La seriedad hacia la teoría y la publicación y difusión de libros marxistas como una prioridad militante no son algo para nada común en la política hoy en día. Menos aún una corriente de izquierda que tenga un relativo éxito electoral y que siga produciendo editorialmente en medio de una larga campaña presidencial.
Una práctica común para tratar de explicarnos las particularidades políticas de la Argentina es tratar de verlas con los ojos de un extranjero. Más aún si queremos explicar a la izquierda local.
Hace poco nos imaginábamos a la figura de un politólogo finlandés que intentaba entenderla, y observaba que su particularidad estriba en la hegemonía, dentro de ella, de las corrientes que se reivindican de la tradición del trotskismo, algo que en el resto del mundo no tiende a ocurrir. Lo primero evidente, era el caudal de votos que cosechaba. Sin embargo, si fuera por eso, es algo que también se dio en otros momentos y países. Hay algo más que no cierra. Imaginémoslo pensando: “La lista que ganó la interna del Frente de Izquierda, el PTS, es un dilema ¿Cómo hacen para sacar tantos votos si además están ubicados en el centro del movimiento obrero del país, cortando frecuentemente la Panamericana, ocupando fábricas, saliendo en televisión siendo reprimidos. No hacen el tradicional y prosaico sindicalismo, sino que además son muy combativos.” Pero además, el politólogo se enteró que, por si todo esto fuera poco, tienen un centro de estudios, investigaciones y publicaciones y una editorial que publica libros marxistas de factura propia así como de otros teóricos revolucionarios.
El contraste no podría ser mayor. Los tres principales candidatos mimados por las patronales, Scioli, Macri y Massa, no solo hacen campañas que difícilmente se pueden distinguir entre sí, tratando de imponer un gran consenso derechista de las clases dominantes. Además, muestran una decadencia brutal como pocas veces se había visto en la política argentina en lo que hace a referenciarse en algún tipo de ideología, escuela o tradición política, ni hablar de intento alguno de apoyatura teórica. Hasta han circulado en los últimos días notas sobre la más que mediocre formación cultural de estos candidatos, quienes, debido a su extracción social, tienen objetivamente una posibilidad de acceso a los bienes espirituales de la sociedad que le es vedada a la gran mayoría de la población. Personas que han podido darse el lujo de vivir del trabajo ajeno, y que jamás en su vida tuvieron que padecer extenuantes jornadas laborales de 10 horas o más en una fábrica (con todos los obstáculos que implica para la propia educación y el acceso a la cultura de los millones que diariamente sí tienen que hacerlo), que pertenecen a la élite de este país, con patrimonios millonarios y empresas en su haber.
A contracorriente del “espíritu de la época”
Al mismo tiempo, si el politólogo finlandés compara al FIT con otras experiencias actuales de la izquierda a nivel mundial, particularmente europeas, también verá algo curioso y disruptivo. Experiencias como Podemos en el Estado Español o Syriza en Grecia adolecen de problemas similares al espíritu de época de la política burguesa actual, que transforma la necesidad en virtud: una postura liviana hacia la teoría, actitud que es presentada como sinónimo de “heterodoxia”, que contrasta con la creencia en el poder de la “videopolítica”, que prioriza las apariciones mediáticas a la construcción de toda fuerza militante basada en una fuerza social. Así es como piensa la política, por ejemplo, Pablo Iglesias, principal ideólogo de Podemos.
Volviendo a la Argentina, aquí el PTS, el partido de la fórmula presidencial del FIT de Nicolás Del Caño y Myriam Bregman, se presenta como una fuerza anticapitalista y socialista en los medios de comunicación, donde se reproducen los spots en los que se ve al diputado interviniendo en los piquetes de la lucha de los obreros de Lear y enfrentando a la patronal, a la burocracia sindical y al gobierno. Y no tiene miedo en presentarse como una fuerza marxista revolucionaria, que hace suyo el apotegma de Lenin: “Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario.” Por eso, como una suerte de “leninismo del siglo XXI”, el PTS enriquece su combativa y militante práctica política con un sistema de publicaciones que combina propaganda y agitación, que incluye este medio, La Izquierda Diario, así como las revistas Ideas de Izquierda y Estrategia Internacional, junto a otro aspecto que en esta ocasión queremos destacar especialmente: Ediciones IPS-CEIP, una editorial militante y revolucionaria.
Un proyecto ambicioso
Los grandes proyectos editoriales de la izquierda argentina florecieron durante momentos álgidos de la lucha de clases en este país, particularmente previo al golpe de Estado de 1976. Por lo general ligados a los partidos de izquierda, como las múltiples editoriales del Partido Comunista argentino, que contaba con una gran cantidad de recursos, así como las ligadas a corrientes trotskistas como el morenismo o la antigua Política Obrera (actual PO), estas dos últimas mucho más contra la corriente. Luego también estaban las editoriales surgidas de escisiones del PC, como el colectivo Pasado y Presente, no ligadas orgánicamente a estructuras partidarias. Pero con las sucesivas derrotas de la dictadura y luego la larga noche de la restauración burguesa de la década del ’90, la actividad editorial militante de izquierda sufrió un retroceso enorme, cortando los hilos de continuidad con la tradición marxista.
Partimos desde muy atrás, pero el PTS se entusiasma poniéndose al frente de la iniciativa de remar contra la corriente y destinar una gran cantidad de medios y esfuerzos materiales y humanos para desplegar una actividad editorial militante y revolucionaria. No se trata de encontrar simplemente un “nicho” como una editorial “alternativa” contra las grandes multinacionales. No. Se trata de un proyecto muchísimo más ambicioso, que es el de producir, recrear y difundir sistemáticamente los medios que difunden las ideas de la única corriente de pensamiento que representa los intereses históricos de la clase trabajadora, la única que tiene potencialmente en sus manos las llaves para terminar con todo sistema de explotación y opresión y luchar por el comunismo.
Guillermo Iturbide
Ediciones IPS-CEIP
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