lunes, octubre 26, 2015

Summers, Wolf, Rogoff y el lugar de China en el estancamiento secular



Escasa inversión productiva y límites del crecimiento chino. Sobre estornudos y resfríos. El segundo hogar del capital norteamericano. Estímulos fiscales, teoría burguesa, caracterización y práctica política.

Los recientes avances hacia la firma del Acuerdo de Asociación Transpacífico, el lanzamiento en Londres de un bono chino en yuanes, la visita –colmada de honores- de Xi Xinping a la misma ciudad, así como el previo lanzamiento del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y la Cumbre de las Américas, pueden observarse como distintos movimientos de Estados Unidos y China, que guardan un trasfondo común. Las jugadas no son ajenas al agotamiento del “modelo exportador” chino que, no sin convulsiones, está transformando al gigante asiático de fuente receptora privilegiada de capitales en un competidor por los espacios mundiales para la acumulación. Desde Lawrence Summers -promotor de la tesis del estancamiento secular- pasando por el periodista económico Martin Wolf –simpatizante de la hipótesis- hasta el más optimista Kennet Rogoff, enfatizan la escasa inversión productiva de capitales como elemento crítico fundamental, subyacente a la debilidad de la economía mundial. A su vez y en la visión de Summers y Wolf, los límites del crecimiento chino, aparecen ahora como problema en espejo mientras que para Rogoff, la crisis china se presenta como tercera fase del “súper ciclo de deuda” que tuvo su primer capítulo en Estados Unidos y su segundo, en la periferia de la Eurozona. Para los tres, no obstante, tanto la escasez de la inversión como la cuestión china componen los nudos actuales de la débil tendencia de la economía mundial.

Cuando China estornuda

Los pronósticos del último panorama económico del FMI que reducen por enésima vez la tendencia del crecimiento mundial para el año en curso, asoman como telón de fondo ineludible. Rogoff recuerda que siete años después de la crisis financiera global, el FMI está rebajando silenciosamente las previsiones del crecimiento, llevándolas hasta el nivel más bajo desde 2009. En este contexto, Wolf resalta que si bien sigue siendo cierto que cuando Estados Unidos estornuda el mundo se resfría, la novedad hoy es que también se resfría cuando estornuda China. La afirmación viene a cuento de que con el menor crecimiento del gigante asiático, el mundo estaría perdiendo su último motor significativo de demanda –recordemos que el término demanda refiere a la “demanda agregada”, esto es demanda de consumo y demanda de inversión- con lo cuál el resultado no podría ser otro que un mayor crecimiento del “exceso de ahorro”, o lo que Summers denomina “estancamiento secular”. Porque a decir verdad aún con tasas de interés cero durante siete años e ingentes recursos monetarios inyectados en la economía, tanto la demanda como el producto potencial y el real –según advierte Wolf-permanecieron tenues en las economías centrales, desde el inicio de la crisis. Sin embargo y afortunadamente –al decir del periodista- el salto de China en la inversión alimentada por el crédito, tomó la posta. Cuestión que proporcionó un vigoroso impulso a los exportadores de materias primas industriales y bienes de inversión. El problema es que este “afortunado suceso” se encuentra ahora en proceso de agotamiento. Mientras las economías centrales se recuperan de los shocks sufridos no hay sin embargo a la vista señal alguna de una gran explosión del gasto que permita imaginar un incremento del producto potencial. Traducido a los términos de Summers, no parece haber en curso ni en un horizonte cercano, una nueva “burbuja”, aún a pesar de las tasas de interés cero durante siete años y de la propia destrucción provocada por la crisis. Wolf sostiene que aún cuando resulta pensable que China logre sostener un crecimiento de la demanda real del 7% anual, dicho horizonte se vuelve demasiado estrecho en relación con el nivel de inversión de los últimos años. Si un crecimiento del 7% puede considerarse normal para China, deviene contradictorio con un nivel de inversión que supera ampliamente el 40% del PBI. Cuestión que pronostica un exceso de capacidad complementado con la reducción de la demanda que alentaría paralelamente un exceso de capacidad en los llamados países “emergentes” exportadores de materias primas industriales. Esta combinación de factores en la visión de Wolf sería disparadora del agravamiento del exceso global de oferta cuya contracara no puede ser otra que el incremento del “exceso de ahorro”. Cuestión que subyace a la expectativa de que las presiones deflacionarias se incrementen en todo el mundo.

Sin lugar en casa

Summers expone la misma contradicción. A la vez que afirma que los peligros que enfrenta la economía mundial resultan los más graves desde la quiebra de Lehman Brothers, remarca que los problemas del estancamiento secular –la incapacidad del mundo industrial de crecer a tasas satisfactorias incluso con políticas monetarias muy laxas- están empeorando en paralelo con el despertar de los dilemas en los “mercados emergentes” más grandes, empezando por China. Según su visión, hasta hace poco tiempo la fortaleza de los “mercados emergentes”, constituyó el aspecto más rescatable de la economía mundial. Estos países habrían resultado “los destinatarios sustanciales de capital de los países desarrollados que no han podido ser invertidos productivamente en casa” (Financial Times, 8/10/15, traducción propia).
Ilustra Summers que los flujos brutos de capital de los países industriales hacia los países “en desarrollo” aumentaron desde 240 mil millones de dólares en el año 2002 hasta 1,1 billones en 2014. A su vez, el endeudamiento en moneda extranjera por parte del sector privado de esos países se incrementó desde 1,7 billones de dólares en 2008 hasta 4,3 billones en 2015. Sin embargo los flujos de capital neto con destino a esos países, habiéndose recuperado contundentemente tras la crisis de 2008, comienzan una tendencia descendente a partir de 2012 y caen abruptamente durante el año en curso, marcando su mayor declive en 30 años, de acuerdo con el Instituto Internacional de las Finanzas citado por Summers. Según el mismo organismo el monto total de capital privado que abandonó esos países durante el año en curso, superaría el billón de dólares. Es preciso aclarar que cuando se habla de flujos de capital se hace referencia tanto a las inversiones reales como a las financieras que durante estos años aprovecharon notablemente los diferenciales de tasas de interés entre los países de destino y “casa”. Alerta Summers que cualquier discusión debe comenzar por China que según dice -exagerando quizás un poco la nota- “sirvió concretamente más entre 2010 y 2013 de lo que los Estados Unidos lo hicieron en todo el siglo XX” (Financial Times, 8/10/15, traducción propia). Aunque parece prever un panorama más convulsivo para el gigante asiático, Summers señala que aún adoptando una visión optimista –en la que China cambie suavemente hacia un modelo de crecimiento impulsado por el consumo y los servicios- su mix de producción será mucho más liviano por lo que los días en los que podía sostener a los mercados de commodities industriales llegaron a su fin. No lo dice, aunque queda en evidencia, que también está hablando del fin de los días en los que China en particular se convertía en el segundo hogar del capital norteamericano.

Verde es el árbol de la vida…

Sin embargo sorprende que una verificación empírica bastante sensata como la identificación de China en tanto destino de capitales que no pueden invertirse productivamente en “casa”, tenga tan poco correlato en el campo de la teoría. Por un lado la verificación de una tasa de interés en niveles históricamente bajos por un tiempo históricamente extenso incapaz de transformar el ahorro creciente en inversión productiva, se presenta casi como un hecho de la naturaleza, una suerte de entelequia. En sus exposiciones sobre la tesis del estancamiento secular no tiene peso alguno la referencia a la posibilidad real de “invertir productivamente” afuera dadas las limitaciones en “casa”. En las comparaciones entre las dos décadas anteriores –de burbujas exitosas y crecimiento “aceptable”- y el actual período de “estancamiento secular” –combinación de baja inflación, tasas de interés esperadas en cero y lento crecimiento- en los países centrales, no se hace mención a las condiciones reales para la inversión productiva externa. Incluso cuando Summers refiere ahora al flujo bruto de capital que migró desde los países centrales hacia los que denomina “emergentes”, no ve siquiera la necesidad de alertar sobre la distinción entre capitales de “corto plazo” e inversión productiva que permanece indefinida al interior de dicha magnitud. De hecho, los límites para la inversión productiva en particular en China, no se suscitaron de un año a otro. Los límites para la inversión productiva en China indisociables de los elementos de agotamiento del “modelo exportador” y de la necesaria compulsión hacia la exportación de capitales, comenzaron a ponerse de manifiesto a partir de la crisis de 2007/8. Como señalaba Wolf en un artículo de hace ya un tiempo al que se hizo referencia desde esta misma columna, China resultó el paradigma del aumento de la deuda privada durante los últimos años. Su incremento con respecto al PBI creció un 70% entre los años 2007 y 2014 y gran parte de ese crédito se concentró en el sector inmobiliario. Resultando un crecimiento de la deuda y de la inversión sin correspondencia con el nivel de progresión de la economía. De modo que en gran parte, desde el estallido de la crisis de 2007/8 el crecimiento de la inversión en China estuvo sentado sobre una burbuja. Además y al correr de los últimos años el espacio de producción para las exportaciones se fue limitando en China, el crecimiento de la cadena de suministros se desaceleró y la producción volvió menos intensiva en mano de obra, la población envejeció aceleradamente, la migración rural hacia las ciudades se desaceleró y los salarios se incrementaron comparados con las ventajas iniciales. Aunque este aspecto debe ser estudiado con mayor profundidad, no parece que puedan divorciarse tan livianamente las condiciones del desarrollo de burbujas “efectivas” en los países centrales de las posibilidades de la producción de valor y plusvalor allende “casa”. Dicho irónicamente lo de “verde es el árbol de la vida” tiene el sentido de señalar el alejamiento entre teoría burguesa, caracterización y práctica política. El actual énfasis de Summers con respecto a que la acción no puede limitarse a la política monetaria y el tibio llamado a “pensar” una política fiscal más expansiva, contrasta con la pasión de The Economist –entre otros- por conquistar la mano de obra de la India o aprovechar los beneficios de la inmigración. Por su parte Rogoff –que esgrime un optimismo no muy convincente frente a las tendencias generales de la economía y cierto escepticismo con respecto a las políticas fiscales- le responde con justo sarcasmo que quiere suponer que los progresistas estadounidenses que favorecen el gasto en infraestructura, no estarán pensando en cosas tales como construir una valla gigante a lo largo de la frontera con México…

Paula Bach

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