La matanza del 7 de enero en París quedará en la memoria como un acto criminal contra la libertad de expresión. Charb, Cabu y los demás animadores de Charlie-Hebdo nos habían hecho reflexionar durante muchos años con su humor corrosivo. Hoy, cuando la derecha y la extrema derecha les santifican como víctimas de los enemigos de la “civilización”, deben estar contemplando con una sonrisa forzada cómo, habiendo denunciado el colonialismo, resultan estar tan defendidos por los nostálgicos del colonialismo.
Esas mismas víctimas se revolverían también en su tumba leyendo a Christian Rioux (Le Devoir, 9 de enero) que lanza un llamamiento, en nombre de Moliere, en defensa de la “civilización” francesa, por no decir “occidental”, amenazada en su opinión por el islam radical. La Francia “moderna” es la hija de varios centenares de años de depredación colonial, que comenzaron con el “triángulo de la muerte” impuesto a África y a las Américas a partir del siglo XVII. Los regímenes franceses, incluyendo los que aparecieron después de la revolución de 1789 esclavizaron a millones de africanos. Perpetraron genocidios olvidados en las Américas. El capitalismo “moderno” tomó forma en aquellas horribles plantaciones que hicieron la fortuna de los mercaderes franceses. Luego, en el siglo XIX, Francia se lanzó a otras espantosas aventuras coloniales, en África del Norte y en Vietnam en particular, en las que centenares de miles de personas fueron muertas, despojadas, transformadas en semiesclavas. En esos países, se recuerda aún al ejército francés que tomaba como rehenes a las poblaciones en las zonas llamadas rebeldes para asfixiarlas con humo hasta la muerte. Recordemos también que el estado francés practicaba estas depredaciones en nombre de la “civilización” y del “progreso”, para salvar a los colonizados de la “barbarie”. Hasta en los años 1960, la Francia colonial hizo y deshizo a su antojo, a pesar de la oposición en la propia Francia, por parte de resistentes uno de cuyos herederos es Charli-Hebdo.
Hay que decir finalmente que las prácticas coloniales se han reproducido en la propia Francia. Los habitantes de las colonias hambrientas y desposeídas han afluido a Francia para ocupar los empleos con bajos salarios y condiciones miserables. Han contribuido con el sudor de su frente a esta Francia “moderna” y capitalista, sufriendo la represión cotidiana e incluso las matanzas, como el asesinato por la policía de decenas de manifestantes pacíficos en la calle para reclamar la independencia de Argelia, el 17 de octubre de 1961. Aún hoy, la discriminación es sistémica en esta Francia “civilizada”. El establecimiento de perfiles raciales contra los jóvenes de ascendencia árabe o africana está bien documentado, aunque no guste a algunos contadores de historias, lo que no quiere decir que de los 4-6 millones de inmigrantes en Francia todos conozcan malos tratos. Pero, plantearos la pregunta: ¿quién vive en las viviendas protegidas de los alrededores de París, Marsella y de los grandes centros urbanos? Id a ver. En muchas ocasiones, movimientos populares franceses, no solo los de la inmigración, han pedido cambios radicales, más allá de las bellas promesas.
Desde hace algún tiempo, Francia, desde Sarkozy a Hollande, ha decidido alinearse totalmente con la guerra sin fin orquestada por los Estados Unidos en nombre de la lucha contra el “terrorismo”. La Francia “civilizada” parece preferir defender “sus” inversiones en su coto cerrado postcolonial, particularmente en África, a la vez que participa en el apoyo de las dictaduras de Irak, Afganistán o Arabia Saudita. Para los “socialistas” franceses, se añade que todo esto se hace una vez más en nombre de la “civilización”, para “salvar a los indígenas”. En realidad, las exacciones del Estado Islámico o de Al Qaeda son aún “pálidas” si se comparan a lo que hacen los aviones americanos y sus ayudantes locales sobre el terreno, matando, violando y torturando a miles de iraquíes, de sirios, de palestinos, yemenitas o afganos…
¿Excusa esto a los partidarios del Estado Islámico? Ciertamente no. Además de violar los derechos con prácticas sectarias y criminales, estos movimientos, a fin de cuentas, hacen el juego a las potencias, puesto que les permiten pretender actuar para “salvar a los afganos”, por retomar un ejemplo bien conocido. Ahora bien, organizaciones populares en esa región del mundo luchan y resisten. Luchan en condiciones de una increíble adversidad a la vez contra regímenes podridos apoyados por los Estados Unidos y sus aliados-subalternos como Francia y Canadá, y contra organizaciones terroristas que se reclaman del islam político. No se las oye, no se las apoya. ¿Por qué?
Pierre Beaudet (EUROPE-SOLIDAIRE.org)
Traducción: Faustino Eguberri (VIENTO SUR)
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