Asistimos al derrumbe del esquema económico que durante una década y media dominó la experiencia chavista.
La caída del precio del petróleo, que supone el 96% de los ingresos nacionales, acentuó todos los desequilibrios. Este descenso se combina con una inflación irrefrenable, que cerró el año con un aumento del 64%. La carestía amenaza alcanzar los tres dígitos en este año, algo que ya ocurrió en 2014 si se contabilizan sólo los alimentos.
La corrida cambiaria y la devaluación no se quedaron atrás: el dólar paralelo superó los 176 bolívares contra los 6,3 del tipo de cambio oficial.
Las últimas cifras aportadas por el Estado para medir el índice de desabastecimiento son de abril: rozaba el 30%. Hoy es mucho peor, en un país invadido por las colas para comprar alimentos.
¿Se viene el ajuste?
Hace cuatro años, cuando cayó el precio del petróleo, Chávez compensó esa merma en los ingresos, aumentando en un 50% el endeudamiento externo. Hoy, Maduro está imposibilitado de aplicar esa receta en momentos en que sobrevuela la amenaza de un defol. Por lo pronto, el costo del financiamiento llega al exorbitante 18%.
Maduro ha apelado al auxilio de China. Pero "China se ha mantenido escéptica" a ampliar sus créditos "por el uso y la transparencia con que se manejan esos recursos, por el incumplimiento venezolano en los despachos de crudo y por la falta de un plan estructurado de ajuste económico, claramente necesario en la coyuntura actual" (La Nación, 10/1º). En pocas palabras, Pekín plantea un ajuste. El régimen chavista, más que nunca, está colocado entre la espada y la pared.
El gran capital reclama un giro económico que comprende el aumento del precio de las naftas en el mercado interno, una megadevaluación y una unificación cambiaria. Pero los círculos de poder, empezando por Washington, son concientes de que un paquete de estas dimensiones sólo puede ser piloteado por el oficialismo. Del mismo modo que el Frente Amplio Frente en Uruguay o el PT en Brasil, el chavismo aún reúne las mejores condiciones políticas para hacer pasar un ataque a los trabajadores. El gobierno, sin embargo, elude el ajustazo, lo que acrecienta la impasse política.
Maduro acaba de anunciar un nuevo plan económico. Aunque muchos han interpretado que arrancaría con una inminente devaluación, hasta ahora no hay precisiones. Meses atrás, también había anunciado un paquete de medidas, incluido un aumento del precio de las naftas, que luego no concretó. La parálisis oficial no ha eximido al gobierno de un creciente descontento popular, al calor de la desorganización económica.
Perspectivas
En este cuadro, la línea que prevalece en la burguesía es marcarle la cancha al gobierno y obligarlo a hacer el trabajo sucio del ajuste. El derrumbe petrolero, por su parte, ha aislado y debilitado aún más a Venezuela en el escenario internacional y, en especial, en el latinoamericano, con más razón aún después de la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Algunas encuestas indican que de realizarse hoy las elecciones parlamentarias que tendrán lugar en diciembre de este año, el chavismo sería derrotado.
Pese al crítico cuadro que vive el chavismo, la derecha se encuentra dividida y con serias dificultades de capitalizar la crisis. La renuncia reciente de Ramón Guillermo Aveledo como secretario ejecutivo de la MUD (coalición que reúne al espectro de partidos de esa franja) y su reemplazo por Jesús Torrealba, cuya orientación es dialoguista frente al gobierno, es un dato revelador. En la misma línea, Capriles, gobernador del estado de Miranda, acaba de hace un llamado a la movilización callejera, pero haciendo hincapié en que su iniciativa no será una reedición de la "guarimbas" (barricadas), denominación con el cual se identifica la escalada de protestas del año pasado y que fue encabezada por el ala más radicalizada de la oposición. El ala de la MUD vinculada al gobernador coloca sus fichas en explotar y capitalizar el descrédito oficial en las parlamentarias de diciembre de 2015.
Entre tanto, y cuanto más se descompone la situación, mayor es el empeño del gobierno por regimentar a la clase obrera venezolana. Durante este año, hubo una oleada de luchas de los trabajadores para enfrentar el deterioro salarial que terminaron en derrotas. Pero una nueva escalada de luchas obreras parece inevitable ante el derrumbe económico en curso. La puesta en pie de una alternativa política de los trabajadores deberá plantearse al calor de una lucha que colocará sobre el tapete, también en Venezuela, quién va a pagar el costo de la crisis.
Pablo Heller
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