El secuestro de más de 200 niñas en Nigeria por parte del grupo fundamentalista islámico Boko Haram ha causado conmoción mundial. En un primer video, integrantes de ese grupo aseguraban que venderían a las jóvenes “en el mercado”. Recientemente se ha difundido otro video donde Boko Haram propone al gobierno intercambiar a las niñas por prisioneros de su organización.
Desde el 14 de abril, cuando fueron secuestradas las jóvenes en la escuela secundaria a la que asistían, los familiares de las niñas se han movilizado parar sacar este caso a la luz. En sus manifestaciones denuncian que el gobierno de Nigeria del presidente Goodluck Jonathan no haya puesto todos los recursos necesarios para encontrarlas. Incluso hay rumores de que el gobierno fue informado horas antes de que ocurriera el secuestro, pero no hizo nada. Una activista que lidera las protestas fue detenida por orden de la esposa del presidente, Patience Jonathan. Los familiares y activistas han lanzado una campaña por las redes sociales con el lema “#bringbackourgirls” (“traigan de vuelta a nuestras niñas”). Este hashtag ha sido replicado más de tres millones de veces, como parte de una campaña internacional en las redes sociales, a la que se han sumado actores y personajes famosos de diferentes países.
Estos hechos aberrantes provocan mucha indignación y dolor. Algunas de las niñas que han podido escapar relatan que han sido reiteradamente violadas, maltratadas y aterrorizadas, para ser utilizadas ahora como “moneda de cambio” por sus captores en las negociaciones con el gobierno de Nigeria.
¿Qué es Boko Haram?
Es completamente repudiable el secuestro y abuso de estas jóvenes por parte del grupo Boko Haram, un grupo que sostiene una ideología reaccionaria, de imponer la “Ley islámica” al conjunto de la sociedad y que la impone mediante el terror, el secuestro y asesinato de la población local. Este grupo nació en 2002 y actúa en el norte de Nigeria, de mayoría musulmana, a diferencia del sur, de mayoría cristiana. Se fortaleció inicialmente apoyándose en la desesperación y la impotencia de la población ante la pobreza extrema, la corrupción del gobierno y la aguda crisis social, al mismo tiempo que señalaba a “Occidente” como fuente de esa situación y ofrecía la religión como salida. Poseen fuertes lazos con gobernantes locales y a nivel internacional han recibido el apoyo de grupos relacionados con Al Qaeda. En los últimos años ha redoblado sus métodos reaccionarios de secuestros y asesinatos. Al mismo tiempo, el gobierno nigeriano también ha cometido asesinatos masivos de la población civil y ha efectuado numerosos fusilamientos en centros de detención como parte de la “guerra contra el terrorismo”. Últimamente miles de personas han sido asesinadas en los enfrentamientos entre este grupo y las fuerzas militares del gobierno.
Nigeria: petróleo, multinacionales y opresión de las mujeres
Nigeria tiene una población de 170 millones, siendo el país más poblado de África. También posee riquezas naturales subterráneas de gran valor. Actualmente es el primer productor de petróleo de África, transformándose en la primera economía del continente, superando a Sudáfrica. Es el primer exportador de petróleo a países como España y el octavo exportador al mundo. Pero el 80% de los beneficios derivados de la venta de petróleo está destinado tan sólo al 1% de la población. El 68% de la población se encuentra bajo la línea de la pobreza, tiene una tasa de desempleo del 24% y la esperanza de vida al nacer no supera los 52 años.
Por otra parte, el “oro negro” se ha convertido en “estiércol negro” para la inmensa mayoría de la población, con el aumento de la contaminación de sus tierras y aguas. La zona del delta del Níger es un verdadero paraíso para las multinacionales como Shell, Chevron, Texaco, Exxon Mobil y otras. Las multinacionales alemanas, inglesas, chinas y estadounidenses se apropian de grandes extensiones de tierras, expulsando grandes sectores de la población rural que se dirigen a las grandes ciudades buscando sobrevivir. Este es el verdadero caldo de cultivo para la multiplicación de redes de trata y el tráfico de mujeres.
La voracidad y crueldad de las multinacionales en Nigeria fue escenificada por John Le Carre en su famosa novela (llevada al cine) “El jardinero fiel”, inspirada en un caso real. La multinacional de productos farmacéuticos Pfizer realizaba experimentos con niños de poblaciones rurales para probar su nuevo medicamento Trovan y decenas de ellos murieron.
Estas son las raíces profundas que refuerzan la explotación y opresión patriarcal sobre las mujeres. No se trata de las consecuencias del “atraso milenario” de esas poblaciones, ni de las “tradiciones patriarcales tradicionales” de sus culturas. La aparición de grupos fundamentalistas islámicos con métodos reaccionarios como Boko Haram, se produce en este escenario de aguda crisis social y política provocada por la expoliación imperialista.
Neocolonialismo, islamofobia y “derechos de las mujeres”
Alrededor de este caso se ha montado una campaña basada en un discurso imperialista “humanitario”, difundida por los grandes medios de comunicación. Las fotografías de Michelle Obama con carteles con el lema “Bringbackourgirls” son la imagen más clara de esta operación. EEUU y varios gobiernos se han comprometido a enviar “especialistas” integrantes de sus fuerzas armadas para “colaborar” con la búsqueda de las niñas, lo que ha sido aceptado por el presidente de Nigeria. Esta puede ser una antesala de una intervención a mayor escala “contra el terrorismo”, o la instalación más permanente de tropas norteamericanas en la región desde Africom (comando del Departamento de Defensa de EEUU para África).
El relato dominante que se construye alrededor del secuestro de las niñas es que esto sucede en países “atrasados”, que están “lejos de la civilización occidental”, y “amenazados por islamistas fundamentalistas que someten a las mujeres”. Para propagandizar, en el otro polo, las virtudes de la democracia occidental y el libre mercado, donde se “respeta los derechos humanos y de las mujeres”. De este modo, se alude a un “choque de civilizaciones” como anunciara en la década de 1990 el intelectual conservador Samuel Huntington. Borrando y diluyendo las contradicciones de clase y las opresiones al interior del “mundo occidental”, frente a un enemigo “fundamentalista” que nos amenaza.
Islamofobia y discurso imperialista “humanitario” van de la mano, como ha sucedido en los últimos años, para justificar guerras de ocupación en Afganistán e Irak, intervenciones militares imperiales, “daños colaterales”, etc. Una ideología que construye un “enemigo islámico”, asimilando a los pueblos árabes o musulmanes con los grupos fundamentalistas más reaccionarios y tratando a todos sus habitantes como potenciales “terroristas”.
La expresión más clara y duradera de esta maquinaria imperialista islamófoba es el sionismo. El pretexto de la civilización “avanzada” sobre la “barbarie” islamista, ha servido de puente para justificar todo tipo de atrocidades haciendo caso omiso no sólo a los “derechos humanos” sino a la propia legislación internacional. La aniquilación de un pueblo indefenso es tapada por la propaganda de la lucha contra el “terrorismo”.
Por otra parte, este discurso se apoya en una supuesta defensa de los derechos de las mujeres. Como sostiene la feminista socialista norteamericana Hester Eisenstein, en las últimas décadas los centros de poder imperialistas se han apropiado de un discurso “feminista liberal”, para complementar la islamofobia. Se construye un relato que muestra dos polos enfrentados, de un lado las civilizaciones occidentales modernas, donde se respetarían los derechos de las mujeres. Del otro, las sociedades tradicionales patriarcales islamistas.
Este “feminismo imperial” retoma la tradición del “feminismo colonial” del siglo XIX, que ya entonces era utilizado como justificación de la dominación colonial en Asia y África. Lo más cínico es que ahora utiliza “a su favor” las conquistas en derechos logradas por las mujeres en EEUU, Europa y otros países en las últimas décadas. Conquistas que fueron conseguidas por las mujeres mediante grandes luchas contra esos mismos poderes imperiales. Se quiere ocultar que capitalismo, imperialismo y patriarcado se refuerzan, no sólo “más allá de las fronteras”, sino al interior de los propios países imperialistas.
Obama junto a otras líderes de países imperialistas se sumaron a la campaña “#bringbackourgirls”. Pero si esas mismas jóvenes hubieran intentado cruzar las fronteras para llegar a Europa, hubieran sido repelidas por vallas con cuchillas afiladas, deportadas y expulsadas por una maquinaria de leyes xenófobas. O hubieran terminado en Instituciones de Internamiento para Extranjeros, verdaderas cárceles para inmigrantes irregulares a la espera de su deportación. Los gobiernos Europeos que reciben migraciones de la vecina África, no se preocupan por las múltiples violaciones de mujeres migrantes que ni siquiera pueden denunciar su situación, ni por las niñas esclavizadas en talleres textiles en Bangladesh o Marruecos, que trabajan para la marcas de los países imperialistas.
Michelle Obama se muestra “conmovida” por las niñas de Nigeria, pero nada importan las miles de mujeres y niñas que han muerto en las guerras imperialistas de Irak y Afganistán en los últimos años. O las palestinas asesinadas por el Ejército de Israel, principal aliado de “occidente” en su cruzada contra el “eje del mal”.
El secuestro de las niñas y su posible venta por unos euros como “mercancía sexual” fue repudiado masivamente. Pero la trata de mujeres en Nigeria tiene su principal mercado en Europa, y una gran puerta de entrada a través de las fronteras españolas. Estas redes de trata son operaciones capitalistas sistematizadas, con “proveedores” y “comerciantes” integrantes de mafias nativas, que garantizan el traslado de las jóvenes desde sus poblaciones de origen, atravesando el desierto y las ciudades, hasta la costa de Marruecos, Argelia o Libia, donde serán “despachadas” hacia Italia, países del este europeo o el Estado español.
A su vez, con la crisis capitalista, los gobiernos imperialistas avanzan en recortar muchos derechos de las mujeres que se habían conseguido en décadas anteriores, mostrando que bajo el capitalismo no hay derechos conseguidos para siempre. Así lo vemos con la Ley Gallardón de limitación del derecho al aborto en el Estado español, la ofensiva contra el matrimonio gay en Francia y otros países, o el recorte de presupuestos en guarderías, licencias de maternidad, junto a despidos masivos, etc.
Una fuerte condena del aberrante secuestro y abuso de las niñas nigerianas no debe implicar alinearse con el discurso y la política imperialista de intervencionismo “humanitario”. Es necesaria una posición independiente por parte de los familiares de las niñas, los trabajadores, trabajadoras y el pueblo pobre de Nigeria, al mismo tiempo que seguir desarrollando la solidaridad internacional por su liberación.
La lucha contra el patriarcado y la opresión de las mujeres en cualquier parte del mundo debe estar indisolublemente ligada a la lucha contra el capitalismo y el imperialismo.
Josefina Martínez
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