas en bruto (esmeraldas sobre todo). Los tripulantes bisoños (entre los que se cuenta el enfermero Guevara) debieron sentir que durante los 450 años que mediaron entre los relatos de Cristóbal Colon y lo que están viendo sus ojos, no cambió nada. Y eso, no era justo. Seguramente que ese viaje del buque petrolero General San Martín a las profundidades de América, forjaron el carácter de una persona, Ernesto Guevara". Durante sus travesías de cabotaje tenía el tiempo necesario para estudiar y escribir. En uno de esos viajes redacta “Angustia, eso es cierto” un cuento autobiográfico semi filosófico donde relata una historia real que le sucede durante una breve estancia en Trinidad Tobago. En su primera obra narrativa cuenta su estado de depresión durante una larga travesía. Su pelea interior por salir de aquella situación que lo hace reflexionar desde una perspectiva existencialista. En esa pelea consigo mismo logra vencer la depresión. La angustia que se apodera de Ernesto no es otra que la relación sentimental con “Chichina”. En el prologo dice: “Caigo de rodillas, cansado de buscar una solución, una verdad, un motivo. Pensar que nací para amar, que no nací para permanecer frente a un escritorio preguntándome si el hombre es bueno puesto que si el hombre es bueno porque me codeo con él en el campo, en la fábrica, en el obraje, en el ingenio, en la ciudad. Pensar que se es físicamente sano, que se tiene espíritu de cooperación, que se es joven y rijoso como un macho cabrío, y verse excluido del panorama por años y años: eso es angustia… que sea un sacrificio estéril, que no se ayude a levantar una nueva vida: Eso es angustia”. El cuento relata una de las salidas que realiza por aquella caribeña isla de Trinidad junto a un grupo de tripulantes.
Otro de los buques tanque de la Flota que lo tiene a Guevara como enfermero es el San José. El buque navegaba a una velocidad de 13 nudos y media 164,7 de eslora y 20,2 metros de manga. Este buque se llamaba previamente "Buenos Aires", fue construido para el armador griego Onassis, que residía por aquellos años en la argentina. El barco estuvo inmovilizado durante la guerra en el puerto de Gotemburgo. En 1944 fue integrado en la flota de YPF. El ultimo buque tanque en el que viaja Ernesto es el “Presidente Perón”, que con el golpe de Estado de la mal llamada Revolución Libertadora le cambian el nombre por el de “General Las Heras.” Este barco estaba recién incorporado a la flota. El mismo tenia de Eslora: 172,50 y de manga 21,65 el mismo estaba integrado por 46 tripulantes. Su padre Ernesto Guevara Linch en su libro “Mi hijo el Che” nos cuenta esta etapa Ernesto como enfermero: “… Sus largos viajes como enfermero de la flota mercante del estado, le impidieron asistir como alumno regular a los cursos de la Facultad. No obstante, no solo no se atraso en sus estudios, sino que gano tiempo examinándose de materias adelantadas…”. Con relación a sus estudios durante aquel año señala: “Durante el año 1951 vuelve a rendir exámenes y aprueba cinco materias”. Ernesto y Alberto Granados su amigo de Córdoba, llevaban varios años hablando y planificando un hipotético viaje por el continente. En todas las reuniones de amigos y familiares era el tema central. Para Ernesto había llegado el momento de cumplir su sueño. La experiencia de enfermero estaba agotada y contaba con algunos ahorros. El propio Granados nos cuenta como fueron estos acontecimientos: “Por entonces, el fue hasta el norte de Brasil y hasta la Patagonia. Yo estaba en Buenos Aires precisamente, y ahí nos encontramos. Hablamos mucho acerca de los planes para nuestro viaje. Yo pensaba que para viajar había que hacerlo acompañado y con gente que estuviera dispuesta de verdad. Después de que Ernesto hizo ese recorrido, un día me dijo: “Que razón tenias, Mial, he perdido cuatro meses de mi vida. Estuve en el norte de Brasil y lo que visite fueron prostíbulos. Nadie me podía decir nada interesante, es verdad que, definitivamente, hay que hacer ese viaje ´acompañado´. Nos miramos y nuestras carcajadas, debieron haberse escuchado en la acera de enfrente.”. Pocos meses después el 29 de diciembre de 1951 parte de Córdoba con Alberto Granados en la ya mítica Poderosa II, motocicleta de 500 cc de cilindrada. A partir de allí comienza un nuevo capítulo de Ernesto Guevara.
Lois Pérez Leira
BIBLIOGRAFIA / ARCHIVOS CONSULTADOS
SECRETARIA DE INDUSTRIA Y COMERCIO YACIMIENTOS PETROLIFEROS FISCALES SERVICIOS DE NAVEGACION Y PUERTOS ROL DE LA TRIPULACION
Anderson, Jon Lee (1997). Che Guevara. Una vida revolucionaria. Barcelona: Anagrama.
Castañeda, Jorge G. (1997). Compañero: vida y muerte del Che Guevara. Buenos Aires: Espasa.
Constenla, Julia (2006). Che Guevara. La vida en juego. Buenos Aires: Edhesa.
Guevara Lynch, Ernesto (1988). Mi hijo el "Che". La Habana: Ed. Arte y Literatura.
Taibo II, Paco Ignacio (1996). Ernesto Guevara, también conocido como el Che. México: Planeta/Joaquín Mortiz.
Vázquez Horacio, Historiador, profesor Escuela de la Marina Mercante Argentina.
Guevara Linch, Ernesto. Mi Hijo el Che. Editorial Arte y Literatura, La habana 1988.
Fernández Sofía, Rosa María: El Che confía en mí; entrevista a Alberto Granado, Casa Editora Abril. La Habana 2010.
Entrevista Carlos “Calica Ferrer”
Entrevista Alfredo Gabela.
BARCOS:
Anna G
Florentino Ameghino
San José (ex Buenos Aires)
General San Martín
Presidente Perón (posteriormente General Las Heras).
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