Del parto de los montes nació un texto de equilibrio inestable, contradictorio y notoriamente conservador e inadecuado. Quienes deberán regirse por esa Constitución –los trabajadores y el pueblo de Cuba- no participaron en su elaboración, no la discutieron en asambleas, no formularon propuestas aunque, por supuesto, asistieron a reuniones rituales y formales de divulgación. Unos pocos dirigentes dosificaron laboriosamente durante muchos años las posiciones contradictorias de las diversas corrientes (la defensora del “modelo” soviético, la de los pragmáticos, la de unos pocos voluntaristas al estilo de Fidel y la de un creciente grupo de partidarios a la adecuación al capitalismo en lo económico pero preservando el poder, como en China). Después el reducido Buró Político del Partido Comunista de Cuba afinó ese texto durante cuatro días hasta que, por último, fue finalmente discutido y aprobado en una hora y media por los 605 miembros de la Asamblea Nacional.
El resultado es una fotografía del momento actual de la sorda lucha de tendencias en el seno de la burocracia gobernante y un intento de dar la base jurídica para la inserción de Cuba en el contexto mundial. Pero no tiene en cuenta, sin embargo, que su economía, la estructura social del país y su política exterior dependen de los acontecimientos internacionales, como una invasión a Venezuela, que podrían modificar profundamente los equilibrios congelados en el texto constitucional aprobado. Éste, por lo tanto, debería ser más breve y fijar el marco para la acción a medio plazo.
La Constitución renovada mira hacia el ejemplo chino y, al fijar el término de los mandatos presidenciales, busca evitar la perpetuación de un Líder para que sea la burocracia-tecnocracia que domina el Partido quien, colectivamente, dirija el país. El centralismo de la vieja Constitución subsiste y se acentúa a costa de los poderes legislativos. El presidente será elegido por el Buró Político que presentará un candidato único para que sea refrendado por la Asamblea Nacional. Desaparecen las asambleas provinciales y el gobierno central nombrará gobernadores provinciales. Subsisten el control centralizado de los medios y la censura e incluso se mantiene la pena de muerte, como si la vieja barbarie sirviera para construir el socialismo.
Para la nueva Constitución el Partido Comunista sigue siendo “la fuerza rectora” -lo cual excluye la libertad para otros partidos aunque sean revolucionarios- y el objetivo es sólo asegurar “una transición al socialismo”. El texto constitucional habla, sin embargo, de un Socialismo Democrático – para ahuyentar la imagen atroz del régimen soviético- y contradice así el exclusivo papel “rector” del PCC. Además, elimina el objetivo final comunista, contentándose para siempre con la transición al socialismo que también es una transición en la que no existe el Estado, cosa que contradice el reforzamiento de la centralización estatal.
La supresión del “internacionalismo proletario” y su sustitución por la frase “amistad fraternal” expresa también, al igual que la confusión sobre el Estado y el partido, la subsistencia de viejas y fuertes incrustaciones de “marxismoleninismo” soviético. Quienes se quemaron los dedos con el “socialismo realizado” de Brezhnev y seguidores que imponía una subordinación en nombre del “internacionalismo proletario” quieren mantener hoy una distancia prudente del “abrazo fraterno” de Putin o de Xi porque, para ellos, la solidaridad internacionalista no se ejerce sino entre los aparatos estatales y sus gobiernos respectivos y no de trabajador a trabajador de otro país.
Además, hasta hace poco el sistema a veces era ya “socialista” y otras veces sólo “construía el socialismo”. Ahora se habla de “Estado socialista democrático” cuando para Marx en el socialismo desaparecen el Estado y la democracia pues no existirán ya las clases y cuando lo que existe es un capitalismo de Estado en el que apenas se ha comenzado a construir algunas bases del socialismo y en el cual todo se sustenta sobre la propiedad estatal capitalista (bautizada “socialista de todo el pueblo”) y sobre otras formas de propiedad privada. Nada se dice acerca de que el socialismo requiere derribar al capitalismo en una parte importante y desarrollada del mundo para reconstruir todo sobre otras bases y, por consiguiente, no puede ser logrado aisladamente en un país poco populoso y con escasos recursos bloqueado, agredido y amenazado por la principal potencia militar mundial.
Sigue siendo necesario un texto más claro, más coherente y más audaz. Para volver a ser un faro para el mundo Cuba debería convertirse en una República construida por la autogestión social y basada en la autonomía y la federación de comunas libres, democráticas y pluralistas, construidas sobre la base de la voluntad popular y de los planes decididos por asambleas con derecho a proponer y a decidir, como parte de una sociedad democrática, con una prensa de calidad libre y plural y con libertad de organización.
Guillermo Almeyra
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