sábado, enero 10, 2015

…Rod Taylor que fue Sean O´Casey, el de las rosas rojas


Acaba de perecer Rod Taylor, el protagonista masculino de Los pájaros, del maestro Hitchcok así como por haber encarnado a O´Casey en un proyecto de John Ford.
Rod Taylor comenzó a trabajar en Hollywood por la mitad de los años cincuenta y consiguió cierta celebridad en los sesenta con varios títulos actualmente olvidados. No se le recordaría a no ser por Los pájaros, sí bien trabajó en algún que otro título de interés, especialmente en Banquete de bodas, un agudo melodrama social escrito por Gore Vidal que contó con un soberbio reparto (Bette Davis, Ernest Bornigne, Barry Fizgerald) y que tuvo a un inspirado Richard Brooks detrás de la cámara. Obra inserta en lo que se ha llamado el “neorrealismo norteamericano”, fue estrenada aquí por la pequeña pantalla y resulta asequible en DVD. También cabe hablar de un “western” inclasificable, Chuka, producido por el propio actor y que fue dirigido por el irregular Gordon Douglas, capaz de lo mejor (Río Conchos, el detective), pero también de lo peor.
Añadiría a esta pequeña lista El tiempo en sus manos, una simpática serie B del imaginativoGeorge Pal que adaptaba la célebre novela deH. G. Wells y en la que sobresalía la presencia de Ivette Mimieux.
Pero sí vale la pena recordar El soñador rebelde (Reino Unido, 1965), re-titulación castellana de The Young Cassidy (El joven Cassidy, claro), una evidencia de que Sean O´Casey (Dublín, 1880-1964) no era aquí tan conocido como en otros lugares. La película fue iniciada por un ya agónico John Ford que todavía tuvo tiempo de despedirse del cine con Seven Women(Siete mujeres), una verdadera joya con un extraño regusto feminista impropio de su lado reaccionario, que lo tuvo. Esta evocación de la juventud de O´Casey fue rodada en su mayor parte por el fotógrafo y director Jack Cardiff que hizo lo que pudo para que la película tuviera un cierto acabado fordiano. Se trata de una película a recuperar que cuenta con grandes actores y actrices (Maggie Smith, Julie Christie, Edith Evans)tiene sus buenos momentos, sobre todo deja clara la actitud inconformista de Sean delante de la de William B. Yeats (Michael Redgrave), en particular en un momento en que éste se regocija de que al menos tendrán una policía irlandesa, a lo que responde desabridamente el joven Cassidy: "La policía siempre es la policía".

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Recordemos que tiempo atrás, Ford ya había adaptado para el cine otra obra de O´Casey, La Osa Mayor y las estrellas (The Plough and the Stars, USA, 1938). Cuando esta tragedia sobre la sublevación de Pascua, fue representada en el año 1926 en el famoso teatro de la Abadía de Dublín, dirigido por Yeats, hubo ruidosas demostraciones de protesta por parte de los nacionalistas. La policía tuvo que intervenir y el teatro renunció a seguir colaborando con el escritor. O'Casey le volvió la espalda a su país, y se marchó a Inglaterra...La obra cuenta como el Ejército de Liberación de Irlanda que se ha ido formando en la clandestinidad, mantiene duros enfrentamientos con las ropas de ocupación británica.
Los insurrectos están comandando por el general Michael Collins (líder patriota controvertido que aquí es conocido sobre todo por el biopic que le dedicó Neil Jordan) y, gracias al apoyo popular, logran establecer en el territorio patrio una efímera República irlandesa independiente. Pero frente a unas tropas con unas tropas con unas técnicas de lucha poco eficientes y con armas muy rudimentarias, el poderío británico se hace imposible de contener. Aún así, el pueblo continúa su lucha or su independencia. Tras finalizar la contienda, las voces que piden libertad no se callan. Años después, la Historia podrá ver una Irlanda libre y socialista. A eso se le llamó "la estrella pudo con la Osa Mayor".
Interpretada por Barbara Stamwyck, Preston Foster, el genial Barry Fitzgerald más la chillona Una O´Connor, esta es una de aquellas películas que Ford realizó por el gusto de hacerla y de contribuir a la causa irlandesa. Un tema que también recorre otra película suya mucho más célebre, El delator (The informed, USA, 1935), pero aquí el texto original pertenecía a otro escritor revolucionario irlandés, Liam O´Flaherty, patriota y cofundador del partido comunista irlandés del que habrá que hablar otro día.

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Sin duda, la mayor carta de presentación tuvo O´Casey por estos lares fue por la misma época que la película con Taylor, fue la adaptación su obra semiautobiográfica que hizo Alfonso Sastre de Rosas rojas para mí (hay una edición en ed. Hiru, 1998 y que algunos pudimos leer desde la revista Primer Acto) que fue representada en Madrid en plena dictadura. Desde entonces ha sido editada en varias ocasiones, y se hizo muy popular la canción homónima.
El tema de esta obra memorable no pudo resultar más propicio en una época en las huelgas comenzaban a desbordar la legalidad de hierro franquista. Lo que se contaba en el escenario -una huelga ferroviaria, con el heroísmo militante de los obreros y la belleza moral del personaje central interpretado por el mejor Carlos Larrañaga- llegaron a ser fácilmente asimilado por unos espectadores inquietos...De aquella representación recuerdo una escena sim­bólica sobre los puentes de Dublín. A la luz rojiza del sol que se pone, el cuadro sombrío de la ciudad queda como encantado y, al igual que en los cuentos, ante los ojos del espectador se van trans­formando los obreros agotados, los vagabundos sin refugio, los parados y las mendigas miserables extenuadas por la necesidad y el dolor. Los rostros empiezan a florecer, los hombros encorvados se enderezan y, en el escenario, se yerguen nuevas, vigorosas, bellas estatuas de bronce de hombres melenudos. Orgullosa y alegre, re­suena su canción, en la que dicen que van a liberar a su ciudad natal "de la maldad y de la envidia" para que las risas de los niños y la felicidad de los jóvenes resuenen por las calles. "Juramos li­berarte del hambre y de la necesidad, de todo lo feo, bajo y ruin, construir tu pueblo como una ciudad majestuosa que nadie haya visto más bella y mejor.
La canción resuena, el sol se apaga y las personas vuelven a adquirir su aspecto de todos los días. A lo lejos, se oye el paso de los soldados que aplastarán la agitación.
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Pero hablemos ahora de Sean O´Casey que llegó al mundo como el más joven de trece hijos en los barrios bajos de Dublín. Cuando tenía seis años, murió su padre, y la madre (uno de los grandes aciertos de la película de Ford, con una interpretación magistral de Edith Evans) tuvo que luchar sola por los cinco hijos supervivientes. Una vez a la semana había, como gran fiesta, patatas; lo corriente era que la comida del mediodía y la de la noche fuese un pedazo de pan con té. En su autobiografía (seis tomos, 1939-1954), Sean elevó a su madre, la mujer proletaria irlandesa sin nombre en un grandioso monumento en el que proclama: "Ella no entendía nada de política, pero por su valor, por su aguante tranquilo e inflexible, por su lucha amistosa y sin miedo contra la vida dura ya menudo cruel, era ella el alma del socialismo."
Sean supo pronto lo que era la miseria proletaria cuando, como consecuencia de la constante desnutrición, sus ojos enfermaron. Por consiguiente, la escuela se convirtió para él en un tormento; sólo podía leer y escribir palabras de una sílaba. En un ataque de desesperación, le golpeó en la cabeza a un maestro con una regla. Así terminó con su vida escolar, todo el res­to de su instrucción lo consiguió autodidácticamente basándose en libros viejos, en tiempo arrebatado a las oras de trabajo y muchas veces, bajo la tenue luz de un candil. A los catorce años, tuvo que empezar a ganarse el pan: por tres chelines a la semana, trabajaba diariamente once horas. Entre otras cosas, trabajó de recadero, vendedor de periódicos, peón de albañil, picapedrero, cargador de muelle, conserje de un hospicio, ferroviario. Tenía treinta años cuando escribió su primera obra y más de cuarenta cuando vio la primera representación de una de sus piezas teatrales.
Después de una actividad pasajera en la comunidad protestante, O' Casey empezó a interesarse por la lucha nacional y social de Ir­landa en pro de su independencia. Ingresó en la Liga Gaélica, que quería resucitar el idioma irlandés y entró pronto en el Sindicato de Obreros del Transporte, allí se codeó con dos grandes socialistas como Jim Larkin y James O´Connolly que figuran con letra de hora en la memoria revolucionaria nacional-irlandesa e internacional.
En 1913, Sean fue elegido secretario del Ejército Ciudadano Irlandés, y también uno de los jefes del Movimiento de Liberación que no se contentaban con la libertad, querían también medidas sociales igualitarias. A él se debe la redacción de los estatutos del Ejército de Liberación y escribió la historia de éste. Estuvo entre los piquetes de la sangrienta huelga de obreros transportis­tas en 1913 e intervino con las armas en las manos en la sublevación que tuvo lugar en la Pas­cua de 1916; apresado por las tropas inglesas, escapó al fusilamiento por pura casualidad. Más tarde, O´Casey dará cuenta de todas estas luchas -y su rechazo al liderazgo nacionalista burgués- en sus obras. Conviene anotar que, ya antes de aquella sublevación O'Casey había chocado con los nacionalistas. Como socialista renunció a su puesto de secretario del Ejército Ciudadano. Cuanto más avanzaba Irlanda por el camino hacia la autonomía (en 1921 Irlanda del Sur, la parte mayor y católica del país se convirtió en dominio con gobierno propio), tanto más áspera sería la repulsa de O'Casey. Entonces se hizo comunista y combatió al gobierno nacional-burgués de De Valera.
En su autobiografía, O'Casey explica así su postura política: "¿Cómo es posible que el primer ministro irlandés De Valera -se preguntaba-, aparte de sus capacidades personales, pueda conservar en sus manos firmemente la dirección del pueblo irlan­dés? Quizá porque es el último jefe vivo aún de la sublevación de Pascua y porque nunca hará nada que pueda intranquilizar al clero. Lo hará todo, justa o injustamente, con el espíritu de un buen hijo, nunca vacilante, del Vaticano. Es el único que ha salido indemne del humo y de las llamas. El antiguo soldado. Este patriota, en cuya frente está escrito el "nihil obstat" de la Iglesia, no puede ser derri­bado. El gran negocio por el que después de la amarga lucha con Inglaterra vendió los impuestos anuales sobre la tierra por el precio de diez millones, puso fin a la guerra económica con los ingleses y resultó además una bonita combinación que adornó el sombrero de De Valera con una alta y hermosa pluma". Más adelante prosigue: "Hay sólo un peligro para De Valera: la rebelión del pueblo con­tra la pobreza, la unión del norte y del sur. Cuando esto suceda, se emprenderá la lucha contra los barrios míseros. ¡Afuera con ellos! "
O´Casey no distingue entre liberación nacional y lucha social, el movimiento nacional solo adquiere pleno sentido cuando apunta contra los privilegios de los ocupantes, de las clases pudientes autóctona, y contra una Iglesia que siempre ha traicionado como deja bien claro la película de Loach, El viento agita la cebada (The Wind that Shakes the Barley, 2006) que sin lugar a dudas habría entusiasmado a este escritor desde cuyo socialismo se sentía identificado con las imágenes que le llegaban desde la URSS.
Esto le hacía vivir con "algo más que esperanzas. Había recibido car­tas en las que le comunicaban que en la Unión Soviética iban por delante de ellos; también había fotos del pueblo y de su manera de vida. Dos de estas fotos mostraban niños del Cáucaso y de Ucra­nia que se habían reunido para saludar a las primeras locomotoras Diesel entradas en la Unión Soviética. Entre los niños, estaban tam­bién algunos trabajadores y soldados rojos; los soldados llevaban puestas aún sus amplias blusas y sus viejos gorros de paño en cuya parte delantera estaba cosida una diminuta estrella roja. Se veía que la pobreza seguía siendo compañera de ellos y camarada de cama, pero la resurrección y el valor se mostraban en sus rostros; veían delante de sí un grandioso destino". Más adelante, O´Casey añadirá sobre este punto: "Con el espíritu, Sean se encontraba junto a aquellos niños, aquellos trabajadores, aquellos soldados rojos; junto a ellos, iban costeando las ruinas que los habían indignado, las ruinas de
n otra ocasión, expresó sus concepciones, diciendo: "La razón no puede nunca desterrar al sentimiento del escenario, lo mismo que no puede desterrar al sentimiento de la vida; porque el sentimiento resta profundo en nosotros y alrededor de nosotros, donde quiera, que estemos. Nosotros lo percibimos, lo vemos, lo palpamos incesantemente. Vive en el instante de la primera rosa de la primavera tardía y en el instante de la última rosa del verano; en el instante de la cuna y del sepulcro, en el viento y en la lluvia; en la piedra de la catedral de Salisbury y en la construcción de cristal y de acero del Radio Center Building de Nueva York; en la queja de una sinfonía de Beethoven y en el ritmo monótono y excitante del Rock'n RoIl y, como en éstas, en muchas otras cosas."
En 1928, Yeats causó una discordia literaria en Irlanda al rechazar la presentación en el Abbey de la comedia "ex­presionista" antibélica de O´Casey The Silver Tassie, es­trenada en Londres el siguiente año. El gesto del principal poeta irlandés, ponía otra vez en evidencia que los audaces intentos de O'Casey en favor de una forma de drama experimental eran mal recibidos y en 1934 las críticas en torno a Within The Cates, una obra sobre la Gran De­presión, le llenaron de amargura. En 1934 publicó The Flying Wasp, en la que atacaba a la crítica por su indiferencia hacia las obras innovadoras. Sus últimas obras aparte de Rosas rojas para mi, inclu­yen Canta, gallo perseguido (Cock-a-Doodle Dandy tr. Ana Antón-Pacheco, Cuadernos para el diálogo, 1972, que conoció una adaptación escénica de Antonio Gala, 1973), sin olvidar la anticlerical The Bishop's Bonfire, estrenada en Dublín en 1955. En 1958, el arzobispo de Dublín se negó a inaugurar el festival de la ciudad si se representaba en él The Drums of Father Ned, de O'Casey. El autor retiró la obra y se mostró en contra de las representaciones profesionales de su teatro en Irlanda.
En sus Autobiographies(6 volúmenes) se puede rastrear un resumen (algo novelado) de su vida. Sus comedias escritas en Inglaterra muestran la influencia positiva de los movimientos teatrales europeos más significativos (desde el expresionismo hasta el simbolismo), pero también reflejan la falta de contacto con la realidad teatral y humana de su Dublín natal, ciudad que, como Joyce, nunca olvidó. Entre sus obras más significativas destacan:Within the Gates(1933);The Star Turns Red(1940);Rosas rojas para mí(1943),Hojas de roble y espliego,La sombra de un fusileroy las "fantasías" de su última época:Cock-a-doodle Dandy(1949);La hoguera del obispo(1955) yLa hoguera del obispo(1958)…
En general, sus obras, están basadas en episodios de su propia vida, y se caracterizan por el lirismo de su prosa, la abundancia de situaciones dramáticas y un gran sentido del humor y la ironía. Al mismo tiempo, ponen de manifiesto una honda comprensión de la tragedia de la vida cotidiana y un odio exacerbado hacia la opresión social, política y religiosa.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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