El próximo 2 de abril se recuerda a los caídos en la guerra de Malvinas, durante el conflicto armado que enfrentó a la Argentina con el ejército inglés en 1982. El país sudamericano reclama, desde 1833, la soberanía sobre el archipiélago situado en el Atlántico Sur. ¿Cuál es la situación actual de la disputa entre Argentina y el Reino Unido? Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, ¿cómo se han posicionado las herramientas de integración continental?
Cada año, al comenzar abril, el tema Malvinas vuelve a ocupar un lugar preponderante en el debate público de nuestro país y el continente, al recordar el inicio del conflicto bélico entre Argentina e Inglaterra, hace 32 años atrás. Este año no será la excepción, aunque sí debemos destacar que el tema viene teniendo un tratamiento creciente en las diversas instancias de integración autónoma que se ha dado nuestro continente. Así, en enero pasado, en La Habana, Cuba, la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se posicionó a favor de la soberanía argentina en el reclamo sobre las islas, recordando en su resolución final el compromiso que tiene la región en lograr “la eliminación total del colonialismo en la región sobre la base de la resolución 1514 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)”.
El Reino Unido ha endurecido posiciones ante el creciente reclamo internacional de que su gobierno se siente a dialogar con su par argentino. De esta forma, David Cameron, conservador primer ministro británico, no sólo impulsó en estos años una creciente militarización del Atlántico Sur -violentando el Tratado de Tlatelolco, relativo a la desnuclearización de América Latina, mediante el notorio incremento de submarinos nucleares en la zona- sino que además fue más allá: se atrevió, hace sólo dos años atrás, de tildar a la Argentina como “colonialista” por la persistencia en el reclamo por la soberanía sobre estos territorios.
Los constantes exabruptos de Cameron sobre el tema Malvinas muestran a las claras la falta de argumentos de peso de Londres frente a una exigencia sensata de la diplomacia internacional: la necesidad de avanzar en un diálogo entre ambas naciones para dar cuenta del pedido argentino, tal como exige la ONU. ¿La razón de fondo de la no apertura a un diálogo? Al parecer, no es el supuesto derecho a la “autodeterminación” de los isleños, tal como sostiene Londres, lo que impide allanar el camino a ello, sino también los codiciados recursos naturales que existirían en las cuencas submarinas que rodean la zona en disputa: tanto en recursos renovables (pesca, sin depredación), como en no renovables (hidrocarburos, a los que recién se podría acceder en 2019 según informes recientes). También, claro, inciden otras cuestiones que podrían llegar a tener gran importancia geopolítica en años futuros para nuestro continente: la cercanía de las islas tanto a la Antártida como al paso bioceánico por el Estrecho de Magallanes.
La nueva estrategia de Londres sobre América Latina en relación al tema parece ser bastante clara: intentar romper los acuerdos preestablecidos en las herramientas de integración posneoliberal que se dio nuestro continente, apostando a su vez a incidir en el conjunto de las fuerzas políticas que intervienen en cada país –y, en particular, con una política fuerte hacia las fuerzas más conservadoras-. Así, por ejemplo, pocas semanas atrás cuatro diputados opositores uruguayos visitaron la isla, expresando su “alto interés” en que trabajadores de su país puedan desempeñarse en diversas actividades comerciales en el archipiélago. También, durante una visita al Uruguay donde se reunió con estos diputados, el diplomático británico Hugo Swire –responsable del Foreing Office para América Latina- admitió que, desde su punto de vista, los precandidatos conservadores argentinos Mauricio Macri -actual jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires- y Sergio Massa –actual diputado nacional- tendrían, en caso de acceder a la presidencia argentina, “un acercamiento más realista y maduro a la cuestión” Malvinas que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Varias preguntas quedan planteadas, de acuerdo a los elementos hasta acá vertidos. ¿Con que vara puede un Estado que viola hace más de un siglo y medio la “integridad territorial” de las Malvinas tildar a la Argentina de “colonialista” por sostener ante organismos internacionales un legítimo reclamo de soberanía? ¿Cuáles son los elementos políticos y/o económicos que posibilitan que funcionarios elegidos democráticamente en nuestros países no cuestionen una situación “neocolonial” tan flagrante como la que se da en el Atlántico Sur? Sin dudas, Malvinas sigue siendo una deuda pendiente no sólo para Argentina, sino también para el conjunto de los países de América Latina y el Caribe.
Juan Manuel Karg.
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