sábado, agosto 02, 2014

Diez días que conmovieron al mundo.



En este clásico del reportaje John Reed ha dejado retratado en el tiempo el verdadero espíritu de la revolución más importante del siglo XX. Los episodios que llevaron al poder a los bolcheviques en la atrasada Rusia de 1917, han quedado plasmados en su libro con una energía incomparable, con una intensidad pocas veces vista que hace que Diez días que estremecieron al mundo sea una referencia indispensable para comprender el verdadero sentido de aquellas jornadas históricas.
Una sintética descripción de los orígenes y las causas de la insurrección soviética es descrita con anterioridad por Reed antes de adentrarse de lleno a los convulsos acontecimientos de dicha revolución, y ofrecen al lector el contexto necesario para comprender y compenetrarse del agitado escenario de la sublevación.
Por ejemplo la ciudad de Petrogrado era prácticamente el centro del mundo en esos determinantes días, y los acontecimientos que el periodista estadounidense presenció, en los que intervino directamente, o los que le fueron transmitidos de fuente segura van creando una serie de experiencias emotivas y llenas de vida, en las que se logra una mezcla de sentimientos populares que evolucionan junto con las alternativas políticas que decidieron el futuro triunfo de la revolución bolchevique.
El caos económico y social que ayudarían a precipitar la insurrección, los intereses que defendían las diversas facciones políticas, las estrategias que emplearían, los grandes contrastes entre la obscena riqueza de unos cuantos y la miseria en que vivía la mayoría, son parte de la antesala que prepara la vertiginosa e impresionante sucesión de acontecimientos en los que se ve involucrada casi en su totalidad la sociedad rusa de aquel entonces.
En el escrito de Reed, las primeras rebeliones, la represión zarista, la caída del gobierno provisional, el destacado y decisivo papel de personajes como Lenin y Trotsky, la expansión del levantamiento por todo el país, los intentos contrarrevolucionarios y el triunfo final del proletariado, son expuestos con la claridad del materialismo histórico y son un extraordinario testimonio de primera mano de la revolución de octubre, tergiversada hasta la saciedad por los enemigos de los procesos liberadores de las masas trabajadoras del campo y la ciudad.

Sobre la vida del autor

Nacido en Portland, Estados Unidos, en 1987. Estudió en la universidad de Harvard, donde fundó un club socialista e inició su carrera periodística. Reed describió diversos movimientos obreros norteamericanos como las huelgas de los mineros de Colorado en 1914; en 1910 viajó a México para presenciar la revolución social que convulsionaba este país, y sobre la que escribiría otro libro llamado: México insurgente.
Durante la Primera Guerra Mundial, trabajó como reportero en Francia, Alemania, Italia, Turquía, los Balcanes y Rusia; en el verano de 1917 estaba listo para cubrir la conquista del poder por los proletarios rusos. De regreso a su país, funda varias publicaciones socialistas, y en más de una ocasión es encarcelado por sus actividades políticas. Vuelve a la Unión Soviética para trabajar en la Internacional Comunista, y muere en octubre de 1920, sus restos descansan en la Plaza Roja de Moscú, en las murallas del Kremlin.
Muchos de los críticos de esta obra coinciden en afirmar que es un libro que ofrece un cuadro exacto y muy vivo de los acontecimientos que decidieron la victoria de la revolución de octubre, y que sigue siendo un clásico del periodismo mundial que sigue provocando polémicas el cual envolverá al lector de la primera a la última página.
Lastimosamente tanto Reed como el mismo Lenin no vivieron lo suficiente para ver la consolidación de la Revolución de Octubre, ni pudieron ser testigos ni partícipes de otra batalla titánica que se avecinaba, y que marcaría para siempre el destino de la Unión Soviética, la lucha contra la degeneración de los funcionarios del Estado, encabezados por el mismo Stalin al cual Reed menciona en su libro tan sólo en un par de ocasiones, de suerte que el término “Trotskista” no había sido usado aún por esta casta de funcionarios para perseguir a todo aquel que contradijera las decisiones de la burocracia, de lo contrario estamos seguros que hubiera sido acusado de serlo, corriendo la misma suerte de muchos bolcheviques honestos que se jugaron la vida por la revolución.

Vladimir Elías M.

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