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martes, abril 15, 2014
Ernesto “Che” Guevara: amor y revolución
Algunos conocedores de la vida del Che dirán poéticamente que estaba enamorado de la revolución.
Poco tiempo y pocos años tuvo para amar. Seguramente el amor lo deposito solamente en una mujer, Aleida March, a pesar de haber sido deseado por miles de mujeres del mundo. Algunos conocedores de la vida del Che dirán poéticamente que estaba enamorado de la revolución. Que ese amor a la humanidad, era lo único que lo podía hacer resignar, al amor convencional por una mujer. Otros hablaran del amor a su madre. Figura trascendental en la vida del Che. Para Guevara el amor supremo era la lucha revolucionaria que justificaba sus sacrificios personales. Estas convicciones hicieron que por los acontecimientos políticos posteriores, no pudiera disfrutar del amor como él quisiera, con su pareja y poder ver criar a sus hijos. Desde adolecente Ernesto tuvo muchos éxitos con las jóvenes de su época. Se le reconoce algunos romances fugaces como con su prima Carmen Córdoba De la Serna, "La Negrita". Luego conoce a María del Carmen "Chichina" Ferreyra en un casamiento en Córdoba, con quien entabla el primer noviazgo formal. María del Carmen pertenece a una de las familias que forman parte de la entonces poderosa y elitista "oligarquía terrateniente argentina". La casa que habita con sus padres en la provincia argentina de Córdoba "La Malagueña", es conocida como "El castillo Ferreyra. La relación si bien es duradera, se mantiene a través de correspondencia y esporádicos viajes de Ernesto a Córdoba. Fue con Chichina que Ernesto tuvo que optar: Mantener una relación amorosa con su novia o aprovechar su juventud para conocer el mundo. Su opción ya la conocemos renuncia al amor para cumplir su misión juvenil, de descubrir nuevas tierras y nuevos pueblos. Por aquellos años también mantiene una relación amistosa con su amiga Tita Infante. Algunos allegados de la familia piensan que entre ambos existió un interés sentimental reprimido. Con Tita mantuvo un intenso vínculo epistolar durante varios años. Durante los viajes que realiza por América latina protagoniza distintas anécdotas sentimentales, las cuales tan solo se quedan en meros impulsos sexuales.
Sera en su segundo viaje cuando Ernesto conoce a Hilda Gadea y comienza una relación de pareja. Guevara se había enamorado de la formación intelectual de Hilda. Gadea era una exiliada peruana del ala de izquierda del APRA, que tenía una gran formación cultural y política. Tanto Ernesto como Hilda tenían muchas cosas en común, a pesar de que Ernesto nunca estuvo enamorado de ella. Su relación fue de compañerismo y de mucho aprecio. Nunca pensó seriamente que iba a ser la mujer de su vida. El embarazo de Hilda dilato la separación, inclusive el nacimiento de su hija Hilda Beatriz el 15 de febrero del 1956 lo lleva a decidirse a casarse. En algunos aspectos todavía Guevara tenía criterios morales tradicionales, como el concepto del matrimonio. Guevara e Hilda Gadea se casaron en Tepozotlán el 18 de agosto de 1955. Hasta ese lugar se trasladaron algunos amigos y entre ellos Raúl Castro y Jesús Montané, que firmo el certificado de casamiento. Aunque estaba previsto que lo hicieran Raúl y Fidel, que no lo hicieron por razones de seguridad. Según cuenta Hilda: “La ceremonia fue intima, muy simple, pero llena de fraterna alegría. Al regresar, Ernesto, muy contento, preparo un asado para el grupo y Fidel Castro también participo de la comida.”
A pesar del casamiento, la pareja como tal duraría poco tiempo, prácticamente había nacido rota. Es notorio que en todos sus escritos y cartas redactadas por aquellos años, en muy pocas oportunidades Guevara habla de su relación con Hilda Gadea.
Muchos amigos de aquellos días como el “Gordo” Rojo no entendían como Ernesto se había enamorado de Hilda Gadea. Ella era de baja estatura, mescla de chinos e indios peruanos, no tenía un rostro agraciadle. Mientras que Guevara aun sin barba, parecía mucho más joven que ella y su rostro tan atractivo, hacían desentonar mucho a la pareja. Luego vendría la detención del Che en México y los preparativos clandestinos para partir con los martianos del Movimiento 26 de julio, encabezados por Fidel Castro. En esos meses Guevara se acercaba una vez por semana para visitar a Hilda y estar unas horas con su hija Hildita. Ernesto por aquellos meses tenía acordada la separación de su mujer. Guevara partiría para Cuba en el Granma y Gadea regresaría al Perú a la casa de sus padres.
Después del accidentado desembarco y la titánica labor de recomponer las fuerzas guerrilleras, el Che como el resto de sus compañeros reproducen en Sierra Maestra nuevos lazos amistosos o sentimentales, como si se tratara de una sociedad alternativa, con sus propias leyes y conductas morales etc. A pesar de las balas el amor seguía vivo en cada combatiente. Se formaron parejas entre guerrilleros, muchas novias que estaban en el llano subieron a la sierra a combatir, para estar con sus compañeros y pelear por la patria. No se festejaban los San Valentines pero se compartía un amor colectivo por la causa martiana y por el amor patrio. En aquellas circunstancias el Che mantuvo algunas relaciones sentimentales pasajeras quizás la más conocida fuera con Zoila Rodríguez García, la conoció estando en Minas del Frío. Era una guajira que vivía en la Sierra Maestra y que, al igual que toda su familia, colaboraba activamente con la guerrilla. En un testimonio posterior, Zoila cuenta de este modo la relación que mantuvieron:
"En mí surgió un amor muy grande y muy lindo, me comprometí con él, no sólo como combatiente, sino como mujer. Un día me pidió que le trajera un libro de su mochila; tenía las letras doradas, le pregunté si eran de oro. Le dio gracia la pregunta, se rió y me respondió: «Este libro es de comunismo». Me dio pena preguntarle qué quería decir «comunismo», porque esa palabra nunca la había escuchado".
Seria recién cuando el Che y su columna se encuentran en el Escambray y cuando sin buscarlo ni quererlo Ernesto se encuentra con el amor de su vida.
Aleida era una militante del 26 de Julio, había recorrido muchos quilómetros a caballo para llegar hasta donde estaban los guerrilleros y hacerle entrega al Comandante Ernesto Guevara del dinero recaudado en la zona de San Clara. Al llegar después de sortear todo tipo de peligros es recibida en el campamento del Che. Al desensillar de su caballo muchas son las miradas que se posan en la joven visitante. Algunos de los combatientes se acercan para saber quién era aquella hermosa colaboradora de la resistencia cívica. Sera el médico Oscar Fernández Mel quien la reciba oficialmente ante tanta mirada interesada. El propio medico de la guerrilla fue el encargado de hacerle algunas curas producidas por el viaje y acercarla hasta donde estaba el Che. Aleida cuenta en sus memorias las primeras impresiones cuando conoce a Guevara: “Cuando tuve la posibilidad de dirigirme a él, le informe de que había venido con una encomienda que debía entregarle.
Todavía estaba crucificada de esparadrapos, y fue lo primero que le dije para que liberara del castigo. Fue el comienzo del primer encuentro… Después de la presentación y en un aparte, Marta –otra compañera de Sierra Maestra- me pregunto qué me había parecido, a lo que, sin vacilar, le respondí que no me parecía mal y que lo más interesante era su mirada, más bien su modo de mirar.”
Mientras Aleida descansa después del agotamiento producido durante todo el viaje, varios combatientes se le acercaron para preguntarle cuales eran la ultimas noticias que circulaban en La Habana.
“Lo vi por la noche - nos relata Aleida - y comenzamos a conversar. De una forma precisa me planteo que podía quedarme como enfermera en el campamento – siempre buscaba para los recién llegados una tarea específica; no admitía gente “flotando”, y mucho menos a una mujer, que podía generar apetencias incontrolables dentro de la tropa- Fui muy concisa en mi solicitud y le explique que mis dos años de labor clandestina, según entendía, me daban derecho a ser una guerrillera más.”
A pesar de la reticencia del Che para que Aleida fuera una combatiente más, esta hizo lo imposible para lograr su objetivo de ser una combatiente guerrillera.
Mientras esto sucede las tropas del Che siguen el avance imparable para tomar San Clara, lugar estratégico que podía decidir la derrota de Batista. Después de formar el gobierno provisional de una pequeña ciudad denominada Fomento, el Che retorna al Campamento Central donde se cruza con Aleida: “Estaba sentada -no cuenta la propia Aleida- con mi neceser de viaje en el momento en que paso el Che y me invito a acompañarlo, diciéndome “Vamos a tirar unos tiritos conmigo”. Sin dudarlo, asentí, y me monte en el jeep para literalmente, no bajar nunca más….”
Desde aquel encuentro Aleida y el Che nunca más se irán a separar. Aleida se convierte en una colaboradora directa del Comandante, que hora tras hora con sus tropas irán avanzando hasta derrotar al ejercito batistiano en la histórica batalla de San Clara. Tanto Ernesto como Hilda se van diciendo cosas a través de pequeños gestos afectivos. Los combates no daban lugar a más y no había tiempo para declaraciones de amor. Las miradas, los gestos y los silencios eran suficientes para que ambos supieran que estaba naciendo un gran amor. Así también lo iban interpretando sus compañeros de Jeep, especialmente el gran amigo del Che, Oscar Fernández Mel.
Con la huida de Batista será Camilo y el Che los primeros en llegar a La Habana. La columna de Guevara se instala en La Cabaña. Durante aquel día se distribuyen las tareas y los lugares para utilizar como habitaciones, a Aleida le toca una muy pequeña. La joven asistenta del Che intenta conseguir algunas ropas que pudieran suplir a las gastadas y sucias que traía de los recientes combates. A pesar de ser un amor anunciado, tanto el Che como Aleida no habían podido expresar todo su sentimiento. Sera unos días después de la llegada, cuando ambos enamorados logran el momento oportuno para declarase el amor. Así lo cuenta la propia Aleida: “Ya para esa fecha todo había cambiado en nuestras vidas. Un día de enero, en un viaje que hicimos a San Antonio de los Baños, íbamos en el asiento de atrás y el Che me tomo la mano por primera vez. No me dieron palabras; sentí que el corazón se me había salido del lugar, no sabía qué hacer ni que decir, pero me di cuenta de que estaba enamorada, sin dudas de ninguna índole Por eso, en ese enero inolvidable, cuando entró a mi habitación de La Cabaña, descalzo y silencioso, se consumaba un hecho más que real y que en tono de broma el Che califico como el día de “la fortaleza tomada”. Empleo esta expresión como un símil, porque a toda fortaleza, para tomarla, primero se le hace un cerco y, poco a poco, después de estudiar sus puntos débiles, de decide el ataque. En realidad eso fue posible porque yo estaba mucho mas enamorada de lo que pensaba y así de simple, “me rendí” sin resistir y sin dar batalla alguna.”.
Antes de marcharse rumbo a su última trinchera revolucionaria en Bolivia, le deja una poesía a su amada Aleida, en ella le dice en el último fragmento:
Adiós, mi única,
No tiembles ante el hambre de los lobos
ni en el frio estepario de la ausencia;
del lado del corazón te llevo
y juntos seguiremos hasta que la ruta se esfume.
Muchas cosas se han escrito ya sobre el Che, las mujeres y el amor. Algunas son anecdóticas y otras, son autenticas patrañas, como el famoso romance del Che con Tania en Checoslovaquia. Encuentro este que nunca se produjo, ya que ambos estuvieron alojados en la misma casa de seguridad de Praga, con la diferencia de dos años, entre una estancia de Tania y la otra de Guevara. Quien sí estuvo en esa casa de Praga visitando al Che fue Aleida March, compartiendo durante varias semanas, esta casa rodeada de bosques y lagos.
Lois Pérez Leira
Bibliografía.
March Aleida. Evocación.Mi vida al lado del Che (Ocean Sur, 2011).
Gadea Hilda, Che Guevara: los años decisivos (México: Aguilar Editor)
Gómez Abad, José. De cono el Che Burlo a la CIA. Red editores. Sevilla.
Taibo II Paco Ignacio, Guevara, también conocido como el Che. Buenos Aires, Planeta.
Mi hijo el Che, Ernesto Guevara Linch. Editorial Arte y Cultura. Ciudad de La Habana, 1988.
Anderson, Jon Lee (1997). Che Guevara. Una vida revolucionaria. Barcelona: Anagrama.
Ignacio Taibo. Ernesto Guevara, también conocido como el Che. Editorial Planeta. 2007.
Constenla Julia, Albún del Che, Editorial Edhasa, Mayo 2007 España.
Castañeda Jorge G. Compañero, vida y muerte del Che Guevara,. Vintage Español, Octubre 1997.
Testimonios:
Oscar Fernádez Mel
Carlos “Calica” Ferrer
Entrevista a José Gómez Abad “Diosdado”. Vigo.
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